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PROCESOS GLOCALES Y MEDIOS EN TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

PROCESOS GLOCALES Y MEDIOS EN TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN

Las aldeas están en el mundo, pero
el mundo no es una única “aldea”.
Miquel de Moragas

MSc. DAGMAR HERRERA,
Profesora de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Hablar de medios de comunicación en el siglo XXI parece ser, inevitablemente, un camino que conduce a referencias obligadas: globalización, nuevas tecnologías y su impacto en las comunicaciones, enfrentamientos entre lo local y lo global, complementariedad, exclusión, cambios, concentración, expansión; grandes compañías que se fusionan y pequeñas comunidades que potencian el valor de los microespacios: procesos opuestos y complementarios, que coexisten. 

La tendencia, “doble y simultánea” de lo global-local, denominada por algunos autores como glocal para expresar a la vez ambos fenómenos, es una de las características fundamentales del escenario actual (1).

Mientras la globalización, llevada al campo de las comunicaciones, se distingue por el espectacular desarrollo de las tecnologías de la información, la creación de redes mundiales que ponen fin a los territorios y los convierte en espacios continuos, sin fronteras ni límites y propicia la aparición de conglomerados a escala mundial en los sectores de la informática, las telecomunicaciones, el audiovisual y el ocio, la “localización”, en cambio, se presenta como un redescubrimiento y revalorización de lo local, como la vuelta a la comunidad y a lo próximo, al rescate y preservación de lo que nos diferencia y homogeniza.

El fenómeno de la globalización ha potenciado la regionalización de los medios desde y hacia áreas de cobertura geográfica más precisas y la focalización de públicos e intereses diversos. Es por ello que los medios regionales y locales, más que un fenómeno marginal o aislado dentro del panorama mediático internacional, deben ser considerados como un proceso simultáneo y complementario.

Los catedráticos españoles Carmelo Garitaonandía y Miquel de Moragas Spá, señalan sobre el tema: “la nueva sociedad de la información no es tan sólo una sociedad transnacional, sino más bien una sociedad que es al mismo tiempo local y global, y que puede ser descrita como simultáneamente transnacional, nacional, regional y local” (en López, 2006, p.4).

Tecnologías y medios locales

En el actual escenario mediático, las relaciones glocales adquieren nuevas dimensiones y se reconfiguran. El continuo desarrollo tecnológico que posibilita nuevos formatos y servicios, amplía las capacidades y calidades de las transmisiones y permite la consolidación y expansión de los grandes medios, favorece también la creación de mecanismos de comunicación en los microespacios, a la vez que muchos procesos de comunicación local se convierten en mundiales por su difusión.

Ante la aparición de nuevos canales de comunicación, dinámicas sociales y de producción y públicos emergentes, los medios locales ganan con la reconversión tecnológica un ahorro importante de tiempo, una simplificación del sistema de comunicaciones y una mejora en las condiciones de aprovisionamiento de la información que facilita la estrategia de las publicaciones territorializadas e introduce sistemas informáticos avanzados para la redacción, edición y transmisión (López, Galindo y Villar, 1998, pp. 3).

Los diarios, semanarios y gran parte de las publicaciones de periodicidad más escasa, cuentan en la actualidad con otra forma de ofrecer sus ediciones a través de versiones electrónicas, con una fuerza audiovisual incorporada, sin precedentes.

La televisión no escapa a los cambios introducidos por la generalización de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. A los avances registrados en la producción, transporte y difusión de la imagen se suma la digitalización que, además de elevar los estándares técnicos y las posibilidades de conservación, permite multiplicar su difusión a través de paquetes de programas y servicios accesibles directamente al espectador: programas a la carta, difusión múltiple, canales telemáticos y nuevas ofertas interactivas como la telecompra o los videojuegos, son algunas de las nuevas promesas.

Pero, si por un lado este desarrollo ha posibilitado la simplificación y abaratamiento de las tecnologías que equiparan cada vez más lo doméstico a los estándares profesionales y por tanto amplía las posibilidades de acceso y uso, por otro trae aparejado un cambio en los códigos audiovisuales y en el caso de los canales regionales, mayor dependencia a las casas matrices que llevan el control del proceso tecnológico.

Además, la novedad es costosa. Ante esta situación, países del primer mundo o en vías de desarrollo pueden sufragar la innovación y asumir las tecnologías como prioritarias en un supuesto camino al progreso. Mientras, otros ni siquiera disponen de los recursos necesarios para hacer frente a la presión de los grandes y continuos cambios.

Frente a este escenario, se crean iniciativas que luchan por constituirse como vías alternativas de comunicación desde los espacios locales, como formas de descentralizar los mensajes, ser reflejos de las realidades inmediatas y tribunas desde las que se promueven el debate y la reflexión. Los medios locales –comunitarios, de proximidad–, cobran fuerza.

Medios locales y su espacio de acción

Hablar de medios locales nos convida a un acercamiento a su espacio de acción. Definido de formas diversas y con significados que a veces escapan de la geografía, el conocimiento de la localidad, lo local, nos ayuda a comprender nuestro objeto de estudio.

La investigación nos conduce por dos caminos: uno que indica a lo geográfico y la delimitación espacial, según el cual local podría ser la vivienda, el barrio, la ciudad, la región (Rusconi, s/a, p.2) y, por oposición, hasta la nación; otro, reconocido como un “lugar antropológico” (Auge, 1993) que se caracteriza por ser fuente de identidad individual, de relaciones sociales y de historia común.

Lo local, según Alain Mons, “está tanto construido por delimitaciones visibles, espaciales, como por instituciones o relaciones sociales, hábitos o creencias que tejen la adhesión localizada, específica”, con un marcado significado sociológico (1992, p.129).

Un espacio de arraigo donde perduran los valores y en el que se conforma una identidad propia, ligada a rituales que involucran ámbitos y personas “que contribuyen a la definición de una historia común, de nuestras relaciones con los otros y dan identidad al lugar” (Rusconi, s/a, p.3).

Entorno mediático local

Es precisamente este territorio más próximo, con interacciones e identidad particulares, el que asumen para su desarrollo los medios locales, en un área que por lo general involucra a una ciudad y sus alrededores –un municipio, o parte de él en el caso de Cuba–, y que va a tener como receptor a una comunidad con intereses y necesidades comunicativas definidas y por lo general más o menos homogéneas, que no necesariamente coinciden con los de la nación en su conjunto. 

El medio local será en gran medida un reflejo de ese espacio de acción, asumirá de él rasgos y características que lo distinguirán de otros, a la vez que le conferirán semejanzas con su localidad.

Un grupo de investigadores que desde la Universidad de Santiago de Compostela, España, se ha dedicado a estudiar con detenimiento el tema, plantea: “Un medio local existe en relación con un espacio social, con el que mantiene una relación de retroalimentación mutua. El público se reconoce como identificado, se ve reflejado como si estuviese ante un espejo; esa imagen reflejada responde al deseo de protagonismo de cada uno de los usuarios.” (López et all, 1998, p.2)

Por su parte, el profesor universitario español Juan Maciá Mercadé, se refiere al lugar en el que se desarrollan los medios locales como “(…) ese ámbito humanamente más abarcable, donde periodistas y receptores conviven a diario, en el que los primeros suelen ser no solo cronistas, sino también partícipes de muchas de las actividades, es decir “hacedores de noticias” además de sus redactores e intérpretes; en ese ámbito donde coinciden, incluso físicamente, unos y otros, la retroalimentación, la interactividad no es solo funcional, sino, más aún, vivencial.” (en Rodríguez (comp.), 2005, pp.43)

En estas propuestas, el receptor es continuamente interpelado no ya como consumidor pasivo, sino como ciudadano que puede intervenir en la concepción y gestión del medio y que, en buena parte, es protagonista de las informaciones que en él se transmiten, por lo que se articulan nuevos mecanismos de participación en el proceso comunicativo.

La coparticipación y la proximidad permiten que tanto emisor como receptor, posean una mayor cantidad de elementos de juicio para analizar los mensajes, hecho que propicia un acercamiento más efectivo a todo aquello que sucede en el espacio local y, por consiguiente, una mayor identificación con lo que se transmite.

Es por ello que, a pesar de que los formatos y géneros que conforman un medio local son la mayoría de las ocasiones similares a los empleados por los tradicionales, su puesta en marcha es, en sí misma, un hecho trascendental. Sus objetivos, la voluntad por crear una oferta alternativa con contenidos, protagonistas e ideas que son parte de la cotidianidad de los espectadores y próximas a su realidad, y la oportunidad de que éstos intervengan en su gestación, lo van diferenciar, desde sus raíces, de cualquier otro proyecto. 

Si bien el espacio local ha encontrado en el modelo de los medios tradicionales de comunicación una vía para mantenerse informado sobre aquello más cercano que no encuentra frecuentemente en la “gran prensa”, los medios tradicionales han reenfocado sus potencialidades hacia estos microespacios, descubren la posibilidad de crear ofertas comunicativas que contribuyan al desarrollo local y establecen nuevas fórmulas de interacción con el público. La televisión, como fenómeno más reciente, ha aprovechado de forma especial estas potencialidades.

Frente a este panorama, –y a la par–, los hábitos y necesidades del consumidor de los medios han ido evolucionando y ya no solo busca la actualidad nacional o internacional, sino que se interesa por estar informado sobre lo que ocurre en su entorno inmediato y por tener datos cercanos y útiles, aplicables a cualquier aspecto de su cotidianidad.

Nota (1): El término Glocal resume lo que Mauro Wolf denominó “La coexistencia de lo contradictorio”.

Bibliografía:

Fernández Soriano, Emelina (comp). Identidades regionales y locales en la era de la comunicación transnacional. Universidad de Málaga. Debates, s/a. pp. 83 – 92.

Moragas Spà, Miquel de: Televisiones y regiones en desarrollo. Posibilidades en la era digital. En: Vacas Aguilar, Francisco (Coord.): Televisión y desarrollo. Las regiones en la era digital, Serie Sociedad de la Información, Junta de Extremadura, Badajoz, 2000, p. 26.

_______; Carmelo Garitaonandía; Bernat López (eds.): Television on your  Doorstep: decentralization experiencies in the European Union, Luton (Regne Unit). Luton Press. 1999.

Musso, Pierre: Régions d’Europe et télévision. Lille: Miroirs. 1991
López, Bernat: Televisión de proximidad y culturas minoritarias: complejidades de una relación. Disponible en URL: http://www.comminit.com/

la/pensamientoestrategico/lasth/lasld-07.html Consultado en línea en febrero de 2007.

López, Xosé, Fermín Galindo y Manuel Villar: El valor social de la información de proximidad. En: Revista Latina de Comunicación Social número 7, de julio de 1998; La Laguna (Tenerife), Disponible en URL: http://www.lazarillo.com/latina/a/68xose.htm Consultado en línea en junio de 2007.

López, Xosé: La información de proximidad en la sociedad global. En: Revista Latina de Comunicación Social, número 13, de enero de 1999, La Laguna (Tenerife), Disponible en URL: http://www.lazarillo.com/

latina/a1999c/140xose.htm    Consultado en línea en junio de 2007. Consultado en línea en mayo 2007.

___________: Estrategias locales en tiempos de globalización. En: Revista Latina de Comunicación Social número 21, de septiembre  de 1999,  La Laguna (Tenerife), Disponible en URL: http://www.ull.es/

publicaciones/latina/a1999dse/40xose.htm Consultado en línea en junio de 2007. Consultado en línea en mayo 2007.

Rodríguez, Miriam, Tendencias del Periodismo Contemporáneo. Selección de lecturas, Edit. Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2005, pp.38-49.

Rusconi, Carlos: Un lugar en el mundo. Significados y valoraciones de lo local. Ponencia presentada en III Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación. Comunicación: campos de investigación y practicas. Disponible en el URL: www.geocities.com/

CollegePark/5025/mesa2e.htm Consultado en línea en febrero de 2008. Consultado en línea en junio 2007.

PERIODISMO AMBIENTAL: PAPELES SECUNDARIOS

PERIODISMO AMBIENTAL: PAPELES SECUNDARIOS

Lic. IRAMIS ALONSO PORRO,
Directora de la Revista Juventud Técnica,
Profesora de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Que los medios de comunicación son capitales para crear una cultura ambiental es una idea que nadie discute.  Mas, del dicho al hecho, lamentablemente, hay un trecho. Y así, surgen incomprensibles dicotomías entre los procesos de construcción de los mensajes ambientales y la promoción del modelo de desarrollo sostenible que se proclama deseable.

Es posible constatar el aumento de la cantidad de materiales periodísticos que abordan la protección del patrimonio natural, con énfasis en temas relevantes en las agendas multilaterales de debate a nivel mundial, digamos el agujero en la capa de ozono.

Sin embargo, si comparamos la relevancia de los problemas ambientales y su impacto en la vida diaria con la cualidad de su abordaje en los medios, veremos que este es insuficiente, no sistemático e, incluso, superficial. La información considerada ambiental aún camina muy por detrás de la deportiva, económica y/o política, entre otras razones porque se muestra desligada de aquellas…, y viceversa.

En la prensa escrita son cortas las publicaciones de temática exclusivamente ambiental. Con destinatarios muy específicos y exigua tirada puede citarse la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre; existen folletos de proyectos comunitarios y periódicos locales, como los vinculados con el Plan Turquino Manatí, que abordan algunas aristas. Ningún impreso nacional le dedica espacios fijos; el tópico suele aparecer en las secciones de ciencia y tecnología, donde compite con el bagaje de información científica que se genera dentro y fuera de la Isla.

La televisión cubana ha incluido nuevos espacios de corte naturalista y habría que agradecer a Mundo Latino y su “Naturaleza secreta de Cuba”. Mas…, de un lado mucho material Discovery de excelente factura, casi todo sobre fauna y con fuertes matices conservacionistas; del otro, algunos de producción nacional, de temática variada y científicamente fundamentados, pero de estética y capacidad de comunicación cuestionable. La presencia de los conflictos ambientales del país en espacios noticiosos es bien escasa.

También se presentan asuntos de carácter global, desligados de la cotidianidad. Es frecuente mencionar las evidencias científicas del carácter antropogénico del actual cambio climático, desconectadas de la esfera de actuación del ciudadano, pese a que sus comportamientos cotidianos representan gran parte del problema.

Esto explicaría por qué, aunque el esquema cubano de desarrollo es conceptualmente diferente del modelo predador a ultranza de los recursos naturales, subsisten actitudes -bastante frecuentes- que suscriben modos de vida antropocéntricos, consumistas, que subvaloran el patrimonio ambiental o solo le dan valor de uso, asociado al turismo, por ejemplo.

Hacer una buena investigación sobre un asunto ambiental requiere, además, de tiempo y recursos. Para el periodista se hace muy complejo llegar a un distante bosque para presenciar un hecho. Siempre podrá entrevistar al científico, pero las historias serán menos vivaces, matizadas y profundas.

La información ambiental debe ofrecerse con garantías de rigor científico, lo cual no está exento de dificultades por el gran volumen de datos que se genera, la multiplicidad de fuentes de procedencia, y su resistencia a ofrecer información que pudiera ser comprometedora, así como la complejidad de los procesos, susceptibles de interpretaciones distintas.

Problema asociado es la archicomentada especialización de los periodistas. ¿Existen redactores especializados en los temas medio ambientales o solo estamos acostumbrados?

Lo habitual es que la especialización se adquiera por acudir siempre a un tipo de acontecimiento informativo con contenido similar. ¿Será el periodista capaz así de tener los elementos de juicio como para comprender lo que le dicen las fuentes e interpretar el contexto en el que lo dicen? Esa puede ser causa de que, al menos en el contexto cubano, escaseen los textos de opinión (comentarios, artículos) sobre temática ambiental.

Los medios de comunicación, obviamente, no son el bálsamo a todos los problemas de la información y cultura ambiental. Pero aún faltan coherencia, iniciativa y agresividad en aras de abrir nuevos espacios de diálogo en el proceso de construcción de una ciudadanía ambientalmente responsable.

PERIODISMO Y COMUNICACIÓN: MATRIMONIO INSEPARABLE

PERIODISMO Y COMUNICACIÓN: MATRIMONIO INSEPARABLE

Consideramos de muy necesario para un periodista el conocer los Fundamentos de la Comunicación, como forma  de comprender los procesos de intercambio que entre los públicos se dan dentro de la empresa  moderna actual.

MSc. ANTONIO F. MEDINA LAMCHONG,
Profesor de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
profesormedina@rect.uh.cu

Una muy buena noticia acaba de filtrase de la última reunión de la Comisión Nacional de la carrera de Periodismo, cuando se logró, que en el próximo curso escolar 2013-2014 se restituya en el programa del Plan D y ahora en tercer año la asignatura obligatoria  de Fundamentos de la Comunicación que subsistía como optativa en 5to año.

El hecho que los periodistas se preparen en perfiles fundamentalmente de medios, incluidos los digitales, no creo le sea una “carga pesada” el conocer las aristas principales y los perfiles ocupacionales de los comunicadores sociales. 

Dicha materia, que había dejado  existir en el currículo, quedó  como una rama optativa para 5to año, en el primer semestre, lo cual  nos parecía  un poco inadecuado, y le vemos más lógica que esté en un grado inferior, como acaba de ser aprobado.

Fundamentos de la Comunicación pretende dar un breve recorrido por diferentes áreas y los perfiles profesionales del comunicador, léase comunicación y cultura institucional, relaciones públicas, fundamentos de mercadotecnia, marketing social, identidad e imagen corporativa, gestión de proyectos y sus respectivos diagnósticos y elaboración de manuales y estrategias preponderantes en el subsistema de comunicación del Decreto Ley 281 y la importancia que tiene dentro del perfeccionamiento empresarial, en aras de la búsqueda de herramientas contemporáneas que sirvan cual especie de motor impulsor de la economía nacional y doméstica y pongan a nuestras producciones en la avanzada de la competitividad internacional.

No creemos que los periodistas en formación puedan ignorar entonces el lugar que ocupa el propio periodismo dentro de los subsistemas sociales y el entramado de las empresas nacionales y foráneas, en un mundo donde la comunicación es una especie de llave maestra, o engrasador de muchas funciones de la producción de los productos y servicios.

Al respecto, la  Dra. Maribel Acosta Damas, Jefa del Departamento-Carrera de Periodismo, la misma que nos dio la buena nueva de la inclusión de la materia otra vez, contaba hace un tiempo que en su opinión “dicha especialidad nunca debió haber salido del programa, pues es imprescindible para el conocimiento global y la cultura de los periodistas”,  y estamos muy de acuerdo con los criterios de esta especialista.

Tal como había quedado Fundamentos de la Comunicación en su variante de optativa en 5to año, era una especie de visión actualizada de la especialidad, pues no se pretende que en una sola asignatura se cubra todo el espectro de la comunicación con sus diferentes disciplinas, como institucional, metodología e  investigación, comunicación y sociedad, comunicación comunitaria, entre otras ramas, sino de tener una visión general del asunto y su incidencia en el sistema de comunicación cubano y en especial en el  empresarial.

En el actual curso, con un nuevo programa renovado en una se  tiene como objetivos generales que los estudiantes se familiaricen con los fundamentos y rasgos generales de los campos de actuación profesional de la comunicación social, en su visión más contemporánea del escenario cubano, Además, que valoren la importancia de la comunicación en cualquiera de sus ámbitos y niveles y su influencia en el buen desempeño de las organizaciones.

Como sistema de contenidos están: La comunicación social y su importancia y aplicación en nuestro país; sistemas de comunicación social: Comunicación Institucional. Principios y conceptos más importantes. Perspectivas de Comunicación Institucional. Valores intangibles de la empresa contemporánea. Públicos y actores de la comunicación. Flujos de comunicación y mensajes más frecuentes; Fundamentos de Mercadotecnia. Importancia y particularidades de su ejercicio en Cuba. El mix de mercadotecnia; El mix de comunicación. La Publicidad Comercial, las Relaciones Públicas y la Propaganda. Particularidades de su aplicación en nuestro país; Comunicación Educativa y Comunicación Comunitaria. Conceptos fundamentales; La docencia y la investigación en Comunicación Social y sus particularidades en nuestro país; La Gestión de Proyectos y la Identidad e Imagen Corporativas, su necesidad en la empresa cubana con vistas a su competitividad internacional y cerrando con la comunicación dentro del sistema del perfeccionamiento empresarial cubano y su reflejo en los Lineamientos de la Política Económica y Social del PCC.

Una de sus principales bonanzas, a nuestro modo de ver,  es que la impartición correspondería a varios especialistas de las diferentes ramas de la comunicación, pues se trata de las miradas actuales y autorizadas del propio Departamento-Carrera de Comunicación de la FCOM, y de esta forma se daría un recorrido inmediato de lo último que se está haciendo en diferentes ámbitos profesionales de la especialidad, en boca de personalidades reconocidas, la mayoría con doctorados y maestrías en Ciencias de la Comunicación y con amplia experiencia docente y profesional.

La asignatura estaría conformada por ocho temas, a saber:

Tema I: La comunicación social y su importancia. Influencia de la comunicación en el mejor desempeño de las organizaciones. Perfil de la carrera y ámbitos de su aplicación en el mundo y en nuestro país. Conferencista: Dra. Magda Rivero, Jefa Departamento-Carrera de Comunicación de la FCOM.

Tema II: La comunicación Institucional. Surgimiento y desarrollo. Enfoques y campos que abarcan. Públicos y actores de la comunicación. Flujos de comunicación y tipos de mensajes. Conferencista: MSc Victoria Torres, jefa de disciplina de Comunicación Institucional del Departamento-Carrera de Comunicación de la FCOM.

Tema III. Fundamentos del marketing y su desarrollo desde su creación hasta nuestros días. El entorno de mercadotecnia en Cuba y sus peculiaridades de aplicación. El mix de marketing. Conferencista: MSc. Nelson Francisco Varona Rodríguez, segundo jefe del Departamento-Carrera de Comunicación de la FCOM.

Tema IV. El Mix de comunicación de Marketing. Definiciones de La Publicidad Comercial, Las Relaciones Públicas y la Propaganda. Las acciones de las RR.PP. Principios de la propaganda revolucionaria. Conferencista: MSc. Antonio Medina Lamchong, profesor del Departamento-Carrera de Comunicación de la FCOM

Tema V. La comunicación educativa y comunitaria. Su aplicación en ámbitos de la praxis social. Espacios educativos formales e informales. Esferas de actuación y funciones del comunicador en este campo. Conferencista: Dra. Raysa Portal Moreno, jefa de disciplina en el Departamento-Carrera de Comunicación de la FCOM.

Tema VI. La docencia y la investigación en la comunicación social. Características y tendencias internacionales. Particularidades de su aplicación en Cuba. Esferas de acción y funciones del comunicador en este campo. Conferencista: Dra Hilda Saladrigas Medina, jefa de disciplina en el Departamento-Carrera de Comunicación de la FCOM

Tema VII. La gestión de proyectos y la Identidad e imagen corporativa, la importancia de sus aplicaciones en la Empresa cubana actual, buscando una mayor competitividad en el área  internacional. Conferencista: MSc. Glenda García Zumalacárregui, vicedecana de Universalización de la FCOM.

Tema VIII. El subsistema de comunicación dentro del Decreto Ley 281 como parte del perfeccionamiento empresarial. Luces y sombras de su aplicación en estos momentos. Papel de la comunicación institucional dentro de los Lineamientos de la Política Económica y Social del PCC. Conferencista: MSc. Antonio Medina Lamchong, profesor del Departamento-Carrera de Comunicación de la FCOM.

El cierre de la misma sería por medio de la modalidad de trabajo de curso y consistiría en el elegir uno dentro de  uno de los ocho temas impartidos y realizar una ponencia escrita sobre el desarrollo teórico del mismo, la cual deberá discutirse ante un Tribunal conformado a tales efectos.

De esta rama relacionada con la Comunicación Social como bibliografía principal  y la complementaria a emplear  sugerimos:

--Colectivo de autores. Manual de Relaciones Publicas. Editorial Félix Varela. La Habana 2002.

--De la Propaganda y algo más. Selección de lecturas. Editora Política. La Habana, 1983.

--El comunicador popular. La Habana. Edit. Caminos, 2002.

--Freire Pablo. Pedagogía del oprimido. Buenos Aires. Siglo XXI. 1972.

--Kaplun Mario. Una pedagogía de la comunicación.

--Packard Vance. Las formas ocultas de la propaganda. Editora Política. La Habana, 1978.

--Toirac García Yanet y Rosa Muñoz (compiladoras). Selección de lecturas de Fundamentos de la Publicidad. Editorial Félix Varela. La Habana, 2005.

--Trelles Rodríguez, Irene. Comunicación Organizacional. Selección de lecturas. Editorial  Félix Varela. La Habana 2001.

En fin, que tendríamos que valorar si esta opción o su modificación quizás en un mayor extensión en contenidos y horas, podría ser el punto de partida para volver a ofertar la materia de Fundamentos de la Comunicación, ahora en el tercer año de la carrera, donde quizás, usando la variante propuesta para actual optativa u otra que se diseñe, puedan darse la mayor gama posible de los contenidos y su respectiva vinculación con el trabajo en los medios masivos.

 

OPUS HABANA Y LA EXALTACIÓN DE LA BELLEZA

OPUS HABANA Y LA EXALTACIÓN DE LA BELLEZA

MSc. EMILIO BARRETO RAMÍREZ,
Profesor de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Desde que el debate de la postmodernidad insufla todos los resquicios productores de sentido, es ciertamente insólito hallar en la prensa cultural una declaración de principios que reivindique la belleza con un carácter programático. En la sociedad postindustrial muchos valores culturales de la Modernidad agonizan; otros se diluyen. El marcaje cultural de la postmodernidad está constituido por la iniciativa de los mass-media en tiempos de las autopistas de la información. Y ese marcaje cultural es la estetización difusa que publicita el universo del audiovisual: los vídeo clip, los reality shows, las top models, los top shows, alguna que otra vez los vídeo arte, la carnavalización de la imagen incluso frente al marketing político...

En fin, asistimos al reinado de la comunicación mediática sobre la base del todo vale, el hedonismo y la desacralización a ultranza. Ejemplos sobran. Traeré dos a colación: el empleo de la silicona como recurso para un presupuesto teórico del ideal del cuerpo femenino y la decisión de familias y amistades de dirimir rencillas, encontronazos y desacuerdos frente a las cámaras de televisión. Ya casi nadie quiere hablar de la belleza, de lo que es bueno y de cuánto tiene de verdadera la humildad para el recto andar por la vida.

Sin embargo, en el volumen X, número 2, correspondiente al bimestre noviembre 2006-enero de 2007, la revista Opus Habana, órgano de la Oficina del Historiador de la Ciudad, hace pública la siguiente afirmación: “Además de la restitución de los valores dañados por el tiempo, la obra de la Oficina del Historiador contempla la necesidad de la belleza, en la certeza de que ella reinsertará a la comunidad ante una nueva dimensión del futuro, como parte de un pueblo que ha perfilado sus signos de identidad y que los reconoce”. El fragmento reproducido es una porción de un gran dossier colocado en la sección “Plan Maestro”. A esta publicación me referiré en las líneas que siguen, siempre con la mediación del fragmento del texto, con naturaleza de programa, citado en el primer párrafo.

La cita en cuestión nos ubica ante un interrogante que, una vez respondido, fundamentará, más allá del regodeo visual que el lector pueda experimentar ante las páginas renacentistas de Opus Habana, el perfil editorial de esta publicación. La pregunta es la siguiente: ¿por qué es necesario afirmar, categóricamente, que la Oficina del Historiador de la Ciudad contempla la necesidad de la belleza en el resultado de la obra que realiza?

Primeramente, es imprescindible definir y sublimar el concepto belleza al modo de los tratados filosóficos que, en acuerdo de rectitud con la Estética, vista como disciplina académica, históricamente han enaltecido la triangulación de las categorías fundamentales: lo bello, lo bueno y lo verdadero. Pienso en autores como Lessing, Baumgarten, Kant, Hegel, Krause, Urs Von Balthasar, Adorno, Horkheimer, Banfi, Marchan Fiz, Bayer, Lotman, Mukarovski, Moravski, Kagan… Para estos instantes de definición de la conciencia estética es preciso sublimar todo el esplendor de las disquisiciones sobre el buen gusto, la belleza y el asidero ético que, en mi opinión, debe corresponderse con el acto de formular el juicio estético a la manera de una convicción existencial que contemple el goce estético no como una cosa del azar, sino en armonía con las relaciones sociales esplendentes y abiertas al universo-mundo, o sea, como un acto lúdico para canalizar el disfrute de los juegos, los hábitos, el entorno.

Opus Habana reconoce y redimensiona la necesidad de la belleza en relación directa con lo bueno que constituye la enseñanza y la divulgación del buen gusto. Opino, además, que interpreta lo verdadero en las raíces identitarias de un pueblo que está consciente de ellas. Esas raíces –afirma bien la revista en lo que, considero, es la declaración de un principio ético-estético que conmina a estas dilucidaciones–, se han perfilado un poco más en cuanto a signos, a sistemas de representación. El rescate, transfigurado por el aliento de una política cultural anclada en el talante de la Modernidad, nos ha devuelto la genuina Plaza Vieja, la Iglesia de Paula en todo su alcance comunitario y capitalino, y, más recientemente, el Colegio Universitario San Jerónimo: summun de lo bello, lo bueno y lo verdadero. Pudiera –y quizás debiera– extenderme en la ejemplificación.

Acaso con ese referente –propongo–, debe hojearse cada edición de Opus Habana. En ella el lector apreciará la uniformidad de un estilo gráfico de elegancia, de realce, de glamour poético que se concreta en el inteligente empleo del color, en la experimentación tipográfica y en el uso nada abusivo de las ilustraciones. Al mismo tiempo, se dará cuenta de la delicia que con toda seguridad constituye para la totalidad del colectivo editorial la exquisita aventura ecléctica que entraña la intención de procurar la conjugación armoniosa entre los diferentes estilos prosódicos, cuyas fronteras, en no pocas ocasiones, son francamente borrosas. Ello es buena muestra del concepto de armonía que predicaban los pitagóricos debía regir al mundo.

En las páginas de Opus Habana se revela una pluralidad de estilos muy armónica por la comunión de intereses. Y la comunión de intereses es, a no dudar, una operación matemática exenta de toda laxitud, esto es, con resultado exacto. O sea, Opus Habana o es una comunión de intereses o sencillamente no es. La comunión de intereses es la fórmula matemática de organización que se hace tangible primero desde la visión y después desde la experiencia. La visión es conceptualización; la experiencia nos remite directamente a lo sensorial. Es, en resumidas cuentas, la fórmula misión-visión.

Aquí se juntan, se funden, se complementan, por una vertiente, la energía altruista y lírica de un cubano de buena voluntad y probada clase intelectual: el doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad, director de la publicación, con la letra viva de Emilio Roig de Leuchsenring; por la otra, las ingeniosas taxonomías periodísticas sobre los ímpetus arqueológicos en el Centro Histórico, narrados con mucha amenidad por los redactores. El acompañamiento reporteril al rastreo arqueológico en la praxis, imagino se convierta siempre en un evento profesional preñado de plenitud y diversión, pues seguramente cada prioridad es pensada y decidida en la propia mesa de reuniones del Equipo Editorial.

De igual forma, con júbilo desbordante, celebro la agilidad, la eficiencia y la riqueza del periodismo cultural que practica el grupo de redactores de “Breviario”, sección de reseñas y comentarios: pieza periodística que se irradia por los ambientes artísticos, culturales y académicos para testimoniar la Belleza como convicción, como legitimación absoluta y perfecta de cuanto es menester para la magna obra que entraña el rescate del entorno, tarea –bien lo sabemos–, que busca colaborar en el encumbramiento de la vida y la geografía capitalina que es, para mayor importancia, el enclave en donde se soñó la nación cubana.

Bibliografía:

Estética. Enfoques actuales. Colectivo de autores. Editorial Félix Varela, La Habana, 2006.

PROYECCIÓN DE LA IMAGEN CORPORATIVA DE LA UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA, SEDE FALCÓN

PROYECCIÓN DE LA IMAGEN CORPORATIVA DE LA UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA, SEDE FALCÓN

Lic. JAIRO ALBERTO CORONEL MORILLO,
Universidad Bolivariana de Venezuela,
sede Falcón.

En los últimos 10 años un gran número de personas se han sentido motivadas a cursar estudios superiores en las diferentes casas de estudios del país y como es bien sabido, la república Bolivariana de Venezuela ha estado viviendo innumerables transformaciones en el aspecto político, económico, social, cultural y educativo.

Dichas transformaciones han permitido que los venezolanos adquieran un sentido de pertenencia nacional; por tal motivo nace la Universidad Bolivariana de Venezuela, la cual es un proyecto enmarcado en atender la matricula estudiantil flotante y futuros egresados de las instituciones de educación diversificada existente en el país.

En tal sentido, la misma necesita contar con una imagen corporativa que le permita promocionarse y proyectar su imagen a los públicos objetivos, comenzando por los internos que son los que le dan vida, y continuando por todas las personas interesadas en ingresar a la universidad tanto estudiantes como docentes que pueden prestar sus servicios a la misma.

Es por ello que la imagen corporativa o institucional es uno de los elementos de relevancia estratégica que le permiten crecer a las diferentes organizaciones públicas y privadas; por tal motivo, la Universidad Bolivariana a sus años de vigencia, prestando sus servicios a la comunidad, le resulta preocupante conocer cómo son percibidas sus actividades, mensajes sociales, proyectos comunitarios y trabajos sociales, entre otros, ya que por ser un proyecto socialista, ha sido punto de criticas por ciertos sectores que no conocen la filosofía institucional de la universidad, ni el documento rector que va acorde con el socialismo del siglo XXI.

En cuanto a la importancia social y comunitaria, esta investigación pretende proporcionar estrategias que permitan proyectar una imagen corporativa a través de la radio, prensa y televisión con el fin de trasformar e impulsar las fortalezas de la institución tanto para su público interno (estudiantes regulares, docentes, personal administrativo y obrero) como para el publico externo (bachilleres, profesionales, instituciones) ya que dentro del ciclo evolutivo de la universidad se encuentra la necesidad de ser aceptada como una institución prestigiosa y con egresados de alta calidad dispuestos a enfrentar los retos que el país presenta a diario.

Es importante destacar que a juicio de Costa J. (2006), la imagen corporativa, “es la imagen que tienen todos los públicos de la organización en cuanto entidad, es la idea global que tienen sobre sus productos, sus actividades y su conducta”. Es lo que Sartori (2005) la define “como la imagen comprensiva de un sujeto socioeconómico público”.

En este sentido y tomando en cuenta las definiciones anteriores, la imagen corporativa es la imagen que se le debe dar a la organización que busca presentarse no como un sujeto económico, sino mas bien, como un sujeto integrante de la sociedad, así mismo es importante señalar que para la creación de una imagen corporativa se debe tomar en cuenta la identidad corporativa que tienen los públicos internos, su estructura mental de la institución, idea de recepción, comunicación y realidad.

En la Universidad Bolivariana, la imagen no debe pensarse como una máscara externa que puede adaptarse convenientemente a las situaciones de la institución, por el contrario, la imagen debe ser una prolongación o proyección de la estructura y comportamiento de la institución, para lo cual su público interno es el primer encargado de revelar esa imagen y darla a conocer, por medio de comportamientos, y actividades relacionadas a la misma, que le permita a la comunidad conocer las bondades y virtudes de la universidad.

Desde esta perspectiva hay que tomar en cuenta que la identidad corporativa, se define como la personalidad construida por los entes internos de la institución, esta no viene inerte en la creación de la misma, sino que es el resultado de un esfuerzo consistente por descubrir las fortalezas, debilidades y potencialidades mediante operaciones de auto evaluación y definición de la singularidad empresarial. Al conocerse, entonces, el clima organizacional y a partir de allí concluir sobre las fortalezas y debilidades en la cultura, es la forma más eficaz de conocer y afectar positivamente la identidad de una empresa (Pizzolante, 1999).

En tal sentido, para crear una imagen corporativa acorde con la realidad y con el socialismo del siglo XXI, en la Universidad Bolivariana hay que tomar en cuenta sus públicos internos, como principales autores y encargados de divulgar las fortalezas de la institución, lo cual de acuerdo con la observación directa se puede decir que su fin institucional y socialista para la que fue creada no es conocido en su totalidad por sus empleados y estudiantes, ya que muchos no entiende su filosofía y documento rector, siendo esto perjudicial para el crecimiento y avance de la institución

Dentro del marco de la creación de estrategias de la imagen corporativa para la Universidad Bolivariana, hay que tomar en cuenta la planificación estratégica de la misma, por lo cual se debe reconocer la creciente importancia de la imagen corporativa en el éxito de la institución, haciéndose indispensable realizar una actuación planificada y coordinada con los medios comunicacionales inmediatos, para lograr que los públicos tengan una imagen corporativa que sea acorde a los intereses y deseos de la entidad y que facilite y posibilite el logro de sus objetivos, proporcionando una base sólida y clara, permitiendo una acción eficiente.

De acuerdo a Coste J. (2006), la “planificación estratégica de una imagen corporativa, parte de la relación que se establece entre los tres elementos básicos sobre los que se construye la estrategia de imagen.

- La organización: que es el sujeto que define la estrategia, quien realizará y planificará toda la actividad dirigida a crear una determinada imagen en función de su identidad como organización.

- Los públicos de la organización: que son los que formaran la imagen corporativa y, por tanto, hacia quienes irán dirigidos todos los esfuerzos de acción y comunicación para lograr que tengan una buena imagen.

- La competencia: que será la referencia comparativa tanto para la organización como para los públicos, ya que dichas organizaciones también harán esfuerzos para llegar a los públicos, y en muchos casos pueden ser contradictorios con los realizados por nuestra propia organización”.

De acuerdo al autor, la realización de las estrategias está fundamentada en las tres vertientes nombradas anteriormente a la cual se sumaria la filosofía socialista que es el principal motor de la universidad, partiendo de que la solidaridad, producción social, generosidad, colectivismo, emancipación, criticidad en la diversidad, trabajo como praxis de construcción y potenciación integral humana, equidad, integración, amor, autodeterminación, democracia participativa, multidimensionalidad y pensamiento crítico, hegemonía del poder popular emancipador, sujeto político e inclusión, son los principales ejes que maneja el plan de inserción laboral para los egresados de la Misión Sucre y Universidad Bolivariana de Venezuela.

De igual forma, el socialismo bolivariano se fundamenta en el pensamiento de Ezequiel Zamora, Simón Rodríguez y Simón Bolívar, es decir, el árbol de las tres raíces, por consiguiente, el proyecto socialista bolivariano estipula un nuevo tipo de educación basado en el tercer motor de la revolución "Moral y Luces", para iniciar un proceso de "desaprender valores capitalistas y aprender valores sociales con una conciencia transformadora de la realidad."

El proyecto socialista bolivariano tiene sus raíces en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su artículo No.1 establece la consolidación de: "valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político...”.

Es por ello que la Universidad Bolivariana basa su funcionamiento a una ideología netamente socialista, por lo cual el personal que en ella labora y que estudia, deben ser ciudadanos íntegros, con visión de cambio a las nuevas tendencias sociales que se quieren para el país, las cuales permitirán el desarrollo endógeno de la nación.

Con el propósito de reimpulsar y fortalecer estas nuevas tendencias, surge de carácter importante y pertinente, implementar estrategias que permitan la identificación y a la vez el sentido de pertenecía entre los públicos internos (profesores, obreros, administrativos y estudiantes) que conforman la Universidad Bolivariana de Venezuela sede Falcón, los cuales constituyen la imagen que proyecta a los públicos externos (colectividad en general) el concepto y buen funcionamiento que actualmente tiene esta joven institución en la palestra de la educación superior en Venezuela; lo que nos hace inferir como lo dice Costa J. (2006), el cual cita a Marion cuando dice que la imagen es "la construcción forjada por un grupo de individuos, los cuales comparten un proceso común de representación." Partiendo de los criterios y puntos semejantes que puedan manejar estos públicos internos, se podría lograr una mejor proyección y posicionamiento de la institución en la sociedad.

Considerando la necesidad de impulsar esta casa de los saberes, y tomando en cuenta los recursos comunicacionales y de organización que se tienen en la misma, una de las actividades dentro de la estrategia comunicacional que se pudiesen activar a corto plazo para la construcción de un discurso basado en las líneas ideológicas, organizacionales, y de buena planificación, son un seriados de micros televisivos que a través del departamento de prensa, se pueden producir para instruir, orientar y a su vez proyectar la imagen corporativa de la institución, lo cual permitiría también reactivar de manera inmediata dicho departamento que actualmente no está en su completo funcionamiento.

De igual forma, con sentido de involucrar y motivar al personal que allí labora, se estaría considerado la participación directa de estos públicos internos en la realización de dichos micros, mediante el desarrollo de las etapas de producción (realización de guiones, grabaciones y ediciones), protagonismo de micros (actuación de personajes) y cualquier otra actividad necesaria para la realización final del seriado.

La proyección de estos micros televisivos se estaría realizando a través del departamento de prensa que en la actualidad cuenta con un circuito cerrado para difundir cualquier información de carácter institucional.

Por otra parte, dentro de la misma estrategia que pudieran fortalecer la imagen y a la vez el sentido de identidad en los públicos internos de esta casa de estudios sería a través de un periódico, donde con el apoyo de profesores del programa de formación de grado de Comunicación Social y público interno en general, estaría realizando y difundiendo mensualmente informaciones de carácter institucional donde también se presentaría documentos que hablen de las bases, líneas, visión, mecanismos de cambio, propuestas de reflexión, recomendaciones para el triunfo y la mejora, en fin, documentos que a través de los géneros periodísticos (entrevista, noticia, reportaje, artículo de opinión, encuesta, crónica) puedan fortalecer y reimpulsar la Universidad Bolivariana de Venezuela sede Falcón.

En unión con el departamento de relaciones interinstitucionales se estarían realizando permanentemente conferencias, campañas publicitarias, foros, reuniones bilaterales para fortalecer aún más los vínculos con las diferentes instituciones, logrando con esto una mayor solidez y respaldo con otros organismos del estado Falcón.

A mediano plazo, se pretende realizar en conjunto con el programa de formación de grado de Informática para el desarrollo local, una innovadora página web, donde los públicos internos y externos tendrán acceso a información y a su vez participar con sugerencias y comentarios en las diferentes actividades a seguir en la Universidad.

De igual forma, a través de esta actividad comunicacional, el público interno que conforma esta casa de estudios, podrá verse reflejada y a la vez proyectada mediante espacios fotográficos de las diferentes actividades y trabajos de importancia donde son partícipes en su día a día, esto con el fin motivacional y resaltar las funciones que tienen dentro del organismo.

A lo largo y con el fin de proyectar la imagen corporativa de la Universidad Bolivariana de Venezuela, con la construcción y acabado de la nueva sede de esta universidad, y considerando que dentro del proyecto está la existencia de una emisora de radio, resulta pertinente destinar los espacios de este medio para difundir información que venga en pro de dar a conocer aún más esta institución.

Con programas en vivos y seriados de micros radiales, se pretende generar un impacto motivacional, de identidad, pertenencia, en los públicos internos y externos que conforman esta máxima casa de estudios. Considerando la comunicación alternativa comunitaria en el nuevo concepto de comunicación, se busca vincular a la comunidad entera en este tipo de proyectos para fortalecer y resaltar el protagonismo que tienen los públicos o sociedad en general en los medios de comunicación.

Bibliografía:

Ethos de la Revolución Bolivariana.

Capitalismo neoliberal vs Socialismo Humanista y poder popular del siglo XXI.

Gobierno Bolivariano de Venezuela.

Guía practica del plan de inserción laboral de los egresados del PNFE de la misión sucre. Pág. 17.

Costa J. (2006). Imagen Corporativa.

LA OBJETIVIDAD PERIODÍSTICA: ENTRE EL MITO Y LA UTOPÍA

LA OBJETIVIDAD PERIODÍSTICA: ENTRE EL MITO Y LA UTOPÍA

Dr. FRANK GONZÁLEZ GARCÍA,
Decano de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

En 1921, el entonces editor del diario británico The Manchester Guardian, Charles Prestwich Scott, escribió: “El comentario es libre, pero los hechos son sagrados”1. Casi un siglo después, The Guardian destaca la vigencia de tal afirmación al señalar que “ha perdurado como la máxima expresión  de valores para una prensa libre y continúa sustentando las tradiciones del periódico Guardian hoy”2.

La frase de Scott reflejó -como ninguna otra en su tiempo- la creencia en la objetividad periodística proclamada por  la prensa liberal burguesa a partir de finales del siglo XIX  como mecanismo de autolegitimación, hasta convertirlo posteriormente en paradigma y principio ético del periodismo.

En 1960, el fundador y primer director de Prensa Latina, Jorge Ricardo Masetti, se refirió a la objetividad periodística desde un ángulo  diferente al de Scott y The Guardian cuando afirmó: “Nosotros somos objetivos pero no imparciales. Consideramos que es una cobardía ser imparcial, porque no se puede ser imparcial entre el bien y el mal. Nos llaman agitadores, pero eso no nos asusta…” (MASETTI: 2006, 238).

Tanto Scott como Masetti creían en la objetividad, pero desde posiciones muy distintas; y no podía ser de otra manera si se considera la actuación de los medios como un proceso de construcción social de la realidad, enmarcado en una pugna permanente por el poder. Mientras para el primero la objetividad significaba reflejar los hechos desde una óptica de aparente neutralidad, para el segundo el ejercicio del periodismo implicaba una toma de posición.

Esta negación de la imparcialidad no significa –como señala Víctor Ego Ducrot- la aceptación de una parte en detrimento del todo, sino la  “asunción de una posición propia del periodista y/o del medio ante el complejo y multifacético entramado de hechos sobre los que trabaja la práctica periodística”. (DUCROT: 2004b)

El paradigma de la objetividad periodística está asociado a los procesos que contribuyeron a la consolidación de la burguesía como clase hegemónica a partir de mediados del siglo XIX; entre ellos el auge de la prensa de masas, el establecimiento de la empresa periodística moderna, con la noticia como mercancía, y el progresivo ascenso del periodismo informativo en contraposición al ideológico o de opinión, prevaleciente hasta entonces.

La objetividad periodística se convirtió en un mito que caló profundamente en la comunicación de masas y sirvió de fundamento a la supuesta imparcialidad y universalidad del discurso mediático.

 La objetividad periodística ha sido abordada desde dos ángulos: el epistemológico, según el cual el periodista debe y puede limitarse a reflejar fielmente los hechos sin interferencias subjetivas; y el ético, interpretada como un ideal imposible o muy difícil de alcanzar, pero por el cual vale la pena luchar dada su función reguladora de la actividad periodística.

El debate en torno al enfoque epistemológico llegó al punto de saturación hace varias décadas, debido a la inconsistencia demostrada por el concepto original de objetividad periodística, tanto en el ámbito académico como en el profesional. Sin embargo, muchos periodistas y medios siguen creyendo en ella y en su correlato la imparcialidad como fundamentos de la profesión, ya sea por convicción o por conveniencia.

La inconsistencia conceptual y práctica de la objetividad periodística, basada en la presunta independencia entre el sujeto y el objeto, ha sido demostrada desde las ciencias sociales, “pues cada observador aprehende la realidad desde determinadas estructuras cognitivas y desde una determinada visión del mundo que fraguada individual y socialmente le acompañan[…] De forma más clara: un sujeto sólo puede observar el mundo subjetivamente y es inútil pedirle que se comporte objetivamente, tal si fuera un objeto…” (RODRIGUEZ: 1998).

En el plano ético, la objetividad  no demanda del periodista seguir siendo un espejo al borde del camino, sino honestidad y responsabilidad social en la búsqueda de la verdad como ideal supremo.

La influencia del positivismo

La objetividad periodística es deudora del positivismo decimonónico y su obsesión por someter el estudio de los fenómenos sociales a métodos de verificación científica como única validación posible. Desconocía la bipolaridad sujeto-objeto en el acto de conocimiento y sólo reconocía la validez de éste si provenía de la observación imparcial de los hechos, a fin de evitar la contaminación de los juicios fácticos, reales y objetivos, con los de valor, espirituales y subjetivos en “una derivación reduccionista del concepto de verdad, que acaba por deformarlo” (MUÑOZ-TORRES: 2002).

A la participación activa del sujeto en la aprehensión de la realidad se refirió Marx en 1845 cuando escribió que “el defecto fundamental de todo el materialismo anterior -incluido el de Feuerbach- es que sólo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo…” (MARX: 1973). Es decir, el individuo es un ser social que no sólo capta, sino también construye la realidad en su actividad práctica mediante relaciones dialécticas permanentes tanto objetuales como intersubjetivas, y no puede ser de otra forma pues “…la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales” (MARX: 1973).

La concepción marxista sobre la relación sujeto-objeto se enlaza con su interpretación materialista de la historia –en la cual la producción ocupa un lugar central- y con su aplicación de la categoría de totalidad al estudio de  la sociedad. La sociedad, para Marx, es un todo estructurado y dialéctico a partir del cual pueden y deben ser comprendidos y explicados los fenómenos sociales, no como hechos aislados, fragmentados y estáticos, sino como partes estructurales del todo.

Al referirse a la presencia de una producción predominante en todas las formaciones sociales, que le asigna a las demás su rango e importancia,  Marx recurre a su concepción de totalidad para señalar que en ese proceso se obtiene “una iluminación general que baña todos los colores y modifica su totalidad particular; dicho de otro modo: un éter especial determina el peso específico de cada una de las formas de existencia” (MARX: 1970, 48).

El conflicto planteado por el positivismo entre la objetividad y la subjetividad tenía como aspecto central el antagonismo entre lo verdadero y lo falso, entre lo útil y lo inservible.

Orden y progreso fueron los fundamentos del conocimiento enarbolados por el positivismo para recomponer la sociedad posrevolucionaria y asegurar el desarrollo ilimitado y sin tropiezos del capitalismo, asentado en el predominio de la ciencia y en el auge de la industria (MATTELART: 2000, 127).

El control sobre las Ciencias Sociales se convirtió en una prioridad para la burguesía con vistas a consolidar su hegemonía sobre toda la sociedad, después del dominio alcanzado sobre las Ciencias Naturales.

El positivismo surgió en el siglo XIX en Francia, desde donde se expandió al resto de Europa hasta convertirse en paradigma epistemológico de la sociedad industrial moderna. Su máximo exponente, y a quien debe su nombre, fue Augusto Comte (1798-1857).

La pretendida independencia entre la realidad y la percepción humana como recurso metodológico, ganó rápidamente adeptos en todos los campos del saber, dado el prestigio alcanzado por la aplicación del método científico experimental en las ciencias naturales, cuyo vertiginoso desarrollo había sido un factor determinante en el descrédito y repliegue definitivo del pensamiento metafísico del Ancien Régime. “Conocer científicamente se convierte en el paradigma del verdadero conocimiento y, por consiguiente, los principios filosóficos verificacionistas del positivismo se van aceptando socialmente, sin que sean sometidos a discusión crítica, como si se trataran de evidencias incontestables” (MUÑOZ-TORRES: 2002).

Atrás quedaba la interpretación de la realidad a través de  la religión y la tradición “en la que primaba un orden que intentaba legitimarse pretendiendo un carácter de objetividad, previa al propio individuo. El liberalismo tenía que provocar un giro en la representación ideal de lo social, que consistía en llegar a pensar todo el problema de la existencia social a partir del individuo. Lo colocó como un a priori respecto a la sociedad, sujeto de la representación y del orden, productor del saber y del sistema político-jurídico que regirá su vida en sociedad” (ACANDA: 2000, 101-102).

El proyecto político-social del liberalismo buscó su legitimación en nuevos presupuestos epistemológicos, el primero de los cuales fue “la comprensión del objeto no como expresión o coagulación de un sistema de relaciones sociales, sino como cosa, algo independiente con respecto al sujeto y contrapuesta a éste” (ACANDA: 2002, 103).

Al decir de Alain Touraine, “cuanto más entramos en la modernidad, más se separan el sujeto y los objetos, que en las visiones premodernas estaban confundidos” (TOURAINE: 2006, 204-205).

La despersonalización del poder

Al considerar al individuo como principio y fin de todas las cosas el liberalismo logró la despersonalización del poder, premisa indispensable para su legitimación, mediante la cual se logró establecer “una visión del Estado y el poder que los presenta como desvinculados de todo nexo concreto, con intereses o grupos específicos, como máquina cuyo solo propósito es la conservación del orden…” (ACANDA: 2002, 102).

Partiendo de la concepción  del poder despersonalizado y de las reglas de la objetividad periodística, los medios construyeron su imagen de independencia  y neutralidad respecto a grupos y tendencias de diversa índole. Sobre esa imagen bondadosa y de servicio público se erigieron otros mitos de la prensa liberal burguesa, entre ellos el de simple ente mediador y regulador de la sociedad.

Con Víctor Ego Ducrot, considero que tras la pretendida universalidad del discurso mediático liberal se oculta su intencionalidad como disciplinador social y herramienta de construcción y conservación del poder (DUCROT: 2004a).

Por su parte, Manuel Vázquez Montalbán es categórico al afirmar que “en el momento en que la prensa se convierte en un fenómeno de masas se establece ya su carácter de aparato ideológico al servicio de las clases dominantes” (VAZQUEZ: 2005, 88).

El largo siglo XIX

Hasta bien entrado el largo siglo XIX, el de la modernidad triunfante (TOURAINE: 2006, 102), la prensa conservaba el discurso doctrinario, moralizador y proselitista propio del periodismo de opinión de aquella época.

Sucesivos acontecimientos relacionados con la política, la economía y la tecnología crearon las condiciones para el progresivo desarrollo de los medios y su transformación en organizaciones industriales complejas y dinámicas movidas por el afán de lucro, con inusitada influencia en la sociedad. Esta evolución, acelerada en la segunda mitad del siglo XIX, fue resultado de la conjunción de tres factores: la consolidación del proyecto político-social liberal, la vigorosa expansión del capitalismo y la revolución científico-técnica.

Una vez liquidado el régimen feudal, el liberalismo perdió el fulgor de la etapa revolucionaria y se convirtió en una fuerza conservadora, cuya preocupación fundamental era garantizar la producción y reproducción del capitalismo como sistema y la consolidación de la hegemonía de la burguesía. El desarrollo, la profesionalización y la institucionalización de los medios, y el periodismo, fueron aspectos centrales de la estrategia liberal.

La publicidad y la creciente demanda de información por parte de un público urbano ávido de noticias para satisfacer necesidades relacionadas con la política, los negocios y el entretenimiento, devinieron las principales fuentes de ingresos de publicaciones periódicas enfrascadas en una feroz competencia. Fue así como los medios lograron una relativa autonomía respecto a sus mentores del pasado y se integraron, por derecho propio, a las clases y grupos dominantes de la sociedad.

A partir de la década de 1880 se produce “un salto a la ‘fase superior’ del capitalismo informativo” (ALVAREZ: 2005, 31) con la irrupción en el mercado de medios cuantitativa y cualitativamente superiores a los anteriores. Aumentan las tiradas, disminuyen los costos de producción y se introducen innovaciones de forma y contenido que hacen más atractivo el producto. La nueva forma de hacer periodismo, le permitió a los medios, y a los periodistas ganar en credibilidad al presentarse ante sus audiencias como independientes y objetivos. A esas ansias de respetabilidad, y  de ser la voz de la opinión pública, atribuye Rodrigo Fidel Rodríguez Borges (1998) un papel catalizador en la cimentación del mito de la objetividad periodística.

“Los periodistas ascienden a honrados cronistas que cuentan lo que pasa. Son testigos objetivos de una realidad que trasladan a sus lectores, son –nada más, pero tampoco nada menos – espejos al borde del camino” (RODRIGUEZ: 1998).

Un aspecto importante en esta etapa es la transformación de la comunicación de masas en un sistema organizado según las normas de cada estado nacional, limitado entonces a la letra impresa, aunque sometido a constantes modificaciones y momentos posteriores de ruptura, ante el empuje de nuevos medios.

Se trata de un sistema heterogéneo en el cual la tecnología determina la forma de producción, circulación y consumo de información en cada medio, aunque al mismo tiempo es “un sistema bastante homogéneo que viene a cumplir las mismas funciones sociales” (RODRIGO: 2005, 61-62).

Aunque el sistema se adecuó a las peculiaridades de cada país, su diseño general siguió los postulados del modelo liberal sustentado en la libertad de expresión individual y colectiva; el respeto a la gestión empresarial y a la libre circulación de información, según las reglas de la oferta y la demanda; y la posibilidad de la intervención estatal, “de modo que siguiendo caminos indirectos, sin afectar la letra de las leyes ni el espíritu liberal, los gobernantes fueron capaces, con esa fórmula, de mantener un intervencionismo y un control a veces férreo sobre la información y los periódicos” (ALVAREZ: 2005, 32).

El nuevo escenario propició el florecimiento del periodismo informativo a ambos lados del Atlántico, con mucha más fuerza en Estados Unidos que en Europa. Sucesivos avances tecnológicos relacionados con las comunicaciones en general y con la prensa en particular, como el telégrafo, el teléfono, la fotografía, la radio, el gramófono, el cinematógrafo, el linotipo, la rotativa y la aparición de nuevos medios como las agencias de noticias, propiciaron el afianzamiento del periodismo informativo y su paradigma: la objetividad.

Las agencias de noticias

Uno de los momentos más importantes en el desarrollo y consolidación del periodismo objetivista fue el surgimiento de las agencias de noticias en Europa y Estados Unidos, a mediados del siglo XIX.

La francesa Havas (1835), la estadunidense Associated Press (1848), la alemana Wolff (1849) y la británica Reuter (1851) fueron las pioneras de un sistema informativo internacional incorporado al proceso de globalización de las relaciones capitalistas de producción y su visión del mundo, sin descuidar la defensa de los intereses específicos de sus países de origen.

Las agencias de noticias fueron las primeras organizaciones mediáticas de alcance mundial y estuvieron, además, entre las primeras organizaciones globales productoras y distribuidoras de “conciencia”, mediante la mercantilización de la información, con implicaciones significativas para nuestra comprensión y reconocimiento del tiempo y el espacio. (BOYD-BARRET: 1998).

Los relatos generalmente breves, sin opiniones ni adjetivos, redactados de forma impersonal, con lenguaje llano, directo y preciso, formaron parte del estilo asumido por las agencias para que sus productos y servicios informativos pudieran ser utilizados por medios y otros abonados de los más variados formatos, tendencias y líneas editoriales. Ese modelo discursivo, que en líneas generales aún perdura, ha sido, en gran medida, el principal argumento de las agencias de noticias a favor de la pretendida objetividad e imparcialidad de sus relatos.

La búsqueda de la verdad

Tanto en el plano epistemológico como en el ético, la objetividad periodística ha estado asociada a la búsqueda de la verdad, en un intento por saciar “el anhelo de certeza que caracteriza al ser humano”, al extremo de que hemos llegado a entender por objetivo lo verdadero, lo incuestionable, lo que puede ser conocido al margen del sujeto (MUÑOZ-TORRES: 2002).

En su afán por convencer a los receptores de la autenticidad de los relatos, los periodistas recurren a  marcas de veracidad. La referencia entrecomillada a declaraciones de testigos y protagonistas de los hechos, a fechas, horas, fuentes, cifras y detalles sobre su presencia en el lugar forma parte del arsenal persuasivo del periodista, acompañado por un lenguaje preciso, sin adjetivos ni adverbios innecesarios.

Gay Tuchman, por su parte, denomina ritual estratégico la manera en que los periodistas se apoyan en el concepto de objetividad para protegerse de presiones, críticas o reclamaciones, al tiempo que identifica “tres factores que ayudan a un periodista a definir un ‘hecho objetivo’: forma, contenido y relaciones interorganizativas” (TUCHMAN: 1972).

La moral, la ética y la deontología

El establecimiento de mecanismos de regulación y autorregulación sobre la actividad periodística es una práctica cada vez más extendida en todo el mundo, ya sea mediante disposiciones jurídico-legales o a través de códigos deontológicos, generalmente aceptados como el compendio de  principios que deben caracterizar el ejercicio de la profesión. Estas normas responden a contextos sociales y culturales específicos, en los cuales juegan un papel fundamental el sistema social imperante en cada país.

La moral es un constructo histórico concreto, sobre la cual surgen y evolucionan los principios y normas que reflejan las necesidades, intereses y valores de los seres humanos en su devenir social. La ética es la rama de la filosofía dedicada al estudio “del origen, estructura, esencia y regularidades del desarrollo histórico de la moral” (LOPEZ BOMBINO: 2004, 88) en tanto la deontología o código de ética profesional es “el conjunto de principios, normas y exigencias morales adoptado en un medio profesional determinado” (LOPEZ BOMBINO: 2004, 94).

Para entender la capacidad reguladora y autorreguladora de la moral es necesario tener en cuenta sus tres componentes: el cognoscitivo, el afectivo y el conductual (GARCIA LUIS: 2005, 51). En el plano cognoscitivo, la moral le aporta al individuo una visión del mundo; en el afectivo está presente en sus sentimientos y emociones, y en el conductual le sirve de orientación y pauta en su comportamiento.

En un plano más general, la moral individual se integra a sistemas de valores adoptados de manera voluntaria y consciente por grupos sociales de diferente naturaleza, desde el nivel familiar hasta el universal, lo cual no anula la responsabilidad individual en el acto moral.

Algunos de esos sistemas de valores sobreviven, de alguna manera, al momento histórico en que surgieron, en una relación dialéctica con la época actual, lo cual explica la existencia de valores morales universales pues el hombre es  “una especie única que ha vivido una historia única” (GARCIA LUIS: 2005, 55).

Al periodismo le ha tocado vivir también su historia hasta convertirse en la fuente principal de información a partir de la cual los seres humanos construyen sus representaciones de la realidad, en medio de tensiones y conflictos de creciente complejidad.

En esas circunstancias, la responsabilidad individual sobre el acto moral adquiere una importancia mucho mayor en la búsqueda de la verdad como  valor supremo en nuestra profesión.

Ahora bien, si después de tanta polémica ha sido necesario considerar la “objetividad periodística” como un desiderátum ético para preservar de alguna manera su vigencia, algo similar parece suceder con la noción de verdad. Tal vez por eso cada día es más frecuente el uso de su correlato, veracidad, aunque en los códigos deontológicos de diferentes países se empleen indistintamente los términos “objetividad”, “verdad”, “verdad objetiva” y “veracidad”, con cierto grado de sinonimia.

La veracidad se presenta como un requisito para caminar en dirección hacia la verdad, lo cual entraña un compromiso moral de los periodistas y por extensión de los medios. En ese sentido, José Guillermo Ánjel subraya que “la certidumbre es muy difícil de establecer, pero no así la veracidad”, pues el contrario de la verdad es el error y el de la veracidad la mentira (ÁNJEL: 2004). Para el profesor colombiano, la veracidad implica honestidad, sentido crítico, sensibilidad humana y aprendizaje constante  para interpretar el acontecimiento.

De cualquier forma y al margen de la referencia abstracta a la verdad para sustentar el discurso de pretendido valor universal de la prensa liberal burguesa, su búsqueda es parte del repertorio ético del periodismo, como aspiración principal. García Luis (2004, 58) señala que esto es así porque el significado del concepto varía en dependencia del sentido en que se utilice, ya sea filosófico, político o en la comunicación pública, donde puede ser interpretado como acuciosidad u objetividad.

El problema fundamental radica, entonces, en quién traza el sendero hacia la verdad y en manos de quién se encuentran los medios para socializarla. Es decir, cuál es la intencionalidad del acto comunicativo, desde la producción hasta el consumo. Vista de esta manera, y sin caer en el relativismo posmoderno de considerarla una quimera de la razón, la verdad se convierte en una utopía, entendida como una visión de futuro para satisfacer necesidades humanas presentes y, por lo tanto, realizable.

DEL ACONTECER AL ACONTECIMIENTO

DEL ACONTECER AL ACONTECIMIENTO

MsC. HUGO RIUS BLEIN,
Premio Nacional de Periodismo,
periodista de la Agencia Prensa Latina,
profesor de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Probablemente el acontecimiento represente la prenda más preciada del proceso de comunicación masiva.  Por lo menos parece ser una obsesión común para los dos fundamentales protagonistas de ese fenómeno.

Para el periodista que se detiene selectivamente ante el hecho real y lo construye como mensaje mediático destinado a públicos identificables.

Para el receptor del mensaje que rastrea los medios en procura de la singularidad relevante capaz de proporcionar un vuelco a su consumo rutinario de realidades construidas mediáticamente.   

Uno y otro convergen  de continuo en el interés de difundir y recibir respectivamente. Aunque no siempre, y a veces precariamente, ambos actores coincidan en catalogar un hecho de acontecimiento si como ocurre en ese proceso de dimensionamiento, median necesidades, intereses, expectativas, circunstancias, ámbitos e interpretaciones culturales.

En este sentido considero preciso, en mi criterio, establecer una diferenciación entre esas dos categorías mencionadas. De lo que llamaría el hecho a secas, es decir lo que ocurre, lo que sucede en cualquier momento y lugar, el devenir fluido y cotidiano en el que intervienen seres vivos, en pocas palabras, el acontecer dialéctico,  a lo que se suele identificar como acontecimiento se interpone  un holgado trecho de intervenciones valorativas y de construcciones de sentidos.   

Por lo tanto el acontecimiento, tal como lo concebimos,  puede resultar ambiguo o ambivalente, en dependencia de un conjunto de factores tales como los deontológicos, las necesidades, los intereses y en grado intenso el de las mediaciones,  las rutinas productivas y su concomitante repertorio de valores y en importante medida  los hábitos de las audiencias.

Habrá que empezar subrayando que sin la intervención mediática intencionada el hecho primario recogido en el acopio informativo no llegará a convertirse en acontecimiento público y masivo, que trascienda restringidos círculos de poseedores de la información.

Si nos atenemos a la definición de Miquel Rodrigo Alsina en lo mucho que aporta en “La construcción de la Noticia”, esta última constituye una representación de la realidad que “se produce institucionalmente”.  Luego la noticia existe sólo a condición de que sea objeto de transmisión mediante cualquier sistema comunicativo humano propagador, desde el elemental boca a boca rumoroso de persona a persona hasta los medios tecnológicamente instituidos.  En consecuencia el hecho y la noticia devienen acontecimiento cuando se le dimensiona, se le otorga connotada significación, trascendencia, relieve y previsible repercusión, se le visualiza con reiteración y hasta se le sesga en la selección enfática subjetiva de sus componentes factuales.

Visto así, los medios consiguen imprimir una inevitable dosis de manipulación, mayor o menor, hasta el punto de generar potenciales dudas en lo que se presenta como acontecimiento, y que a mi juicio consiste en un suceso noticiable que va más allá de lo que rompe la normalidad porque es capaz de conmocionar y desatar reacciones perdurables  por su evidente impacto y consecuencias sociales de cierta reconocible envergadura.

Catapultar un suceso a la altura del acontecimiento impone ante todo una actitud ética respecto a la veracidad de los hechos registrados y la responsabilidad social, como para evitar pasarle al auditorio gato por liebre.

Pero aún así, y en el mejor de los casos, ningún medio puede sustraerse de toda un gama de mediaciones en la puja de la portería por ingresar hechos noticiables y elevarlos al rango de acontecimientos.

Si bien es cierto que los valores-noticias que impregnan las ideologías profesionales, tienen un fuerte peso casi automático en los procesos selectivos, todos ellos terminan supeditándose a emanaciones de las líneas editoriales trazadas por los centros rectores de las instituciones mediáticas, a su vez mediadas por ideologías  e intereses clasistas, y en última instancia por los núcleos de hegemonía política y sistemas y escenarios sociales y culturales puntuales.

Al detenerme en eso último llamo la atención sobre la diversidad de lo que los medios signan y el público acoge como acontecimiento en específicos entornos nacionales.

Que en algunos espacios lo sean por ejemplo el parto en una familia real europea, anhelante de heredero,  o la infidelidad conyugal  de un famoso jugador de golf estadounidense, u otros cotilleos relativos a figuras de la farándula a las que se le otorgan fama, así como denigrantes concursos de belleza femenina carecen en realidad de importancia en Cuba y en otros muchos países del llamado tercer mundo, sumidos en otras prioridades informativas.

Por el contrario el fin de la libreta de abastecimiento en nuestro país, que emite señales de importantes cambios económicos,  probablemente no clasifique para las grandes ligas de los cintillos espectaculares de los diarios del mundo rico que prefiere vernos aletargados en carencias dependientes, del mismo modo que tienden a minimizar las escandalosas hambrunas.

Sin embargo medios poderosos dominantes consiguen imponer sus propias agendas de acontecimientos en entornos nacionales y sociales ajenos, mediante la puesta espectacular de episodios frívolos y banales, y llegan a fomentar enajenados públicos consumidores, a la caza ansiosa de semejantes  productos mediáticos que desvían la atención que merecen los asuntos sustanciales para la vida.     

Con estas comparaciones y contraste pretendo señalar la relatividad y las aberraciones de lo que llamamos acontecimientos mediatizados.

Cuando con toda justeza colocamos en la picota denunciadora lo que merece llamarse tiranía mediática mega corporativa dedicada a imponer visiones y pensamientos únicos al público receptor, incluyo todo un repertorio de acciones dirigidas al silenciamiento de lo que podrían constituir legítimos acontecimientos, como la fabricación de otros, insertados en estrategias propagandísticas hegemonistas. 

La historia contemporánea muestra un amplísimo recetario para “cocinar” acontecimientos aplicados cada vez que algún entorno o proceso nacional, político o social desafía el designio hegemónico. Tantos son los ejemplos, que requieren a estas alturas un voluminoso prontuario de canalladas mediáticas, sostenidas por variados instrumentales que van desde burdas falsificaciones hasta sutiles distorsiones de la realidad factual, entre otros procedimientos manipuladores como el ocultamiento de la historia y la satanización reiterativa de todo lo que huela a contra hegemonía. Por lo pronto, y por suerte, el escritor uruguayo Mario Benedetti aportó hace escasas décadas algunas eficaces herramientas de análisis desmontadoras y en los últimos años el español Pascual Serrano, ha continuado adelantando significativo tramos en esa necesaria ruta.

Uno no puede dejar de evocar entre los “clásicos” contemporáneos aquel del  estudiante de Checoeslovaquia asesinado por la policía que nunca existió, y que  la poderosa maquinaria mediática, sin ningún respeto a la verdad, lanzó a los cuatro vientos, en vísperas del desmantelamiento del socialismo en ese país, a finales de los 80. O las inexistentes fosas comunes de opositores políticos en Rumania, con idéntica finalidad. Y en fecha posterior, en el 2003, las armas nucleares, químicas y bacteriológicas en poder del régimen de Sadam Hussein en Iraq, que nunca nadie encontró allí, pero ofertadas a la opinión pública como un libreto-acontecimiento que merecía el desencadenamiento una guerra de ocupación de ese país árabe.

Sin ir tan lejos, el ayuno de un prisionero cubano por delitos comunes, en reclamo de preferibles condiciones de reclusión, lo que ocurre con mucha frecuencia en penitenciarias en Estados Unidos y Europa pero sin beneficios de cintillos ni estelares televisuales, fue colocado intencionalmente en la pasarela de los acontecimientos, exponiendo así un doble discurso respecto a donde se debe silenciar un hecho o donde debe convertirse en escándalo otro similar.       

Creo, o por lo menos echo en falta, una mayor aproximación al tema, que apenas intento abrir hacia una reflexión cuidadosa en torno a la relación entre la categoría acontecimiento y los hábitos de consumo de la información masiva, que sospecho asignatura pendiente.

El público existe porque los seres humanos que lo constituyen  experimentan una imperiosa necesidad de saber en cual contexto social se encuentran y que les depara, y para satisfacerlo requieren la información cuyo suministro pasó a formar parte de las funciones legitimadas de los medios masivos, y en particular los periodísticos.

Creo identificar un grupo de fundamentales franjas de necesidades e intereses de hombres y mujeres comunes sobre los cuales se han estado erigiendo las tramas informativas y con un alto grado de predictibilidad, los acontecimientos.  Sin tomarlos en cuenta parece difícil, por no decir imposible, el establecimiento de las agendas mediáticas, cualesquiera que sean sus signos.  Son, a mi juicio:

1.- La supervivencia humana, que cubre una amplia gama de sucesos vitales  como  los eventos y calamidades naturales, el estado del medio ambiente,  el hambre, las enfermedades y epidemias, los accidentes, y las guerras.

2.- La seguridad social que debería expresarse en garantías de empleo estable adecuadamente retribuido, protección contra la vejez y violencia criminal y la existencia de instituciones reguladoras garantes del orden y de representatividad legítima, que una vez alteradas provocan incertidumbres e intensifica la conflictividad.

3.- La expectativa de bienestar, que penetra en las áreas de la economía,  por cuanto potencian desarrollo y consumos accesibles,  la ciencia y la tecnología con sus consejos,  descubrimientos y hallazgos, y la conquista y disfrute de tiempo libre  en diversos campos de actividad para la reproducción de la fuerza de trabajo.

4.- La adquisición de nuevos conocimientos que contribuyan a una más certera orientación sobre la vida cotidiana, las relaciones sociales y los entornos nacional e internacional.

5.- El reforzamiento del protector sentido de identidad y pertenencia grupales que se puede encontrar en relatos e interpretaciones históricas, tradiciones, leyendas y mitos, en el arte y la literatura, en discursos políticos, disertaciones académicas y ceremonias, en la competitividad deportiva.

6.- El enriquecimiento de la vida espiritual y estética que se busca en las llamadas secciones culturales, si bien torpedeado por las aberraciones faranduleras sensacionalistas introducidas editorialmente con intenciones comerciales y enajenadoras.

7.- Disponer de modelos éticos de conductas, que se espera encontrar en relatos sobre actitudes sobresalientes, semblanzas  y  entrevistas a personalidades destacadas que se erijan en patrones.

8.- Incorporar la noción del éxito personal, que varía según los sistemas de valores de cada sociedad, desde el honor enaltecido hasta el enriquecimiento rapaz.

9.- La compulsiva identificación con las más sentidas necesidades, exigencias y desgracias de otros seres humanos, que en unas sociedades se encauza en la solidaridad y en otras en la morbosidad.

10.- La predictibilidad del futuro con sus apremiantes interrogantes, para lo que se apela a lo científico y racional, al juicio probablemente orientador del periodismo investigativo y de opinión.  Pero también a lo etéreo difuso como presunta tabla de salvación cuanto más incierto se presenta el entorno, que muchos medios bajo las égidas del enajenamiento y la “venta” de emociones fuertes, ofrecen sin escrúpulos en sus espacios.

Pasar mediáticamente del acontecer al acontecimiento entraña un posicionamiento conceptual, un sagrado apego a la veracidad, una misión esclarecedora, y en fin de cuenta una batalla de ideas. 

 

LABOR EDUCATIVA Y POLÍTICA DE FÉLIX VARELA

LABOR EDUCATIVA Y POLÍTICA DE FÉLIX VARELA

Lic. EMILIO ANTONIO BARRETO RAMÍREZ,
profesor de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Propongo tres períodos para el estudio del legado educativo y político de Félix Varela, estos son, primero: el anterior a su vida, es decir, la Cuba del siglo XVII, segundo: los años de Varela como hombre de la docencia y de la gestación de la cultura cubana, o sea, hasta casi cumplido el primer cuarto del siglo XVIII, y, tercero: la etapa del exilio, o lo que es lo mismo, los años vividos en los Estados Unidos de América.

Primer período

En el siglo XVII se va produciendo un fenómeno de marcado interés que, a posteriori, se revelará como un instante esencial en la formación de la nación cubana: la emergencia de una clase terrateniente de criollos de esmerada educación, esto es, universitaria, que asciende a los rangos de la aristocracia en los sectores de la ganadería, la industria azucarera, y la industria cafetalera.

Esa burguesía, formada por hombres y mujeres que vieron la luz en Cuba, comenzó a ser llamada criolla. Criollo era el nacido en Cuba de padres españoles. El criollo tenía formación española, es decir, estudios a la usanza de la vieja Europa: un doctorado en la Universidad de Salamanca, o en la de Sevilla, ambas en España, o en la Universidad de San Gerónimo, en la villa de San Cristóbal de La Habana. Muy a pesar de esta formación de notable raigambre española y de los ascendientes peninsulares (así eran distinguidos los nacidos en España de los nacidos en Cuba), los criollos, cuyo punto de referencia ideológico ya venía siendo la asunción de las ideas liberales, tal vez comenzaban a soñar con una Cuba, aunque española, con una pujanza autóctona económica y cultural bien visible.

Así, en el ocaso del XVIII, surge el primer movimiento de pensadores cubanos. Ese grupo se movió con inteligencia sobre la vorágine de la economía esclavista y de la fastuosa quintaesencia de las “Lumieres”, o sea, el Siglo de las Luces. En concreto, me refiero a todo aquello que servía para la Ilustración Reformista Cubana.

Al decir del doctor Eduardo Torres-Cuevas, en Cuba, el Iluminismo se desplazó paralelo a la llamada “fundamentación racial y social”, empeño que fructificó en la elaboración de los primeros tratados de economía, filosofía, ciencias, educación y ética. Los primeros iluministas cubanos fueron el economista y político con madera de estadista Francisco de Arango y Parreño, el filósofo de ribetes teológicos José Agustín Caballero, el científico y humanista Tomás Romay y el no menos literato Manuel Tiburcio de Zequeira y Arango, entre otros. Todos ellos calibraron este movimiento que comenzó a fundar la Razón para la causa cubana.

No hizo falta tan siquiera media centuria para que estos iluministas criollos elevaran a la todavía isla de Cuba al nivel de la primera región productora mundial de azúcar y en la cosechadora del “mejor tabaco del mundo”. Las nociones de estos cubanos contribuyeron también en la eficacia de la exportación de maderas preciosas, así como de las mieles destinadas a la fabricación del ron cubano. Finalmente, la gestión de este grupo posibilitó la aparición del café cubano en el mercado mundial. El café cubano era procurado ya en otras latitudes por el aroma, el sabor y, por si fuera poco, por la facilidad que otorgaba su precio.

Del mismo modo, antes que salieran a la palestra las textileras catalanas, los cubanos que ya mencioné se ocuparon en instalar por todo el Caimán antillano la máquina de vapor, que fue el sello distintivo de la Revolución Industrial. Con idéntico altruismo hicieron traer a Cuba el ferrocarril, incluso antes de que la Metrópoli consiguiera hacerlo tanto en España como en las demás colonias de ultramar. Esa empresa fue sufragada con capital generado en Cuba.

Conseguido tal grado de bonanza económica, así como los dividendos académicos y literarios que facilitaron en primer lugar los docentes del Real y Pontificio Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio y la Pontificia Universidad de San Gerónimo, así como los oradores, conferencistas y expositores que ascendían a las tribunas de la Sociedad Económica de Amigos del País, a la postre casi los mismos que se desempeñaban como columnistas del Papel Periódico de la Havana, fue que Francisco de Arango y Parreño, sin albergar el más mínimo índice de pudor –probablemente como consecuencia de la cierta desmesura que a ratos suele caracterizarnos a los cubanos–, declaró que su aspiración era lograr, con notable rapidez, una Cuba con el talante y el progreso de Inglaterra. Hasta aquí he narrado el sueño de la primera burguesía genuinamente cubana.

En 1797 José Agustín Caballero publicó lo que puede considerarse como la primera obra filosófica cubana. El título sorprende y cautiva: Filosofía electiva. Para nuestros historiadores y pensadores de la nacionalidad cubana, el tratado de José Agustín Caballero ha quedado como el punto de partida para la hermenéutica de alto vuelo en Cuba. José Agustín Caballero –no lo podemos pasar por alto– era presbítero, profesor de filosofía de San Carlos y San Ambrosio, y quién sabe si ello fue razón para que hoy nos llegue como el autor de propuestas incompletas, pues lo caracterizaban, según el doctor Torres-Cuevas, la sagacidad, la osadía de su cultura y al mismo tiempo el temor de la religión. Medardo Vitier, estudioso de la cúspide del pensamiento cubano, padre del escritor Cintio Vitier, definió a Caballero como “un pensador fronterizo”, o sea, un exegeta no totalmente abierto o aperturista en la amplitud de su obra.

"Es más conveniente al filósofo, incluso al cristiano –dice José Agustín Caballero citado por Max Henríquez Ureña–, seguir varias escuelas a voluntad, que elegir una sola a la cual adscribirse." Entonces, lo que puede calificarse como el procedimiento electivo propuesto por Caballero, se nos muestra más como una actitud, una conducta, que como un programa o un universo sistémico. Se trata, a derechas, de una remodelación en el discernimiento para quien no esté dispuesto a someter su pensamiento a la esclavitud de un sistema.

Transcurridas apenas dos décadas, Félix Varela, partiendo de la idea de la filosofía electiva, desarrolló todo un amplio universo sistémico que sirvió de base al pensamiento filosófico del XIX cubano, así como a las orientaciones que quedaron reservadas para el siglo que recientemente hemos clausurado.

Segundo período

Félix Varela nació en 1787 en la villa de San Cristóbal de La Habana en el seno de una familia con algunos recursos. Muy temprano entró a estudiar en el Seminario San Carlos y San Ambrosio, donde fue incorporado al Orden de los Presbíteros. Luego, se doctoró en filosofía y obtuvo, por oposición, la Cátedra de Filosofía del Seminario San Carlos y San Ambrosio. Desde allí fungió como preceptor o mentor de toda una hornada de grandes hombres del intelecto que más tarde desplegarían una enorme labor cultural a favor de la nacionalidad cubana. Estos hombres fueron: José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero, José María Heredia y Domingo del Monte, entre otros.

En la obra de Varela se fragua la primera propuesta que podemos denominar coherente para el pensamiento de la cubanidad. Esas obras fueron Lecciones de Filosofía, Miscelánea filosófica, los ensayos periodísticos incluidos en El Habanero y los ensayos teofilosóficos conocidos como Cartas a Elpidio. Esos compendios delinearon el comienzo de una etapa y un modo diferente de pensar a Cuba. Pero, no es menos cierto, la noción vareliana parte, se nutre con avidez y finalmente bebe con fruición del concepto de la electividad formulado por José Agustín Caballero.

La electividad tiene un germen: la definición volteriana contenida en el Diccionario Filosófico. En el corpus creado por Félix Varela la filosofía electiva es “aquella que elige libremente sin atarse a un pensador o sistema alguno”, esto es, “sin estar sujeto a autoridades”. Varela se dedicó, en sus años como profesor de San Carlos y San Ambrosio, al enorme esfuerzo de zafar al pensamiento cubano, en primer lugar de la prisión de lo más arcaico de la escolástica, pero sin renunciar a las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino, aunque concediéndole toda su confianza “a la Razón y a la experiencia”.

Después, el otro empeño de Varela consistió en una segunda liberación. Esta vez se trataba de no fomentar dependencia alguna a pensamientos de otras latitudes. El concepto que rige a la electividad es la libertad, “sin la cual no hay elección”. Esta acotación precisa resulta ineludible a la hora de conferirle un contenido nuevo y novedoso a la vieja esgrima verbal que hasta entonces perduraba en torno al sentido de la filosofía latinoamericana.

Entonces se expandió una constante: la filosofía latinoamericana era una filosofía ecléctica. Ciertamente, lo que radica en la esencia de esta cuestión es el aspecto creativo o no de la filosofía ecléctica. De Varela a la fecha, sin que sea necesario adentrarnos en el campo de las estocadas semánticas producidas en torno a la filosofía ecléctica, podemos dar cuenta de que el concepto ecléctico se ha visto arropado por diversas connotaciones. Inicialmente, con la penetración de las nociones del filósofo francés Víctor Cousin en Latinoamérica, se consideró pertinente –diría más bien prudente y beneficiosa– la destreza del término que restaba creatividad al pensamiento.

Cuando Varela, aún a pesar del contraste entre el origen griego y latino del término ecléctico y del término electivo, se asumió lo de ecléctico en el sentido de lo electivo, a contrapelo del contenido que Víctor Cousin le dio al término en cuestión. Por eso, el doctor Torres-Cuevas ha sustentado en diversos trabajos que la filosofía cubana había visto la luz y sostenido ese elemento esencial, es decir, “nació como filosofía electiva y no ecléctica, en tanto su base y aspiración es la libertad de pensamiento y la elección inteligente determinada por una realidad diferente.

Y esa libertad solo resulta posible en el constante correlato entre la realidad autóctona, el discurso expresivo descargando y recargando los conceptos a partir de las necesidades cognoscitivas del lenguaje con su referente (significado-significante) y del estrecho intercambio y entrecruzamiento entre las propuestas universales con esa realidad autóctona” (Torres-Cuevas, 1999).

Finalmente, la filosofía electiva fundó la base teórica y filosófica para la conformación de los contenidos de lo que se ha dado en llamar la Filosofía de la Liberación Cubana. Por su amplitud y temas-problemas que dilucidó, sobre todo en el espectro de la metafilosofía, fungió, en el mismo espacio y tiempo, como la liberación del pensamiento y el pensamiento de la liberación.

Varela busca y aprehende en la ideología francesa de Destutt de Tracy para seleccionar los ingredientes que le facilitaran una codificación teórica, acaso mucho más que filosófica, para darle un giro a su realidad a partir del conocimiento de ésta. Léase con mucho cuidado el Elenco de 1816 y se focalizará la molécula principal de la electividad.

Otro estudioso del XIX cubano, Roberto Agramonte, definió de la siguiente manera el objetivo de Félix Varela: “crear una sophía cubana que sea tan sophía como lo fue la griega para los griegos”. Tanto la ideología, como la reflexión acerca de la producción de las ideas, partiendo de una realidad dibujada por lo sensorial, facilitan el acceso al estudio de los sistemas de pensamiento que permiten proyectar líneas de enlace entre esa realidad y la creación de la conciencia. Por eso Varela decidió abandonar el sendero de la metafísica.

“Los filósofos hablan de una substancia; ellos dicen más lo que piensan que lo que saben” -consiguió atisbar Varela (Torres-Cuevas, 1999). El señalamiento viene dado por la búsqueda y la creación de un método racional y experimental de conocimiento de la realidad. En el método está la ciencia y sobre la ciencia se levanta la conciencia. Y esta sentencia es del doctor Torres-Cuevas. ¿A qué conciencia se refiere? A la existente en la realidad cubana. Visible únicamente si se estudia. ¿Y para qué se estudia? Pues por dos razones; la primera: para ser transformada; la segunda: para, desde un sitio seguro, favorable, del conocimiento a obtener, lograr un aporte, más bien modesto, para el conocimiento universal. Hay además otro sentido: dejar bien establecida la no contradicción entre la Razón y la Fe, esto es, “la Fe para las cosas de Dios; la Razón y la experiencia para el mundo natural y social”.

Así llegó Varela a la idea de que la ciencia era necesaria para entender a Cuba y la conciencia para modelarla libre e independiente y para que la sociedad cubana fuese justa y protagonizada por actores sociales hechos a la manera de los hombres iguales. Estos conceptos, como es lógico, no son inexpugnables e infalibles, pero constituyen un paradigma, o el paradigma: Varela ideó, soñó la sociedad del deber ser.

Esto fue lo que los varelianos llamaron el Plan Ideológico. En ello trabajaron y produjeron los más significativos filósofos, científicos, literatos y docentes cubanos de la primera mitad del XIX. Me refiero a José Antonio Saco, a Felipe Poey, a José de la Luz y Caballero, a Domingo del Monte, quizá otros más. En el meollo de este afán, la definición más precisa es de la autoría de José de la Luz y Caballero, donde la conjugación del verbo ser constituye un enroque magistral: "todo es en mí fue, en mi patria será".

Tercer período

He realizado esta explanación para carenar en el periodismo de Varela: en mi opinión el summun del legado político del pensador cubano. El periodismo realizado por Félix Varela primero a través de El Habanero, una publicación cubana, realizada fuera de Cuba, desde el exilio de Varela en New York, y más tarde en la compilación de ensayos intitulada Cartas a Elipidio, son el resultado de la electividad.

De El Habanero ponderaré en estas líneas la presencia de dos ensayos periodísticos de factura exquisita, en lo que a estilística se refiere, y de pensamiento de cubanía acendrada. Estos ensayos son: "Bombas habaneras" y "Máscaras políticas", ambos ejemplos los traigo a colación para señalar en ellos el logro de una síntesis codificadora desde la filosofía electiva, que es la liberación del pensamiento y el pensamiento de la liberación, hasta la relación entre ciencia y conciencia, y que halla su culmen en la frase de José de la Luz y Caballero que he citado hace solamente unos breves instantes.

La síntesis codificadora que acabo de enunciar como salidas de las páginas de El Habanero, estimo ha quedado muy bien explicitada a partir de los empeños en el ensayismo histórico de Enrique Gay-Calbó y Emilio Roig de Leuchsenring. Este binomio ocasional consiguió nuclear en tres puntos esenciales lo que puede considerarse el programa emancipador de Félix Varela para Cuba.

Primeramente, Varela consideraba que la entonces isla de Cuba no podía esperar de la Metrópoli indulgencia alguna en cuestiones relacionadas con cualquier variante de autonomía. La razón: la corona española no podía ofrecer ni conceder a ultramar aquello que no podía instaurar en su propia casa del Mediterráneo ibérico. La negativa española no era del carácter de un iluminismo escaso, sino de voluntad precaria, de estilo político amorfo, muy a la zaga del talante negociador que ya evidenciaban la Francia posterior a 1789 y la Inglaterra inmersa en las modernidades de la Revolución Industrial.

En segundo término, dada la ceguera política de la realeza española, Varela formuló la certeza que comenzaba e enrumbar su propio pensamiento hacia la liberación nacional según la propia gestión de los cubanos en la Isla. Ipso facto apareció el tercer aporte del periodismo de Félix Varela según el dueto intelectual Gay Calbó-Emilio Roig: los esfuerzos nacionales por la emancipación o, más bien, la independencia cubana de España, no debía esperar por la consumación de los proyectos libertadores que estaban teniendo lugar en Suramérica; más bien, en todo caso, la gesta independentista debería tener como protagonistas, o como únicos actores, a los cubanos en un derroche de esfuerzo propio.

El pensamiento emancipador de Félix Varela se concreta a partir de la liberación del pensamiento, pero no precisamente en el tratado filosófico sino en el periodismo que movía los resortes patrióticos a partir de los sucesos de la inmediatez. La humildad editorial de El Habanero aglutina la sumatoria educacional de Félix Varela; precisamente en estas páginas y en las de Cartas a Elpidio se puede hallar el corpus que llevó a José Martí a llamarlo el patriota entero que nos enseñó primero en pensar, es decir, en el arte del discernimiento.

Bibliografía:

Gay-Calbó, Enrique, Roig de Leuchsenring, Emilio: "Tres conceptos básicos en la ideología política de Varela". En: Comunicación y sociedad cubana. Selección de Lecturas. Colectivo de autores. Editorial Félix Varela, La Habana, 2005.

Henríquez Ureña, Max: Panorama histórico de la literatura cubana.

Torres-Cuevas, Eduardo: "El sueño de lo posible". En: Utopía y experiencia en la idea americana. Ediciones Imagen Contemporánea. Casa de Altos Estudios "Don Fernando Ortiz", La Habana, 1999.