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LA CULTURA DEL PERIODISMO CULTURAL

LA CULTURA DEL PERIODISMO CULTURAL

Lic. JORGE LUIS RODRÍGUEZ GONZÁLEZ,
periodista del diario Juventud Rebelde,
profesor de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
jorgeluis@jrebelde.cip.cu

Desde los mismos orígenes del Periodismo como fenómeno de comunicación social, la cultura ha sido uno de sus campos temáticos de mayor interés. En la actualidad no existe un periódico o una revista que no contenga entre sus páginas una sección de cultura; o una emisora radial o un canal de televisión que no dedique algún espacio de su programación a la difusión de la actividad cultural, ya sea a través de programas, periodísticos o no, dedicados completamente a esta área del saber y hacer; o incluyendo sus contenidos en los espacios informativos.

Uno de los problemas fundamentales que afronta una conceptualización del periodismo cultural es precisamente la confluencia y a la vez contradicción que encierran dos conceptos cardinales como son el de periodismo y el de cultura. Las preocupaciones teóricas son muchas: ¿qué entender por periodismo cultural?; ¿qué concepto de cultura subyace en esta especialidad periodística, tanto en la elaboración teórica como en la práctica profesional de los medios de comunicación?

Y es que la sola enunciación de este sintagma encierra varias contradicciones y disyunciones que “exigen un modo de acercamiento más tentativo y cauteloso que el requerido por otros géneros y productos del campo periodístico. Porque se involucra y al propio tiempo se excluye, la aproximación debe ser matizada, sin eludir ni sobredimensionar la naturaleza del dilema, esa constante pendulación entre dos modos de ver (complementándolos o enfrentándolos) los términos periodismo y cultura.” [Rivera, 1995: 9-10]

Cultura

Aunque ya en la filosofía antigua se encuentran los primeros esfuerzos por conceptualizar  la cultura, no es hasta finales del siglo XIX en que comienza a insertarse como una de las preocupaciones más trascendentales del pensamiento intelectual y científico.

“El interés por la cultura parte de que no es posible explicar el comportamiento humano sin tener en cuenta que los actores sociales, además de posiciones en redes y estructuras, además de individuos racionales y maximizadores, son agentes productores de significado, usuarios de símbolos, narradores de historias con las que se producen sentido e identidad”. [Basail y Álvarez, 2004: 26]

De esta manera se desarrollan dos perspectivas fundamentales para abordar la cultura, que llegan incluso a nuestros días: una restrictiva, la humanista - o lo que John B. Thompson (1991) denomina concepción “clásica”; y otra mucho más amplia y abarcadora, la antropológica. Aunque otras ciencias sociales como la Sociología y las Ciencias de la Comunicación también se interesarían por lograr una definición que se adecuara a sus metas como ciencia.

Una definición elitista

La concepción humanista de la cultura, denominada así por Fisher, comienza a emerger desde fines del siglo XVIII impulsada principalmente por la Ilustración francesa y con su base fundamental en la cultura vista desde una perspectiva ideal, pues la define como “el cultivo de la mente humana y de la sensibilidad”, lo cual sólo es perfectible a través de la educación.

El concepto de cultura sólo asume, entonces, a los “trabajos y práctica de actividades intelectuales y específicamente artísticas, como en cultura musical, literatura, pintura y escultura, teatro y cine" [Williams, 1976]. Se es más culto en la medida que se cultiven las manifestaciones más refinadas del espíritu y la creatividad humana en las bellas letras y artes.

Según Fischer, las personas cultas son aquellas que han desarrollado "sus facultades intelectuales y su nivel de instrucción. En este sentido la noción de cultura se refiere a la cultura del alma (cultura animi, Cicerón) para retomar el sentido original del término latino cultura, que designaba el cultivo de la tierra." [Austin Millán, 2000]

Otro de los supuestos fundamentales de esta concepción es el carácter selectivo que le confiere a la cultura en tanto por ésta sólo se va a entender a determinadas actividades humanas, o a la obra humana creativa, superior, excelsa, muy refinada estéticamente  que sólo algunas personas con la sensibilidad y el buen gusto por “lo mejor que ha sido pensado y conocido” en el arte, la literatura, la historia, la filosofía, actividades humanas que se según esta perspectiva entran en la cultura.

Los productos culturales o las obras que no reúnan estos requisitos de filtro quedan fuera de la cultura; es decir de la alta, legítima y refinada cultura, para conformar lo que se denomina baja cultura, cultura popular (García Canclini), cultura de masas (Edgar Morin) o seudocultura (Basail y Álvarez, 2004). De esta forma, la concepción humanista se constituye en un mecanismo jerarquizador y estratificador puesto que las personas cultas serán la élite y “la nobleza o prestigio de la actividad y la nobleza o excelencia del resultado consagran la nobleza y el estatus  del individuo y del grupo social que las producen  o las consumen.” [Basail y Álvarez, 2004: 27]

El concepto abre sus horizontes: visión antropológica

A mediados del siglo XIX, y conviviendo con la visión humanista, surge la Antropología, ciencia que se dice “se organizó alrededor del concepto de cultura” [Geertz, 1987, citado por María Rosa Neufeld, en Basail y Álvarez, 2004: 57], el cual aún hoy sigue siendo una de sus principales razones de ser.  El objetivo inicial fue caracterizar y analizar los diferentes pueblos -los “otros” ajenos y muy por debajo del nivel de la Europa Moderna-, en cuanto a cuestiones culturales como sus costumbres, tradiciones, religiones, mitos, historias, que, como todo lo novedoso y exótico, se revelaban como una misteriosa y atrayente realidad para el pensamiento occidental moderno.

Es así como comienzan a aparecer conceptos integradores  de la cultura que recogen toda esta serie de prácticas y fenómenos diversos, pero que en su contexto se revelan como comunes a todas las civilizaciones.

El más emblemático de estos conceptos dentro de las Ciencias Sociales es el del inglés Edward B. Taylor (1871) que reconoce a la cultura como un “todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, ley, costumbres y toda otra capacidad y hábitos adquiridos por el hombre en tanto miembro de una determinada sociedad”. [Citado por Neufeld, 1996, en Basail y Álvarez, 2004: 64]. Esta definición, fiel exponente del enfoque evolucionista, se ha sintetizado en la aseveración de que la cultura incluye toda clase de comportamiento aprendido.

Muchas y diversas han sido las definiciones antropológicas que sobre la cultura se han esbozado desde el clásico Taylor hasta nuestros días, aunque su denominador común ha sido la referencia globalizadora de “totalidad de modo de vida de un pueblo”, lo cual permitió mirar hacia la variedad y riqueza culturales de todas las comunidades. Por otra parte, y siguiendo esta línea, su mayor importancia y valor radica en que reconoce la presencia de tres elementos fundamentales en la cultura:

“En primer lugar, su universalismo: todos los hombres tienen culturas, lo cual contribuye a definir su común carácter humano. En segundo lugar, está el énfasis en la organización: todas las culturas poseen coherencia y estructura, desde las pautas universales comunes a todos los modos de vida (por ejemplo, las normas sobre el matrimonio, que imperan en toda cultura) hasta los modelos peculiares de una época o lugar específicos. En tercer lugar, el reconocimiento de la capacidad creadora del hombre: cada cultura es un producto colectivo del esfuerzo, el sentimiento y el pensamiento humanos (…).” [Valentine G., 1972; citado por Neufeld, 1996, en Basail y Álvarez, 2004: 57-58]

“Para la antropología cultura es todo, de manera que cuando un antropólogo llega a una etnia, a una tribu primitiva que cultura es tanto la forma del hacha como el mito, la maloca -su hábitat- como las relaciones de parentesco, tan cultura es el repertorio de las plantas medicinales. Para el antropólogo, pues, cultura es todo.” [Martín Barbero, 1999]

Muy distinto al etnocentrismo de la cultura humanista, uno de los pilares de la Antropología lo fue, y lo es, el  relativismo cultural, que no es más que el reconocimiento de una pluralidad de culturas, de comunidades y pueblos con costumbres y valores igualmente válidos. Para esta disciplina no existen los grados de lo cultural, sino que todos “los hombres tienen cultura por igual”.

Así lo refleja Ralph Linton (1971) cuando expresa que no existen sociedades ni individuos que carezcan de cultura. Toda sociedad posee una cultura,  por muy sencilla que sea y el ser humano es culto en el sentido de que es portador de una u otra cultura.” [Citado por Ron, 1977: 27] Linton se está refiriendo a la cultura en general como a la forma de vida de cualquier sociedad, y no simplemente como las zonas que la misma sociedad considera como más elevadas o deseables.

Es precisamente esta cualidad de estudiar al hombre y sus conductas independientemente de su origen lo que convierte a la antropología en una ciencia holística.

“Sin lugar a dudas, la Antropología fue la ciencia que articuló con mayor grado de plausibilidad sus discursos y prácticas profesionales alrededor del eje o concepto cultura, aunque la entendiera como “otra” y “exótica” y derivara hacia el “culturalismo” y el “relativismo”.  Esta ciencia defendió la autonomía de la cultura y sin dejar de verla como interdependiente, le dio universalidad, carácter inclusivo y  extendió el alcance del análisis cultural a múltiples áreas del quehacer humano: el deporte, el ocio, la vida cotidiana, la cocina, la política, la empresa, la organización, etc., entran ahora en el campo de investigación de los estudios culturales.” [Basail y Álvarez, 2004: 28]

Ya después de la segunda mitad del siglo XX, la antropología presenta nuevas definiciones sobre la cultura. Entre ellas se destaca la clásica conceptualización del pensamiento latinoamericano de Adolfo Colombres, para quien la cultura es “el producto de la actividad desarrollada por una sociedad humana a lo largo del tiempo, a través de un proceso acumulativo y selectivo” [Colombres, 1987, citado por Villa, 1998]

Se produce una redefinición en el término cultura como “el sentir de una comunidad”, constituyéndose en una categoría ontológica, pues refiere un ser inserto en una comunidad y la posibilidad de ese ser en cuanto interactúa con otros.

Así lo demuestran las palabras de Catalina González que hablan de la cultura “como modo de ser de un grupo social, manera de pensar, sentir y creer, saber almacenado (sin dejar por fuera la racionalidad), conducta, historia legado, normatividad. Como consecuencia, se hace posible pensar en una cultura popular o un arte popular, términos que en la ilustración se contradecían.” [Citado por Villa, 2000]

Visión sociológica

Con la emergencia de la ciencia sociológica, el proyecto de la modernidad comenzó a ser estudiado a través de sus propios procesos o movimientos culturales. Pensadores clásicos como Karl Marx, Max Weber, Emile Durkheim hicieron énfasis en la cultura vista como un proceso social que produce diferentes tipos de sociedades, formas de pensar y estilos de vida.

Una de las constantes de la Sociología ha sido el concebir a la cultura como un proceso social creador y constitutivo de “culturas” específicas con un énfasis en la producción social material. Por ejemplo, Marx teorizó sobre el papel que desempeña la cultura y la ideología en la permanencia de un orden social y sus estructuras de control y dominación; o sea su papel como garantizadora del orden y el equilibrio sociales.

Esta ciencia estudia a la producción y las prácticas culturales como procesos sociales, y no solo como  normas y valores. En ella se incluyen a los “los capitales simbólicos, los significados y los valores socialmente compartidos por actores sociales de diverso tipo, expresados en sus tradiciones, mentalidades, prácticas y/o instituciones sociales, en los modos en que piensan y se representan a sí mismos, a los hechos o productos culturales, a su contexto social y al mundo que los rodea.” [Basail y Álvarez, 2004: 36]. La cultura se construye diariamente en el complejo entramado de relaciones sociales que se establecen entre estos agentes sociales, y de manera recíproca tiene sus efectos en estas mismas instituciones.

Así, García Canclini [1995: 59] conceptualiza a la cultura como un proceso de producción: “No pensamos que la cultura sea un conjunto de ideas, de imágenes, de representaciones de la producción social, sino que la cultura misma implica un proceso de producción.”

“Ahora bien, –continua Canclini– ¿producción de qué tipo de fenómenos? Fuimos asimilando cultura con procesos simbólicos y, por lo tanto, hacemos aquí una restricción respecto del otro uso que la antropología ha establecido de la cultura con estructura social o con formación social: la cultura como todo lo hecho por el hombre.”

Al concebir a la cultura como un proceso social de producción, Canclini se opone a las concepciones de la cultura como expresión y creación del espíritu humano o como manifestación ajena, exterior y ulterior, a las relaciones de producción (simple representación de ellas).

Esta definición destaca la fuerte interrelación entre cultura y sociedad. La cultura es para Canclini un nivel específico del sistema social. “Toda producción significante (filosofía, arte, la creencia misma) es susceptible de ser explicada en relación con sus determinantes sociales. Pero esa explicación no agota el fenómeno. La cultura no sólo representa la sociedad, también cumple, dentro de las necesidades de producción de sentido, la función de reelaborar las estructuras sociales e imaginar nuevas. Además de ‘representar’ las relaciones de producción, contribuye a ‘reproducirlas’, ‘transformarlas’ e ‘inventar’ otras.” [Canclini, 1989: 42-43]

O sea, para la Sociología la cultura no constituye un campo autónomo sino que lo cultural y lo social se constituyen recíprocamente “La cultura es constitutiva de la sociedad y constituyente de las relaciones sociales. La sociedad es más que cultura pero es un hecho profundamente cultural.” [Basail y Álvarez, 2004: 38]

Dentro de esta ciencia social se destaca la Sociología de la Cultura, la cual trata de desentrañar las relaciones que se establecen entre los productos culturales y sus destinatarios, así como el contexto en el que se produce esta relación; es decir, los procesos de producción (social y material), circulación y consumo de los bienes simbólicos. Aquí cobra mucha importancia el legado marxista de introducir en este tipo de análisis cultural a las determinaciones económicas.

Un ejemplo de lo anterior es la obra del sociólogo francés Pierre Bourdieu, quien retomando las ideas marxistas de que la sociedad es una estructura de clases sociales y una lucha entre las mismas, se dedica a investigar los sistemas simbólicos y las relaciones de poder, así como los vínculos entre producción, circulación y consumo de los bienes simbólicos.

Esta disciplina trata de ver a la producción cultural como un proceso social y material. Es decir, cómo los significados y valores simbólicos son producidos y compartidos por los diferentes actores sociales. El proceso de apropiación, compartimiento y legitimación de estas formas simbólicas se expresa a través de “las tradiciones y prácticas sociales en sus mentalidades, en los modos en que piensan y se representan a sí mismos, a los hechos o productos culturales, a su contexto social y al mundo que los rodea.” [Basail y Álvarez, 2004: 52]

El proceso de consumo de estos capitales simbólicos se produce de manera desigual entre grupos sociales e individuos. Por ello, la sociología de la cultura hace énfasis también en la lucha que se produce, por dichos capitales, entre los distintos campos culturales y entre las fuerzas internas de dichos campos, en los que se produce y reproduce estas formas simbólicas motivos de disputa.

Cultura y Periodismo

Como ya anunciamos al inicio de este artículo, y como se ha podido demostrar con la presentación sucinta de las principales posturas que sobre la cultura han esbozado las diferentes ciencias sociales, la cultura y el periodismo comprenden dos campos bastante amplios que semántica e históricamente encierran una gran relación.

Por otra parte, si tenemos en cuenta las condiciones histórico-sociales en que surge el periodismo, así como sus objetivos y procedimientos, no nos puede caber la menor duda de que todo periodismo es un fenómeno cultural. También podría hacernos pensar en que este tipo de periodismo tendría que abarcar todos los campos del saber.

No podemos olvidar que el Periodismo tiene sus orígenes en el siglo XVIII. El profesor español  Bernardino M. Hernando [1999: 130] se refiere al Periodismo como uno de los frutos más significativos de la Ilustración, movimiento que encuentra en la forma de expresión periodística un vehículo ideal a su afán de difundir los conocimientos.

“Los ilustrados no pueden limitarse a la cultura tradicional del libro y la enseñanza, cuyas estrecheces propenden ‘al dogmatismo y a la parálisis intelectual’ – refiere el profesor español citando a Francisco Sánchez-Blanco (La mentalidad ilustrada, 1999) - . La Ilustración crea al Periodismo y es recreada por él. La simbiosis Ilustración/Periodismo amplía horizontes, está atenta a los saberes extranjeros, los acerca al público que ya no es el selectísimo público lector de libros sino el cada vez más extenso lector de papeles periódicos.” [Hernando, 1999: 130-131]

El hecho de que desde sus orígenes el Periodismo haya tenido como principal objetivo la formación y educación de sus usuarios induce al profesor español Francisco Rodríguez Pastoriza afirmar que el Periodismo “nació como un género cultural antes de que fuese clasificado en cualquiera otra de las facetas informativas que hoy lo caracterizan. (…) Aún en la actualidad, es de manera destacada una forma de cultura porque en gran medida la difunde y la fomenta, la recrea y la crea y, además, termina por convertirse siempre en documento para la historia, otra de las grandes manifestaciones de la cultura.” [Rodríguez Pastoriza, 2006: 9]

Así mismo, el profesor Iván Tubau (1982), en su obra Teoría y práctica del periodismo cultural, señala: “Es difícil distinguir dónde deja de difundirse cultura y cuando empieza a hacerse cultura (…). El periodismo es cultura: no sólo la transmite, también la crea y la produce. Los medios de comunicación de masas son incluso la cultura más característica y definitoria de nuestro tiempo. Pero es una cultura que no tiene como objetivo primario e inmediato la formación de la persona, sino que esto lo alcanza de modo subsidiario, pues su fin intrínseco es dar información y transmitirla”. [Rodríguez Pastoriza: 2003: 50]

Sea relacionada la cultura con las bellas artes y la erudición, o de manera mucho más amplia sea relacionada con el patrimonio histórico de los pueblos, sus costumbres, ideas, hábitos o con las instituciones que las sociedades han creado para asegurar la convivencia de sus miembros, lo cierto es que el Periodismo o los medios de comunicación se constituyen en una institución social más que, al igual que otras como la familia y las instituciones educativas, se encarga del desarrollo cultural, ya sea de manera positiva o negativa, en la medida de que diariamente brindan información y conocimientos que enriquecen el patrimonio personal y social de los miembros de una sociedad. Y no sólo eso, sino que pueden y deben propiciar las herramientas que orienten a los seres humanos en la búsqueda de la posibilidad de ser cada vez una persona más instruida  y completa.

“Lo paradójico es que mientras para el público el periodismo es cátedra, en realidad la tarea periodística apenas sirve de guía, proporciona elementos, facilita su examen y puede convertirse en un gran divulgador de doctrinas, pero no crea ideas, ni organiza los sistemas. Y en el común denominador de lo que generalmente se entiende por cultura:

(…) la función que cumple el periodismo cuando proporciona nuevos conocimientos sobre el progreso de las ciencias y las nuevas proyecciones de la tecnología, o refleja la dimensión que los grupos humanos dan al derecho, la moral, los hábitos, las creencias, etc. No es otra que la de proporcionar cultura o valores culturales.” [Filippi, 1997: 88]

Otro matiz de la estrecha relación entre ambos términos – cultura y periodismo- es que la cultura es también producción simbólica de una sociedad. Y el periodismo, si traemos a colación cualquiera de sus definiciones tradicionales, tiene “…la función social de recoger, codificar y transmitir, en forma permanente, regular y organizada, por cualquiera de los medios técnicos disponibles para su reproducción y multiplicación, mensajes que contengan información para la comunidad social, con una triple finalidad: informar, formar y entretener.” [Castelli, 1993, en Villa, 2000]

Esta definición nos revela el mecanismo mediante el cual funciona el periodismo como institución social: el periodista como recolector y codificador de información; el medio de comunicación como canal de transmisión, publicación o circulación de la materia informativa, teniendo en cuenta sus tres primordiales funciones (informar, formar y entretener. Y esa información que nos sirven diariamente los medios de comunicación en virtud de sus funciones sociales, se traduce en “capital simbólico” (información, formación y entretenimiento), o como lo llama Rivera [1995: 16] “capital cultural objetivado de una sociedad”.

O sea, que el periodismo puede ser visto como cultura, en tanto ambos campos cumplen iguales funciones: la producción y reproducción simbólicas de una sociedad.

Por otra parte, bien singulares son los aportes del sociólogo francés Pierre Bourdieu (1990), para quien la sociedad está constituida por campos, entre los cuales se encuentra el campo periodístico, el político, el cultural, el de la religión, entre otros. Los campos tienen una relativa autonomía pues entre ellos existen estrechas relaciones. Por ejemplo, el campo literario puede estar fuertemente determinado por el campo económico, el político y el intelectual. También, el campo periodístico, específicamente los medios de comunicación, es influenciado por los campos económico y político.

Para Bourdieu (1990), los campos son espacios sociales estructurados, en el que las fuerzas que lo componen – dominantes y dominados –, con sus consiguientes relaciones de desigualdad, luchan por transformar o mantener este campo de fuerzas y sus propiedades. Sus dos elementos constituyentes son la existencia de un capital simbólico común y la lucha por su apropiación.

A su vez, muchos campos pueden ser considerados subcampos de otros. De esta forma, el periodismo puede ser considerado un subcampo del espacio cultural. Esta relación se explica mejor si tenemos en cuenta que el campo cultural está integrado por una serie de instituciones y agentes interrelacionados que ocupan dentro del mismo diferentes roles como el de la producción, reproducción y difusión de los bienes culturales de una sociedad. Y el periodismo, específicamente el periodismo cultural, asume los roles de reproductor y difusor de estos bienes, e incluso puede llegar a tener un papel de productor. 

Por ejemplo, a través de cualquiera de las formas expresivas del periodismo (información, reportaje, crónica, reseña, comentario, crítica, entre otros) que se utilicen para abordar una obra, el periodista la está incluyendo entre los bienes simbólicos que deben ser consumidos o al menos pensados por la audiencia. Y, fundamentalmente  a través del ejercicio de la crítica y la opinión culturales, géneros en los cuales se destacan los valores de la obra, el periodista está brindándole al receptor las estrategias y las armas para su lectura; o lo que es lo mismo, está facilitando su proceso de circulación y consumo.

El Periodismo, en conjunción con otras instancias como las universidades y academias, se convierte en un espacio legitimador de la cultura. Como bien asegura la profesora e investigadora argentina Silvia N. Barei (1999), “(…) el periodismo se erige en atribuidor y distribuidor de este derecho sobre la base de reglamentaciones, prescripciones, privilegios y omisiones que definen espacios de saber y redes concretas de circulación de los textos artísticos y los discursos sobre ellos. Pareciera entonces que ningún texto se hace visible socialmente si en algún momento la crítica de los medios no se ocupa de él.”


Periodismo cultural

En la medida que el concepto de cultura no fue estático y su significación fue abriendo o cerrando sus límites, así mismo ha ocurrido con lo que se ha dado en denominar periodismo cultural.

El Periodismo, como ha de suponerse teniendo en cuenta esa amalgama semántica que forma con la cultura –periodismo cultural- ha puesto y quitado su mira en y de determinadas zonas en consonancia con las principales perspectivas que sobre la cultura han emergido a lo largo del desarrollo de la humanidad. Por supuesto, de la humanidad que ya contaba con el periodismo.

Aunque muchas han sido las disciplinas que han conceptualizado la cultura, las más antagónicas resultan ser las perspectivas humanista y antropológica. De manera que también se destacaron dos grandes formas de entender y ejercer el periodismo cultural, siempre en función del concepto de lo cultural al que se adhirieran.

Es así como podemos hablar de un periodismo cultural para el cual sólo iban a ser de interés las más refinadas producciones del espíritu humano; o sea, el campo de las “bellas letras” y las “bellas artes”; y que por consiguiente estaría dirigido a un público selecto y minoritario consumidor de estas depuradas manifestaciones artísticas y literarias. Otro sería mucho más abarcador, pues acogería en su definición a las integradoras perspectivas de la antropología cultural, desde la clásica de Taylor en 1871 hasta otras más modernas como las de Boas o Linton como resultado del desarrollo que experimentó la ciencia antropológica en el siglo XX. 

El periodismo cultural al que sólo le interesaban las actividades y productos ilustrados estuvo muy presente en medios específicos que servían los más refinados manjares del arte a su limitado número de consumidores; mientras que el segundo difundió su cultura en la mayoría de los medios. Es necesario aclarar que aunque ambas visiones tuvieron su momento histórico, ya hoy conviven.

Un ejemplo de ello son aquellas publicaciones excesivamente especializadas en arte y literatura y otras mucho más ligeras (suplementos de espectáculos, revistas de divulgación, colecciones fasciculares, entre otras) que contienen amplias y variadas ofertas culturales no reconocidas por las ilustradas, y entre las que también se pueden encontrar algunas temáticas que en un primer momento sólo correspondían a los más selectos medios. 

Quizás el primer ejemplo de un periodismo cultural dirigido exclusivamente a los aficionados de las artes, las ciencias y la literatura, aunque con un concepto de cultura abarcador, lo encontramos en el periódico francés Journal des Servants, conocido como “el primer periódico científico informativo”, en el que los científicos e intelectuales comunicaban sus hallazgos en el terreno de las ciencias y sus opiniones; además de dedicarle también un espacio a la crítica literaria. [Acevedo, 2000: 30]

No obstante  las diferentes visiones de la cultura que se encuentran detrás del periodismo cultural o de determinados medios que se interesan en este campo, las actividades y los productos que históricamente por su modo de producción, consumo y recepción se han considerado culturales, son aquellos que se encuentran dentro de los marcos de la concepción cerrada, elitista y restringida de “las bellas artes y letras”. Aunque también no es menos cierto que con el desarrollo de la humanidad, la emergencia de nuevas disciplinas científicas y sociales, y el surgimiento y evolución de nuevas formas de creación espiritual, el campo cultural ha abierto sus horizontes y ha legitimado como arte a algunas de esas manifestaciones.

Es así como un terreno que desde sus inicios estuvo consagrado a la filosofía, la literatura, el teatro, la escultura, la pintura y la arquitectura, ahora asume dentro de él a otras tan antiguas también como la danza, la artesanía y a las más emergentes y novedosas dentro de la evolución histórica de las sociedades como el cine, aunque como siempre, no todos los productos van a ser considerados como puro arte o refinada expresión del espíritu humano; y para determinar esa cualidad están los patrones o filtros, los cuales no son estáticos sino que varían en función del contexto.

Al respecto, Bourdieu diferencia tres campos dentro de la cultura: el campo de la cultura consagrada, en el que se incluyen las artes plenamente consagradas como el teatro, la escultura, la pintura, la literatura o la música clásica, que se encuentran legitimadas por instituciones culturales como la universidad, las academias, los centros culturales y las publicaciones especializadas; el segundo campo corresponde a las manifestaciones legitimables, como el cine, el jazz o la fotografía; mientras que el tercer espacio es la esfera de lo arbitrario donde conviven expresiones como la decoración, el diseño y la moda, en las que intervienen instancias no consagradas de legitimación como la publicidad, los creadores de la alta costura, los rankings, entre otros.

Teniendo en cuenta estas peculiaridades del campo cultural, y aunque anteriormente haya asumido que el periodismo es por su naturaleza cultural, en la práctica no es asumido así, sino que históricamente el periodismo cultural ha sido esa “zona muy compleja y heterogénea de medios, géneros y productos que abordan con propósitos creativos, críticos, reproductivos o divulgatorios los terrenos de las “bellas artes”, las “bellas letras”, las corrientes del pensamiento, las ciencias sociales y humanas, la llamada cultura popular y muchos otros aspectos que tienen que ver con la producción, circulación y consumo de bienes simbólicos, sin importar su origen o destinación estamental.” [Rivera, 1995: 19]

Así, ampliamente, define el profesor y periodista argentino Jorge B. Rivera al periodismo cultural, del cual excluye, aunque también estén presentes en las publicaciones periodísticas, a los textos específicamente literarios ya que sus formas lingüísticas y retóricas, así como sus objetivos tienen su propia tradición cultural y equidistan de los del periodismo.

Sin embargo, la presencia de estos textos en muchas de las publicaciones del periodismo cultural, como bien asegura Rivera, es uno de los factores que complejiza el abordaje del fenómeno pues se tiende a no delimitar bien los límites entre literatura y periodismo.

“Convencionalmente se admite que un poema o un cuento incluido en una revista o un suplemento no poseen el estatuto ‘periodístico’ que sí se confiere a una nota de divulgación, a una reseña bibliográfica e incluso un ensayo, aunque en este último caso (…) la atribución posea ya una gran labilidad.

(…) los textos literarios de creación son insumos empleados por la prensa cultural, pero que sólo la definen de modo parcial. Tan parcialmente, por lo menos, como el empleo exclusivo de insumos informativos.” [Rivera, 1995: 20] 

Martínez Albertos también hace referencia a la confluencia de textos periodísticos y literarios en las secciones culturales de los periódicos, a las que denomina con el término folletón, utilizado como galicismo, vocablo utilizado anteriormente por Ortega y Gasset para referirse a la sección de crítica literaria de los periódicos. 

El folletón, según Martínez Albertos, agrupa variados géneros y estilos: “Dentro de esta sección caben de hecho todos los géneros periodísticos: noticias de hechos culturales en forma de información, reportajes, entrevistas, crónicas y comentarios. Caben también  unas manifestaciones no propiamente periodísticas del estilo ameno: trabajos de creación literaria –cuentos, novelas, ensayos doctrinales, narraciones de ficción…- o dibujos, chistes, fotografías, crucigramas y pasatiempos de cierto tono erudito o cultural.” [Martínez Albertos, 1991: 391]           

Gargurevich [1989: 115] reconoce tres acepciones al folletón: una para asignar a la sección del periódico dedicada al entretenimiento, otra para los relatos publicados en serie, y una última que lo consideraba como estilo de redacción superficial. Fue precisamente la primera de estas acepciones la que con el transcurso del tiempo se convirtió en la página o sección cultural.

A pesar de la gran variedad de opciones de entretenimiento de estas secciones, causa fundamental por la cual se considera que predomina en ellas un estilo ameno, para Martínez Albertos  lo más trascendente del folletón es el ejercicio de la opinión sobre las novedades de la vida cultural e intelectual, apreciable en secciones especializadas, de presencia regular, en las cuales se pueden encontrar críticas de arte, de cine, de teatro, de libros, de música, entre otros temas.

Esta impronta de la literatura en el periodismo cultural de los medios impresos sigue estando en definiciones de otros autores. Mary Luz Vallejo Mejía, citando a Cesar Antonio Molina, se refiere al fenómeno como prensa literaria cuya función fundamental es “la divulgación, la crítica y la creación literarias (…)”, y dentro de la misma destaca cuatro grandes grupos: periódico de las letras, revistas, suplementos literarios y páginas culturales de la prensa diaria.” [Citado por Villa, 2000]

Otro de los fenómenos que podríamos agregar es el de los suplementos culturales, los cuales se definen como una especie de separata del corpus central de los diarios tanto en contenidos como en cuestiones organizativas y directivas, pues generalmente sus redactores no son los mismos del diario, al igual que su director. Incluso su perfil editorial puede no coincidir con el del periódico del que forma parte. En estas publicaciones el tratamiento de la información cultural es diferente al de las secciones culturales de los diarios, pues no están sometidos a la inmediatez periodística de estos. Ello implica que sus páginas den una mayor cabida a la opinión y críticas culturales, e incluso a textos literarios como cuentos y poemas, por ejemplo, lo cual fomenta aún más los lazos entre periodismo y literatura.

El fenómeno de los suplementos culturales ha originado que se produzca, no sólo una mayor especialización en los periodistas que conforman su equipo de redacción, sino una subespecialización temática, es decir que cada periodista, además de tener conocimientos generales sobre arte y cultura, debe dedicarse al estudio y la especialización en una temática específica (literatura, cine, televisión, plástica, etc.).

La relación entre periodismo cultural y literatura, tan presente en los suplementos culturales, obedece también a que desde su génesis hasta la actualidad este campo del periodismo ha sido ejercido mayormente por escritores o literatos que le han impuesto al mismo el sello de…. De hecho, el periodismo cultural es asumido por muchos profesionales que aspiran a la condición de escritores, como uno de los caminos más cortos y seguros.

Así lo asegura el narrador y periodista argentino Carlos Dámaso Martínez al expresar que el periodismo cultural es para un escritor “un campo de aprendizaje, una actividad de experimentación de sus gustos estéticos, de adquisición de ciertos saberes y estrategias de escritura que más tarde o paralelamente  se ponen en juego en su producción creativa, crítica o ensayística. Este es el modelo que, consciente o por lo general de una manera más inconsciente, un escritor encuentra cuando escribe notas, reseñas o reportajes para el suplemento cultural de un diario o para la sección de una revista.” [Dámaso, en Rivera, 1995: 193]   

Por su parte, la profesora argentina Silvia N. Barei (1999) analiza el periodismo cultural, especialmente tomando como unidad de análisis a la crítica, desde una perspectiva a la que denomina “funcional”, o sea desde el punto de vista de las funciones que desempeña este tipo de periodismo dentro del gran campo cultural. Aunque el estudio de Barei toma como referencia la prensa plana, su análisis sobre las funciones que cumple el periodismo cultural dentro del campo de la cultura es extensivo a los demás medios (radio, televisión, internet, cine)

Los distintos medios de comunicación donde se practica el periodismo cultural o aquellos que son meramente especializados en cultura y arte, se insertan dentro del sistema de la cultura o campo cultural como mediadores entre el proceso de circulación de los bienes simbólicos de una sociedad y el proceso de recepción de los miembros de esa sociedad, así como en agentes transformadores de ese campo en tanto el periodismo cultural va a ser el medidor crítico de esa producción cultural.

Entre las distintas funciones que Barei (1999) concede al periodismo cultural como espacio ya canonizado por “las prescripciones y reglamentaciones sociales” propias del periodismo, se encuentran las siguientes:

1- Influir en  la circulación de los bienes simbólicos en la medida en que emerge como la voz que dará cuenta críticamente (favorable o desfavorable) de esos acontecimientos culturales (literatura, cine, teatro, espectáculos, exposiciones, conciertos, programas musicales). “Pareciera entonces que ningún texto se hace visible socialmente si en algún momento la crítica de los medios no se ocupa de él”. En este sentido Barei cita a Luz María Vallejo Mejía (1994) quien afirma que “(…) sin una reseña laudatoria en el famoso suplemento literario The New York Times Book Review, especie de biblia de la alta cultura y del mundo literario norteamericano, es difícil colocar un libro en el mercado (…)".

2- Determinar en qué forma de expresión (género periodístico) será abordada en la sección o el segmento cultural del medio el acontecimiento cultural. Aclarar que el tipo de discurso (entrevista, crónica, comentario, crítica, ensayo) que se haga eco de cualquiera de estos hechos entraña en sí mismo un grado de jerarquización. Evidentemente un hecho cultural al que el medio o el periodista dediquen una crítica es más relevante que aquel al que apenas se le dedique una información, y esa escala de jerarquía es asumida también por los receptores.

3- “Delimitar el espacio textual en el que ha de publicarse (suplemento, páginas especiales) y por lo tanto, en qué términos se relaciona con los textos de la misma página o del periódico todo.” En el caso de los medios audiovisuales se traduce en el tiempo de duración que ocupan determinadas informaciones culturales en un espacio informativo que de por sí ya es pequeño en función de que aún la cultura no es considerada como un área capaz de generar las denominas noticias “duras”, por lo que la presencia del periodismo cultural en un noticiero es muy reducida y en ocasiones puede llegar a ser omitida.

4- “Instaura reglas constitutivas de los textos, una tópica y una retórica, procesos de enunciación propios del periodismo especializado y de formas de modelización del sujeto receptor.”

5- “Deja traslucir un discurso histórico que muestra las directrices fundamentales de las ideologías sociales en pugna, en tanto voces ocultas tras un tipo de saber especializado, pero fuertemente reglado por la economía de mercado.”

La asunción de un concepto

Luego de haber hecho un recorrido por algunas concepciones básicas para emprender este estudio, asumimos que los conceptos que en torno al periodismo cultural se han esbozado en varios de los autores y estudios citados resultan insuficientes para la perspectiva que pretendemos asumir, pues olvidan cuestiones cardinales dentro del concepto de cultura.

La definición de Iván Tubau es sumamente ambigua al referirse al periodismo cultural como “la forma de conocer y difundir los productos culturales de una sociedad a través de los medios masivos de comunicación" (Tubau, 1982, en Villa, 2000).

Por su parte, el argentino Jorge Rivera, teniendo en cuenta el devenir histórico del periodismo cultural lo define como “una zona muy compleja y heterogénea de medios, géneros y productos que abordan con propósitos creativos, críticos, reproductivos o divulgatorios los terrenos de las bellas artes, las bellas letras, las corrientes del pensamiento, las ciencias sociales y humanas, la llamada cultura popular y muchos otros aspectos que tienen que ver con la producción, circulación y consumo de bienes simbólicos, sin importar su origen o destinación estamental.” [Rivera, 1995: 19]

Esta definición, aunque tiene en cuenta en gran medida el gran abanico de temas y preocupaciones del periodismo cultural, es demasiado amplia en cuanto a los soportes y medios en los cuales se va a expresar.

El análisis del periodismo cultural desde el punto de vista de su funcionalidad que realiza la profesora argentina Silvia Barei, aunque no expresa explícitamente un concepto de periodismo cultural, las funciones que le otorga a esta especialidad periodística dejan traslucir implícitamente una concepción bastante cerrada del periodismo cultural como la práctica encargada de la información, visibilidad y crítica de las producciones meramente artísticas. 

La presente investigación propone pensar el periodismo cultural como la práctica periodística especializada dedicada a la divulgación, información, y crítica de los productos culturales de una sociedad, tanto los referidos a las manifestaciones artísticas, incluidas las del registro culto y del popular, así como el desarrollo del pensamiento en torno a la cultura;  los procesos culturales, de formación de identidad, lo referido al patrimonio cultural tangible e intangible, y la lectura e interpretación de la realidad desde una perspectiva cultural.

Lo consideramos una práctica ya que una evaluación del periodismo cultural no debe referirse sólo al discurso periodístico, el resultado de un proceso, sino que también debe tenerse en cuenta los modos en que se construye, se lee y se interpreta la cultura en todo su abanico de posibilidades.

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LA COMUNICACIÓN EN LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO: DESAFÍOS PARA LA UNIVERSIDAD

LA COMUNICACIÓN EN LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO: DESAFÍOS PARA LA UNIVERSIDAD

Lic. CARMEN SIMONA MATUTE,
profesora de la Universidad Bolivariana de Venezuela,
Zulia, Maracaibo.

1. COMUNICAR, INFORMAR O PROPAGAR

El debate central y puntual hoy en Venezuela socialista bolivariana, acerca del papel que los medios de comunicación pública han cumplido en estos 50 años del “desarrollo y de la modernización”, toca necesariamente la formación profesional de comunicadoras y comunicadores sociales, por cuanto son ellas y ellos quienes ven, seleccionan, construyen, interpretan y valoran la realidad social para procesar, elaborar, editar y a veces hasta difundir la información de actualidad, ya sea impresa o audiovisual.

También son quienes producen, animan y conducen programas audiovisuales. Asimismo, actúan como entrevistadores, talleristas y facilitadores de procesos sociales comunitarios; son docentes, investigadores sociales, diseñadores y planificadores de acciones de organización popular; técnicos y programadores audiovisuales; diseñadores gráficos, relacionistas, publicistas, responsables de medios y hasta directivos de instituciones públicas o privadas de diferente nivel y capacidad productiva.

Como puede apreciarse, la gama del ejercicio profesional y del oficio es bastante amplia; se entrecruzan ejercicios profesionales de diversos encargos sociales y hasta se disuelven fronteras en el oficio, tanto, que a veces corren paralelas y muy de cerca con quienes tienen a su cargo actividades de propaganda, profesionales o no, en sectores productivos específicos de la sociedad venezolana.

Para la tesis de maestría en Ciencias de la Comunicación –Convenio IPLAC Cuba-Venezuela- y del doctorado de UBV en Comunicación e Información, ambos actualmente en curso, la elección de investigación está dirigida centralmente al estudio de la intencionalidad de los mensajes periodísticos, en seis diarios venezolanos, durante los procesos eleccionarios del 3D-2006; 2D-2007 y 15F-2009, para identificar cómo diversas técnicas redaccionales pueden llegar a constituirse en una poderosa arma de persuasión que responde más a fines propagandísticos que informativos propiamente dichos. El periodista Federico Álvarez (+) la conceptualiza como la información dirigida, la cual tiene como propósito fundamental persuadir al destinatario, provocar en él determinado tipo de comportamiento, incidir en la opinión pública para inducir conductas, actitudes y/ o respuestas concretas, sin que el mensaje revele sus propósitos, lo que Álvarez denomina mensaje instrumental (1).

Ahora bien, ¿quiénes comunican e informan a la sociedad sobre los hechos de actualidad y pertinencia social? ¿Desde cuáles espacios productivos? ¿Quiénes realizan las prácticas sociales de promover la comunicación y la información en todos los sectores de la sociedad? ¿Quiénes impulsan la construcción de espacios y redes de información y comunicación populares? ¿Cómo lo hacen? ¿Con cuáles fines e intereses? ¿Cómo es el proceso de formación, quiénes los actores del mismo y con cuáles instrumentos y herramientas pedagógicas? Y así, una serie de interrogantes relacionadas con ese campo profesional y sus correspondientes áreas. He creído pertinente estudiar ese proceso de formación de grado de los/as profesionales de la comunicación social, pues son quienes tienen la responsabilidad de comunicar e informar a la sociedad para mantener el estatus quo o para estimular procesos de reflexión a fin de que los sujetos piensen y que ese pensar los lleve a transformar su realidad (2).

Esa realidad plantea la necesidad de diagnosticar, a partir de documentos institucionales y de la manifestación práctica de habilidades y conocimientos para la solución de problemas, cómo se forma el profesional de la comunicación social en la Universidad Bolivariana de Venezuela, hacia dónde orienta su desempeño, cuáles son los espacios de producción que le reciben y de qué forma contribuye a transformar la realidad venezolana en momentos históricos de tanta importancia para la construcción de una nueva sociedad de carácter humanista.

En el presente estudio hay una categoría didáctica del currículo (3) que es fundamental en la formación del profesional ubevista, se trata de Proyecto, unidad que, de acuerdo con la teoría curricular de enfoque sistémico, aplicada al presente caso, ofrece los siguientes rasgos:

a) concentra varias de las características del objetivo (“instrumento mediante el cual se dirige la confección del currículo hacia el cumplimiento de lo que la sociedad necesita”);

b) tiene elementos del contenido y el método (“lo que se proyecta que se manifieste en el proceso docente y cuyas características responderán al objetivo”);

c) señala cuestiones del problema, (“como elemento que objetivamente une a la realidad social con la institución docente…con lo cual es el punto de partida para caracterizar” la formación de grado en comunicación social de la Universidad Bolivariana de Venezuela y que “tiene que estar reflejada tanto en el currículo como en el desarrollo del proceso docente educativo que éste modela”).

Para apreciar con mayor claridad ese proceso educativo que conlleva la formación, debería hacerse un estudio comparativo con el perfil del comunicador social que diseñan y proyectan otras instituciones de educación superior en Venezuela. Ese esfuerzo trasciende los límites del presente trabajo y queda planteado para la tesis de maestría y la del doctorado ya enunciadas.

Sin embargo, por ser egresada de la Universidad del Zulia, Maracaibo, y haber ejercido en dicha Institución por más de 20 años, además de labores administrativas, también las de docencia-investigación-extensión, considero mi
deber mencionar los esfuerzos que desde hace 15 años realizan docentes y estudiantes de la Escuela de Comunicación Social para superar las dificultades del currículo, lo que llevó a la creación del Centro de Investigaciones de la Comunicación-CICI- y a plantearse puntualmente la necesidad de superar problemas de formación detectados por los propios egresados, tanto en acciones investigativas como ante el encuentro con la realidad laboral.

II. CÓMO LA REALIDAD SOCIAL SE SOBREPONE A SI MISMA

El 21 de julio de 2009 egresa nacionalmente la primera promoción ubevista de licenciad@s en Comunicación Social. Son 525 mujeres y hombres, de los cuales,196 están en la Sede Zulia (Maracaibo), la cual, hasta ahora, responde también por los Programas de los estados andinos Trujillo y Mérida. El diseño curricular ofrece una salida intermedia de Técnico Superior Universitario en Producción de Medios de Comunicación, a partir del sexto y octavo semestres, según los planes sean de ocho semestres o a través de la Misión Sucre, 10 semestres. Tres grupos han alcanzado ya su formación y egreso de TSU en los años 2006, 2007 y 2008. Son mujeres y hombres que ingresaron a la UBV en el mes de octubre de 2003, realizaron el Programa de Iniciación Universitaria-Piuni y comenzaron regularmente su formación académica entre marzo-abril del año 2004.

En Maracaibo, l@s próxim@s licenciad@s forman parte de las diez mil personas que con título de bachiller (educación secundaria), el gobierno bolivariano de Venezuela censó entre julio-octubre de 2003 para que ingresaran como estudiantes de la UBV. Habían sido excluidas, borradas, por el sistema de selección educativa de la denominada cuarta república. Provistas de una gran fortaleza espiritual y de un deseo inmenso por estudiar, estas personas llegaron desde los sectores populares infinitamente más humildes, donde sólo se atrevían a entrar las misiones de salud Barrio Adentro y las de educación, Robinson, Ribas y Sucre.

Acudieron desde sus 500 años de exclusión y coloniaje los indígenas, afrodescendientes y criollos, creando una bulliciosa y multicolor población estudiantil que por primera vez conoció la igualdad y el derecho al estudio. Surgieron jóvenes, madres solteras, trabajadoras domésticas, buhoneras, vendedores ambulantes de comida y ropa, taxistas, obreros de la construcción, y de innumerables oficios artesanales y manuales que acudieron al llamado de la Revolución Bolivariana para hacerse universitarios desde la inserción social, transformando su conciencia social a través de la praxis social, la reflexión y la acción sociopolítica.

En aquel entonces, como únicos requisitos se solicitaron las calificaciones de bachillerato (5 años) o copia simple del título de bachiller, copia de la cédula de identidad, dos fotografías y la manifestación escrita de querer ser estudiante de la UBV. Fueron tres los Programas de Formación de Grado iniciales: Comunicación Social, Gestión Ambiental y Gestión Social para el Desarrollo Local. Se adoptaron los criterios de establecer un máximo de cinco años entre la fecha de egreso de la secundaria y el ingreso a la UBV; y un límite de 30 años de edad para ingresar. Revisado el censo, 8.000 hombres y mujeres, entre 18 y 30 años, fueron ingresando por oleadas anuales a la educación superior bolivariana.

En octubre de ese mismo año 2003, nació la Misión Sucre y personas de todas las edades llenaron los ambientes educativos de esa Misión –denominados Aldeas Universitarias- que cuenta con el respaldo académico de la Universidad Bolivariana de Venezuela.

Tres momentos pedagógicos ha vivido la UBV, en particular la Sede Zulia, que se corresponden con enfoques acerca de la formación profesional, el rol de lo administrativo y académico, la creación e inicio de nuevos programas de formación de grado, que ya alcanzan a 11, y la creación y funcionamiento de la municipalización de la educación superior como hecho novedoso en el sistema educativo venezolano que definitivamente universaliza la educación haciendo de toda la Patria una escuela según el ideal bolivariano.

El primer momento desde la aprobación por el Consejo Nacional de Universidades, el 1º de julio de 2003, según acta número 114 y creación por Decreto nº 2517 del Presidente Hugo Chávez, en julio 18/2003, hasta marzo del 2006. El segundo momento se sitúa entre abril 2006 y primer semestre 2008; y el tercero, aún está vigente. Cada momento ha estado signado por principios filosóficos y pedagógicos plasmados en respectivos documentos. El primero, conocido como el documento rector, lleva la firma del entonces ministro del Poder Popular para la Educación Superior, Héctor Navarro, y está inspirado en las ideas sobre la educación y la filosofía del francés Edgar Morin.

Las bases conceptuales del documento rector refieren en lo fundamental a “criterios de orden sociopolítico, ético, pedagógico y epistemológico que deberán sustentar y cobrar expresión en todos los componentes, programas y prácticas, que confluirán en la construcción de la identidad académica de esta universidad: 1. responsabilidad con lo público; 2. equidad social; 3. pertinencia social; 4. democracia participativa; 5. calidad e innovación; 6. autonomía responsable; 7. ejercicio del pensamiento crítico; 8. formación integral; 9. educación humanista y ética; 10.educación a lo largo de toda la vida; 11.complejidad; 12. incertidumbre.

En ese inicio, el Programa de Formación de Grado en Comunicación Social, como unidad académico-administrativa en la cual los estudiantes desarrollarán su trayectoria de formación, relacionada con la carrera universitaria profesional elegida, y bajo los lineamientos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, planteó lo siguiente:

“Por ser un fenómeno que está en la base de todas las prácticas sociales y por constituir el mundo humano y social desde sus más íntimas dimensiones, la comunicación es un objeto de estudio que se caracteriza él mismo por su propia incertidumbre y complejidad, por lo borroso de sus límites, lo inaprensible de sus contenidos siempre cambiantes e inacabados y por el carácter variable y abierto de sus formas y su desarrollo”. Y más adelante: “Todas estas razones que justifican ampliamente el interés por la comunicación social como objeto de estudio, como campo de formación, y como espacio de desempeño profesional, adquieren un particular carácter en el contexto de sociedades como la nuestra, en donde la comunicación (entendida en sus implicaciones culturales y educativas) adquiere un papel protagónico en la necesidad de un desarrollo humano sustentable, de la construcción de una cultura democrática y ciudadana, y de una sociedad más, libre, justa e igualitaria”.

(La UBV) “…formará un nuevo tipo de profesional preparado teórica y técnicamente para afrontar los nuevos retos que tiene el país, de manera de comprender los complejos procesos culturales y comunicacionales que vienen adelantándose en el mundo durante los últimos años, pero ofreciendo respuestas tanto en la manera como debemos insertarnos en ellos, como en la conformación de nódulos (sic) comunicacionales propios que produzcan información periodística, educativa, artística y cultural y construya una opinión pública democrática e intercultural…(esto obliga a abordarla) “desde un enfoque interdisciplinario y transdisciplinario, y también desde un paradigma que de cuenta de su complejidad, de sus múltiples interrelaciones e interacciones con otros saberes y prácticas sociales y discursivas, sin caer en la tentación de la generalización que disuelve todo saber en el ámbito de la comunicación, sino que es capaz de examinarla integralmente en sus múltiples determinaciones y conexiones, y establecer sus campos específicos”. (UBV Documento Rector 2003, pp. 106 a 110).

Los ámbitos de ejercicio profesional siguen siendo: comunidades, cooperativas, asociaciones civiles, fundaciones, organizaciones no gubernamentales, y otros grupos organizados; instituciones públicas nacionales, regionales y locales; medios de comunicación alternativos y/o comunitarios (impresos, radio, TV, cine), en Internet, agencias alternativas de información locales, regionales, nacionales e internacionales; medios masivos de información; organismos y organizaciones internacionales; empresas y otras instituciones privadas; instituciones educativas y centros de investigación.

Igualmente se describen las competencias profesionales en cada una de las áreas de trabajo y tienen que ver con habilidades, destrezas y conocimientos que impliquen acciones de diseño, desarrollo, identificación de necesidades, planificación, evaluación, monitoreo, gerencia, redacción, producción, conducción, locución, organización. Igualmente, el documento rector enuncia y describe las líneas de investigación del Programa, los requisitos de permanencia y graduación, los títulos a otorgar y el sistema de evaluación.

III. PROYECTO COMO BASE DEL (LA) COMUNICADOR(A) INTEGRAL QUE EXIGE LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA BOLIVARIANA

El programa de estudios de la UBV se estructuró sobre cuatro áreas denominadas Proyecto I, II, III y IV, especie de macro unidad curricular a la cual tributan las unidades curriculares correspondientes a cada período lectivo ( y se mantiene hasta el presente) y alimentó la formación integral ciudadana-profesional organizando tres ejes desde los cuales se distribuían las tres grandes áreas de saberes y prácticas específicas:

Eje profesional, que fungía como unidad de especialización profesional en medios impresos, audiovisuales o electrónicos.

Eje Sociocultural, Ética y Político, constituía una unidad de formación en las problemáticas socioculturales, éticas y/o políticas referidas a los espacios sociales e institucionales de/en la comunicación social.

Eje Estético-Lúdico, cuya finalidad fue la de orientar, con unidades curriculares específicas y en forma sistemática y evaluativa, el desarrollo de la creatividad, la imaginación y la sensibilidad para posibilitar el goce estético del estudiante a través del conocimiento y la práctica de las diversas expresiones del arte y el deporte, familiarizándolo con los valores solidarios presentes en los eventos individuales y colectivos.

Esos ejes desaparecieron durante el segundo momento pedagógico que vivió la Universidad y hasta hoy los esfuerzos se concentran en fortalecer el área de Proyecto, la cual valida y legitima la característica de inserción social en la formación del ciudadano(a)-profesional, propia de la Universidad Bolivariana de Venezuela.

Para caracterizar Proyecto lo haremos desde lo ontológico: sin Proyecto, la UBV sería una más de las instituciones educativas superiores. Es un área que despierta amores y rencores; sentimientos contradictorios de aceptación y rechazo por el trabajo social in situ; entusiasmo y evasión; liberación de los ambientes enclaustrados y temor al rechazo comunitario; incertidumbre ante el recibimiento de la comunidad; seguridad o inseguridad ante la constancia, la perseverancia, la paciencia, la comprensión, la convicción para el trabajo comunitario, y como es de esperar, todos los respectivos opuestos a estas cualidades que son las que permiten convivir en las temperaturas maracuchas de más de 35º, por ejemplo.

Debería haber una manera de calibrar cualitativamente a estudiantes, comunidades y docentes antes y después de la experiencia vital de Proyecto. Que debe entenderse como el espacio de formación educativa e instructiva- por darle nombres conocidos- con flexibilidad horaria, donde estudiante-comunidad-docente se encuentran para intercambiarse conocimientos, sentimientos, pensamientos, ideas, historias de vida, análisis de sus realidades comunes y particulares, alegrías y hasta pesares, compartir sueños y empujar juntos hacia la utopía realizable de la Patria socialista bolivariana, sin exclusiones ni dogmatismos.

¿Cuáles son los resultados? Nuevos modos sociopolíticos de organización popular y comunitaria; creación de espacios de comunicación e información abiertas y las respectivas redes; formación de investigadores incorporando a los equipos de investigación a los propios habitantes de la comunidad y estudiando directamente sus realidades; promoción del protagonismo comunitario; conciencia de la igualdad social y de los deberes y derechos La comunicación en la sociedad del conocimiento: ciudadanos; incorporación a redes económicas de producción social; ejercicio comunitario de la contraloría social; mejoramiento de la calidad de vida (salud, educación, alimentación, vivienda, seguridad); conciencia de Patria porque se labra; sentido de pertenencia; rescate de la identidad nacional perdida en la globalización y en los cascarones de la modernidad y el “desarrollo”; igualdad de género; respeto a la diversidad y a lo pluricultural…Es decir, hacer realidad la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la Ley de Responsabilidad Civil en Radio y Televisión, la Ley de Telecomunicaciones y el Código de Ética del Periodista Venezolano. ¡Eso es todo!

El enfoque metodológico principal es el de la Investigación Acción Participante y, según el documento Jornada de Reflexión UBV XXI. Momento II. Proyecto como Medio Articulador Social y Eje de la Geometría del Poder (UBV 2007-2008), los principios a considerar en la unidad básica integradora Proyecto, plantean lo siguiente:

“El desarrollo de los proyectos de aprendizaje, forma parte del diseño curricular de cada uno de los Programas de Formación de Grado de la Universidad Bolivariana de Venezuela, en un intento deliberado de eliminar la separación existente la teoría y la práctica. Esta metodología se sustenta en los principios rectores de esta Universidad como son: aprender a aprender y aprender-haciendo…

“El proyecto, asumido como integrador y articulador, tiene su fundamentación en coordenadas políticas y filosóficas que derivan en perspectivas y posturas epistemológicas, axiológicas, pedagógicas, entre otras…

“Se consideran fundamentales las coordenadas políticas que apuntalan la visión colectiuva e integradora latinoamericana, la democratización del conocimiento, la masificación de la universidad como nueva etapa de un concepto antiguo, las reivindicaciones de los pueblos originarios, el pensamiento político bolivariano, robinsoniano, incorporando además las posturas de pensadores latinoamericanos como Martí, Mariátegui, Freire, entre otros, los cuales dan brillo a nuestra identidad y valoran nuestros saberes autóctonos, nuestra concepción del mundo, nuestra dignidad y soberanía, la defensa de nuestras costumbres y recursos, de manera que proyecto es un espacio de desarrollo de la identidad latinoamericana, el espacio de rescate del pensamiento bolivariano, y un cristal de valoración de nuestra producción cognoscitiva…

“Los principios son: Vinculación teoría-práctica; formación de valores; responsabilidad social; pertinencia social; trabajo colectivo; democratización del saber; movilización social”.

Y más todavía, para ser una universidad coherente con la propuesta y la práctica, la respuesta dialéctica de la universidad popular debe estar a tono con la organización popular, “debe ser dada en orgánico contacto con la máxima expresión de la organización comunal, el Consejo Comunal. En Comunicación Social –que proponemos debería ser Comunicación Social Integral- su ámbito de desempeño sociopolítico, cultural, ético y económico es el Comité de Información y Comunicación de los Consejos Comunales. Así encaja perfectamente, Proyecto concebido como la respuesta al movimiento popular: Proyecto y Consejos Comunales.

IV. EL CAMINO DE PROYECTO

Ese título recuerda los versos de Antonio Machado: Caminante no hay camino/se hace camino al andar…Y a nuestro cantautor Alí Primera: Rezando, pero remando hasta llegar a la orilla...

En el PFG Comunicación Social, UBV Zulia, los 52 docentes que allí participamos hacemos camino al andar, rezamos y remamos para ir construyendo ese sueño posible de la mayor suma de felicidad para todos, de la igualdad social, del reino de la libertad que es la conciencia de nuestras necesidades para superarlas en colectivo y convivir en el mundo de la justicia social.

Varios equipos se han constituido para, desde hace más de cinco años, para darle forma programática a Proyecto: hay varias sistematizaciones y conceptos políticos y educativos para caracterizar esa unidad articuladora. En Consejos Nacionales de Comunicación se debate el punto. Además de lo que está explícito e implícito en documentos centrales, contamos con los programas de Proyecto I y Proyecto II, elaborados por la Sede Bolívar, en el sur del país. La Sede Zulia, occidente de Venezuela está trabajando en los programas de Proyecto III y Proyecto IV.

El profesor Rafael Boscán, del Zulia, compendió en un documento de 30 páginas los Criterios generales para la ejecución de Proyecto en Comunicación Social, originados en el debate realizado durante el Consejo Nacional del Táchira, donde se propuso el concepto político de Proyecto: “Es el espacio instituido en la UBV para la construcción y fortalecimiento del poder popular, a través de la educación en la palabra y en la imagen de usuarios libres de la manipulación mediática”.

Las profesoras Adriana Bermúdez y Erika Casanova coordinan actualmente un equipo que integran entre muchos y muchas otras docentes, José Javier León, Sheila Valbuena, Arlenin Aguillón, Jesirée Ramírez y Carmen Simona Matute para sistematizar las experiencias educativas-políticas de Proyecto y conducir la elaboración de los programas III y IV. Este debate continúa abierto por todos los flancos. Citamos a Gramsci en La formación de los intelectuales. (Grijalbo, México, 1967:127): La lucha contra la vieja escuela era justa, pero su reforma no era cosa tan simple como parecía serlo; el problema no era de esquemas programáticos, sino de hombres, y no de maestros, sino de hombres como expresión del complejo social. (Y de mujeres también, decimos desde acá).

En Venezuela socialista y bolivariana estamos intentando hacer una revolución educativa “con nuevos paradigmas metodológicos adaptados a la nueva realidad del país, ajenos a metodologías reproductoras del sistema, funcionalistas y positivistas, enclaustradas en el método científico tradicional. Por tanto, es necesario lograr en lo metodológico una propuesta propia, que de forma coherente y sin eclecticismo pueda tomar elementos positivos de distintos métodos apropiados para una investigación formativa y transformadora”. (Criterios metodológicos)

Y señalamos la importancia del deslinde entre lo que es el aprendizaje por proyecto (como método educativo) más el proyecto de la UBV, que tiene un tiempo académico, finito; y el proyecto de la comunidad de la cual se trate, que es permanente porque es su vida, el cual recibirá el impulso del equipo estudiantil-docente, cierto, y hasta puede llegar a convertirse en el proyecto de estudiantes que vivan en la comunidad o que estén dispuestos a caminar junto con ella durante su estancia vital. No actuar de manera asistencial, benefactora, caritativa, sino desde la ética de lo colectivo, de la corresponsabilidad en construir juntos, en equivocarnos y comenzar de nuevo, en compartir los riesgos, en aprender juntos. Con el maestro Simón Rodríguez: Inventamos o erramos.

Proyecto I: Agenda, estructura y funcionamiento de los medios masivos (crítica de lo mediático).

Proyecto II: Comunicación, cultura política y democracia (comunicación no mediática, experiencias alternativas).

Proyecto III: Discurso de los medios de difusión masiva y opinión pública (formación y organización de usuarios en los Consejos Comunales y otras organizaciones populares).

Proyecto IV: Creación y consolidación del poder mediático comunal y socialista (creación de nuevos medios populares, contraloría mediática, espacios para la participación/comunicación no mediática, producción nacional, etc.)

Notas:

(1) ÁLVAREZ, Federico. La información contemporánea. Contexto editores, Caracas, 1978.

(2) KAPLÚN, Mario. Paradigmas y modelos de comunicación. Modelos de educación y modelos de comunicación. Tomado de “Una pedagogía de la comunicación (el comunicador popular)”. Ed. Caminos. La Habana, 2003. En Comunicación social. Selección de textos. Félix Varela, La Habana, Cuba, 2003,p 86.

(3) VARGAS JIMÉNEZ, Antonio. Dr. C. Fundamentos y principios para la elaboración del currículo. Fotoc.maestría Ciencias de la Comunicación, Convenio IPLAC Cuba-Venezuela 2009.

5. BIBLIOGRAFÍA GENERAL

ALVAREZ, Federico. La información contemporánea. Contexto editores, Caracas, Venezuela. 1978.

GRAMSCI, Antonio. La formación de los intelectuales. Editorial Grijalbo, colección 70, 1ª edición en español. México, D.F., 1967.

KAPLÚN, Mario. Paradigmas y modelos de comunicación. Modelos de educación y modelos de comunicación. En “Una pedagogía de la comunicación (el comunicador popular)”. Ed. Caminos, La Habana, Cuba, 2003. Selección de textos de comunicación social. Capítulo 2, pp. 63-86. Compilador: Luis López Viera, Edit. Félix Varela, La Habana, Cuba, 2003.

DOCUMENTOS

Documento Rector de la Universidad Bolivariana de Venezuela., Caracas, 2003.

Jornadas de Reflexión UBV XXI. Momento II. Proyecto como medio articulador social y eje de la geometría del poder.

Programas de Formación de Grado en Comunicación Social, UBV, Carcas, 2003-2009.

Criterios generales para la ejecución de Ptoyecto en Comunicación Social.

Papeles de trabajo de los equipos constituidos en Comunicación Social, UBV 2008-2009 y de reuniones de medios alternativos y medios comunitarios.

LA CULTURA EN TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

LA CULTURA EN TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

Dra. EDDA DIZ GARCÉS,
subdirectora del semanario Trabajadores.

“La cultura está situada en el sistema

nervioso central de la civilización,

desempeña en la historia social el
papel sintetizador que en la vida juega el

metabolismo humano. En la cultura hacen

síntesis los elementos necesarios para la

acción, el funcionamiento y la generación de

una vida cada vez más amplia”
 (Armando Hart Dávalos).

Dicen que en 1983,  los Tuareg, tribu nómada del Sahara, detuvo diez días su migración anual para poder ver el final de la  serie televisiva estadounidense Dallas, cuyos 356 capítulos fueron traducidos a 67 lenguas y han sido emitidos en 90 países; en Costa de Marfil muchas mezquitas adelantaron sus horarios de oraciones durante 1999 para permitir a los televidentes disfrutar de la telenovela mexicana Marimar; Mickey Mouse y el Pato Donald se transmitían en China con las voces dobladas en lengua mandarina, y las viejas películas de Cantinflas editadas en México han sido vistas en las pantallas de Marruecos dobladas al árabe (Sonntag y Arenas, 1995).

¿Qué se deduce de estos hechos? Ante todo, que la globalización no se está expresando sólo en la economía, mediante la interconexión global de los mercados y los capitales, sino también y de manera importante, en el plano de la cultura.

Las formas culturales en la sociedad actual están mediadas de manera creciente por el impetuoso desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, sobre las que se han encabalgado las industrias culturales, con tendencia a la conformación de un grupo de megacorporaciones globales que ejercen un indudable poder sobre los dos componentes estratégicos de la comunicación, los vehículos y los contenidos, que de hecho les permite ejercer determinado control sobre la opinión pública mundial e imponer moldes estéticos.

Pero como bien acuña Barbero (2002), la comunicación aparece también como lugar de dos estratégicas oportunidades: aquella que abre la digitalización posibilitando la puesta en un lenguaje común de datos, textos, sonidos, imágenes, videos, y la configuración de un nuevo espacio público y de ciudadanía en y desde las redes de movimientos sociales y de medios comunitarios.

Contrariamente a lo que algunos argumentan, los productos culturales globalizados a través de los medios electrónicos de comunicación han sido incapaces hasta hoy de generar “identidades globales”, por lo que equiparar las ideas de globalización y de homogeneización cultural es una visión simplificadora, como lo ilustran no pocos estudios (García Canclini, 1995, 1998, 2000; Ortiz 1996, 2004, 2005; Moneta 2000; Pineda 2002; Barbero 2002, 2004a; Giménez 2000, 2002; Mato 2000, 2001; Ianni 1999; Díaz-Polanco 2007).

En este contexto, habría que preguntarse cómo y en qué medida los hombres y las culturas se perciben e identifican en sus diferencias y hasta qué punto la autopercepción que se alcance, desde el punto de vista de la sociedad mundial, influencia y modifica su conducta (Moneta (2000: 178).

Este propio autor (1999:29) ya había llegado a la conclusión de que “si la dimensión cultural de nuestras vidas se moviliza fuertemente en los períodos de grandes mutaciones es, sin dudas, porque el espacio simbólico, el de las representaciones que nos proveen un orden posible de las cosas, resulta un espacio decisivo, tanto para la expresión como para la resolución de tensiones”.

En consecuencia, cada vez más las respuestas a los problemas de la sociedad actual están atravesadas/mediadas por la cultura en su sentido más amplio y complejo, como eje de comprensión e interpretación de la diversidad de procesos y transformaciones sociales que en ella tienen lugar.

¿Qué entendemos por cultura?

Para Raymond Williams (1976) cultura es una de las dos o tres palabras más complicadas del lenguaje inglés, lo que se aviene con la conclusión de García Canclini (2000) de que “uno de los pocos consensos que existe hoy en los estudios sobre cultura, es que no hay consenso”, mas, pragmáticamente acepta que ante la necesidad de seguir investigando y hacer políticas culturales, es necesario apropiarse de algunas definiciones operativas, aunque sean provisionales e inseguras.

También Williams, a pesar de su preocupación con este término, sobre lo cual insiste al recordar las inquietudes que le llevarían a la redacción del libro Cultura y Sociedad (1958), pasa de la catarsis conceptual a la reflexión constructiva: “el abanico de significados muchas veces superpuestos de esa palabra garantiza la riqueza de su análisis”.

En 1952 los antropólogos norteamericanos Alfred Kroeber y Clyde K. Klukhohn  reunieron casi 300 maneras de definir la cultura, mientras el antropólogo y sociólogo francés Georges Balandier (citado por Bisbal, 2001) en la década de los años sesenta encontró más de 250.

Históricamente, apareció primero la cultura como tal, después la palabra cultura (en latín), cuya acepción entonces no tenía nada que ver con la cultura, sino con el cultivo del campo y el culto a los dioses, y luego el primer concepto de cultura (cultivarse, especialmente por el culto a los clásicos griegos).

Cultura fue empleada metafóricamente por el orador, político y filósofo romano Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.) en su célebre tratado filosófico y moral Tusculanae disputationes (Disputas tusculanas), donde la utiliza por primera vez como término teórico para comparar el espíritu de un hombre basto o tosco, con un campo sin cultivar, y su educación y formación espiritual como el cultivo de ese campo.

Frente al monismo cultural, es Johann Gottfried Herder quien por primera vez utiliza, en 1791, el significado plural culturas como expresión de las culturas específicas y variables de naciones y períodos diferentes, pero también de grupos sociales y económicos dentro de una nación.

Más tarde este nuevo sentido de "cultura" fue adoptado y elaborado por otros autores en el siglo XIX, como Gustav Klemm y E. B. Tylor, cuyos escritos etnográficos estimularon el desarrollo de la antropología.

El concepto antropológico de cultura

Desde la segunda mitad del siglo XIX la Antropología Cultural comienza a ser considerada una disciplina científica. Uno de sus fundadores, señalado como el padre de la antropología británica, Edward Burnett Tylor (1832-1917), perfeccionando un enunciado de Gustav Klemm, estableció el primer concepto de cultura, que define al principio de su libro Primitive Culture (1871):

“La cultura o civilización, tomada en su sentido etnográfico amplio, es esa totalidad compleja que abarca al conocimiento, las creencias, el arte, la moral, la ley, las costumbres y cualesquiera otras habilidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad. La condición de la cultura entre las diversas sociedades de la humanidad, en la medida en que se puede investigar a partir de principios generales, es un tema propicio para el estudio de las leyes del pensamiento y la acción humanas” (Tylor, 1871, citado por Thompson, 1993: 167).

Criticada por enumerativa, descriptiva y abierta, la propuesta tyloriana, inscrita en un contexto teórico evolucionista, además de mantener el mérito de la iniciativa contribuyó a  la consideración de la cultura como materia de estudio sistemático, e indudablemente fue innovadora en muchos sentidos, en tanto rompió con el esquematismo biológico dominante en las ciencias sociales de la época, al tiempo que dejó claro que la transmisión de la cultura pasaba por las relaciones sociales, punto de vista resumido más tarde por los antropólogos en la afirmación de que la cultura es la herencia no biológica de la especie humana. O sea, queda reconocido que es una herencia social, simbólica.

Otro mérito del aporte de Tylor,  retomado y reelaborado posteriormente en Gran Bretaña y Estados Unidos, es que permitió despojar al concepto de un significado elitista, excluyente, aprovechado a su favor por el poder, y abrió la posibilidad de concebir a la cultura como una capacidad compartida por todos los seres humanos.

La etapa fundacional de la antropología cultural culmina con Franz Boas, quien junto a sus discípulos  propone una concepción de la cultura basada en el  particularismo histórico - cada cultura tiene su larga y única historia-,   y establece una de las más influyentes corrientes antropológicas: el relativismo cultural, cuya dimensión ética y moral ha sido posiblemente lo más cuestionado (Sebreli, 1992; García Canclini, 1988; Jarvie, 1983; citados en González Echeverría, 2003: 404), entre otras limitaciones teórico-metodológicas y morales que se le imputan, aunque es justo reconocerle más luces que sombras.

Según el relativismo cultural, todos los sistemas culturales son esencialmente iguales en valor, los rasgos característicos de cada uno tienen que ser evaluados y explicados dentro del sistema en el que aparecen, y las diferencias entre distintas sociedades han sido resultado de sus propias condiciones históricas, sociales y/o geográficas, postura que se enfrenta directamente a la corriente evolucionista y al etnocentrismo.

De acuerdo con Boas, “puede definirse la cultura como la totalidad de las reacciones y actividades mentales y físicas que caracterizan la conducta de los individuos componentes de un grupo social, colectiva e individualmente, en relación a su ambiente natural, a otros grupos, a miembros del mismo grupo y de cada individuo hacia sí mismo También incluye los productos .de estas actividades y su función en la vida de los grupos. La simple enumeración de estos varios aspectos de la vida no constituyen empero, la cultura. Es más que todo esto, pues sus elementos no son independientes, poseen una estructura” (Boas, 1964:166).

Con las contribuciones de Tylor y Boas se inicia un largo proceso de formación histórica del concepto de cultura, que atraviesa por tres fases sucesivas, de acuerdo con la antropóloga italiana Carla Pasquinelli (1993, citada en Giménez, 2006:25): la concreta, la abstracta y la simbólica, cada una identificada mediante un concepto clave, en ese orden: costumbres -elemento extraído de la definición de Tylor-, modelos -la atención se desplaza de las costumbres a los “modelos de comportamiento”-, y significados -el concepto se reduce al ámbito de lo simbólico.

Sin embargo, resulta más funcional la propuesta de J.B.Thompson (1993:167) de englobar las concepciones antropológicas en dos, una descriptiva y otra simbólica. La primera, conformada a partir de lo planteado por Tylor, Malinowski y otros que comparten, total o parcialmente, un punto de vista común de la cultura y del estudio de los fenómenos culturales, que resume así: “la cultura de un grupo o sociedad es el conjunto de creencias, costumbres, ideas y valores, así como los artefactos, objetos e instrumentos materiales, que adquieren los individuos como miembros de ese grupo o esa sociedad”.


La concepción simbólica

Aunque los orígenes de las concepciones simbólicas se remontan al norteamericano Leslie White (1900-1970), estas fueron colocadas en el centro de los debates antropológicos por Clifford Geertz, tras la aparición de su obra maestra: The Interpretation of Cultures, en 1973, en la que plantea un concepto de cultura, como él pretendió, más estrecho, especializado y teóricamente más vigoroso que el de Tylor.

El concepto de cultura de Geertz es esencialmente semiótico y  recae sobre todo en cuestiones del significado, el simbolismo y la interpretación: “Al creer, tal como Max Weber, que el hombre es un animal suspendido en tramas de significación tejidas por él mismo, considero que la cultura se compone de tales tramas y que el análisis de ésta no es, por tanto, una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significado" (Geertz 1973, citado en J.B.Thompson, 1993:171). Esta ciencia interpretativa de la significación es hacer etnografía, en términos de “descripción densa”.

Por un lado, explícitamente busca remediar el agotamiento del vigor teórico de la propuesta de Tylor como ese "todo sumamente complejo", y, por otro, cuestiona el concepto derivado de la Ilustración, por sus implicaciones universalizadoras.

No caben dudas de que el trabajo de Geertz ofrece una de las formulaciones más importantes del concepto de cultura dentro de la literatura antropológica, al reorientar el análisis hacia el estudio del significado y del simbolismo. Sin embargo, sin dejar de ser continuador de su teoría, J. B.Thompson (1993:176)  le hace tres críticas que parecen justas y necesarias: a) usa el término "cultura" de varias maneras diferentes, no todas totalmente consistentes; b) una segunda dificultad se relaciona con la noción del texto [etnográfico], que toma prestada de Paul Ricoeur y desempeña un papel central en su enfoque, pero la emplea de dos maneras diferentes y ambas originan problemas; c) y no presta suficiente atención a los problemas del poder y el conflicto social.

Estos análisis acerca de las diversas concepciones de la cultura, le sirven de “telón de fondo” a J.B.Thompson contra el cual traza un enfoque alternativo propio para el estudio de los fenómenos culturales, basándose en la formulada por Geertz y propone lo que denomina una “concepción estructural de la cultura”, que  más que una alternativa a la concepción simbólica es una modificación y ampliación de ella

De las concepciones de John B. Thompson y Clifford Geertz, en fecha más reciente Gilberto Giménez (2006) aporta una nueva definición/reformulación: “la cultura es la organización social de significados, interiorizados de modo relativamente estable por los sujetos en forma de esquemas o de representaciones compartidas, y objetivados en formas simbólicas, todo ello en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados”. Vista de esta manera, la cultura puede ser abordada ya sea como proceso o como configuración presente en un momento determinado.

No obstante, nos parece mucho más abarcadora la visión antropológica del concepto de cultura expuesta por Raymond Williams en su Keywords (1976: 80), quien la definió de tres maneras: «un proceso general de desarrollo intelectual, espiritual y estético; un modo de vida particular, referido a un pueblo, un periodo o un grupo; los trabajos y las actividades intelectuales y artísticas».

Williams, uno de los llamados “padres fundadores” de los Cultural Studies británicos a mediados de los años 50, escapa a una concepción estrecha de cultura y rescata el uso de esta noción como "una forma total de vida".

Su  sistematización más acabada de la cultura está recogida en lo que denomina "materialismo cultural", expuesta en Marxismo y Literatura (1977),  se opone al divorcio de la cultura de su base material, aunque sin atribuirle un papel meramente determinado por las fuerzas económicas. Para él es imposible comprender la totalidad del hecho cultural,  de una manera separada de sus formas materiales de inscripción, difusión, reproducción y recepción. No puede escindirse la producción cultural de las condiciones materiales e institucionales.

Con  su “análisis histórico de la cultura”, el autor se propone demostrar que la producción cultural ha estado siempre estrechamente vinculada a condicionantes materiales e institucionales directamente relacionados con el desarrollo de las fuerzas pro d u c t i vas de la sociedad.


El reto de las industrias culturales

Aunque el concepto de “industria cultural” aparece a mediados del siglo pasado,  en Dialéctica de la Ilustración, de Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, renace años después pluralizado, pero es a partir de la década de los 80, con la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, que alcanza su apogeo globalizador.

Sin embargo, ya en 1947 esos filósofos alemanes nos alertaban de sus riesgos, al definir en ese libro las tres dimensiones de la Industria Cultural:

1- La afirmación de la unidad del sistema (el más importante y a la vez más polémico): esquematismo y atrofia de la actividad del espectador. Como prueba de esto se pondrá al cine: pues para seguir el argumento del film, el espectador debe ir tan rápido que no puede pensar, y como además todo está ya dado en las imágenes, no deja dimensión alguna en la que los espectadores puedan moverse por su propia cuenta.

2- La degradación de la cultura en industria de la diversión: la diversión haciendo soportable una vida inhumana, una explotación intolerable. “El Pato Donald en los dibujos animados, como los desdichados en la realidad, reciben sus puntapiés a fin de que los espectadores se habitúen a los suyos. El placer de la violencia hecha al personaje se convierte en violencia contra el espectador, la diversión se convierte en tensión” (Horkheimer y Adorno, 1988)

3- La desublimación del arte: la otra cara de la degradación de la cultura, ya que en un mismo movimiento la industria cultural banaliza la vida cotidiana y positiviza el arte. La industria cultural no sublima, sino que reprime y sofoca.

Amén de su pesimismo, hay mucha objetividad en esta caracterización, pero no se trata de cerrarse a realidades nuevas sino de afrontarlas con creatividad para garantizar la diversidad cultural y preservar la identidad en su sentido más amplio.

La siguiente reflexión del investigador chileno Álvaro Cuadra (2007:85) que citamos in extenso, nos habla de oportunidades pero también de los retos que impone el desarrollo tecnológico en el en el ecosistema comunicativo.

“La hiperindustria cultural, estadio actual de la cultura en el seno de las sociedades tardocapitalistas en proceso de globalización, constituye la cuestión política central de nuestros días, en cuanto hegemonía, administración de los sistemas retencionales terciarios, nuevo espacio material y simbólico donde se juega la visibilidad, la memoria, la posibilidad de acceso, en suma: la posibilidad misma de la existencia de la cultura de pueblos enteros y minorías étnicas o culturales. Como concluye Stiegler: ‘Las industrias de programas, a partir de ahora indisociables de las tecnologías de tratamiento de información y de los servicios de telecomunicaciones, se han convertido en el elemento clave tanto del desarrollo económico y de la influencia internacional como de la relación social y, por lo tanto, del futuro de los grupos nacionales. En la época de la hiperindustrialización de la cultura el reto para Europa y el resto del mundo es límpido: se trata de la perennidad de las industrias de programas no estadounidenses y, al mismo tiempo, de las condiciones generales de producción y de transmisión de los saberes, del ‘nuevo comercio’ y del futuro planetario del proceso de adopción’ (…) En los años venideros se hace imprescindible desarrollar con fuerza una cierta ‘conciencia moral ciudadana’ (…). Una conciencia ciudadana de nuevo cuño, anclada en el nuevo espacio global, sensible a las crecientes amenazas a la paz, el medio ambiente y la dignidad humana. Una conciencia ciudadana global capaz de vivir la diferencia como legítima y necesaria en una comunidad de hombres libres”.

Referencias bibliográficas:

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--------------: (2000) “La globalización ¿productora de culturas híbridas?”. [en línea], en Actas del III Congreso de la Asociación Internacional de Estudios en Música Popular, Rama Latinoamericana. Bogotá: IASPM- LA. [Citado 25/08/2008] Disponible en: http://www.hist.puc.cl/iaspm/pdf/Garciacanclini.pdf.

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Mato, Daniel. “Des-fetichizar la “globalización”: basta de reduccionismos, apologías y  demonizaciones, mostrar la complejidad y las prácticas de los actores”. Ponencia presentada en la 2ª Reunión del Grupo de Tabajo “Globalización, Cultura y Transformaciones Sociales” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Caracas del 9-11 de noviembre, 2000. Disponible en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/mato2/mato.pdf

-------------- “Introducción: Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización”. En: Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización. Daniel Mato (Comp.). CLACSO. 2001

Ianni, Octavio: La era del Globalismo, ediciones Siglo XXI, México, 1999.

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González Echevarría, A.: Crítica de la singularidad cultural. Barcelona/ México D.F.  Anthropos/ Universidad Aut. Metropolitana, 2003.

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Cuadra, Alvaro: Hiperindustria cultural. E-BOOK, Santiago de Chile, 2007.

 

LA DIMENSIÓN ÉTICA DE LA COMUNICACIÓN

LA DIMENSIÓN ÉTICA DE LA COMUNICACIÓN

Palabras pronunciadas por la Doctora Miriam Rodríguez Betancourt, Premio Nacional de Periodismo José Martí y Profesora Titular de la Facultad de Comunicación, en la graduación del curso 2009-2010, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

Compañeros de la presidencia:

Queridos graduandos:

Una vez más, en este año pródigo en honores, se me otorga otro que me desborda: dirigirme a esta nueva hornada de comunicadores, y hacerlo, además, en este recinto emblemático, poblado de símbolos y voces que forman parte ineludible de la cultura cubana.

Permítanme, pues, cumplir este encargo compartiendo algunas ideas en torno a las nuevas tareas que, como profesionales, deberán encarar de ahora en adelante cuando las aulas, los maestros, los condiscípulos que, hasta hoy, integraron sus vidas, comienzan a dibujarse como recuerdos, pero de esos que no naufragan en las oscuras aguas del olvido.

Quiero referirme a un aspecto de ese futuro inmediato que, creo, crucial: la dimensión ética de la comunicación, cuyos problemas no sólo se nos presentan desde la acción individual, aun reconociendo la extraordinaria  importancia de la conciencia privada. 

La dimensión ética de la comunicación involucra a la sociedad en su conjunto, a los procesos y a los entes decisores, a los emisores y a los receptores, y si en el Periodismo se nos revela con gran nitidez especialmente en el establecimiento de las políticas editoriales, también  en la Comunicación Organizacional e Institucional,  en la Publicidad, en las Relaciones Públicas, la responsabilidad de trabajar con valores ocupa un espacio esencial.

El hecho de que nuestra sociedad se defina en una política comprometida con las aspiraciones más nobles y justas del ser humano, no nos exime del destino común que a nuestra especie puede depararle los gravísimos problemas del mundo de hoy donde no se perciben ni siquiera a mediano plazo soluciones globales.   Los comunicadores cubanos estamos obligados a asumir conscientemente los riesgos que corremos en un contexto de globalización casi total, a reconocer cómo nos afectan la unipolaridad de fuerzas del mundo actual y el control, también unipolar, de la información, y a encontrar las vías idóneas para enfrentarlo con eficacia, es decir, con capacidad de respuesta inteligente.

No finalizan nuestras responsabilidades en el sentido ético porque en nuestra sociedad la información no se valore como mercancía, objeto de consumo, sino como valor cultural, ni porque nuestras empresas e instituciones se fundamenten en el objetivo de servir con eficiencia y honestidad al público. 

Las contradicciones no desaparecen, porque el hacer profesional se inscribe en el día a día, en el ancho y complejo campo de la praxis. Y he ahí donde la responsabilidad individual entra en juego. Por ejemplo, cuando seleccionamos, ordenamos, contextualizamos, interpretamos y redactamos  una noticia, cuando la construimos, nuestra acción decisiva pasa, en primer lugar, por la enciclopedia ética que hasta ese minuto de gloriosa soledad, hayamos atesorado. Cuando elaboramos una información publicitaria para un producto comercial y ponderamos sus cualidades, con creatividad, pero sin añadirle atributos falsos en busca de ventas más fáciles, lo determinante resulta de los valores que hayamos incorporado al trabajo.  Y da lo mismo, como decía el ensayista Salvador Alsius, si a la observación de estas normas deontológicas sin proponérselo uno, le llamemos ética o calidad profesional, “porque posiblemente una cosa y otra son en el fondo una misma”. (1) Catorce dudas sobre el Periodismo en TV, pag. 16. 

Los conflictos en este terreno no sólo pasan por los enfrentamientos más o menos serios, universales y, al parecer,  eternos entre las políticas editoriales o empresariales y nuestros criterios profesionales, sino por las acechanzas que otros actores tienden sobre los comunicadores en forma de sobornos, sutiles o desembozados, para preservar sus intereses, o en el ocultamiento, o falseamiento, incluso, de datos que las fuentes pueden hacer, por las mismas razones.

Cabe al comunicador plantearse el dilema ético en sus múltiples manifestaciones, tanto las que corresponden al ámbito nacional como al internacional, entre ellas las que se expresan en la significación que para los países subdesarrollados tiene la desigualdad en el acceso a las nuevas tecnologías y la monopolización de la información en entidades ajenas, cuando no totalmente contrarias a las realidades, expectativas y necesidades de los pueblos.

El debate en lo que respecta a la ética de la comunicación no puede soslayar el análisis a fondo de los peligros que representa para nuestra cultura la pretendida uniformación de las mentalidades y el monopolio lingüístico contrario al desarrollo de las peculiaridades culturales de cada país, que en la publicidad comercial alcanza sus cotas más altas,  esa suerte de “catecismo del mercado” como lo ha bautizado Ignacio Ramonet.

Pero tampoco el debate puede excluir el desconocimiento y falta de interpretación crítica acerca del sistema de valores, las preferencias, los consumos, y la opinión sobre la comunicación que hacemos, de nuestro propio receptor. Esa discusión debería ser objeto de análisis en todas partes, y muy especialmente, en los medios de comunicación, las empresas e instituciones, gremios profesionales y en las universidades donde se forman nuestros comunicadores.  Re-pensar sistemáticamente la ética de la Comunicación y la Comunicación misma. Como recordaba Paulo Freire, refiriéndose a la Educación: “En el verdadero proceso de educación, nadie educa a nadie, nadie se educa solo tampoco, los hombres se educan entre sí, mediatizados por el mundo”.

La del Comunicador es una de las profesiones que exhiben una articulación tan orgánica con la Ética que se pueden fusionar con ella las propias funciones y modos de hacer comunicativos. Esta es una fortaleza indudable; otra, la fuerte tradición del pensamiento ético cubano que en José Martí tiene punto de culminación y arranque de continuidad hasta nuestros días. El profesor Julio García Luis, titular de la asignatura de Ética Periodística, destaca, como sustento de nuestra eticidad,  el apotegma martiano: Yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.

Añade en este sentido, el Doctor Armando Hart: “Contamos, en el pensamiento de José Martí, con un paradigma de humanismo raigal e integrador, portador de una identidad definida, una vocación universal y una propuesta civilizadora”. (Identidad, universalidad y civilización.  El vórtice del ciclón.  Juventud Rebelde, 21-.8-94, pág. 13)

Queridos graduandos, cuasi colegas:

Arriban ustedes al escenario comunicativo nacional en momentos de los más complejos vividos en el ya largo camino de la Revolución Cubana que, por experiencia y convicción, continuará perfeccionando su proyecto de nación independiente, socialista, culta, “con todos y para el bien de todos”.

A ese objetivo irrenunciable han de sumarse ustedes con el bagaje de sus conocimientos, su actitud ética, su espíritu crítico y transformador en consonancia con la profesión elegida: la de comunicadores revolucionarios.

Les deseamos muchos éxitos en tan difícil y noble empeño.  Muchas gracias.

 

LA PALABRA EN EL AIRE

LA PALABRA EN EL AIRE

…Yo dejo mi palabra en el aire, para que todos la vean,
la palpen, la estrujen o la expriman.
Nada hay en ella que no sea yo misma;
pero en ceñirla como cilicio y no como manto
 pudiera estar toda mi ciencia.
Dulce María Loynaz
 

MSc. RANDY SABORIT MORA,
Periodista de Prensa Latina, y
Lic. JESÚS ARENCIA LORENZO,
Periodista de Juventud Rebelde,
profesores de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Hubiéramos deseado que estas líneas sobre oralidad y oratoria se esparcieran  oralmente, pero  hemos optado por la letra impresa a falta de discos compactos suficientes. Por tanto, cuando los del otro lado de la cuartilla consulten este artículo, nosotros no podremos aclarar las dudas ni con la voz ni con el gesto. Ojalá estas palabras alcanzaran la altura de la imagen para que pudiera visualizarse mejor lo que pretendemos comunicar.

La oralidad es un «sistema simbólico de expresión o acto de significado dirigido de un ser humano a otro u otros» que  ha marcado la convivencia social. «La vida en sociedad ha requerido de un sistema eficiente de comunicación y ha sido precisamente el lenguaje lo que ha promovido la socialización». (1)

En el principio fue el grito. Esa es la entrada de todo humano en el reino de este mundo. El alarido en los orígenes de la existencia nos recuerda la conexión genética con los primates que se devoraban o se enamoraban con sus aullidos. La historia de la oralidad se parece a la historia de un sólo hombre. El grito original va evolucionando en lenguaje articulado con el transcurso del tiempo. A cada uno se le asigna una cuota de buenas, y otra de malas lenguas.

Según se guarda en los archivos históricos, los inicios de la oralidad se remontan a unos dos millones de años atrás cuando los homínidos decidieron, después de haber chillado hasta el cansancio, sacar al sol los vocablos que los quemaban por dentro. Así comenzaron a llamar las cosas por su nombre, para que lo relacionado con el excedente quedara como cuentas claras, y se conservaran las amistades.

El suceso de sacar las voces interiores como lenguaje articulado llegó después de que el hombre caminara erguido y confeccionara sus instrumentos. Esto produjo en la historia de la humanidad un cambio significativo. Ya el hombre podía decir si la cena primitiva sabía a gloria o a poco. Podía hablar, incluso,  con los pies en la Tierra o en el Cielo. Así hablaba de sus cosas mientras construía sus casas.

La primera cultura del hombre fue la oral. La invención de la escritura se remonta a los sumerios asentados en Mesopotamia a mediados del cuarto milenio a.n.e. La revolución quirográfica o manuscrita fue la primera gran revolución de la escritura o palabra silenciosa, y la revolución gutembergniana o tipográfica hizo circular a partir del siglo XV, profusamente, los discursos estampados en letra de molde y convertidos en objeto de muy apetecido y solicitado consumo.

En la actualidad aún existen comunidades humanas que transmiten su acervo cultural por vía oral exclusivamente. Se sabe que en los páramos andinos en Venezuela, o en las culturas indígenas del país es de esa manera. Otro dato interesante es que los habitantes de la ciudad transfieran el saber culinario oralmente a pesar de haber innumerables libros dedicados a la enseñanza de la cocina.

Poseer el código de la escritura, en las sociedades donde subsiste el analfabetismo, es signo de poder sobre los que no lo tienen porque, entre otras cosas, no poseen acceso a la información que se transmite por vía escrita. «Según Kress, este uso “activo” de la lengua escrita —escribirla antes que leerla— solamente lo tienen los miembros de los grupos socioeconómicos más altos. Es posible también que esos grupos lean apreciablemente más que los grupos más bajos, y aún que lean más de lo que escriben». (2)

La oralidad pudiera asociarse con la audición solamente. El profesor universitario cubano José Rojas Bez se pregunta si siempre fue más bien oralidad-gestualidad, oralidad-escenificación, oralidad-visualidad, en síntesis: audiovisualidad rudimentaria o no. ¿Acaso pervive la oralidad, de algún modo, en muchas manifestaciones tenidas como ejemplos de audiovisualidad? (3)

La oralidad es secuencialidad sonora, una línea en el tiempo que se transmite entre hablante y oyente, una línea de sonidos que se desvanecen al desaparecer la emisión. Al igual que la música, su vida es efímera, a menos que se traduzca al medio escrito o se conserve por medio de los métodos de grabación.

LOS VOCABLOS NOS RETRATAN

“Dime con quién andas y te diré quién eres”, hemos escuchado por aquí. Por allá. Acullá. A la savia popular de este refrán, aún a la moda, debiera añadírsele “dime de qué y cómo hablas para saber quién eres”. Las palabras, y el modo en que se dicen, van construyendo el retrato hablado de cada cual a su la imagen y semejanza.

Los que escuchan pueden aplaudir o rechazar según el contenido y la forma en que se digan las cosas. Ser escuchado es un derecho, pero no gratuito. Hay que saber domesticar lo que se expone y el cómo se expresa porque las costuras de la improvisación saltan a la vista del auditorio. Mientras más vanas sean las palabras más lejos se las lleva el viento.

Según ha señalado el estudioso Abel Cortese: «Hablar con orden, con claridad, con entusiasmo, con persuasión, en resumidas cuentas, con eficacia, no es un lujo sino una necesidad. El 90 por ciento de nuestra vida de relación consiste en escuchar o hablar; sólo el 10 por ciento en leer y escribir». (4)
 
Tan cotidiano es el  ejercicio de hablar que pudiera pensarse que es algo muy sencillo, sin embargo, discursar coherentemente es un arte bien complejo. Hablar mucho no significa convencer ni persuadir. Hay quienes son muy locuaces (los que hablan en exceso), pero no son elocuentes (los que emplean el tiempo justo y las frases precisas).

El hablante transmite un mensaje que debe modularse con una melodía, estar acompañado de un cierto ritmo y seccionarse con espacios libres, también al igual que la música. La lengua hablada acompaña su mensaje musical con la entonación, el ritmo y la pausa, de forma muy semejante que la voz que canta. (5)

DEL LENGUAJE

El lingüista Saussure, para hablar del lenguaje, distingue entre lengua y habla: la primera, social en su esencia e independiente del individuo; y la segunda, individual. La primera, un producto que el individuo interioriza pasivamente, y la segunda, un acto de voluntad y de inteligencia, de creación. (6)

Noam Chomsky, por su parte, define el uso de la lengua como inacabado con respecto a su conocimiento, debido al cúmulo de hesitaciones y errores que cometemos. Distingue así entre la competencia, el conocimiento que el hablante-oyente tiene de su lengua y la performancia, el verdadero uso del lenguaje en situaciones concretas. Solamente en casos ideales, sería la performancia reflejo ideal de la competencia. (7)
 
La escritura, por estar despojada de una serie de características que provienen del sonido, como son por ejemplo la entonación, el ritmo, las pausas y otros que forman parte del sistema de la lengua, se interpreta como lo perfecto, y la oralidad en lo imperfecto, problemático y difícil de estudiar. (8)

MEMORIAS DE LA POLIS Y EL  ÁGORA

Según se ha definido existen tres artes esenciales en la vida. Uno relacionado con la naturaleza de las cosas: para los griegos físicas y para los latinos, naturales; las referidas a la corrección de las costumbres, éticas para los griegos y morales para los latinos;  y las que estudian el discurso y reglas del decir, nombradas por los griegos lógicas y por los latinos, racionales.

Desde la antigüedad era conocido el arte oratorio: en el Antiguo Egipto, Asiria, Babilonia, India y China. La Retórica antigua surgió como la «artesana de la persuasión», en la Grecia del siglo V a.n.e.  A partir del terreno que había ido abonando la oralidad, se funda una retórica política, que se ejercitaba en la polis o ciudad-estado, y una Retórica de Ágora, al aire libre.

José Martí, orador cubano de excelencia, afirmaba que «cuando se asciende a la tribuna (...) truécase el hombre en numen y anonada, convence, reivindica, destruye, reconstruye, exalta, quema» (9). La oratoria refiere el profesor cubano Salomón Sussi Safarti, es el arte de hablar con elocuencia, es decir, la facultad de poder expresar las ideas con eficacia para deleitar, conmover y persuadir. (10)

Después  que el alfabeto y la lengua escrita quedaron establecidos, la retórica se convirtió en objeto de estudio. «Por tanto, el acto de hablar, se transformó en audible, visible, analizable y programable. La retórica, reflexión sobre el hablar, tiene estrechos lazos con la lengua escrita, aunque Ramírez advierte que la lengua hablada es el uso directo de una facultad humana  (…) mientras que la escritura alfabética inventada 700 años antes de Cristo es una tecnología». (11)

Las ciudades helénicas como Atenas, Esparta o Tebas  fueron escenario del arte de la retórica traducido en debates políticos y filosóficos liderados por Gorgias, Lisias, Isócrates, Platón, Demóstenes y Aristóteles, entre los más importantes.

Los estudios literarios comenzaron por ser sobre oratoria. De Grecia pasaron a Roma. En ambos países alcanzaron un gran nivel, que difícilmente ha podido ser superado en los siglos posteriores. Se habla de retórica porque orador en griego antiguo se escribía «réthor». De manera que esta es la ciencia que estudia el discurso, y la oratoria es el propio proceso de dirigirse a un público acerca de un tema determinado. (12)

Según ha expresado el profesor Luis Álvarez, «el nacimiento de la oratoria, como instrumento político, es un aporte de la democracia ateniense y luego de la romana. Su alcance social fue (…) relativamente limitado, pero aún así constituyó un verdadero legado sociocultural que ha llegado, con pocas variaciones, hasta nuestros días». (13)

«La oratoria es una acción comunicativa sociocolectiva oral, dice Álvarez, de un hablante individual a un oyente colectivo, destinada, en lo esencial, a convencer de una manera intensa para que el auditorio asuma una actitud determinada frente a una cuestión específica». (14) 

APUNTES SOBRE ORADORES ILUSTRES

Se dice que Demóstenes, (384–322 a.n.e) tenía graves problemas de dicción y poca fuerza en su hablar. Para vencer esa dificultad se ejercitaba constantemente con piedrecillas en la boca a la orilla del mar. Allí trataba de imponer su voz a la fuerte sonoridad  de las olas. Llegó a convertirse en modelo de valor por la fuerza de su oratoria.

El profesor Salomón señala como dotes características de su oratoria: «la convicción profunda, el ansia de comunicarla, el arte de obtenerla, la solidez de su argumentación, el lenguaje enérgico y rápido, pero poco fluido». (15) Varios autores coinciden en que fue el más grande orador político de la Antigua Grecia. Llevó la técnica oratoria hasta la perfección. Sus discursos se sustentaban en el análisis profundo de  los métodos oratorios y la psicología de sus oyentes.

Pericles fue uno de los oradores más ilustres de la historia de Atenas. Describió de manera especial la democracia en aquella ciudad estado en un discurso a los atenienses que recordaba los caídos en una de las guerras más cruentas. En aquella lucha participaba el verdadero «demos» y «cratos», gobierno del pueblo. Lo más profundo en aquel discurso era que la persona era lo más importante. «Atenas era grande por su gente, por el respeto entre los individuos, por el orgullo que cada uno de sus ciudadanos sentía (…) por ser individuos completos y activos». (16)
 
Para Platón a la retórica y la verdad las unía la misma esencia. Verdad proviene de la raíz latina «veritas», que significa «conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa. Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente. Tenía conciencia que el uso de la retórica, si no estaba enmarcado en valores positivos, era peligroso para todos». (17)
 
Aristóteles (384 — 322 a.n.e) enseñó filosofía y retórica en el Liceo de Atenas. Acostumbraba a caminar mientras enseñaba. A partir del nivel analítico de sus obras se ha podido sentar las bases de otras materias como Lógica, Metafísica, Física, Historia Natural, Moral, Economía, Retórica y Poética. Fue el primero en dar una fundamentación científica del arte oratorio.

Con la publicación de «La Retórica de Aristóteles» en el siglo IV a.n.e esta disciplina entra en el círculo intelectual de la antigüedad clásica. Tomando en consideración las características del público, sus creencias y sus sentimientos es que puede definir la retórica. Además, establece las siguientes categorías: el concepto de discurso; los géneros de oratoria; las acciones del orador y las funciones de los oyentes.

Marco Tulio Cicerón (106 – 43 a.n.e) fue el más destacado orador en los tiempos de la Roma republicana. Político, estadista, filósofo y literato. Según han precisado  estudiosos de sus discursos, su oratoria se caracterizaba por la viva imaginación y la ardiente sensibilidad, de estilo  preciso y abundante vocabulario. Sus cuatro Catilinarias, contra Catilina, son consideradas como modelos de discursos.

HACER CAMINO AL ORAR

Durante el feudalismo primaba la ideología que unía la concepción teológica de la Iglesia Cristiana con la inmutabilidad del orden existente y la predeterminación divina de la desigualdad feudal. Las tradiciones de Demóstenes, Aristóteles y Cicerón, que concebían el arte oratorio como medio de convicción política, resultan discordantes con los dogmas cristianos de resignación y de fe absoluta.

El orador medieval se enfocaba en relatar las creencias de la fe e interpretar los pasajes bíblicos. El predicador religioso, no se veía obligado a componer sus propios discursos. «En primer plano aparecía la forma, la grandilocuencia y la belleza ficticia, reforzadas por la música, los colores y las fragancias». (18)

A partir del surgimiento y desarrollo de las relaciones capitalistas al interior de la sociedad feudal se renovaban los pilares económicos; así como todo el sistema de criterios ideológicos y culturales de la Edad Media. Con el Renacimiento se concluyeron célebres piezas artísticas del humanismo. Así, según destacan varios autores, el orador tuvo la posibilidad de referirse a los problemas terrestres de actualidad y contra la moral estética del Medioevo.

Los humanistas del Renacimiento  italiano colocan  a la cultura antigua como centro de sus obras. La oratoria laica de los siglos XIV y XV en Italia y en otros países se encuentra bajo la influencia de la retórica antigua. Sobre el desarrollo de la teoría del arte oratorio influyen las ideas de grandes artistas de la época: Campanela y Tomás Moro, Petrarca y Dante, Rabelais y Shakespeare, Cervantes y Lope de Vega.  La oratoria comienza a ser, en todos los países europeos, un elemento inseparable de la cultura de los nuevos tiempos y expresa los intereses de clase de la burguesía en ascenso. (19)

En la época de la Gran Revolución Industrial  de 1770 a 1780 la elocuencia sirve de medio para convencer al pueblo de las bondades de la ideología democrático–burguesa en países como Francia, Inglaterra y los Estados Unidos. «En este período se desarrolla activamente en los países de Europa la elocuencia forense y la parlamentaria» (20).

La retórica, en tanto disciplina científica, se ha ocupado, a lo largo de los siglos, precisamente de cómo se construyen mensajes con signos lingüísticos; pero los que ocupan su atención son (…) los mensajes de carácter literario y oratorio. «Hay menos oradores buenos que poetas», decía Marco Tulio Cicerón.

LAS PALABRAS EN LA CIVILIZACIÓN DE LA IMAGEN

Hay quienes siguen el criterio de que una imagen vale más que mil palabras, en cambio,  otros son defensores de que una palabra puede superar el valor de mil imágenes. Desde ambos puntos de vista se tiene parte de la razón, pero todo depende de cómo se enfoque el asunto. Lo cierto es que por mucho que hablen las imágenes, jamás se podrá convalidar el poder de las palabras. 

Un vocablo es elemento propiamente humano y la Retórica, también. Parafraseando a Horacio se pudiera decir que así como los árboles mudan las hojas viejas cada año; de esa misma manera  acaba la vida de las palabras gastadas, mientras florecen las recién nacidas. El uso -árbitro, juez y dueño en cuestiones de la lengua- es quien determina. (21)

La cultura de la comunicación eléctrica y electrónica es hija del telégrafo inventado por Samuel Morse. Desde entonces los mensajes superaron en velocidad al mensajero. Así se revolucionó el vínculo que existía entre las vías comunicativas. Con el mencionado aparato se entró en el mundo moderno donde los conceptos de espacio y tiempo se desdibujan hasta convertirse en la «aldea global» de hoy.

«Con la cultura electrónica la Tierra se ha convertido en una “aldea planetaria”, por decirlo con McLuhan, y el ojo ya es demasiado lento para la moderna información en la que se entremezclan el espacio visual y el acústico. En esta cultura, el ojo y el oído actúan al unísono, la oralidad y la escritura están al mismo nivel, la comunicación se confunde con la información». (22)

La televisión ha entremezclado el mundo textual  y el de las imágenes. Los rasgos de la palabra escrita apuntan a la lógica, las inferencias, la objetividad o a las relaciones de sucesión histórica. En la comunicación televisiva existen particularidades de la oralidad reforzados «por las imágenes visuales que acompañan al texto y por la naturaleza misma del medio, como la desbordante fantasía, la minuciosa y atractiva narración, la contemporaneidad, la simultaneidad, la intimidad, la gratificación inmediata y la rápida respuesta emotiva». (23)
 
Según ha afirmado McLuhan «el medio es el mensaje». Para él ni la tribu ni la nación son ya conceptos lo suficientemente amplios para articular en este nuevo tipo de comunicación. « (…) Para la nueva Retórica el discurso sobre soporte electrónico admite lo verbal y lo no verbal, lo oral y lo escrito, y se difunde a través de diferentes medios de comunicación». (24)
 
El discurso que se impone actualmente se transmite por poderosas máquinas de comunicación que desafían el espacio y el tiempo para difundir con inmediatez  signos lingüísticos -orales y escritos- y signos no lingüísticos de diferentes códigos que van conformando el nuevo discurso multimediático. La comunicación retórica es al mismo tiempo interactiva y socio-política que supone una adaptación total a los medios y circunstancias socio-políticas del momento histórico.

En las sociedades actuales, altamente complejas  por la especialización y el aislamiento que propician las tecnologías modernas, se resiente el equilibrio emocional del individuo por la disminución de la comunicación oral que precisa la persona en su condición de tal. (26)

La necesidad de estudiar el fenómeno de lo oral por sí en el individuo, la sociedad, la historia y la cultura sólo se hace patente en la década del 80 del pasado siglo XX. Este nuevo acercamiento  a la expresión oral, a su transmisión y a la memoria histórica conservada de viva voz, que incluye características, radio de acción, procesos de transmisión y alcance social, ha puesto sobre la mesa la estructuración de una naciente disciplina dentro de las ciencias sociales: la oralidad. ((26)

ORALIDAD Y  PLANIFICACIÓN DISCURSIVA

Según Ong la escritura  y la oralidad son dos formas de producción del lenguaje que se distinguen profundamente la una de la otra. La primera es un sistema secundario de la segunda porque la expresión oral existe sin la escritura, pero la segunda no lo es sin la primera. Ong señala la diferencia que se deriva entre la formulareidad que posee una y la otra no. (27)
 
Por lo general el lector no espera encontrar fragmentos repetidos, salvo en algunos estilos de poesía escrita o quizás en cierto tipo de documentos, como en las cartas, en los escritos jurídicos. (28)
 
Por otra parte Brown y Yule refieren que la reiteración influye en la memoria. Tanto en radio como en televisión se leen textos escritos que implican una intromisión de la oralidad en la escritura porque se inicia con los titulares, después se desarrolla la noticia,  y antes de concluir reiteran los titulares más importantes. También, a través de la escritura,  como en artículos científicos, el resumen inicial y las conclusiones cumplen en gran medida la función de recapitular. (29)
 
El hablante puede controlar lo que acaba de decir y determinar si concuerda con sus intenciones, al mismo tiempo que enuncia la expresión en curso, la controla y plantea simultáneamente su siguiente enunciado para ajustarlo al patrón general de lo que quiere decir, mientras vigila, además, no sólo su propia actuación, sino su recepción por parte del oyente. No posee un registro permanente de lo que ha dicho antes, y sólo en circunstancias especiales puede tener notas que le recuerden lo que va a decir a continuación. (30)
 
La escritura nace sobre todo por la dificultad que significa para la memoria la retención de grandes segmentos, para su retención exacta. La cita textual es un invento tardío en la historia de la humanidad, antes mucho más generosa en compartir su propiedad intelectual que ahora. (31)

De manera general suele asociarse lo escrito con lo planificado, por ejemplo, un artículo sometido a varias revisiones tanto de contenido como de estilo. Por otra parte en el extremo de la oralidad y lo no planificado está la conversación informal. No obstante, asimismo como en lo escrito está lo menos planificado como una nota personal o un mensaje  electrónico, lo oral puede planificarse hasta el punto de preverse la entonación: desde un discurso político hasta una oración fúnebre.

La oración parece ser la unidad básica del lenguaje escrito, no del lenguaje hablado. Según Halliday, citado por Kress, las unidades apropiadas de información están dadas por la entonación, o sea los movimientos de tono significativos de la voz humana. La unidad estructural pertinente para la oralidad es la unidad de información que a menudo coincide con una cláusula, rara vez con una oración. (32)
 
Según Ángel Pulido los oyentes de Castelar se alzaban “con tempestades de aplausos y orgasmos frenéticos que solamente viéndolos se podían concebir”. Artiga lo resumió así: «Y es tanta la simpatía/ Que entre los hombres tenemos/ Que si vemos reír, reímos/ Lloramos, si llorar vemos». (33)
 
El orador debe saber manejar los afectos, los sentimientos de manera despejada, variada, clara y cuidadosa, pero sobre todo vigorosa. De los afectos dice Artiga: «Mas han de ser tan ardientes/ Que en tu voz estén ardiendo/ Porque un carbón apagado/ Nunca da a los otros fuegos». (34)

Existen dos maneras  para establecer la expresión oral: el discurso y la conversación. Tanto en el primero como el segundo acuden a dos modalidades o estilos: informal y formal.

Se afirma que la expresión oral propicia en casi todos los casos la comunicación por excelencia. La de tipo conversacional esencialmente ofrece el ámbito más democrático para el intercambio de ideas de toda índole por su interrelación más circular. No ocurre así en la expresión del tipo discursivo que tiene un sentido más direccional -de expositor a receptor- en diferentes niveles de interrelación. (35)
 
ESENCIAS MARTIANAS SOBRE ORATORIA

-(El discurso patriótico) «Era una conversación fogosa entre todos aquellos corazones» (36)

-«Lo mejor del actor, como lo mejor del orador, está en el público». (37)

-«La palabra hablada, además funde a los hombres mejor que la palabra escrita» (38)

-«Orador sin instrucción es palmera sin aire. ¿De qué le sirven las hojas de la palma si benévolo alisio no las mueve? ¿De qué le sirve el cauce al río si no tiene nutrición en el intelecto que corresponda a la facilidades de los labios? (...) Cuando no se piensa claro, no se habla claro. Ni basta conocer una materia sola. Cuando se asciende a la tribuna, -que la tribuna es una iluminada majestad- no se miden los rayos de este sol, no se cuentan las ondas de este mar; tiende el alma de su vuelo poderoso, lo único que pesa se hace ave que vuela; calienta la lengua en una especie de fuego sibilítico: truécase el hombre en numen, y anonada, convence, reivindica, destruye, reconstruye, exalta, quema». (39)

-«Cada hombre debe ser un orador, así serán los hombres menos esclavos de los oradores» (40)

-«La Tierra tiene sus cráteres, la especie humana, sus oradores. Nacen de un gran dolor, de un gran peligro o de una gran infamia…» (41)

-«Y desde la tribuna vi a un extraño que sufría con el éxito de mis palabras, me afligí de manera, y me conturbó su pena de tal modo, que estuve a punto de acabar balbuceando mi discurso. Ya –interrumpido por esta nota discordante, y para mi alma muy hiriente, el concierto de amor que necesito- sentí que mis ideas, apenadas por aquella pesadumbre, no podían volar a sus mansiones altas». (42)

ESTRUCTURA DEL DISCURSO

Cuatro partes esenciales tiene todo discurso. El exordio o introducción  es el momento inicial del discurso donde el orador intenta captar la simpatía del público. Si desde el comienzo no se logra interesar a los oyentes con lo que se va a exponer, entonces será muy difícil persuadirlos con la argumentación posterior.

Después sigue la exposición o narración, en la que el orador anuncia  un resumen de las ideas principales que se desarrollarán durante el discurso, es la presentación de los puntos de vistas fundamentales que  serán argumentados seguidamente.

La argumentación, la parte siguiente,  es el núcleo de la pieza oratoria porque en ella el orador sustenta sus opiniones a partir de lo expuesto anteriormente. La argumentación, varía según el orador o el discurso. Lo principal es el sentido lógico, es decir la orgánica construcción de las ideas: nada debe sobrar ni faltar, pues se trata de la fundamentación del criterio del hablante.

Y finalmente en la peroración o cierre del discurso se sintetizan el tema y el punto de vista del orador con toda la intensidad posible: «tiene dos finalidades. Refrescar la memoria e influir en los afectos». (43)

EXORDIO Y APARTE

Según  Álvarez un orador debe reflexionar acerca de si necesita realmente un exordio o no, pues «ante un auditorio especializado, poco numeroso, y donde todos conocen al disertante -según el caso- no es necesario. Sin embargo, donde el auditorio sea más amplio, y no todos los presentes cuenten con un conocimiento profundo o especializado del tema que se va a tratar, suele ser preferible utilizar un exordio, sobre todo porque significa, ante todo un acto de cortesía con el auditorio». (44)

Como señalara Alfonso Reyes: «...No siempre será indispensable, pero es falta de tacto entrar en materia sin precauciones, y en las ocasiones solemnes, el suprimirlo o abreviarlo parece desairado. Un error en materia de exordio es fatal». (45)

En el exordio debe tener en cuenta la índole y circunstancias del tema, las características del auditorio, y la relación que existe entre el público y el propio orador. Esto hace que haya variantes importantes en cuanto al modo de construirlos.


Ejemplos de exordio:

«”Atenienses:

Desde que la República, después de haber decretado estos funerales en honor de los que han sido en la guerra víctimas de su denuedo, me eligió para pronunciar el panegírico que la ley ordena, no he cesado de discurrir el elogio mas paraban altos merecimientos. Pero mis inútiles esfuerzos me han hecho comprender que un lenguaje digno de los que descansan en esta tumba es imposible. Haber despreciado la vida, cuyo amor es innato en todos los corazones; haber preferido morir noblemente, más bien que conservar la existencia para ser testigos de las calamidades de la patria, ¿no es acreditar una virtud superior a todo género de alabanzas? Espero, sin embargo, poder expresarme siguiendo el ejemplo de los oradores que otras veces desempeñaron el encargo que se me confía”». (46)

«“Señoras y señores:

Como en andas de flores se levanta, colgada de granadillas e hipotemas, la tierra de esmeralda y plumas, donde, al espejo de sus lagos y al incensario de sus volcanes, crecen en el combate y en la fatigas según lo manda la naturaleza, las cinco repúblicas de Centroamérica como un solo hogar.

Por aquellos ríos han apagado la sed, en la cuenca de una hoja, muchos viadores de la libertad: de aquellos arriates ha tomado mucha flor para el pasajero doloroso la niña de la casa, para la vida y la poesía ha sacado fuerzas mucho peregrino de aquel aire purificado por el fuego; de debajo de un apagavelas salen, desperezándose y tundiéndose, cinco países cuyo parentesco será más poderosos que la pócima de ira de aquellos con los que les alborotó las venas el conquistador...”». (47) 

El Che Guevara en la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba: «“Tengo que pedir disculpas al calificado público asistente por la demora en la iniciación de este acto, que es culpa mía y del tiempo que ha estado muy mal en todo este camino, y hemos tenido que parar en Bayamo. Es muy interesante para mí venir a hablar de de uno de los problemas que ha tocado más de cerca de las juventudes estudiosas de todo el mundo; venir a hablar aquí en la Universidad revolucionaria, y precisamente en una de las más revolucionarias ciudades de Cuba.”» (48)

CONSEJOS AL AIRE (49)

-El lenguaje constituye la principal herramienta de trabajo para toda persona que emplee la palabra oral ante un auditorio.

-Una buena intervención requiere, ante todo, de algo que decir y decirlo bien. Con la correcta entonación y el gesto preciso en el momento oportuno.  Estos elementos le confieren unidad al discurso.

-Aunque cada orador posee un estilo vivamente individualizado que denota determinados rasgos de su personalidad, debe utilizar un lenguaje coloquial.

-La sencillez, la brevedad y la claridad en su exposición son requisitos indispensables para hacerse asequible ante quienes le escuchan.

-El trasmitir el mensaje de esta forma le asegura que llegue correctamente a la conciencia de los oyentes, hace que influyan los sentimientos sobre ellos y los mueva a adoptar una correcta actitud ante la vida.

-El orador revela su maestría pedagógica al establecer una comunicación diáfana, profunda y lógica con su auditorio, al ser capaz de explicar cualquier tema por complejo y difícil que sea. 

-La utilización de barbarismos –escribir, acentuar o pronunciar mal las palabras- y de solecismos -ordenar mal los elementos de la oración y quebrantar sus leyes intrínsecas- provoca rechazo, desconfianza y pérdida de prestigio hacia el hablante.


II

A estas alturas o bajíos de nuestra conversación escrita, les proponemos una travesía sui generis. Un viaje al centro de la voz. Pero para llegar allí debemos atravesar varias «aduanas»; la primera: el miedo. Sí, no ponga usted cara de valiente, que su primer obstáculo como orador es el pánico que produce hablar en público. Se supone que si nos toca es porque tenemos la capacidad y disposición para hacerlo, sin embargo, casi nadie puede evitar el nerviosismo.

Sudoraciones. Intranquilidad. Angustia. La sensación amarga de que nos trabaremos, de que todo se nos olvidará… Los síntomas son muchos, pero apuntan a lo mismo: somos humanos y por eso tememos el juicio de los otros. (50) Si los escritores sufren el horror ante la página vacía, a todo orador le sobreviene el pánico por el auditorio lleno.

Allí está la fuente posible de un ridículo mayúsculo. «La burla presentida, la mofa supuesta, la mueca de desprecio que creemos adivinar, la risa que hace pedazos la propia estima» (51)

¿Cómo vencer esta circunstancia? 

No existen fórmulas infalibles. En lo que más coinciden quienes han abordado el espinoso asunto es en la importancia de la preparación.       

«Preparar el tema del discurso —explica el profesor Luis Álvarez— significa algo muy distinto de aprender de memoria lo que se va a decir, una práctica que, suele conducir al desastre. Preparar el tema del discurso significa, ante todo, comprenderlo de manera esencial, tener una interpretación propia acerca de él —sin la cual no puede construirse la argumentación—». (52)

En su criterio, resulta muy útil responderse «una serie estereotipada de preguntas» casi tan antiguas como la curiosidad humana misma: «por qué, para qué, dónde, cuándo, con qué instrumentos, con qué colaboración, con qué condicionantes…» (53)
      
Y una vez con el tema en el bolsillo (de la mente) decidirse con firmeza a realizar el mejor discurso del mundo.

Claro, también resultan muy útiles acciones de distensión como las siguientes:

-…Unos momentos antes de pronunciar el discurso, si hay condiciones para ello, (…) sentarse normalmente en una silla, con los brazos a lo largo del cuerpo, en posición colgante; (…) tratar de poner su mente en blanco, y respirar de manera acompasada, ni muy rápido ni muy lento, mientras procura que todos los músculos de su cuerpo, desde los pies hasta el cuello, se relajen. (54)

-«…Serenarse mediante un esfuerzo de la voluntad. En este caso, el mismo orador podría plantearse: “Estoy preparado, me leí el discurso, conozco las tesis y cómo las voy a argumentar, debo mirar al auditorio…” (55)

-«…Mover la caja de fósforo, el bolígrafo o cualquier objeto que esté sobre la mesa (un libro, los apuntes, fichas).  Esto, por supuesto, en forma moderada, antes de realizar la intervención».

En la medida que avance el discurso, se irá logrando confianza. Y mientras más intervenciones se hagan, menor será la inhibición. Como apunta el maestro López Vigil:  «La segunda vez (…) saldrá mejor que la primera. Y la tercera, mejor que la segunda. Todo es cuestión de práctica». «En poco tiempo, le habrás “perdido el respeto” al micrófono. Ya no lo verás como una pistola que te encañona... sino como un apetitoso helado de chocolate.» (56)

DESDE EL OTRO LADO. EL AUDITORIO 
 
Sin duda una de las premisas imprescindibles para el orador es el conocimiento de su público. Del otro lado de la tribuna laten expectativas, dudas, añoranzas, que debe observar quien pretende impulsar y conmover. 
 
No es lo mismo hablar ante científicos que ante obreros, ante campesinos que ante universitarios. Con un público mayoritariamente joven se emplearán términos que tal vez resultarían escandalosos a un grupo de veteranos. De igual forma con religiosos se harán referencias que no tienen por qué estar presentes cuando nos dirigimos a ateos.
 
Hay tantos matices como tipos de auditorio. El estilo de la intervención debe partir, paradójicamente, de quienes la recibirán. Quien toma la palabra ha de documentarse previamente de: 

-«la estructura social-demográfica de su auditorio, es decir, la pertenencia clasista, el tipo de trabajo que realiza, el partidismo, la provincia en que pronuncia la intervención, la edad, el nivel de instrucción y otros factores que considere necesarios.

-«la estructura social-psicológica de los oyentes, (…) el sistema de estimulación o motivos de la conducta y de la actividad, las necesidades sociales, los intereses, las orientaciones, los sentimientos, las convicciones…» (57) 
 
Igualmente, no debe perderse de vista el hecho de que en el grupo receptor: «de una forma u otra las personas mantienen un contacto directo entre sí, (…) rápidamente se comunican tocándose los codos, mediante una seña o por cualquier otra vía.» «…Todos están unidos aunque medie cierta distancia entre ellos: los aplausos, la risa y otros medios son el vínculo ideal en este sentido.» (58)
 
Aparece, según explica el profesor Salomón, «la emoción conjunta», en virtud de la cual «uno ríe, el del lado también, el resto los imita; uno aplaude, el del lado lo secunda, el resto aplaude, es decir, hay contacto psíquico.» (59)
 
Conocidos los otros, hay un buen tramo recorrido en el camino para conquistarlos. 
 
¿LECTURA O IMPROVISACIÓN?

¿Qué resulta más adecuado o efectivo en un discurso, leer, improvisar o combinar ambas? Aquí los criterios se dividen. Algunos apuestan por la fluida improvisación, otros por la certera lectura, y unos terceros creen mejor combinar indistintamente ambas, en dependencia de las circunstancias.  

El español Félix Martí Ibáñez, Premio Vasconcelos (1970), defiende el brote natural de las ideas: «“La conferencia literaria, lírica o histórica (…) no debe ser leída, pues la cortina de papel aísla al conferenciante del público, ni tampoco debe ser recitada de memoria, porque entonces pierde su calor y espontaneidad. Debe estar minuciosamente preparada en cuanto al contenido y a la forma, pero no en cuanto a las palabras que se van a emplear. (…) Este es el único modo de convertir la conferencia en auténtico acto creador…”» (60)

Claro, el propio Ibáñez señala que «“…solo el orador sabe las interminables semanas de lectura, escritura, meditación y desvelo que exige cada improvisación”». (61) A tal punto que la organización previa puede llegar a ser tan metodológica que se convierta en una verdadera grafía en las neuronas. Recuérdese si no a «los poetas somalíes, creadores orales, que primero componen in mente y solo dan a conocer su obra cuando la consideran acabada». (62)

Y hablando de poetas, el cubano Alexis Díaz Pimienta, desde su experiencia de repentista e investigador del verso oral aporta criterios interesantes a los fines oratorios: «…La improvisación es el único arte en el que los errores tienen una connotación estética positiva: equivocarse demuestra lo difícil que es no equivocarse. El improvisador, a diferencia del novelista, publica sus manuscritos, los enseña y comparte. El novelista, generalmente, los esconde, los desaparece, y enseña el libro acabado, limpio. A mí ser repentista me ha ayudado mucho a escribir novelas. Primero, porque el ejercicio de la improvisación me enseñó a crear, a fabular «sin nada», sin más herramientas que las palabras, sin más fuente de documentación que mi memoria, y sin más referencias que las circunstancias». (63)

Ah, pero improvisar un discurso también tiene sus horrores. ¿Cuántas veces sucede que por no guiarse por un texto los oradores se extienden innecesariamente, redundando sobre el mismo tema? ¿Qué pasa cuando se ofrecen datos inconexos o equivocados? ¿O cuando se emplean palabras poco conocidas de manera incorrecta?...

Por otra parte, «escribir un discurso y entonces tratar de aprenderlo de memoria para luego decirlo, es una práctica peligrosa, pues la memoria puede fallar y producirse entonces el desconcierto…» (64)

Parece ser un consenso la recomendación de que el orador-improvisador tenga siempre a mano una guía con los tópicos que abordará a fin de no perderse por vericuetos baldíos. De esta manera se salva el color y el calor de la palabra hablada, pero no se dispersan objetivos ni quedan flojos los puntos de la argumentación planificada. 

En determinados casos, sin embargo, las características del público, las condiciones de la intervención o incluso las cualidades del orador demandan que todo el discurso sea escrito (65). Esta modalidad garantiza en primera instancia una mejor organización de las ideas, el seguimiento consecuente de un hilo argumentativo y el mayor aprovechamiento del tiempo. Además permite utilizar más concienzudamente el vocabulario. ¿Cómo afrontar el discurso redactado y sacar buenos dividendos?

Primeramente «debe mantenerse un estilo «oral», hacer que las palabras (…), leídas con voz y dicción puras y claras, resuenen como parte del diálogo espiritual sostenido en la sala entre el conferenciante y cada individuo del público.» (66)

 De la misma manera habría que seguir una serie de principios elementales (67):

-Utilizar un lenguaje coloquial (…).  No es necesario “buscar palabras difíciles” para “impresionar”.

-Las frases deben ser cortas, pues son más fáciles de leer y más fáciles de entender.  No abuse de ellas.

-La puntuación debe ayudar al orador y no ser su enemigo.  Una o dos comas cambian por completo el significado de una frase.

-Una oración subordinada o algo entre paréntesis pudiera confundir a los oyentes.  ¿No habrá otra forma más fácil y natural para decir lo mismo?

-El discurso deberá escribirse a máquina, a doble o triple espacio para que sea de fácil lectura, lo cual facilita el insertar correcciones y adiciones sin borrar la parte que debe quedar como está.

-Todas las páginas deben ser escritas con párrafos claramente separados, para indicar distintas ideas.

-No debe empezar una frase al final de una hoja para terminarla en la siguiente.  Es preferible terminar cada hoja con un punto.

-El orador debe comprender lo que está leyendo.  Si no ha captado completamente su sentido, no se puede esperar que logre una comunicación eficaz.

En cualquier caso, guiándose totalmente por un papel o escribiendo el discurso en el viento, el orador debe conversar con su público. De la intensidad de ese diálogo suelen venir los mejores frutos.

LA POSTURA

Como los amores de leyenda, el vínculo del orador con los receptores comienza «a primera vista». La sabiduría popular, nos recuerda el profesor Luis Álvarez, aconseja desconfiar de quienes no te miran cuando hablan. «Por eso mismo es necesario que el orador domine una técnica sencilla que sugiera, por la dirección de la mirada, que los tiene en cuenta a todos. (…) (68)

Debe dirigir entonces la atención visual, sucesivamente, a «zonas distintas de su auditorio. Si solo mira el micrófono, o dirige su vista a un sector (…), los demás, de manera consciente o inconsciente, disminuyen el umbral de su atención.» (69)

El profesor Álvarez recomienda entonces un movimiento en espiral que vaya paneando la zona a la que se dirige quien emplea la palabra.

En cuanto a la relación orador-micrófono, hay varios aspectos dignos de señalar. Como apunta el profesor Susi Safarti, estamos hablando del «elemento auxiliar más importante» en una intervención pública. (70) Precisamente, es el que logra en gran medida que sea pública la intervención.

«Muchas personas se enfrentan por primera vez a él sin siquiera haber realizado algún tipo de ejercicio que les brinde determinada habilidad o usándolo en más de una ocasión, desconocen ciertas particularidades y recomendaciones provechosas.

«Al situarse en la tribuna, el orador no comenzará de inmediato, sino que realizará una pausa inicial con una duración de 10 a 15 segundos.  En ese tiempo, tratando de no hacer ruido y de una manera natural, deberá:

-colocar los micrófonos a una altura tal que se sienta cómodo para hablar;

-situar los apuntes adecuadamente (quitar presillas, abrir el file, etc.);

-buscar los ojos de los presentes, con lo que tendrá el primer contacto con el auditorio -visual en este caso- para adaptarse uno al otro en forma recíproca;

-establecer puntos de referencia (a la izquierda, al centro y a la derecha), para determinar las distintas reacciones durante su intervención. (71)

También, añade el profesor Safarti, resulta innecesario, y contraproducente golpear la tribuna, abrazarse a ella o alejarse tanto que parezca se le teme. «Aunque no es una norma rígida, lo mejor será mantener una distancia aproximada de 35 a 50 centímetros, para tener cierta libertad de movimientos y aplicar debidamente el recurso de los gestos y la mímica.» (72)

Ahora bien, dirigirse al público requiere desde un inicio de una estrategia para economizar energías. Por tanto, la postura ha de garantizar la mayor comodidad y soltura.

«La cabeza y el cuello deben estar ligeramente inclinados hacia delante, la espalda recta, las manos extendidas libremente a lo largo del cuerpo, con la finalidad de que puedan ser utilizadas convenientemente cuando lo considere oportuno y las rodillas deben estar sin tensión.

«Un papel importante corresponde a los pies, los cuales de acuerdo con la estatura del orador deben estar separados de 15 a 20 centímetros, uno ligeramente delante del otro, repartido el peso del cuerpo.

«Al colocar un pie delante del otro, el orador puede realizar los movimientos requeridos:

-cambiar varias veces la posición, si el discurso es largo;

-girar a la izquierda, a la derecha, colocarse de lado para mirar a la presidencia, etc.;

-en los pasajes más expresivos de la intervención podría elevarse apoyándose en la punta de los pies (y no sobre los talones, porque podría caerse);

-dar un paso hacia delante o hacia atrás, de acuerdo con el pasaje del discurso:

-hacia adelante corresponde a un momento significativo, ya que concentra la atención del auditorio, se acerca al micrófono, se puede quedar en esa posición unos instantes, con lo que logra cierto contacto o intimidad con los oyentes;

-hacia atrás corresponde a un momento distensivo, ya que traslada la atención hacia otra parte del discurso; el orador se aleja del micrófono, el auditorio trata de escuchar, los que aplaudían o hablaban son obligados a callarse por los demás, etc.

«Adoptar la postura descrita permite balancear correctamente el peso del cuerpo y presenta sus ventajas, aparte de las (…) enunciadas, ya que si el orador tuviera nerviosismo en los movimientos y las rodillas le temblaran, no se movería de esa posición y el auditorio no lo notaría.» (73)

¿Y qué sucede cuando no hay podio, y se trata solo de un micrófono de pie? Pues se aplican las mismas reglas, con la agravante de que entonces todo el cuerpo del orador está en el campo visual del público.   

«Si el discurso estuviera escrito, es preferible no utilizar apoyo, ya que un file u otro material pudiera ocasionar dificultades al pasar las hojas o al realizar la lectura del mismo.

«El texto debe estar presillado en la parte superior izquierda, las hojas se pasarán normalmente y no quedarán “en el aire”, flotando, sino que las leídas pasarán al final.

(…)

«Con relación al micrófono y para que no tropiecen con él y produzcan un sonido discordante, las hojas del texto deberán inclinarse ligeramente hacia la izquierda.» (74)

VOCES CRUZADAS
 
Y ahora sí llegamos a la voz. Al aire y vibración que integran esta maravilla. Soplo que parte de los pulmones, pasa por la laringe y mueve levemente las cuerdas vocales. Cualidad armonizada por el pensamiento con la que nos comunicamos los seres humanos. Sí, porque esta asombrosa sencillez «como sonido articulado es privativa del hombre». (75). Según el profesor de locución Frank Guevara: «muchos animales emiten sonidos», pero la pronunciación clara, distinta y racional de palabras, está reservada al Homo sapiens. (76)
 
Entre las características intrínsecas en cuanto a su sonoridad se encuentran el tono, el timbre, la intensidad y la duración. Pero en el caso humano, donde lo intelectivo es una condicionante permanente, es oportuno detenerse en otros aspectos complementarios como la fluidez, la naturalidad o el ritmo. 
 
En la medida en que el orador domine todas estas cualidades en función de sus objetivos de comunicación, alcanzará una mayor efectividad en las intervenciones. O sea, conquistará el oído, la inteligencia y la acción de quienes lo escuchan.
 
Pues bien ¿cómo se debe hablar? Bueno, hablar común y corrientemente todo el mundo sabe, o al menos, así lo cree. Sin embargo, hablar en público, «proyectar las palabras», como nos recuerdan los maestros de locución u oratoria, implica otros saberes.

«La emisión de la voz requiere una cavidad de resonancia que amplifique el sonido», explica Luis Álvarez. «Hay tres cavidades de resonancia: el estómago, el espacio en que se encuentran las cuerdas vocales y el cráneo. De ellas, la ideal para la emisión adecuada de la voz es el cráneo. Hay personas que por y malos hábitos, utilizan como resonador la cavidad donde se encuentran las cuerdas vocales: esto produce una voz que no se proyecta bien hacia los oyentes y, a la larga, ocasiona serios problemas de “callosidades” (nódulos)…». (77)

Ah, pero ¿cómo determinar si estamos usando el espacio de amplificación adecuado? «Basta que otra persona (con adiestramiento puede hacerlo uno mismo) coloque su mano sobre la parte superior de su cráneo mientras habla: una emisión de voz satisfactoria hace vibrar ligera pero perceptiblemente esa parte (...) mientras se habla; en caso contrario, la vibración es casi imperceptible: esto último indica que hay problemas y se requerirán ejercicios específicos para corregirlos.

«Uno de ellos es pronunciar una “p” (…), solo ese sonido, sin ninguna vocal de apoyo. (…) Es, por así decirlo, “explosivo” y su repetición sistemática (unas diez veces cada vez que se hace el ejercicio y al menos tres veces por día) contribuye a proyectar la voz, en su resonancia, “fuera” de las cuerdas vocales, y hacia arriba, hacia el cráneo. Otro ejercicio puede ser, con los labios cerrados por completo, la mandíbula inferior colgante, emitir un sonido que aproximadamente se parece a una “m”...». (78)

Se trata de que la voz, con su cuerpo etéreo llene todo el espacio del público al que nos dirigimos; se extienda, clara y precisa, hasta el último oído. Que venza la barrera espacial para convencer la del pensamiento.

LA RESPIRACIÓN
 
Aprender a hablar implica necesariamente aprender a respirar. Como los órganos que producen el sonido tienen la primera función de oxigenarnos, hemos de conjugar ambas «misiones». Porque cada discurso puede ser más intenso, armónico y diáfano si logra la sincronía con el ritmo respiratorio.
 
«Es importante conocer qué tipo de respiración emplea cada uno. Así, el orador pudiera empezar con un ejercicio simple: colocar sus manos sobre su estómago e inspirar profundamente. Si se respira como la mayoría de las personas sus manos, probablemente, no se moverán mucho, porque es un respirador torácico.
 
«Acto seguido puede inspirar como si estuviera hinchando la barriga de aire.  Si siente que la región del estómago aumenta de tamaño, después la parte superior de su abdomen y finalmente su tórax, deje relajar su abdomen.
 
«Con esta respiración abdominal el orador procura inspirar el aire y espirarlo por la boca. (…) Exige una energía comparativamente pequeña y conserva las fuerzas del orador, asegurando la sonoridad y la vigorización de la voz, incluso cuando se hace necesario hablar durante largo tiempo». (79)
 
Por supuesto, entrenar la respiración no se logra de la noche a la mañana. Es precisa una ejercitación sin prisa, pero sin pausa.
 
INTENSIDAD, TONO, TIMBRE  

El aire contenido en los pulmones «puede ser impulsado con mayor o menor energía hacia las cuerdas vocales». La presión sobre ellas determina la amplitud vibratoria, y por ende, la intensidad del sonido. En dependencia de que sea más o menos intenso, más o menos excitable y veloz, el aire alcanzará una determinada altura o tono. (80)

La onda sonora que se produce así cuando vibran las cuerdas vocales se denomina tono fundamental. Este es común a toda persona, pero tiene peculiaridades que dependen de condiciones fisiológicas individuales. (81)

Por cierto, si al discursar empleamos un tono desmesurado, el público rechazará la gritería; si por el contrario casi decimos un secreto «muy pronto se oirá en la sala el clásico  “¡no se oye!”.» (82)

«Lo óptimo será buscar un tono medio, ni muy alto, ni muy bajo, con lo que la voz resultará más agradable al auditorio y cuando el discurso lo requiera, podrá alzarse o bajarse, para lograr una mayor expresividad y mantener estable la atención.» (83)      
 
Cuando al tono fundamental se unen las distintas resonancias, o sea, los armónicos, se conforma el timbre del sonido. Casi pudiera decirse que estamos ante el color único de cada voz.

ENTONACIÓN

¿Con cuántos matices puede ser dicha una frase? ¿Qué variedad de sentimientos pueden acompañar a una misma palabra? Probemos por ejemplo con el monosílabo «SÍ». ¿Acaso de la forma en que lo digamos cada vez no se desprenden dudas, aburrimientos, nostalgias, odios….? La modulación de la voz en función del significado que intentemos transmitir, o sea, la entonación, orienta nuestros vocablos. Denota y connota (84). Proyecta y regula. Activa mecanismos de aceptación o rechazo en nuestros interlocutores.

Cada inflexión, cada variación en el tono o pausa en la lectura, cada acción para entonar implica nuevos sentidos de la cadena hablada. Comunica.                      

Según el profesor Frank Guevara, «el gusto, el arte y la personalidad del locutor, de acuerdo siempre con la tolerancia del registro vocal…» influyen significativamente en las variantes entonacionales, esto es, los «lapsos que se diferencian entre sí», marcados por las paradas, disminuciones o aumentos de la voz. (85)              

«Utilice frases cortas —recomienda el profesor Safarti—, sin abusar de ellas, ya que de esta forma se captan mejor las ideas y le sería más fácil modular… y valerse de los matices de la entonación para enfatizar en los aspectos esenciales.

«Trate de elevar o bajar el tono de la voz según el sentido de la frase y su acentuación lógica para fijar la atención de los oyentes, lo cual le permitirá evitar la monotonía de la intervención y, por supuesto, el tratamiento impersonal a situaciones emotivas o viceversa.» (86)

Ahora bien, ya que mencionamos las pausas, sería bueno detenernos un poco en este subvalorado elemento del discurso. Si todas las energías y conocimientos de un orador están en función de hablar, gran parte de su inteligencia se mide por lo que calla.

El investigador Abel Cortese llega a afirmar que «el elemento más difícil, de mayor utilidad y menos apreciado en el arte de la oratoria, es el silencio. La pausa correctamente medida, demuestra confianza y reflexión. A la inversa: los presentadores de cualquier medio que se despachan con demasiada velocidad, llegarán los últimos. Las pausas son un excelente recurso para enfatizar. Permiten también mantener y controlar la atención.» (87)

Existen dos tipos de pausas: las fisiológicas y las lingüísticas. Las primeras, como su nombre lo indica, permiten mantener el ritmo respiratorio, mientras que las segundas, marcadas por los signos de puntuación, están enfiladas hacia intenciones comunicativas. Se produce una pausa lingüísticas cuando se llega al fin de una expresión. «Pueden ser absolutas y transitorias, y están marcadas ortográficamente por los signos de puntuación» (88).

«El conjunto de signos lingüísticos o palabras entre dos pausas constituye lo que se denomina grupo fónico, que no puede romperse e interrumpirse ni con una pausa potencial sin afectar el sentido completo de la idea. Ejemplo: “No puedo decirte una mentira”.» (89).

Resulta casi una perogrullada recalcar lo imprescindible de un buen manejo entonacional para la comprensión del auditorio. Si a alguien le queda duda de ello, revise en su memoria cuántas veces ha sufrido escuchando a un orador caer en estos dos defectos que refiere el profesor Sarfati:       

-Monorritmia: Consiste en leer o pronunciar el discurso sin utilizar debidamente las pausas. El orador emplea un solo ritmo con pausas arbitrarias, lo que le impide entonar y enfatizar correctamente.

-Monotonía: Incurre en ella el orador mediante dos vías: lee o pronuncia el discurso en un mismo tono o por limitación del lenguaje su vocabulario es pobre y repite los mismos vocablos.

RITMO

Llegamos a un componente esencial en la compleja armazón oratoria. Al igual que las funciones fisiológicas de nuestro cuerpo o el movimiento de los astros tienen un ritmo, la oratoria necesita de él de manera imprescindible.

Decía Cicerón al respecto: «“No hay ninguna idea que sea provechosa al orador si no está expuesta de una forma armoniosa y acabada; y no aparece el brillo de las palabras, si no están cuidadosamente colocadas; y una y otra cosa es realzada por el ritmo..."». (90)

Pero, bueno, a fin de cuentas ¿cómo definimos al ritmo? Según la Real Academia Española es el «orden acompasado en la sucesión o acaecimiento de las cosas»; la «grata y armoniosa combinación y sucesión de voces y cláusulas y de pausas y cortes en el lenguaje poético y prosaico».

Por tanto, de esta cualidad depende el equilibrio discursivo de nuestra intervención, la rapidez —o el atropellamiento— con que intentemos hacernos entender y, en gran medida, el interés de quienes nos escuchan. 
 
Según apunta el profesor Sarfati el ritmo óptimo del discurso es aproximadamente de 120 palabras por minuto, no osbstante, esto puede variar en dependencia de las cualidades del orador, el contenido del discurso y el contexto en que se produce la intervención. (91)
 
Entonces ¿qué es más recomendable: acelerar o ir pausado? Probablemente ninguna de las dos cosas pueda recetarse a priori. Evaluar nuestras potencialidades, no perder de vista la necesidad de mover público, y recordar que este debe procesar la información que le «enviamos». Por ahí anda la ruta para mantener un ritmo ideal.          
 
También valdría la pena que educáramos musicalmente nuestro oído, pues, como asegura la investigadora Martha Esquenazi, el canto, que «nace junto a la palabra, marca su ritmo y su entonación». Y para ejemplificarlo explica la autora que «el desarrollo de algunas lenguas, como el chino y el kikongo, lleva aparejado el desarrollo del canto, de tal manera que en lugar de hablar de fonemas, debemos hablar de tonemas…». (92)
 
EL MINUTO PRECISO   
 
Conocidos y controlados los aspectos anteriores, nos enfrentamos al momento de la verdad. El minuto donde se materializa el arte y la técnica oratoria o se fracasa definitivamente: la pronunciación del discurso. 
 
Alto y claro: así debe escucharse. Y además debe resultar seguro, fluido, natural. Vamos a convencer con la palabra. Y sin estos atributos difícilmente lo logremos.
 
Comencemos por decir que hay que pronunciar todos los vocablos, articularlos completamente y dejar que fluyan bajo el dominio de la razón pero con el impulso casi autónomo del habla. 
 
Varios autores coinciden en que se debe prestar singular atención para evitar cambios de letras, como por ejemplo «l» por «r», u omisión de otras como las «s» finales. Además, la armonía, la musicalidad general de lo que digamos también ayudará a que entre suavemente por la puerta del entendimiento prójimo. 
 
¿Cómo ser seguros? Primero: conociendo al dedillo el tema y las posibles interpretaciones que de él se deriven. Y después, convenciéndose de que no hay nadie en el mundo más capacitado que uno mismo para llevar este conocimiento a los interlocutores. Se trata de una conversación. Planificada, estudiada, rigurosa, pero conversación al fin, en la cual hay que atraer, seducir, conquistar.
 
En aras de la naturalidad «no deben emplearse afectaciones, exageraciones, rebuscamientos…» (93). Por el contrario, debemos ser —sin llegar a extremos de vulgaridad— lo más parecidos posible a como somos fuera del escenario. Que la puesta en escena no lo parezca, que las costuras no se vean.                                  
 
¿Y qué hay con la fluidez? No es nada sencillo. «Se logra después de años de trabajo y constante práctica, que se materializa en la lectura cotidiana en voz alta. (…) Es necesario también acostumbrarse a leer con bastante celeridad sin que se atropellen los fonemas (…) Cuando se improvisa, es preciso seleccionar con rapidez, destreza y precisión, el vocablo que nos ayude a la enunciación del juicio o concepto, sin caer en titubeos o vacilaciones que deslucen por completo el trabajo…» (94)                   
 
El profesor Safarti resume algunos consejos para que este acto final de ejecución de la pieza oratoria sea todo un éxito. (95)
 
1) Si está leyendo el texto, trate de no equivocarse de manera frecuente, pero si le ocurre muestre el aplomo necesario, no se perturbe, no haga gestos que denoten su inconformidad.

2) Durante la improvisación no tema equivocarse, porque le hace perder fluidez y el ritmo necesario. Trate de no repetir palabras ni reiterar muletillas.

3) Lo anterior no quiere decir, por supuesto, que pueda cometer errores gramaticales imperdonables. De ocurrir esto podría perder la atención de los oyentes, provocar la risa, el desconcierto, el comentario y otras situaciones embarazosas.

4) Imprima su sello característico a la intervención.

5) No ofrezca la sensación de autosobrestimación, inmodestia, prepotencia ni sobreactuación. Realice todo con la mayor naturalidad posible, como si conversara con el auditorio.

6) No muestre nerviosismo, ni indecisión, ni indiferencia.  Todos deben pensar y ver en usted a la persona que les va a trasmitir una información importante y que ellos necesitan recibir.

7) Practique la lectura de la intervención. Trate de leer de forma enfática las ideas y palabras claves.
 
Hasta aquí nuestros palabras sobre esta inexacta ciencia. Que con rigor y paciencia, las puertas del aire abras. Si en la persuasión que labras en cada convocatoria, conquistas pasión, euforia, pensamiento decidido; entonces habrán valido estas notas de Oratoria.

Notas:

(1) Álvarez Muro, Alexandra: Análisis de la Oralidad: una poética del habla cotidiana. Universidad de Los Andes. Grupo de Lingüística Hispánica, Mérida, Venezuela. s.p.i. (En formato digital)         

(2) Álvarez Muro, Alexandra: Ídem. 

(3) Rojas Bez, José: «De la Telenovela a la Oralidad» (Ponencia presentada en el Taller Internacional de Comunicación y  Oralidad de la Universidad Central de Las Villas, Santa Clara, Cuba, julio 16-18 de 1992. En formato digital).       

(4) Álvarez Álvarez, Luis: Hablar es persuadir: el arte de la oratoria. Colección Biblioteca Familiar, La Habana, 2007, p.3.

(5) Álvarez Muro, Alexandra: Ídem.  
 
(6) Álvarez Muro, Alexandra: Ídem.  
 
(7) Citado por Álvarez Muro, Alexandra: Ídem.   
 
(8) Álvarez Muro, Alexandra: Ídem. (Ver anexos)   

(9)  Martí, José: «Notas sobre la Oratoria».  Obras completas, tomo XIX, La Habana. Editora Nacional de Cuba, 1964, p. 449.
 
(10) Sussi Safarti, Salomón: La Oratoria. s.p.i (En formato digital).    
 
(11) Hormazábal Sánchez, Ricardo: Manual de Retórica, Oratoria y Liderazgo democrático. Universidad de Chile, s/e, s/f, p.15. 

(12) Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p.8.    
 
(13) Ibídem. p.9.    
 
(14) Ibídem. p.10.  

(15) Sussi Safarti, Salomón: La Oratoria. s.p.i (En formato digital).
 
(16) Hormazábal Sánchez, Ricardo: Ob.cit. p.76 
 
(17) Ibídem, p.33.

(18) Sussi Safarti, Salomón: Ob. Cit.

(19) Ibídem. 
 
(20) Ibídem.
 
(21) Hormazábal Sánchez, Ricardo: Ob. Cit. p.14  

(22) López Eire, Antonio: «Retórica y Oralidad», en: Logo. Revista de Retórica y Teoría de la Comunicación. Año I, nº 1, España,  2001,  p. 112 
 
(23) Ídem. 
 
(24) Ibídem, p.112 y 113.  
 
(25) Víctori Ramos, María del Carmen: «Lo oral en la encrucijada», en: Vera Estrada, Ana (comp.): La Oralidad. ¿Ciencia o sabiduría popular? Centro de Investigacion y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2004, p. 17            

(26) Víctori Ramos, María del Carmen: «Lo oral en la encrucijada», en: Vera Estrada, Ana (comp.): La Oralidad. ¿Ciencia o sabiduría popular? Centro de Investigacion y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2004, p. 17            

(27)  Ibídem, p.19
 
(28) Álvarez Muro, Alexandra: Ob. Cit.
 
(29) Ídem.
 
(30)  Ídem.
 
(31) Ibídem. 
 
(32) Ídem.

(33) Artiga, Francisco José: Epitome de la eloquencia española (Ed. Facsimilar). Frente de Afirmación Hispánica, México, D.F, 1992. p.X y XI
 
(34)  Ibídem, p. XI-XII
 
(35) Víctori Ramos, María del Carmen: «Lo oral en la encrucijada», en: Vera Estrada, Ana (comp.): Ob. Cit. p.16

(36)  Martí, José: Ob. Cit. tomo II, p.31
 
(37) Ibídem, tomo XII, p.6 
 
(38) Ibídem, tomo XI, p.263
 
(39) Ibídem, tomo XIX, p.449
 
(40) Ibídem, tomo XXII, p.280
 
(41) Ibídem, tomo XIII, p.57
 
(42) Ibídem, tomo XXI, p.147

(43) Lausberg citado por Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p.53
 
(44) Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p.35
 
(45) Ídem.

(46) Gómez citado por Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p.37
 
(47) Martí, José, citado por Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p.37.

(48)  Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p.53 p.38.
 
(49) Sussi Safarti, Salomón: Ob. Cit.

(50)  «En una encuesta realizada en los Estados Unidos, investigando las diez cosas que más temor le producen a la gente, se obtuvo el siguiente resultado (en orden ascendente): los perros, la soledad, el avión, la muerte, la enfermedad, las aguas profundas, los problemas económicos, los insectos, las sabandijas, las alturas y, el primero de la lista, hablar en público» Abel Cortese, citado por Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p.62
 
(51) López Vigil, José Ignacio: Manual urgente para radialistas apasionados. Editorial Pablo de la Torriente Brau, La Habana, s/p (copia digital).
 
(52) Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p.63

(53) Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p.64

(54) Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p.62
 
(55) Sussi Safarti, Salomón: Ob. Cit.
 
(56) López Vigil, José Ignacio: Ob. Cit.

(57) Sussi Safarti, Salomón: Ob. Cit.
 
(58) Ídem.
 
(59) Ídem.

(60) Martí Ibáñez en el prólogo a: Artiga, Francisco José: Ob. Cit. p. XVIII

(61) (XVII)
 
(62) Lozada Guevara, Jesús: «Máscara, persona, personalidad», en: Vera Estrada, Ana (comp.): Ob. Cit. p.236
 
(63) Riverón, Rogelio: «Es un acto de rebeldía ser un poeta oral». Entrevista con Alexis Díaz-Pimienta, en: La Jiribilla (revista digital) no. 244, Año VI, La Habana, enero 2006. Disponible en URL: http://www.lajiribilla.cu/

2006/n244_01/244_06.html, consultada en enero de 2008.

(64)  Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p 72
 
(65)El Comandante en Jefe Fidel Castro considera que puede utilizarse en «... eventos internacionales, alguna intervención en Naciones Unidas, en el Movimiento de No Alineados, la simple necesidad de que las palabras deben ser traducidas a numerosos idiomas (...) en un evento histórico de mucha importancia que se realiza en el país u otras comparecencias en que haya que utilizar muchos datos...», citado por Sussi Safarti, Salomón: Ob. Cit.
 
(66) «Sigmund Freud, (…) brillante orador, pronunciaba sus conferencias sin leerlas y después, en la soledad de su despacho, ornamentado como una salita romántica de principios del siglo XIX, las escribía, recordando exactamente cuanto había dicho. De ahí la claridad “oratoria” de sus escritos, su vocabulario “popular” y preciso y su estilo “verbal”, que hace que cuando leemos en realidad le estemos escuchando». Habría que lograr que las conferencias escritas tuvieran tanta oralidad como aquellas de Freud. Véase: Artiga, Francisco José: Ob. Cit. p. XIX.y XX
 
(67) Sussi Safarti, Salomón: Ob. Cit.

(68)  Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p.66 

(69) Ídem. 
 
(70) Sussi Safarti, Salomón: Ob. Cit.

(71) Ídem.  
 
(72) Ídem.  

(73) Ídem.

(74)  Ídem
 
(75) Guevara, Frank: La locución: técnica y práctica. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1984, p.49
 
(76) Agrega Guevara que este sonido humano es «...el resultado, la síntesis del trabajo de una serie de órganos fisiológicos, que tienen originariamente otros fines: respirar, triturar, deglutir, etcétera, pero además es producto, en última instancia del cerebro humano. Ob. Cit. p.50 

(77)  Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p.65
 
(78) Ídem.

(79)  Sussi Safarti, Salomón: Ob. Cit.
 
(80) Guevara, Frank: Ob. Cit. p.70, 71 y 72
 
(81) Ídem
 
(82) Sussi Safarti, Salomón: Ob. Cit.

(83) Ídem.

(84)  García Riverón, Raquel: «Entonación y oralidad», en: Vera Estrada, Ana (comp.): Ob. Cit. p.73
 
(85) Guevara, Frank: Ob. Cit. p.135 
 
(86) Sussi Safarti, Salomón: Ob. Cit.

(87)  Citado por: Álvarez Álvarez, Luis: Ob. Cit. p.71
 
(88) Guevara, Frank: Ob. Cit. p.136.
 
(89) Ídem.

(90) Citado por Álvarez Muro, Alexandra: Ob. Cit.
 
(91) Sussi Safarti, Salomón: Ob. Cit.

(92) Esquenazi Pérez, Marta: «Relaciones poético-musicales en la tradición oral», en: Vera Estrada, Ana (comp.): Ob. Cit. p. 108. 

(93) Guevara, Frank: Ob. Cit. p. 104.

(94)  Ibídem. p.106
 
(95) Sussi Safarti, Salomón: Ob. Cit.


 

EL PERIODISMO Y LAS EXPECTATIVAS DE SUS PÚBLICOS

EL PERIODISMO Y LAS EXPECTATIVAS DE SUS PÚBLICOS

“Quot hommis tot sententia”
 (Cuantos hombres, tantos pareceres)

Dr. RAFAEL FONSECA,
Profesor de la Facultad de Comunicación,
Universidad de Oriente.

Evaluar la calidad de determinado ejercicio periodístico permanentemente es tan natural como evaluar la calidad de cualquier otro bien de uso, consRafelumo, o un servicio; tanto más cuando el periodismo, como producto o actividad es un componente habitual en la cotidianidad del hombre y mujer en casi todo el mundo, como uno de los constructores de “realidades vicariales” (1). Loado o estigmatizado, según el cristal con que lo miren. 

La percepción de objetos de la realidad mediática en grupos y estamentos de consumidores del producto periodístico reflejan una  situación que –en muchas ocasiones– es ya es un tópico en las teleologías, axiologías y epistemologías mediáticas: los consensos;  y que, en ocasiones, también las prácticas sociales suelen poner en entredicho si se someten la constatación empírica rigurosa. Al comentario de esta contradicción dedicamos las líneas subsecuentes.

El problema de la evaluación de la calidad del periodismo parece estar en el consenso o disentimiento en relación con: el cómo, por qué y para qué, hacer periodismo; y las causas, están asociadas a (o pudieran ser) varios factores, entre los cuales los principales conformadores de las representaciones intersubjetivas de la profesión, estarían el uso cultural de los materiales periodísticos (por qué consumimos noticias), así como las matrices culturales del consumo mediático que pautan modos socialmente condicionados de lectura de los medios masivos, no ajenos a géneros y a tipos de medios, capaces de imponer fronteras de fruición y comprensión. Todo lo cual  puede reducirse casi a una ecuación de suma algebraica (o lógica) donde: la visión del periodismo es resultado de la sumatoria de la implicación de sus funciones en correspondencia con las expectativas de públicos consumidores. (2)

A lo arriba apuntado, está complementado por la percepción paradójica –en tanto estática–  de la evolución del campo, constatable en los productos comunicativos editados desde los medios manuscritos hasta los actuales medios electrónicos de alta tecnología; la cual supone que la diversificación y/o cambio de las funciones del periodismo, guarda correspondencia con las circunstancias o eventos históricos en los que se ejecuta y la labor periodística, así como el desarrollo de la base técnico-material que lo difunde.

Aunque ello no pueda soslayar que en la base de la oposición producción-consumo periodístico, los consumidores influyen, a la vez que han sido influidos, habida cuenta que los órganos de prensa facturan para ellos sus productos, y las características de sus consumos producen, tarde o temprano, elementos de reajustes de la producción periodística.

Estos análisis precedentes, enfocados desde una perspectiva histórico-materialista expresan  en el orden de la producción simbólica, una relación análoga a la que se subyace en los procesos de producción, distribución y consumo de otros productos.

Consecuentes con dicha perspectiva, la función más general de los medios en el plano de la producción simbólica, y del periodismo en particular, puede ser expresada en términos de consenso, como los del siguiente enunciado:

“El intercambio informativo, si se produce en entornos socia¬les, proporciona un sentido social a la mediación: los agentes sociales   sean grupos u organizaciones  que procuran informa¬ción sobre el acontecer, se institucionalizan para la producción social de mediaciones: son medios de comunicación social. Los medios de comunicación social se convierten en instituciones especializadas  no solamente de información acerca del acontecer social, sino sobre todo de  transmisión de significados sociales reproductivos”. (3)

Sin embargo, las reflexiones derivadas, no por numerosas y variopintas, están muy lejanas de los dos campos esenciales de las organizaciones sociales de comunicación: el de la cognición y en el de la intervención social como agentes de conservación o cambio estructural. 

En el primero, encontramos el problema de los órganos de prensa como instrumentos de cognición, que puede expresarse en dos interrogantes: ¿Puede el periodismo reflejar “fielmente” la realidad (o problema de la objetividad periodística) y ¿cuán orgánico debe ser ese reflejo para ser autosuficiente? (problema de la integralidad del relato y la homogeneidad de las lecturas).

Aunque condición de la prensa como instrumento de cognición esté refrendada por el hecho que la información sobre el acontecer fuera de los límites de la cotidianidad del hombre y mujer común, es vicarial. (4)

En el segundo asunto, se hallan las más diversas y encontradas razones sobre la legitimidad de las prácticas del periodismo con arreglo a fines asociados a determinados paradigmas de organización social (deontología profesional, cometidos funcionales al nivel del sistema, eficacia y eficiencia de modos de intervención, etc.)

Como puede apreciarse, la diversidad de elementos y complejidad del campo rebasa largamente las posibilidades de una reflexión exhaustiva, fuera de los marcos de una monografía, no obstante la búsqueda de los mecanismos de la percepción de los elementos más álgidos de las prácticas periodísticas: objetividad, integralidad y legitimidad, merece el beneficio de la pluralidad de pareceres, razón más que suficiente, para examinar someramente algunas posiciones al respecto.

Desde la perspectiva del desarrollo tecnológico y sus efectos sociales en la aparentemente proteica realidad contemporánea, que sugiere la transformación estructural y funcional de ese campo, con sus augurios de mutaciones radicales, cuando no muertes, nacimientos y resurrecciones, dote a la información (que no a la comunicación) de nuevas virtudes, habida cuenta que le permiten a los periodistas ver más y trasmitir más rápido, desde más lejos y con mayor fidelidad.

Ello nos sugiere visión en el imaginario colectivo, del mítico Argos, monstruo de cien ojos capaz de ver en todos direcciones, pero además en este caso parlante y parlero impenitente, desmesurado de tamaño y  agorero en sus vocerías;  aunque para el observador atento no sea secreto que tal monstruo o es miope y/o padece de mitomanía, si evalúa las evidencias de la calidad veritativa de muchas de las información que difunde.

Esta imagen tradicional de este Argos tecnológico, que lo diferencia de otros agentes institucionalizados en el ámbito de la sociedad y la cultura, deviene de  tres características ostensibles: sus cualidades transmisivas (ubicuidad, inmediatez, masividad), su estructura organizativa (funcional para los fines que se propone), y el monto de los capitales reales y simbólicos con los que opera. (5) Dotado de esas cualidades se puede inferir que el impacto cultural de su accionar esté más que garantizado.

La reflexión crítica en torno a la problemática de ese impacto cultural, opera dentro de cotas muy específicas. Umberto Eco, en la década de los sesenta en el clásico ensayo comunicológico “Apocalípticos e Integrados ante la Cultura de Masas” examinaba lo esencial de las posiciones ante las incidencias en el mundo contemporáneo, las fijaba desde las apologías más entusiastas hasta las críticas más incisivas.

En nuestra opinión esas cotas definen los puntos polares de las polémicas del campo, aunque los argumentos no sean los mismos, algunos por remozados (corregidos y aumentados) y otros, los nuevos, por estar aderezados con la sazón de los tiempos que corren; sin embargo todos coinciden en una sola cosa: evidentemente los medios siguen siendo constructores por excelencia de la realidades intersubjetivas más vicariales que objetivas, en un mundo donde esas relaciones sujeto–mundo más que mediadas, aparecen hoy  masmediadas. 

Ahora a escala global la influencia mediática, de la cual obviamente forma parte el periodismo, se manifiesta hoy en términos de pandemia cuya concreción son dos fenómenos significativos en muchas sociedades contemporáneas; esos fenómenos se designan en español con los vocablos de "masmediación” y  "audienciación" [sic.] con los cuales se aluden respectivamente a la influencia general de los medios en múltiples dinámicas de la sociales (desde los consumos – materiales y espirituales— hasta la intervención esfera pública); y a la dependencia de la información mediática (6) por parte de los públicos para componer y/o comprender muchas de las realidades intersubjetivas no vividas. 

Lo anterior puede parecer un lugar común ahora, por lo añejo de tales asertos (7), pero la atención que suscitan no está dada por  lo inédito, si no por lo desmesurado de sus dimensiones en el marco de las tendencias globalizadoras de estos años.  Ello obliga a considerarlos de nuevo en la centralidad de los estudios sociológico/culturales – como lo fueron para los fundadores de la Teoría Crítica (8), en la sociología de filiación marxista desde Gramsci a la fecha, y en los “Cultural Studies” ingleses de los setenta en adelante —pues las estrategias de dominación basadas en ellos también se hipertrofian, perfeccionado sus funciones como aparatos ideológicos (9).

Medios, representaciones colectivas y  visión de la actualidad

También en el conjunto de discursos desde, en, y sobre el campo de las influencias globales de los medios se escuchan voces que desarrollan una apologética de los medios tradicionales y soportados en las NTIC que afirman supuestas democratizaciones consustanciadas con las tecnologías interactivas e individualizantes, propias de las sociedades informatizadas (10) propaladas por gurúes de las NTIC y las transnacionales electrónicas— en la prolija genealogía que va desde Marshall McLuhan hasta Nicholas Negroponte–  obviando que las prácticas hegemónicas, incluyen a nivel estratégico hace tiempo no sólo los mecanismos del control económico efectivo junto al ancestral ejercicio puro y simple de la fuerza, sino en escala universal  (global diríamos ahora) se vienen incrementan los modos indirectos de control a través  de los productos culturales vehiculados mayoritariamente por los medios de comunicación masiva, y una industria cultural de la cual forman parte; propiciando con ello la formación y administración de determinados capitales simbólicos,  esos que conforman una dimensión de la cultura (también un dispositivo legitimante) consustanciada actualmente con los medios, por ser la cultura de hoy en su proporción cuantitativa mayoritaria, eminentemente masmediática (11).

Es fácil apreciar que los estudios de la influencia de los medios y su alcance real ya desde la época de los  “Apocalípticos e Integrados [...]”  y aún antes, desde las perspectivas de la Teoría Critica, y oscilaba desde la calidad estética de los productos referidos a la alta cultura artístico-literaria, hasta los elementos consustanciados con la praxis legitimadora directa de la propaganda política; lo que Gillo Dorfles fue en los sesenta, le es hoy Negroponte, en el concierto antes aludido desde la perspectiva integracionista; y sin llegar a apocalípticos podemos encontrar a personas cuyas encomiables posiciones de denuncia de las dependencias y manipulaciones culturales asociadas, pero dejan poco espacio a las llamadas estrategias de resistencia contraculturales (entendidas como asimilaciones contestatarias de las propuestas culturales hegemónicas, desarrolladas ya en los Estudios Culturales ingleses, y continuadas desde diferentes perspectivas filosóficas y sociológicas entre estudiosos latinoamericanos como  Nestor García Canclini y Jesús Martín Barbero por sólo citar corifeos (12).

Lo asombroso y asombrante es el hecho que aún los viejos argumentos a favor de las cualidades demiúrgicas de los medios en lo tocante a la hominización de nuestros congéneres, “calibanes” en la periferia”, siga teniendo un coro de individuos “sensatos” aparentemente tan numeroso, a pesar de lo obvio de las razones refutativas.

Los escarceos agoreros del profesor de Instituto Tecnológico de Massachusets y director  Media Lab Nicolás Negroponte, han apuntado siempre hacia una visión el paraíso de las NT electrónicas, donde todos, o casi todos –como cualquier boyante ciudadano clase media primermundista –puede tener desde un celular hasta una supercomputadora con todos los periféricos, abonado además a todas las prestaciones de la red de redes. Este especialista, que ignora el  movimiento denominado tecnorealismo en el que un grupo de personas pretende estimular el pensamiento crítico y desmitificar la tecnología (13), y superlativa el acriticismo de sus visiones en pasajes como el que sigue:

“Los marginados no son los que crees, los marginados suelen ser hoy lo que yo llamo indigentes digitales, son personas que no están separadas norte, sur, este, oeste, o que son pobres. Actualmente, suelen ser personas entre 25 y 55 años más o menos, que están demasiado ocupadas y han llegado al planeta demasiado pronto o viven una cultura demasiado jerarquizada. Actualmente, los perdedores suelen estar en Europa y son políticos, ejecutivos, hombres de negocios, personas que no son demasiado pobres, ni tienen bajo el nivel cultural, pero a los que sus hijos les tienen que enseñar.

“Los marginados de hoy no son quienes usted cree que son. Si vamos a Sudamérica o a África encontramos una ausencia de infraestructuras, pero créame, está empezando a ocurrir que utilizan masivamente Internet, porque ya encontramos escuelas en África sin libros, y desde luego no hay bibliotecas, pero con una conexión a Internet que les permite el acceso a casi todas las bibliotecas del mundo”. (A. Remsal, 2004.)

Donde con felicísima e “ingenua” ignorancia se pasa por alto que más de la mitad  de la población africana (conservadoramente hablando) es pobre y analfabeta, y que en el Tercer Mundo, aunque las tuviesen, más de la mitad de la población no podría por lo antes dicho, servirse de una computadora, aunque si ven TV. Los apologistas de las tecnologías suelen ver al mundo desde una infimización de contradicciones reales tales como las derivadas del abismo tocante a capitales entre NORTE y SUR, entre ricos y pobres, entre dependientes y más dependientes, entre altamente escolarizados y sub o des escolarizados, y entre poder hegemónico y tendencias democratizadoras expresadas más como aspiraciones que en acciones de cambio sustantivas.  En ocasiones posiciones como esta se sustentan en determinados espacios académicos aderezadas se sesudas disquisiciones legitimadoras, cuando las realidades tangibles las hacen aparecer como la famosa aporía de Aquiles y la Tortuga.

Por otro lado hayamos visiones bien fundamentadas y verdaderamente críticas pero que no conceden mucho espacio a las autonomías culturales y las estrategias de resistencia, como es el caso de Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique. En la cuerda de  las tesis más que probadas de las dependencias culturales y estructurales derivadas del impacto de las NTIC en el mundo contemporáneo, enunciadas entre otro por los profesores Dan y Herbert Schiller, de California, por el cubano E. González Manet, y otros. No obstante ello, en ocasiones y a propósito de tal fenómenos, se lobreguiza el panorama del universo cognoscitivo de los receptores más mediáticos y las derivaciones ético-políticas de los consumidores de medias, un poco pasando por alto algunos aportes importantes de los estudios latinoamericanos, y en otra dimensión los de la semiótica textual, en los cuales se puntualiza cómo las estrategias de decodificación, pueden recodificar los mensajes mediáticos desde los universos simbólicos firmemente arraigados en la cotidianidad extramediática, en el cual los significados medulares –aquellos que dimanan o designan objetos de incidencia vital en el quehacer del sujeto y relaciones vivenciadas estables– se construyen y asimilan en consonancia con estrategias de apropiación donde subyacen experiencias vitales, expectativas y axiologías derivadas de las circunstancias concretas en que se vive.  Estas estrategias, no son conscientes originalmente (aunque sí concientizables) pues los universos simbólicos no son necesariamente coherentes.

Ahora bien, qué elementos permiten la construcción de representaciones intersubjetivas consensuadas (representaciones sociales) dentro de determinadas agrupaciones sociales (comunidades, instituciones, grupos) sobre todo en lo atinente a la actualidad mediática, pues en primer término la vicariedad de las experiencias transmitidas, dada la imagen de los medios aludida anteriormente. 

Lo que la mayoría de los consumidores mediáticos saben del mundo, sobre todo del de la actualidad, deriva de lo que las agencias de noticias, canales especializados (CNN, Fox, y otros) ofrecen; aún en términos de consultas a medios de INTERNET, tenemos que los sitios de los grandes medios: revistas, periódicos, radioemisoras e incluso de aquellos canales, acaparan la mayor cantidad de impactos, contra cifras estadísticamente irrisorias de los espacios alternativos.

No obstante la omnipresencia de intrusiva de los medios en todas las esferas del quehacer humano: artes, ciencias, actualidad política, ecología, y promoción para el consumo de productos y servicios (publicidad), cuál es la visión que ofrecen: la de un mosaico ( hecha de fragmentos) que articula sus componentes con una tropología donde las metonimias (causa por efecto) y los sinecdoques (las partes por el todo) y las metáforas (similitudes tácitas) conforman una retórica esquizofrénica, que convierte al sujeto (los públicos) en un Edipo frente a la Esfinge, que más que contarle le propone acertijos, los cuales deben ser resueltos y asimilados a partir de la coherencia (o incoherencia) de los universos simbólicos y discursivos  en los que se inserta.

De todos modos, la primacía no es totalmente del dato, aun cuando la estructura y estrategias de decodificación preexistan en los públicos, y que puedan generar por su naturaleza, múltiples decodificaciones (desde las más cercanas a lo que se quiso decir hasta las aberrantes) lo vivencial regula y en muchas ocasiones define: para un revolucionario o persona de sensibilidad, de cualquier latitud, las matanzas de Falluyah son reprobables e incluso punibles, a pesar de toda la retórica de las agencias de noticias occidentales para justificarlas.

Evidentemente Argos siglo XXI, a pesar de sus 100 ojos padece de problemas visuales, y como no existen, por el momento, unos anteojos hecalenticulares, la suspicacia en relación con la visión que nos narra, será siempre una actitud sana; pues que después de todo, los objetos que reflejan, pueda que en alguna media sean así, pero la probabilidad de que no sean es mucho mayor. Por ello, como todos no podemos ser omnividentes, omnipresentes y omnisapientes tendremos tomar lo que nos da aunque remitiéndonos al sentido crítico que se desarrolla a partir de la búsqueda de la esencialidad de los procesos que subyacen en la exposición mediática, del uso de sus recursos (rutinas productivas), de las mediaciones de otros agentes sociales sobre los mismos, de las retóricas discursivas y los modos de recepción, entre otros aspectos del problema...

En fin, que seguimos convocando a formar lo que Eco llamó en los sesenta “las guerrillas semióticas” que se forman a partir de ese entrenamiento y se foguean en las Batallas de Ideas como la que sostenemos cotidianamente, aunque por suerte la realidad confirma que las condiciones materiales de existencia siguen modelando en última instancia, las representaciones sociales y a largo plazo, en sentido histórico, los comportamientos humanos.

Notas:

(1) Se atribuye esta cualidad a la información referida a objetos de referencia fuera de las vivencias del perceptor.

(2) Rafael Fonseca: Comunicación cultura y consumo de noticias.

(3) J. PIñuel y J. Gaitán: “De la vida a la sociedad, de la sociedad a la cultura”, en TELOS, No. 33, marzo-mayo 1993, pág.  79.

(4) Información asumida como verdadera por el prestigio consensualmente conferido a la fuente.

(5)  a) La naturaleza de la comunicación masiva singularizada por su institucionalización, su sistematicidad, su capacidad de cobertura espacio-temporal, y los requerimientos tecnológicos de producción y recepción; características que los insertan en diversos modos en disímiles esferas de la práctica social estableciendo relaciones  en una trama de gran complejidad y sutiles urdimbres. 

b) Las posibilidades técnico-organizativas  que,  derivadas de lo anterior,  suponen  especialización en la recolección de datos, en la producción y en la difusión de sus materiales, cuyo desarrollo implica, además, el crecimiento permanente de sus capacidades de inmediatez, ubicuidad, y omnipresencia, las cuales confieren a sus mensajes la verosimilitud (real o aparente) de a partir de las cualidades que atribuye a sus objetos de referencia.

c) Finalmente, el monto del capital (no sólo simbólico) a ellos vinculado, cuyo intrincado sistema radicular asocia al conocimiento, el poder, las finanzas y la dimensión lúdicra de la actividad humana, en un maridaje a todas luces heterodoxo. La industria del espectáculo coaligada con los medios, es una de las primeras del mundo occidental, véase en las tablas de las bolsas de valores los asociados a entidades del espectáculo y la comunicación en relación con las industrias pesadas y de otros servicios; compárese además el conocimiento referencial de las personas sobres las múltiples esferas de la realidad y las fuentes primarias de donde han sido obtenidos.

(6) Vid. G. Orozco: “Las prácticas en el contexto comunicativo” en Chasqui No.62, junio 1998 http://www.chasqui.ciespal.org.ec.

(7) Véase Jesús Martínez Matos: “Medios Masivos y propafnda imperialista” en CASA No, 64, 1972.

(8) T.Adorno, M.Horkheimer, L.Lowenthal, H. Marcuse y más tardíamente J. Habermas.

(9) Althusser definió la ideología como “la relación vivida entre los hombres y su mundo, a través de la cual los hombres expresan el modo en que viven sus relaciones con sus condiciones de existencia, lo que implica a la vez una relación real y una relación vivida imaginaria (...) la ideología es la unidad sobredeterminada de su relación imaginaria con sus condiciones reales de existencia.” (Grandi 1995: 119) Este teórico elaboró también el concepto de problemática, definido como “el sistema objetivo interno de referencias de los mismos temas: el sistema de preguntas que determina las respuestas dadas por la ideología (...) No se puede poner en evidencia la problemática de una ideología sin referirla ni someterla a los problemas reales que plantea una falsa respuesta a través de su enunciación deformada.” (Grandi 1995: 119)

Sin embargo, Althusser agrega que la ideología es también un proceso de reproducción de las relaciones de producción donde las actividades materiales se producen a través de las actividades de los Aparatos Ideológicos del Estado (Althusser les llama estructura), y tiene la función de construir individuos empíricos en cuanto sujetos sometidos a la estructura. [Kenia Muñoz y Elena Nápoles  “Estudios Culturales” . Facultad de Comunicación Social, Universidad de la Habana (Material en Soporte Digital)]

(10) Véase José M. Guardia: “EL Maravilloso Mundo de Nicolás Negroponte”  en  http://www.baquia.com/com/20001009/

art00022.html. [marzo 30/2004]

(11) Crf. -  Ileana. Medina: DESDE EL OTRO LADO. La Habana, Editorial Pablo de la Torriente, 2000.

(12) “[...] el "guru" dijo no conocer dicho manifiesto, aunque dio su opinión al respecto, afirmando que, a veces, la prensa en su información confunde al lector[...]” (Agustín Remsal : “LA MEJOR FORMA DE PREDECIR EL FUTURO ES INVENTARLO” en de http://contrastes.uv.es/

articulos/negroponte.html.

Bibliografía:

Fonseca Rafael: El consumo de comunicados periodísticos en  la región oriental de Cuba. Santiago de Cuba, Universidad de Oriente, 2002. [Tesis Doctoral].

Guardia,  José M.: “EL Maravilloso Mundo de Nicolás Negroponte”  en  http://www.baquia.com/com/

20001009/art00022.html. [marzo 30/2004]  

Hernández Díaz Gustavo: La audiencia en los medios de comunicación, en Material en soporte digital (Red FCH, Universidad de Oriente.)

Medina  Ileana: DESDE EL OTRO LADO. La Habana, Editorial Pablo de la Torriente, 2000.

Muñoz Kenia y Elena Nápoles: “Estudios Culturales”. Facultad de Comunicación Social, Universidad de la Habana.  (Material en Soporte Digital)]

Ramonet Ignacio: Un Delicioso Despotismo (Conferencia impartida en el teatro Karl Marx el 10 de Febrero del 2002) [Separatas de la Editora Política].

Agustín Remsal: “LA MEJOR FORMA DE PREDECIR EL FUTURO ES INVENTARLO”  en de http://contrastes.uv.es/articulos/negroponte.html

 

URIBE Y LAS COMPUTADORAS EN TIEMPOS DE BOLÍVAR

URIBE Y LAS COMPUTADORAS EN TIEMPOS DE BOLÍVAR

A la memoria de Vidal Chávez López, Premio Nacional de Periodismo en Venezuela. Por su amistad con Cuba. Por su modestia en las aulas de la Maestría de Comunicación, en la Universidad Bolivariana, Sede Zulia. Por su propia Maestría como hacedor de buen periodismo.

VIDAL CHÁVEZ LÓPEZ

Retroceda en la historia. Sitúese en la Guerra de la Independencia contra el Imperio de España. Suponga que habían sido inventadas las computadoras, existía CNN y las agencias internacionales de noticias, empresas de comunicación que, mediante la manipulación y la tergiversación de la información, se alinean con la explotación y la esclavitud impuesta por el imperio español, tal cual como lo hacen actualmente con la potencia estadounidense.

Ubicado en el tiempo y el espacio sugerido, lea entonces esta información  apócrifa, redactada por el periodista colombiano Álvaro Uribe Vélez, corresponsal en Caracas de una agencia internacional de noticias.

Capturan computadora de Simón Bolívar
Caracas, marzo de 1815.
Álvaro Uribe Vélez, Reportero de la Casa de Nariño -RCN-, periodista al servicio del Imperio.

No hay que engañarse. El extremista venezolano Simón Bolívar es un ejemplo valedero del resentimiento de la subversión internacional contra España, reverendísima Madre Patria a la que le debemos admiración, amor y respeto. ¿Cuándo es que estos terroristas de oficio lograrán entender la noción de que estamos comprometidos de por vida a respetar la cultura y la erudición que representa España?

He aquí la prueba de lo que decimos sin ambages. En una rueda de prensa realizada ayer en Caracas, el jefe del gobierno de la Capitanía General de Venezuela, mariscal de campo Pablo Morillo y Morillo, conde de Cartagena conocido como El Pacificador, mostró a los periodistas de los diarios nacionales y corresponsales extranjeros una comprometedora computadora portátil propiedad del terrorista venezolano Simón Bolívar, en la que se encontraron documentos que demuestran la actividad subversiva que realiza este peligroso agente d

APUNTES SOBRE LA ENSEÑANZA PARTICIPATIVA DEL PERIODISMO

APUNTES SOBRE LA ENSEÑANZA PARTICIPATIVA DEL PERIODISMO

Lic. IVET GONZÁLEZ LEMES,
Profesora de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Más que una ponencia, las siguientes reflexiones resumen mi visión de periodista y profesora recién estrenada sobre la enseñanza del Periodismo y, los caminos que pueden seguirse para lograr una formación participativa de los estudiantes. Por su puesto, muchas de las siguientes ideas surgieron de la búsqueda de bibliografía sobre temas relacionados con la docencia periodística.

Los momentos de participación de los alumnos en la clase no constituyen una oportunidad que el profesor ofrece, en ocasiones como quien cede terreno o que obliga a intervenir en determinados temas impuestos. De sobra conocemos que las actitudes y disposiciones para construir sentido en conjunto, deben incitarse y propiciarse desde los primeros momentos.

Los rezagos de una educación hegemónica han calado hasta el sentido común y la desidia. No por gusto el refranero popular cubano más actual reza: No pierdas una buena oportunidad para quedarte callado.

Pienso que para llegar a ese punto de encuentro, imprescindible para la participación, el primer paso es lograr una empatía y motivación desde el discurso. Esos avances le hacen la antesala a un clímax de complicidad, propicio para desencadenar los aportes individuales para aprender entre todos.

La influencia de un profesor que deslumbra, que abre las interioridades de la profesión para la que presentan aptitudes e inclinaciones, abre una brecha positiva. Nadie desea hablar de lo que casi no conoce, o que no se le muestra digno de apreciar y debatir. En el caso de las ciencias sociales, el uso de técnicas emancipadoras en los predios universitarios es muy viable: vamos a hablar de elementos cercanos a los estudiantes. Los alumnos viven en SOCIEDAD, han leído LITERATURA, viven la HISTORIA de todos los días, y consumen con determinada regularidad algún medio de COMUNICACIÓN masiva.

El periodismo tiene una función social, discutible o no, apasionante. Sus diatribas entre la literatura, el cine, la sociología, el trabajo de bien público y cuanta especialidad exista, le confieren un atractivo del que pocas profesiones disponen. Imposible obviar el cliché sobre los reporteros extendido por el cine, principalmente el estadounidense:

“Como profesión (el periodismo) constituye el horizonte soñado de miles de jóvenes en universidades de todo el mundo. (...) Las ensoñaciones juveniles, alimentadas, sobre todo, por ciertas formulas narrativas del cine norteamericano, proyectan sobre la figura del periodista el aura de prestigio que le proporcionan factores como la supuesta existencia cosmopolita, una vida llena de emociones y la posibilidad de aclarar misterios insondables de la sociedad, desde un turbio asesinato hasta un caso de corrupción colectiva”. (Ricardo Sanabre en De Aguinaga, 2002: 167).

DEL OFICIO A PROFESIÓN

La Periodística es una ciencia que emana de la consolidación de un oficio. Por desgracia, la concepción de tecnicismo extremo reina entre la mayoría de los periodistas en activo, al menos en Cuba. Esa herencia de algunas de las perspectivas de la primera escuela cubana de Periodismo, Manuel Márquez Sterling, puede contrarrestarse desde la Academia, sobre todo desde la formación de profesionales capaces de aprender a aprender. Solo esa actitud ante la vida garantizaría una verdadera revolución en la profesión periodística.

Las técnicas participativas implican y desarrollan una actitud activa en los estudiantes, necesaria para la labor de selección, imprescindible en estos tiempos de sobresaturación informativa. La sensación que siente el lector moderno de asedio informativo e incapacidad para procesar tal volumen, tendrá su fin en profesionales de la comunicación preparados con herramientas de otras disciplinas, y que parta de una nueva reconcepción de su labor. Requieren de una actitud crítica y de constante preparación para asumir su tarea intelectual, con pautas de rapidez que pueden llegar a la instantaneidad.

El tecleo mecánico y la subyugación a las rutinas productivas, nacidos de la percepción vertebralmente práctica, le restan miras al trabajo periodístico.

“(…) pese a haber mayor número de horas prácticas que teóricas es, precisamente, el compromiso teórico lo que diferencia, en determinadas materias experimentales, la enseñanza universitaria de la puramente técnico-profesional. El excesivo practicismo y el atenimiento a lo concreto e inmediato provoca una miopía cognitiva y niega la condición racional de la Ciencia, saberes y modo de conocer los saberes que encuentran su marco más propicio en la enseñanza superior.” (Moreno, 2000).

El olor a redacción engancha, sugiere, e intenta adentrarlos en los primeros pasos para consolidar un oficio. Pero iniciarlos en las cuestiones filosóficas, éticas e ideológicas que encierra la redacción de la nota más cándida, los impulsa a tomar conciencia de la dimensión de PROFESIÓN del periodismo.

El oficio con práctica se adquiere y, por supuesto, que el ejercicio cotidiano de escribir comienza a fomentarse en las aulas de periodismo. Sin embargo, las inquietudes “intelectuales” y de responsabilidad en la construcción de sentido socialmente compartido no pueden imponerse con la técnica periodística como centro de su futura actividad. Es en las interacciones educativas, con ánimos de horizontalidad, entre los educandos, los profesores y el futuro entorno laboral donde se perfilan estos principios.

Los periodistas son profesionales, abocados históricamente a una raíz popular, a sudar entre la gente y llevarlo a los medios. “Es un intelectual público que debe decidir qué cuenta, cómo lo hace, para qué, cuál es su aportación de auténtico servicio público.” (Casals, 2006: 63).

Desde el proceso de especialización temática y de la explotación de nichos de mercado por parte de los medios, algunos “tipos” de periodistas difieren de ese perfil general. El medio y las redacciones determinan a los periodistas en buena medida.

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y SU PERSPECTIVA EDUCATIVA

Varios autores destacan la endeble frontera entre periodistas y educadores. Después de que cada individuo termina la escuela, la ampliación de los conocimientos necesarios para la interacción social los adquiere de… los medios de comunicación.

Además, la información de actualidad tiene una utilidad social relacionada con la generación de conocimiento. Según el profesor Aguinaga la dimensión científica del periodismo no es otra que la generación de conocimiento.

“Habrá que repetir por enésima vez que la función esencial del Periodismo concebido como periodificación es la clasificación de la realidad y por ende la determinación de contenidos del continente periodístico, para añadir que la finalidad del Periodismo, así concebido, no es la información –el escándalo alcanza su cumbre -sino la trasformación de la información en conocimiento.” (De Aguinaga, 2001: 249-250)

La función de los periodistas también incluye la de “facilitadores y promotores de conocimientos y de relatos de actualidad que puedan ser incorporados a procesos de sentido, racionales y personales o no.” (Raigón, 1999).

De ahí la importancia de propiciar en la academia una educación para toda la vida. Este concepto perfilado por la UNESCO implica la aplicación de métodos participativos, de una interacción educativa en igualdad de condiciones.

“La educación para toda la vida presupone una enseñanza escolar eficaz, es decir, que en ella se aprenda a aprender, lo que significa que los estudiantes adquieran los instrumentos de la comprensión (atención, memoria y pensamiento).” (Raigón, 1999). Algo de educador tienen los emisores de medios de comunicación y desde su formación deben concienciar esa realidad. Para nada se intenta equiparar la actividad profesoral con la periodística.

“El periodismo consiste en la elaboración de diferentes mensajes que narren, expliquen, muestren y juzguen la realidad seleccionada según criterios de relevancia pública (interés general e interés público), en una tensión que produzca una visión equilibrada del mundo. El mensaje es el centro de todo y se adapta a todos los medios de comunicación.” (Casals, 2006: 68).

DESDE EL EDUCADOR

A la luz de las nuevas tecnologías cualquier labor parece fácil. La capacidad e ingenio humano de los grandes creadores de la automática y la informática parece suplantar la necesidad del tesón de otros. Un gran error: las tecnologías son herramientas no fines (Casals, 2006). Pueden ser tan democráticas como hegemónicas y  transmisivas. Es el ser humano quien puede conferirle ese matiz, a una nueva herramienta con potencialidades para transformar los procesos educativos.

Se impone remarcar que la pedagogía es interacción (Casals, 2006) y la “educación es desarrollo, despliegue de fuerzas interiores.” (Moreno, 1998). La computación e Internet les permiten a los profesores de Periodismo comenzar a introducir a sus estudiantes, que tal vez ya lo están, en los usos más provechosos para la profesión. Cuidado. Internet tiene también la posibilidad de crear sistemas anti-educativos, solo prevenibles con los valores: el plagio. Plagio, al punto de que hay estudiantes que han creado comunidades en Internet para intercambiar trabajos terminados sobre asignaturas comunes como Historia de la Filosofía.

Ya el alumno no se adapta a las condiciones del educador. Los pactos para aunar intereses y lograr una mayor satisfacción se imponen. Debe lograrse una “adaptación de la enseñanza al aprendizaje. Este principio implica la adaptación de los objetivos, contenidos y métodos a las necesidades, posibilidades e intereses del alumno, así como a su estilo cognitivo o de aprendizaje. Con este fin se analiza y evalúa la situación concreta y se ofrecen diversos procedimientos de enseñanza. La contextualización de que hemos hablado cobra aquí pleno sentido.” (Moreno, 1998)

Para nada deja de sopesarse el inevitable fin lógico y preconcebido de la educación: “la idea de educación lleva incluido el concepto de intencionalidad. La determinación del fin y objetivos de la educación es la primera tarea del educador.” (Moreno, 1998)

Según la profesora Pastora Moreno, “en relación con la actividad de sus alumnos, las tareas del profesor se pueden resumir en las siguientes:

1. Enseñanza en sentido estricto en la que se incluye la motivación de los alumnos y la información (de contenidos y de técnicas de trabajo).

2. Programación del trabajo y toma de decisiones para su realización.

3. Establecimiento de relaciones con los alumnos a fin de conocer sus necesidades, intereses, dificultades y aptitudes con el fin de guiarles en su proceso educativo.

4. Proacción y retroacción del discente, es decir, replanteamiento del trabajo de tal suerte que los alumnos más capaces puedan seguir ampliando o profundizando su aprendizaje, mientras que los que no hayan alcanzado los objetivos puedan volver sobre los mismos, aunque con materiales distintos que eviten el tedio y la rutina de la repetición.

5. Control de rendimiento de cada estudiante y del grupo en conjunto. Ayuda individual a los alumnos, es decir, orientación subsiguiente para la realización más eficaz de su trabajo.” (Moreno, 2000)

Esa perspectiva, aunada a métodos participativos desarrollados por autores como el brasileño Paulo Freire, puede ajustarse a las necesidades de los docentes de Periodismo. El concepto de educación popular, con su perspectiva emancipadora y dialógica, permite formar al periodista crítico y multifacético que requiere las sociedades del siglo XXI.

Colocar toda la fuerza creativa y rectora en el profesor, no concuerda con las pautas de estos tiempos. El profesor guía, propone, comparte, aprende; el alumno adquiere conocimientos, deber tener un espacio para procesarlos críticamente y hacer preguntas. Ese espacio debe estar en el momento de la clase como en actividades extractase. La creación de ejercicios con buena dosis de creatividad del alumno también abren las puertas a formar un ser independiente, capaz de interactuar con su entorno dialécticamente.

La figura del profesor debe conservar la elevada dosis de ejemplo del nuevo profesional que se quiere construir. Si hablamos de crítica, tolerancia, capacidad de escuchar, dialogar, entender, el primer paso para incorporarlos no es la mimesis impuesta.

Viñetas como conclusiones:

-La mezcla de paradigmas educativos parece funcionar en la enseñanza del periodismo, profesión sujeta a debate. Etapas de familiarización con los contenidos, aprendizaje y procesamiento crítico de ellos.

-Incitar a la discusión de alternativas ante elementos y formas de actuar consensuadas en la actividad periodística.

-No mostrar las técnicas periodísticas como reglas invariables, sino en su riqueza innovadora. Estrategia similar a la enseñanza de la plástica: se debe conocer el dibujo a cabalidad antes de innovar con lo abstracto.

-Crear situaciones ideales y debatir las posibles formas de actuar, sus inconvenientes y facilidades.

-Dejar la ejemplificación de las teorías de su parte, o la aportación de contextos históricos en la parte de historia de los medios, por ejemplo, ayuda a crear sentido entre todos y sentar reglas de interacción. Eso desarrolla el pensamiento abstracto y la extrapolación a la práctica. No es otra cosa que la dirección (de teoría a práctica) de los estudios académicos

-Elaborar ejercicios con indicaciones generales que potencien su creatividad. Buscar motivos para crear productos comunicativos desde una perspectiva propia. Prepararse para realizar entrevistas sobre temas teóricos a invitados a la clase.

ALGUNAS TÉCNICAS PARTICIPATIVAS ADECUADAS A LA ENSEÑANZA PERIODÍSTICA

Las técnicas participativas están encaminadas a la generación dialéctica de conocimientos y en grupo. Ellas dependen mucho de las dinámicas y necesidades del grupo. Su uso no puede ser arbitrario y esquemático, porque pueden parecer tan impuestas como el modelo educativo que hace énfasis en los contenidos. El profesor debe tener mucho tacto, sobre todo con aquellas dirigidas a unificar a los alumnos, para no crear mayores conflictos.

Si recordamos herramientas de la psicología, los grupos universitarios son arbitrarios: no se reúnen por empatía de caracteres, alguien decidió que tuvieran que recibir clases juntos. Por eso, en las técnicas participativas deben enfocarse en el aspecto común de los futuros periodistas. Lo único que los une es el interés incipiente por una futura profesión.

Algunas de las mencionadas técnicas sistematizadas por los teóricos suelen estar dirigidas a alumnos muy jóvenes, por eso deben adaptarse a las características del estudiante universitario, y no extremar su uso, porque le resta utilidad y seriedad a la docencia.

El Equipo de Educación Popular del Centro Martin Luther King propone una serie de técnicas, algunas de ellas muy adaptables a las necesidades de la enseñanza del Periodismo, particularmente las asignaturas de redacción periodística. Tomando como base ese texto, realicé las variaciones pertinentes de algunas de ellas o las cito totalmente:

1-Técnicas de presentación: Deben usarse preferiblemente en alumnos que se encuentran por primera vez. En el caso de que ya se conozcan, pueden adaptarse para que el nuevo profesor se presente a los alumnos y ellos sepan pensamientos, sentimientos, deseos o características nuevas de sus compañeros.

a- Cada miembro debe decir su nombre y una característica suya que todavía el grupo desconoce, pero él cree necesario compartirla. Cada uno puede pasarle la palabra al otro usando una pelota, un globo, haciendo una telaraña con un cordel, etc.

2-Técnicas de animación: Cambian el ritmo de la clase y elevan la motivación de los educandos.

a- Los participantes deben sentarse en círculo. El profesor comienza contando una historia con valor noticioso, y señala a uno de los miembros para que continúe el relato. Uno de los miembros debe escribir la historia completa, para luego de ahí, cada uno debe redactar un producto comunicativo, como una nota informativa. Ver  El cuento vivo en (EEPCLMK, 1999: 31).

b- Puede dividirse el aula en dos o más grupos para que se hagan preguntar relacionadas con el contenido de la clase, que comiencen siempre ¿Qué pasaría si…? Cada equipo debe realizarle las preguntas a otro y responder las que le hagan a cada uno de sus integrantes. Ver  ¿Qué pasaría si…? en (EEPCLMK, 1999: 31).

c- Se llevan a la clase varios lead, de géneros periodísticos conocidos por los alumnos, de forma que se sugieran varios títulos para cada uno. Pueden hacerse varias rondas, y especificar qué tipo de título debe crearse en cada una. El profesor puede llevar los lead u orientar de tarea que los estudiantes lo recorten de la prensa, sin título, por supuesto. Ver Póngale título en (EEPCLMK, 1999: 32).

3-Técnicas para la formación de grupos: Permiten hacer más dinámica la conformación de grupo y que durante el curso, o en la misma clase, todos hayan interactuado entre sí. Puede ser difícil de realizar en grupo casi al graduarse, donde generalmente se segmentan mucho y les cuesta trabajo interactuar.

a- Se buscan conceptos o categorías estudiadas en clase y un número igual de elementos antónimos, para que quede el grupo dividido en dos. Después uno lee su concepto y quien tenga el antónimo, queda como su pareja, en caso de que esté correcta la relación. Si se necesita dividir en subgrupos con otras cantidades, puede incluirse categorías que engloben a las ya empleadas. Pueden usarse también nombres de periodistas conocidos y los medios a que pertenecen. Ver Pareja refranera en (EEPCLMK, 1999: 46).

4-Técnicas de análisis: persiguen generar reflexión y conocimiento sobre un asunto determinado.

a- Se colocan en un cesto tarjetas que tengan escrito en el dorso clichés periodísticos, como la objetividad igualada a calco de la realidad. Se divide el grupo en dos y cada uno toma una, la analiza en su grupo, y la responde de forma competitiva. Ver La pesca de los clichés en (EEPCLMK, 1999: 51).

b- Muy adecuada para introducir el concepto de intencionalidad periodística: “La noticia”. Se analizará en equipo una noticia reportada por diferentes órganos de prensa, la orientación que cada uno le aporta, los argumentos que se utilizan, la visión de la realidad que dan, a fin de comprender el por qué de sus diferentes enfoques. Posteriormente, pudiera intentarse la redacción de una noticia sobre los hechos que se reportan desde el ángulo en que la observa el grupo”. (EEPCLMK, 1999: 51).

c- Se lee una situación creada por el profesor donde se cometan errores conceptuales, relacionados con las técnicas periodísticas, los procesos de producción y flujos de trabajo de los medios, etc. No deben ser demasiado evidentes, debe incitarse el análisis profundo y la búsqueda de alternativas novedosas. Ver Puro cuento en (EEPCLMK, 1999: 58).

d- Cada alumno escribe en una hoja como es posible redactar mal un texto periodístico, o que el público no consuma algún medio de comunicación. Debe ser el mismo tema para todos. Después se exponen y se reflexiona en conjunto, se clasifican y jerarquizan las formas de destrucción. Ver  El juego de la autodestrucción en (EEPCLMK, 1999: 61).

e- A partir de una foto o fragmento audiovisual, los alumnos deben redactar una nota descriptiva o perfil del protagonista del elemento visual o audiovisual. Ellos tienen libertad para crear soportes periodísticos como fuentes, antecedentes y contextos, que les sirvan para realizar el texto. Los resultados se deben comentar y contrastar en grupo. Ver Historia de una foto en (EEPCLMK, 1999: 77).

5-Técnicas para la integración: se emplean cuando los integrantes del grupo ya se conocen. El objetivo de estas de técnicas es fomentar los sentimientos de pertenencia, solidaridad, y compromiso de los miembros del grupo.

a- El profesor comienza escribiendo una línea de un relato periodístico en un papel, papelógrafo o en la pizarra. Cada estudiante debe crear rápidamente la línea que le sigue y así sucesivamente. Eso fortalece el trabajo grupal e implica un acercamiento a la característica de colectividad que tiene realización de mensajes periodísticos en la realidad. Es aconsejable aplicarlo en grupo pequeños, entre muchos alumnos puede causar aburrimiento mientras los últimos esperan su turno.

BIBLIOGRAFÍA

CASALS CARRO, MARÍA JESÚS: La enseñanza del periodismo y las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación,  Estudios sobre el Mensaje Periodístico, No.12, 2006: 59-70.

DE AGUINAGA, ENRIQUE: El periodista en el umbral del siglo XXI, Estudios sobre el Mensaje Periodístico, No. 8, 2002: 157-170.

DE AGUINAGA, ENRIQUE: Hacia una teoría del periodismo, Estudios sobre el Mensaje Periodístico, No. 7, 2001: 241-255.

Equipo de Educación Popular del Centro Martin Luther King (comp) Técnicas de Participación. La Habana: Caminos, 1999.

Guillermo Raigón Pérez de la Concha, 1999; El periodismo educativo: objetivos, en Revista Latina de Comunicación Social, número 15, de marzo de 1999, La Laguna (Tenerife), en http://www.ull.es/publicaciones/latina/a1999c/115raigon.htm

Pastora Moreno, 1998; Principios didáctico-pedagógicos de la redacción periodística, en Revista Latina de Comunicación Social, número 12, de diciembre de 1998, La Laguna (Tenerife), en: http://www.lazarillo.com/latina/a/02bpastora.htm

Pastora Moreno, 2000; El profesor universitario en Ciencias de la Información (Periodismo) y sus actitudes, en Revista Latina de Comunicación Social, número 29, de mayo de 2000, La Laguna (Tenerife), en: http://www.ull.es/publicaciones/latina/aa2000rmy/103pastora.html