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SEPULTAR LOS MONSTRUOS DE LA RAZÓN TECNOLÓGICA

SEPULTAR LOS MONSTRUOS DE LA RAZÓN TECNOLÓGICA

Necesidad de hallar nuevas bases para una ética pluralista e intercultural de la comunicación social.

Dr. JULIO GARCÍA LUIS,

Decano de la Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

El tema de la comunicación intercultural, serio e importante como es, constituye también un tema de moda.  Hace recordar un relato que el héroe nacional cubano, José Martí, incluyó en su revista para los niños latinoamericanos, La edad de oro, a finales del siglo XIX. Se trata de cuatro ciegos que son llevados a conocer por primera vez a un elefante. Cada uno de ellos se acerca al animal y toca la parte que le queda más próxima, y así uno lo describe como la trompa, el  otro como la pata y otro más como la cola que ha palpado; incluso el cuarto, que se desvía y toca el asa de una fuente cercana, afirma que el elefante es redondo e inmóvil.

No es que nosotros seamos ciegos, pero somos seres y colectivos humanos mediados por muchas circunstancias, y así las percepciones que tenemos de la interculturalidad resultan sumamente variadas.

Hay una visión light de este fenómeno que lo reduce a un simple esfuerzo educativo, en el sentido de la tolerancia o de la competencia lingüística.  Y no es que estas facetas no sean capitales.  Pero se trata, a nuestro juicio, de que la perspectiva del determinismo tecnológico, omnipresente hoy, ignora o subestima los factores socioeconómicos y culturales, y en su lugar potencia el papel de las redes y los medios digitales, como herramientas dotadas de automatismo para superar las barreras culturales, en unos casos, o como condicionante fatal, en otros, para que las culturas hegemónicas dispongan del patrimonio cultural de comunidades nacionales o locales más débiles.

Hay una visión desde la dominación y hay una visión desde la resistencia, en la que se enfrentan a menudo los globalofílicos y los globalofóbicos.  A este autor le gustaría asumir un enfoque que pudiéramos llamar crítico de este problema.

Las relaciones interculturales son tan viejas como el mundo.  ¿Por qué, al cabo de miles de años, este problema ha adquirido la preeminencia actual?  Ello obedece posiblemente a: 1) la internacionalización vertiginosa de la vida en el planeta, debida al proceso de globalización neoliberal y al cambio tecnológico que lo acompaña, 2) las formas hegemónicas agresivas que adquieren las relaciones culturales a nivel mundial, y también, hasta cierto punto,  3) por la presencia de un discurso sobre derechos humanos, que obliga a tomar en cuenta las nociones de identidad, derecho de los grupos minoritarios, asimetrías de desarrollo, invasión cultural y otras.

Vivimos dentro de una cultura que trata de hallar sus respuestas, desde hace más de tres siglos, en el paradigma de la racionalidad.  Y la racionalidad, como han destacado numerosos pensadores (Zeitlin, 1997), busca su lógica en apresar el todo.  Il n'y a qu'un individu sur la terre: c'est le tout  (No hay sino un ser sobre la tierra: es el todo), dijo Rousseau.  Ese concepto tuvo luego eco en el sistema enciclopédico de Hegel:  La verdad es el todo.  La esencia del método que Marx descubre después en el sabio prusiano, y que sustenta sobre nuevas bases, es justamente la dominación, determinante y en todos los dominios, del todo sobre las partes.  José Martí, el cubano eminente, se detuvo fascinado ante la arquitectura del universo, esa fusión de lo uno y lo diverso, ensamblada en el orden cósmico:  El Universo es lo universo.  Y lo universo, lo uni-vario, es lo vario en lo uno... (T.XI.  164)  Todo, ascendiendo, se generaliza.  Todo, descendiendo, se hace múltiple... (T.XII.  441).

Los artífices de la Ilustración del siglo XVIII, forjadores de la modernidad, se plantearon como regla una cultura-mundo.  La razón no debía conocer fronteras de ningún tipo.  El hombre es un ser esencialmente racional y esa racionalidad es la que podía llevarlo hacia la libertad.  La filosofía de la historia de Hegel constituyó el fundamento de la racionalidad para las ciencias sociales modernas y contemporáneas (Obenga: 282).  A ese paradigma son comunes, entre otras, las ideas de la historia y el mundo como una totalidad y la del progreso lineal de esa totalidad-mundo, como realización de la razón  y como prueba del sentido de la historia.

Pero los iluministas llevaban implícito en su discurso el desgarramiento entre lo formal y lo real, que lastra hasta hoy el punto de vista burgués.  La burguesía logra su hegemonía porque hace ver sus intereses como intereses generales, de toda la sociedad (Acanda, 2002: 305).  Su pretendido universalismo deviene así en la práctica estrecho nacionalismo burgués.  Su idea de la cultura-mundo se convierte bajo este prisma en eurocentrismo hegemónico.  La visión igualitaria formal de los seres humanos encierra, por otro lado, un enfoque  instrumental de la relación sujeto-objeto. El sujeto, protagonista histórico, representado por la minoría rectora que dirige el proceso, y el objeto pasivo, los pueblos, que son ilustrados y conducidos. Con ello la Ilustración se traiciona a sí misma; divide a los hombres en dos grupos: los educadores y los educados...  la educación, concebida como ilustración, se configura bajo el signo de la dominación...  (Acanda, 2004: 24)

Ese punto de vista, como sabemos, conduciría directamente a estructurar la ideología del colonialismo y el racismo, y serviría para sustentar la idea de la misión civilizadora  de las potencias europeas en Africa, América Latina y Asia.  Conocemos demasiado bien lo que ha ocurrido con las relaciones interculturales en nuestra región en los últimos quinientos años para tener que detenernos a hacer un recuento.

La cultura ha sido definida como el conjunto de sistemas simbólicos que sirve no solo para definir e identificar las estructuras culturales y sociales, sino para articular la síntesis de dos partes esenciales de la cultura humana: el ethos y la visión del mundo  (Geertz en Kluver, 2003).  En ella cobra forma la construcción de consenso en que descansa una parte esencial del poder y su ejercicio.  Esa parte, ya advertida y categorizada por Gramsci desde su celda antifascista, crece cada vez más en nuestro tiempo; estamos tentados a decir que a ritmo exponencial, al compás de la revolución tecnológica, sin que por otra parte el poder renuncie en modo alguno a sus atributos de violencia física organizada.  Y ese proceso de hegemonización simbólica transcurre en la comunicación social.  Como ha señalado Armand Mattelart (1998: 9): La internacionalización de la comunicación es el fruto de dos universalismos: la Ilustración y el liberalismo.  Unas veces en oposición, y otras en convergencia, son dos proyectos de construcción de un espacio mundial sin trabas que buscan su concreción.

Todos nacemos, crecemos y nos formamos en una comunidad de sentido.  Esa cultura, que recibimos ya formada, y a la cual nos incorporamos, como sujetos y objetos, es una comunidad simbólica.  Ella permanece y existe en la comunicación.  Es en la comunicación entre las personas que esa cultura vive y se manifiesta como tal.  Las comunidades culturales son comunidades lingüísticas  (Rodrigo Alsina, 2003).

¿Cuál es aquí la relación entre lo global y lo local?  Pudiera decirse que la humanidad, como un todo, en tanto resultado de una historia única, posee también una cultura única, por más que ella sea asimétrica y diversa.  Sobran las evidencias de que entre todas las culturas hay rasgos unificadores, valores comunes y temas humanos universales.  La multiculturalidad es, pues, la forma de existir la unidad cultural humana.  Toda cultura, a su vez, por su contenido y su evolución diacrónica, es esencialmente pluricultural.  No hay culturas puras.  Lo sabemos.  Cada comunidad cultural depende y necesita de las otras.  Se ha formado en la historia en intercambio con ellas.  Su forma de existir debiera ser la interacción respetuosa mutuamente enriquecedora.

De lo anterior se desprende, además, una conclusión ética esencial. Desde el punto de vista objetivo puede haber muchas diferencias, pero como formas particulares de la cultura humana, todas las comunidades culturales son iguales, todas merecen la misma dignidad y respeto, pues expresan el derecho humano de quienes las vivencian y construyen a ser ellos mismos.

Cada comunidad cultural tiene también su propia comunicación intracultural, y eso lo vemos en países que, como Cuba, poseen una cultura nacional muy fuerte, unitaria, sin variaciones étnicas de peso, y donde sin embargo hay comunicaciones intraculturales básicas entre las regiones, entre la capital y las provincias, entre las generaciones que coexisten en la sociedad, entre  los géneros, los sectores, capas y grupos humanos de todo tipo.  Pudiera añadirse que la capacidad para el diálogo intercultural está como regla en proporción directa a la capacidad para el diálogo intracultural.  Sólo desde la identidad propia se puede hallar, o construir, las identidades comunes.  Una globalización que no implique el respeto, y el cuidado, por esa diversidad intrínseca del ser cultural universal  -se pudiera añadir-  no es una verdadera globalización humana, sino un proyecto de hegemonía, de violencia simbólica y de homogenización cultural.  Tal es la realidad que nos toca vivir en nuestra época.

Es innegable que en el mundo unipolar prevaleciente hoy se ha agudizado con fuerza la crisis de valores, normas y prácticas.  Se exacerba la deshumanización. La cultura de masas y la industria mediática que la monopoliza están arrasando con sus contenidos-basura, mecánicamente, sin síntesis orgánica, la diversidad cultural que tardó milenios en forjarse.  Estamos presenciando, con mayor o menos impasibilidad, políticas de violencia, racismo, tortura y degradación, implementada precisamente por estados que debían guardar una especial responsabilidad ante la humanidad.

Cultura de masas y medios de comunicación pasan a ocupar lo que Esteinou (1992) llama las puntas de hegemonía, las cuales desplazan, al menos hasta cierto punto, el papel clásico desempeñado por las instituciones educativas y en menor medida por las iglesias y otros agentes socializadores.  En esta apreciación coincide como Bourdieu (2002: 372):  A través del dominio casi absoluto que tienen sobre los nuevos instrumentos de comunicación, los nuevos amos del mundo tienden a concentrar todos los poderes, económicos, culturales y simbólicos, y están así en condiciones de imponer muy ampliamente una visión del mundo conforme a sus intereses...

Antes bien que una crisis en la ética de la comunicación, la cual indudablemente existe, estamos asistiendo a la crisis general de un sistema --el capitalismo mundial y su cabeza visible: Estados Unidos y el resto de exclusivo club de la OCDE--,  que, a la vez que aparece como victorioso en la arena internacional, muestra síntomas de agotamiento tanto material como moral.  Sobre todo moral.

El enfoque de mercado de los medios es funcional con estas realidades y entra en crisis junto con ellas.  Como apunta Cebrián (2003):  lo comercial se ha impuesto a lo cultural.  Se comercializa la cultura, pero no se vislumbra que se culturice lo comercial.  Dicho en los términos de Michael Traber (1997: 332), una ética social de la comunicación es absolutamente opuesta a la racionalidad económico-industrial que es comúnmente aplicada a los medios de masas.

Este es el momento para reflexionar en qué punto del camino se perdió la ruta y bajo qué circunstancias hemos llegado a esta situación.

Un análisis histórico y cultural podría mostrarnos que al menos una de las fuentes de esta sociedad unidimensional, que agrava los problemas globales en lugar de resolverlos, se halla en el momento en que la naciente y vigorosa civilización industrial europea se apartó del eje de la tradición cultural y ética occidental, simbolizada en nombres como Sócrates, Platón, Aristóteles, Tomas de Aquino y Kant  --quienes siempre divisaron el carácter único y la integralidad del hombre, la sociedad y la humanidad toda--, y se extravió por el camino del utilitarismo, la simplificación de los valores y el rechazo del conocimiento trascendental.

Un ilustre pensador venezolano, Antonio Pasquali (1991), se refirió hace ya años a este fenómeno, en el que las moralidades de corte hobbesiano, positivista y pragmatista han venido desplazando a las de raíz greco-judía-cristiana (353).  El advertía en otro de sus libros (1990), que la aberrante reducción del fenómeno comunicación humana al fenómeno medios de comunicación constituye un caso de perversión intencional de la razón, de tosco artificio ideológico.  Llegaba así a establecer la relación entre aquella pérdida del eje filosófico humanista de la cultura occidental y la atribución reduccionista a la tecnología de un poder incontrastable.  Las nuevas tecnologías son inventadas y exhibidas como si se tratase de productos independientes y autónomos capaces de generar luego, por irreversible y espontánea evolución, nuevas sociedades y nuevas condiciones humanas (12).  El insomnio de la razón tecnológica, no temperado por una racionalidad de los fines, produce monstruos (14).

El sistema hegemónico actual, limitado desde su origen por las contradicciones socioclasistas -léase, su dependencia de la explotación- no puede convertirse en un sistema-mundo con respuestas humanas y solidarias a los problemas de la sociedad.  Por eso no tiene en realidad solución al tema de las relaciones interculturales.  No puede armonizar lo global y lo local en la cultura, porque tampoco lo puede lograr en la política y la economía.  Está condenado, como aquel personaje shakesperiano, a matar y destruir, y en este caso a aplastar las culturas más débiles.  En estos tiempos de globalización, revolución científico-técnica y creciente conflicto con el medio natural, el sistema hegemónico unipolar llega por esta vía a un callejón sin aparente salida.

Tampoco, en honor a la verdad, la versión soviética del socialismo, centralista y autoritaria, pudo hallar una solución democrática y por ende perdurable al problema de la comunicación intercultural.

El pretendido "choque de civilizaciones" respalda y oculta hoy enfoques políticos dirigidos a mantener las inequidades e injusticias prevalecientes en el planeta.  Parte del nuevo "orden mundial" es la imposición de una virtual dictadura sobre la información y la vida espiritual, llevada a cabo en gran medida por los medios dominantes, como parte de un intento por establecer una cultura única, en correspondencia con un ambicionado sistema único a escala mundial en los campos político, económico y jurídico.

El sistema hegemónico mundial actual, liderado de modo casi hermético por Estados Unidos, dispone de un vasto y eficaz aparato ideológico-cultural, incluido un enorme sistema académico y universitario, que le permite asimilar a su punto de vista, y generalizar para el mundo, cualquier área potencial de conflicto.

Así está ocurriendo hoy con la comunicación intercultural.  Basta asomarse a un texto como el de Chen y Starosta (1998) para advertir cómo el problema es reducido casi por completo a las asimetrías y disfunciones que pueden aparecer en la comunicación interpersonal entre sujetos provenientes de diferentes culturas.

Kluver (2003) señala por su parte que sociedades y comunidades no tienen otra alternativa sino participar en este "Nuevo Orden Internacional de la información", pero el carácter de su participación esta conformada por condiciones especificas de tipo social, cultural, económico y político. 

En Bennet y Bennett (1993) hallamos una metodología para desarrollar de forma gradual las competencias para la comunicación intercultural, mediante un cambio evolutivo de los paradigmas.  El programa de educación o entrenamiento diseñado por ellos descansa en que las personas, de acuerdo con sus experiencias culturales, pueden tener una visión etnocéntrica o etnorrelativa acerca de las otras culturas.   En el primer caso, esas percepciones giran en torno a la cultura propia y pueden generar tres actitudes fundamentales:  1) Negación.  La cultura propia es vivenciada como la única real  2) Defensa.  La cultura propia es considerada la única buena, y se percibe a las otras culturas como una amenaza, y 3) Minimización.  Los elementos de la cultura propia son considerados universales.  Se minimizan las diferencias con otras culturas.  Las personas en un estadio cultural etnorrelativo, más avanzado, pueden transitar a su vez por tres peldaños básicos: 1)  Aceptación.  La cultura propia es vista como una más, a título de igual, en el mundo.  2)  Adaptación.  La experiencia de otras culturas es recibida como apropiadas y se aceptan esas otras visiones del mundo, y 3)  Integración.  Cuando la persona se halla en un estado en que es capaz de expandir la experiencia propia e incluirla dentro de otros puntos de vista culturales.

Los Bennett construyeron, a partir de este esquema, un método de entrenamiento ajustado a cada uno de estos seis estadios, a fin de mover las competencias y actitudes comunicativas de los individuos al peldaño siguiente.  Su tesis de partida, tomada de una alegoría de Friedman, es que una rana puede teóricamente llegar a ser hervida en una cazuela, si se le coloca primero en el agua fría y luego se le calienta lentamente. 

Es un ejemplo.  En él se pueden apreciar, en nuestro criterio, las ventajas y limitaciones del enfoque positivista.  Las primeras pueden consistir en su concreción y su sentido práctico, traducible en acciones.  Las segundas las vemos en la fragmentación de la realidad, en la reducción de un fenómeno sociocultural y económico muy complejo, como el de la marginación de minorías y pueblos, a una metodología educativa.  Como trasfondo general, se aprecia la ausencia de una perspectiva filosófica que permita comprender a la sociedad y la cultura como un todo.  Se trata, en resumen, de una vieja mutilación intelectual que hunde sus raíces en Auguste Comte y John Stuart-Mill.  Puede ayudar en algo, en un enfoque muy cortoplacista; pero si levantamos algo la vista, ya no nos puede llevar a parte alguna.

La poderosa escuela de pensamiento de Frankfurt nos dio herramientas de análisis crítico desde la primera mitad del pasado siglo.  Ya sabemos lo que ella significó para la formación de nuestra propia pléyade de pensadores latinoamericanos de la comunicación, tal como subraya Martín Barbero (1993: 49), no solo en términos de adherencia entusiasta, sino sobre todo de debate controversial.

Clifford Christians (1997) destaca que esta Escuela desde Herbert Marcuse ha demostrado elocuentemente que la moderna tecnología, lejos de ser neutral, materializa valores incompatibles con los compromisos centrales de la democracia  (192).  La tecnología actúa como una guillotina espiritual, decapitando otros valores (...)  La marea de información, lejos de permitir a la gente hacer sus juicios y formar opiniones, realmente los paraliza (193).  Los gigantes mediáticos se organizan libremente en una cultura del silencio y en un vacío moral, sin resistencia.  El reto es crear centros de conciencia crítica, un mosaico de pluralismo basado en principios, que reinvente el discurso moral de la diversidad cultural...  (194).

La comunicación intercultural tiene este sello ético, liberador, crítico, o no es tal comunicación intercultural.  No puede haber un verdadero compromiso con la pluralidad cultural, sin asumir la prioridad del ser humano y la igualdad de las comunidades culturales.  Y esto implica reconocer la existencia de determinados valores universales, que le sirven de sustento. Christians (1997: 23-24) identifica ante todo estos valores con la solidaridad universal  (dada la unicidad de la especie humana, la solidaridad universal es el principio básico de la ética y puede ser mostrado como el núcleo normativo de toda la comunicación humana), añadiendo el apego a decir la verdad, la no violencia y el compromiso con la paz.

Los herederos de Frankfurt en nuestros días, en el contexto postsocialista, se distancian del análisis crítico de la realidad, es decir, de la industria cultural, de los sistemas de medios, y dirigen su obra al campo formalista de la ética del discurso.  Enrique Dussel (2000), desde la perspectiva latinoamericana de la Etica de la Liberación, destaca la lógica vacía de lo postulado por Habermas y Appel y les imputa asumir las funciones legitimadoras del poder, hasta aquí ejercidas por la conciencia positivista reinante (258).

Un problema teórico que se presenta ante nosotros es si la cultura utilitaria e individualista modeló este orden político, social, económico y comunicativo hoy dominante, tal como lo afirma Max Weber, o si ocurrió precisamente lo contrario.  Este autor sostiene esta última perspectiva.  Sin embargo, esto no significa que la cultura, y particularmente la conciencia moral, no sean capaces de cumplir un papel activo y esencial en la producción y reproducción del propio sistema, y en la movilización de las fuerzas de cambio.

Este papel es ciertamente tan importante, que sólo desde la lucha de ideas, desde la política y la ética, es posible promover y llevar a cabo los cambios que con tanta urgencia necesita toda la humanidad.

El reto teórico y metodológico, como apunta Christians (2000) es reemplazar el eje eurocéntrico de la ética de la comunicación por un modelo de ética comparativa

No es casual que ante un Frankfurt europeo de bajo perfil, el enfoque crítico en el terreno de la comunicación intercultural provenga hoy, fundamentalmente, de la ética de la liberación latinoamericana y de algunos sectores de la intelectualidad religiosa intensamente preocupados por lo que ocurre en el mundo.

Clifford Christians, un jesuita norteamericano de la Universidad de Urbana, algunas de cuyas ideas ya hemos presentado, lidera desde hace décadas a profesores e investigadores de universidades de la Compañía de Jesús en Missouri, California e Illinois.  El ha defendido como tesis central la necesidad de devolver a la cultura occidental su eje ético y filosófico, basado en el hombre como objetivo supremo.  Sin esos principios, dice, el razonamiento moral cae en una regresión infinita que termina en la nada (1997: 12) 

Si los derechos individuales -señala Christians (1997: 21)-  son el eje alrededor del cual giran los medios del sistema, la más radical alternativa a los derechos individuales sería la solidaridad humana universal.  En lugar de la sociedad concebida por los pensadores de la Ilustración en base a John Locke, es decir, personas separadas que solo por contrato acuerdan vivir en comunidad, el opuesto radical es obviamente la raza humana entera.  La última cota de todo individualismo es la unicidad global.  El universalismo contradice al individualismo en sus raíces, y el centro de la ética comunitaria no es la comunidad por sí misma, sino la solidaridad humana como un todo.

En este mismo sentido hallamos los pronunciamientos del escolapio José Segalés (2004), en el evento que la Cátedra Calasanz organizó en la universidad veracruzana Cristóbal Colón.  Allí se recordó, a propósito de la interculturalidad, que en el mundo hay registradas 6 809 lenguas distintas (Hall, 2004).  Podría añadirse también que hay unas 20 000 comunidades culturales situadas al margen de la llamada cultura del mainstream.  El neoliberalismo, señala el padre Segalés, ha conseguido colonizar nuestra vida y nuestra inteligencia con un pensamiento humanista engañoso.  Fomentando la sensación de ser hombres libres.  (...) Se trata de sentirse libre porque no se piensa en las causas de lo que ocurre (69).  En toda América Latina vivimos la agonía cercana a la muerte ya de todos los idiomas nativos, llamados despectivamente "dialectos", se espera que el totonaca, el tojolabal, el tzotzil, el náhuatl o el otomí mueran, para llenar páginas y páginas de revistas especializadas y salones de museos  (70).

Piedra angular del pensamiento crítico intercultural son las ideas del pensador lituano Enmanuel Levinas, cuya dimensión ética halló continuidad en la filosofía y la pedagogía del brasileño Paulo Freire (1993):  Yo no puedo existir si un No-Yo.  A su vez, el No-Yo depende de tal existencia.  (...) Ya no hay más el ‘yo pienso', sino el ‘nosotros pensamos' (...) La comunicación implica una reciprocidad que no puede ser rota.  La comunicación es un proceso -yo-tú o yo-ello- pero nunca un solo elemento aislado.  La comunicación no es la transferencia de conocimiento, sino un encuentro dialógico de sujetos que la crean juntos. 

Sobre ese cimiento humanista se ha erigido la obra de Pasquali, Rebellato, Boff, Betto, Martín Barbero, Orozco y muchos otros.  En ella se anuncia una nueva dimensión de la comunicación y la cultura, sin la cual no podría haber emancipación real ni un posible mundo mejor.

Al igual que la Ilustración del siglo XVIII despejó el camino hacia la eliminación del absolutismo, aunque perdiera sus alas muy pronto en una cultura materialista, eurocentrista y utilitaria, esta nueva ilustración es indispensable ahora para preceder y sustentar el paso hacia una sociedad realmente humana.  Los medios debieran ser actores eficaces de este cambio.  Si aquellos medios monopolizados por el poder no pueden ocupar ese lugar, hay posibilidades crecientes para la alternatividad.  El papel que desempeñaron los panfletos y los libros excomulgados del siglo XVIII lo podrían ocupar ahora la Internet y los nuevos sistemas digitales.  La diferencia a establecer es de orden moral.  La ética de la comunicación siempre contempla la justicia social  (Traber, 1997).

A fin de cuentas, la humanidad nunca se plantea un objetivo sin que al mismo tiempo posea, o esté desarrollando, las ideas y las fuerzas que lo pueden alcanzar.

Un nuevo universalismo será necesario, como síntesis de los mejores y más avanzados principios en la experiencia de la lucha por un mundo de amplia libertad política, plena realización del ser humano, justicia social, equidad, cooperación y solidaridad.  Un lugar prominente en este enfoque ecuménico será ocupado por la tradición patriótica y humanista de cada nación, al igual que la ética y aspiraciones de las grandes religiones universales.

Frente a esta tarea se levantan, ciertamente, formidables obstáculos.  Se puede enumerar algunos de ellos, tal vez los más evidentes:

1-Es una lucha de ideas, precisamente en el terreno donde más fuerte es el poder hegemónico, sobre todo el norteamericano: el dominio del capital simbólico.  Recordemos la advertencia de Herbert Schiller (1976: 106-107):  Los modelos culturales, una vez establecidos, son interminablemente persistentes.

2-Se trata de un empeño que, en las condiciones modernas, resulta inseparable del empleo de las tecnologías de la información y la comunicación, las cuales, si bien abren hoy espacios democráticos y oportunidades sin precedentes, están sometidas en última instancia al capital monopólico global.

3-El entorno de esta lucha, matizado por conflictos políticos, violencia, ingobernabilidad, deterioro social, crisis energética, agotamiento de recursos naturales básicos y destrucción de la biosfera, nutre con irrefutables argumentos a los abanderados del cambio, pero también desata en el poder global tendencias fascistas extremas orientadas hacia el empleo preferente de la fuerza militar y la propaganda del terror.

4-Como ya advirtieron Chomsky y Herman (1990: 21), resulta mucho más difícil combatir a un sistema propagandístico cuando éste formalmente no actúa en un marco totalitario, sino que se presenta en nombre de la libertad individual y el placer, es decir, cuando los medios de comunicación son privados y no existe censura formal (...)  cuando tales medios compiten activamente, atacan y exponen con cierta periodicidad los errores del gobierno y de las corporaciones.  

Nuestras culturas latinoamericanas, rezagadas en cuanto a desarrollo tecnológico y productivo, y a determinadas ramas de la ciencia, poseen sin embargo una profunda tradición humanista y tienen, además, el enorme potencial de su esencial unidad.  Ellas pueden ser una fuerza extraordinaria en la remodelación del mundo del futuro.  Nosotros tenemos ideas y valores que han sido sepultados por la cultura anglosajona dominante, pero persisten como brasas bajo las cenizas frías, en espera de su hora.

Un punto clave está en no hacer tabla rasa con el pasado, sino, por el contrario, restablecer el centro de nuestra tradición cultural y ética, afirmar todas las conquistas valiosas de la civilización occidental, a fin de resideñar sobre esa base un nuevo orden mundial, el cual se podría expresar con las palabras de Juan Pablo II:  "Globalicemos la solidaridad".

Intentemos, para finalizar, una recapitulación sumaria de diez ideas fundamentales:

1-Una auténtica y universal comunicación intercultural, que preserve todo lo valioso de la diversidad cultural del mundo, y la sintetice en lo global, no es viable bajo el actual orden mundial.

2-La comunicación intercultural, sin embargo, no es una meta: es una construcción cultural, y por ella se debe luchar cada día, en todo espacio y por todas las vías, sin esperar condiciones favorables, como parte de la lucha por la trasformación del mundo.

3-La dimensión esencial de la comunicación intercultural es ética: se trata de un problema fundamental de solidaridad, igualdad y justicia entre los seres humanos, y no puede ser reducida a un tema de tecnologías y medios.

4-La comunicación intercultural es condición de desarrollo para todos los pueblos del mundo, ricos y pobres, industrializados y subdesarrollados, en tanto significa disponer de la herencia y la obra común de la humanidad.

5-La lógica de la tecnología que sustenta los procesos de la globalización económica y cultural puede y debe ser empleada por los pueblos, en sentido inverso, como oportunidades para ampliar la democratización de la comunicación. 

6-Lo global y lo local no son dos perspectivas excluyentes.  Sólo un sistema irracional y antihumano puede enfrentarlas.  Cada comunidad cultural se fortalece en el reconocimiento, el intercambio y la integración con las demás culturas. 

7-La emancipación de las relaciones culturales de su actual signo hegemónico es inseparable de la lucha por la transformación de las relaciones económicas, políticas, sociales y ecológicas del sistema vigente.  Se puede y debe utilizarlas para "construir poder desde abajo", pero sigue siendo indispensable, en determinado momento del proceso, "ejercer el poder, desde el poder mismo, para cambiar a fondo las realidades".

8-Instrumento y soporte teórico en la construcción de la comunicación intercultural debe ser un nuevo pensamiento ecuménico, que recupere el centro filosófico y humanista de nuestra cultura.

9-Los pueblos de América Latina, con su cultura variada, única y rica, pueden hacer un aporte decisivo a la regeneración de los flujos comunicativos hoy dominantes, cargados de mercantilismo e inhumanidad.

10-Hombres y mujeres críticos, sujetos de su propia emancipación, participantes activos del diálogo cultural, estarán en el centro de una  construcción intercultural que tendrá como valor supremo la solidaridad universal.

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SE COMPRA UN RABO DE CERDO

SE COMPRA UN RABO DE CERDO

Disertación ofrecida en el Festival de la Prensa Escrita'2006. 

Lic. JOSÉ AURELIO PAZ,

Periodista del Invasor, Ciego de Ávila

http://www.invasor.cu/

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Si no comienzo contándoles algo no me van a creer. Y lo peor es que se van a aburrir. ¿O acaso no me han invitado a hablarles en este taller de cómo contar una historia?

Nací en una casa mágica. Tan pronto teníamos un televisor o un tocadiscos como mismo, al amanecer, habían desaparecido como por arte de Birlibirloque. Mi padre no era un mago, sino un magnífico gastronómico y mejor jugador de Póquer. Las mañanas que él mismo se desaparecía mi mamá me tomaba de la mano y ya sabía yo, con mis diez años, que íbamos al Vivac a interesarnos por él.

Hasta ese momento nunca había visto un televisor. Como niño pobre nacido en los '50, solo recordaba la caja de zapatos recortada por mi madre, cuando tuve las paperas, a la que le pegaba, tras la tela, figurillas recortadas de papel que animaba, como sombras chinescas, con la luz de una vela.

De manera que el día que llegó aquel cajón mágico, gracias a un golpe de suerte de los juegos de azar, mi familia tomó rasgo de nobleza en el barrio. La hora de la telenovela de Palmolive convertía la sala en un estadio. Y la tanda de los muñequitos casi en un circo.

Mi madre, aunque tenía que limpiar la casa hasta tres veces al día, prefería compartir con la mayoría del vecindario sin televisor los destellos de aquel artefacto que comenzó a ser, para mí, como la maestra del Kindergarten, lo que hoy es el preescolar.

Una tarde en que mis padres recibían una visita y no se podía ver "los muñe", decidí probar lo que había aprendido de aquella "maestra" de patas finas y voz escandalosa. Tomé una mesa y, sobre ella, puse otra mesita. Y sobre la mesita una silla. Y, sobre la silla, yo, solemne, con un paraguas desplegado bajo el alto varal del techo de mi casa. "Si Micky, el ratón, lograba lanzarse de altos edificios convirtiendo su sombrilla en paracaídas, por qué yo no.

La historia terminó en la Casa de Socorros de la localidad. Caí desparramado. Mis huesos sonaron como castañuelas. Y a un grito mío corrió hasta la visita. La placas no arrojaron fracturas, mas, desde entonces, mi rodilla izquierda me recuerda esta historia, de hace cuarenta y tantos años atrás, el día en que comencé a desconfiar, para toda la vida, de aquella caja mágica que pretendió ser mi maestra.

Me han pedido que dé una lección de cómo contar una historia en Periodismo. Tamaña barbaridad. Las lecciones son asignaturas y el verdadero periodismo se lleva en el corazón. Nadie enseña lo que nos pertenece por tradición, por generación espontánea de la literatura oral, aunque penosamente, en nuestro país, se haya casi perdido ese momento mágico en que, a punto de acostarnos, nuestros padres nos llenaban el mosquitero de maléficos dragones y princesas salvadas por valerosos mancebos que, no sé por qué, o sí sé, siempre eran rubios y de ojos azules. Ahora es el Play Station, o el video de Disney, el que hace de abuelita.

Y las primeras preguntas que quiero hacerles, para inquietarlos son: ¿Es que acaso el Periodismo tiene que, al final, sucumbir al placer de la fábula en cierta prostitución cómplice con la literatura?

¿Es que también estamos viviendo el temor que mantuvo en vilo a José Arcadio Buendía y a Úrsula Iguarán durante generaciones, cuando se unieron en matrimonio teniendo vínculos consanguíneos, hasta que a la familia le nació un hijo con cola de cerdo?

Lo primero que quiero decir es la perogrullada de que no hay Periodismo sin historia, aunque a veces nos parezca que a nuestra prensa le falta, precisamente, ese cromosoma; el de contar algo que interese, lejos de toda intención de propaganda política, en que muchas veces se difumina nuestro ejercicio del oficio, como retablo sonoro de la idea que queremos comunicar.

De manera que obviamos casi siempre un elemento clave de la literatura, pero que puede servir de mucho al Periodismo; la hipérbole como figura literaria, que destierre la línea recta del aburrimiento, por ser camino conocido, y se vaya por los trillos de contar algo hermoso, impactante, que nos haga creer una historia, quizás exagerada en su apariencia, pero viva, tejida en su esencia a puro hilo de sentimiento y humanidad.

¿Acaso nuestra Isla no es ese Macondo navegable y navegado donde muchas veces no se puede distinguir entre realidad e irrealidad, donde una visión desproporcionada de nosotros mismos ha estado signada por la condición de fortaleza sitiada en que hemos vivido por más de 40 años, lo cual casi nos ha convertido en un territorio mágico, como el espacio ficcional de García Márquez? Aquí cualquier cosa puede suceder. Aquí lo maravilloso convive con lo cotidiano y, muchas veces, lo cotidiano le destierra. Un lenguaje evocador y preciso nos sofoca, nos hace emplear palabras laudatorias para expresar una idea que, en la mayoría de los casos, vale por sí misma.

No es cuestión de colocarnos a la par de la "industria periodística del siglo XXI", globalizante y globalizada, en la cual las historias se atornillan a pura rosca para defender las mentiras de los poderes hegemónicos.

Si no ser como la estirpe de los griots, aquellos ancianos venerables que contaban las mágicas aventuras de Las mil y una noches en los zocos marroquíes, convirtiendo algo real en mágico por el toque de encanto con que se narraban las increíbles historias de princesas y palacios.

Hecho este preámbulo, vayamos a lo que se supone debe ser mi fórmula para ustedes, la cual, aclaro, no parte de ninguna otra aula que no sea la experiencia de luchar, cada mañana, contra lo que yo llamo oficio del marrano, esa pretensión de hacer Periodismo y que muchas veces se nos queda en el acto mismo de ensuciar la hoja de papel.

PRIMERO

Una historia cualquiera, por muy bien contada que esté, no agarra al lector por el cuello si carece de un título sugerente, a veces poético, a veces tramposo, en el mejor sentido del término, que se erija como preámbulo de la fiesta de lectura que debe anunciar. Cierto es que, signados en ocasiones por la premura del cierre y otras por el facilismo o los esquemas, tomamos al vuelo cualquier frase, y se la ponemos de sombrero, sin establecer una seria relación que nos resuma oficio e imaginación.

Sin dudas, un periodista no es solo alguien que traslada un pedazo de realidad al papel, al sonido o a la imagen. Tiene que ser también un creador, un artista en el arte de saber engarzar las palabras para que encanten; es decir, para comunicar algo.

De modo que un buen título ha de ser premisa de una buena historia contada con creatividad.

SEGUNDO:

Si la historia tiene conexiones con el ser humano que la cuenta será doblemente impactante y, por ende, creíble. No es lo mismo hablar de una guerra desde detrás de un teléfono o una pantalla de televisión, que desde el propio escenario de los hechos.

¿Por qué, entonces, ese temor a partir de lo más cercano que tenemos, como experiencia personal, y que muchas veces desperdiciamos? ¿Ese yo que, finalmente, se convierte en un nosotros mejorado? Un periodista de verdad tiene que aprender a hacer, como el actor, un desnudo público. Solo que si el primero es corporal, este es un strip-tease del espíritu en busca de una empatía, no solo visual sino, además, comunicativa de esencias.

Uno de los males distintivos del periodismo del Siglo XX, según señala el Máster brasilero en Comunicación Social José Marques de Melo, fue el menosprecio atribuido al protagonismo de los individuos en la construcción de la Historia. Debido a que "Las metodologías hegemónicas privilegiaron el papel sociopolítico de las estructuras, de las instituciones o de las masas. Como si estas no fuesen accionadas por personalidades dotadas de carisma o fuerza persuasiva. Correspondió siempre a tales liderazgos impulsar revoluciones o conducir procesos de cambios radicales". (De biógrafos a biografiados: periodistas en la historia. José Marques de Melo, Internet)

Y señala que el círculo vicioso fue roto parcialmente por la acción de intrépidos periodistas que construyeron, a la hora de biografiar personalidades, emocionantes historias de individuos que, al final, dejaron una visión de la sociedad misma donde se desarrollaron estos.

Filón que, rápidamente, fuera aprovechado por los historiadores en círculos académicos, para reconstruir el tiempo histórico de una manera menos almidonada, más desinhibida y más asequible a las grandes masas de lectores.

Está el caso de Joao do Rio, el llamado "reportero maldito", quien enfrentó a las élites nacionales de principios del siglo XX al introducir la cotidianidad de las clases populares en reportajes brillantemente publicados en la prensa de la época. O de Euclides da Cunha, quien fue el primero en revelar, en su obra Los Sertones, no solo las atrocidades cometidas por quienes se suponían grandes héroes de guerra, sino también la verdadera realidad del interior brasileño, sumido en la miseria y el atraso.

Pienso que el periodista es un ser humano como otro cualquiera, cocido a base de historias contradictorias, de experiencias similares a las de cualquier mortal. Luego entonces, en tanto soy capaz de descubrirme a los demás, con mis imperfecciones y mis entuertos, la gente comienza a creer en mí más allá de supuestas cofradías libres de yerros.

De manera que la conexión sicológica entre el que cuenta la historia y el que la recibe tiene que darse en un contexto de identificación o de rechazo del problema, que termine en una especie de exorcismo espiritual y humano que nos mejore.

TERCERO:

Lo que yo denominaría como la  dramaturgia de la palabra. Eso a lo que tanto le tememos, a veces por facilismo y otras por incapacidad, y que no podemos obviar si de narrar de modo subyugante se trata. El periodista que cuenta tiene que leer varias veces, en voz alta, para escucharse a sí mismo en la cadencia de las frases, los puntos y las comas. En decidir si primero va el adjetivo y luego el vocablo o viceversa, en la búsqueda de una sonoridad que apunte a un estilo.

Es como esa pieza musical que está escrita en un mismo pentagrama, pero que, luego, cada artista la toca a su manera, según su aire y esa sensibilidad propia que le distingue de las demás interpretaciones.

Comenta el narrador y dramaturgo argentino Abelardo Castillo  que no es lo mismo decir "ahí está la ventana" que "la ventana está ahí". En el primer caso se prestigia el espacio, en el otro se privilegia el objeto. De modo que en toda sintaxis hay una interpretación del mundo donde se produce la historia.

En mi opinión la primera frase es definitoria a la hora de atrapar la atención del lector. Creo que todo el mundo que haya leído Cien Años de Soledad, de García Márquez, está apto para recitar, casi de memoria, la frase con que inaugura su novela: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo."

Nótese que aquí el hielo, a partir de la sintaxis, acoge la connotación de paisaje, de lo inaudito, de lo fantástico, de lo nunca visto.

Y, para ello, han de tenerse presente los elementos que el propio Nóbel de Literatura señalara en una charla a los alumnos de la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños, como elementos fundamentales a la hora de contar una historia:

-Sorprender el momento exacto en que surge una idea, como el cazador que descubre de pronto, en la mirilla de su fusil, el instante preciso en que salta la liebre. Es decir, escribir la imagen de lo que se quiere contar en el momento exacto en que se visualiza. Y eso habla un poco de la inspiración inherente a todo acto creativo y, por ende, al Periodismo también.

-Anotar hasta los disparates que se nos ocurran y tenerles en cuenta porque, a veces, con un simple giro lingüístico, dan paso a soluciones muy imaginativas de problemas que laten en la sociedad. Aquí el Gabo habla de agilidad en las acciones y de creer que todo puede sernos útil, siempre que pase por el tamiz del talento.

-Continuar alimentando la manía de contar, que todos padecemos en mayor o menor grado.

Y aquí, finalmente, quiero detenerme. En la vida cotidiana, personal de cada uno de nosotros, somos unos tremendos cuentistas sin llegar, en algunos casos, a vivir del cuento. El cubano puede levantarse sin café o hacerse un acordeón mal oliente en un "camello" hacia el trabajo, pero Pepito, esa especie de conciencia ciudadana entre el choteo y su base de realidad, no puede faltarnos. Podemos afirmar que somos dados a las historias contadas, de boca en boca, por raíz.

Entonces, ¿por qué privar a nuestro periodismo de ese bendito encantamiento que viene con lo cotidiano? ¿Por qué construir desde la prensa una realidad de cartón que, en ocasiones, se derrumba ante otra, compleja, diversa, contradictoria y rica en matices?

No son estas palabras un llamado a fabricar mentiras por la mentira misma de ser leídos con interés. El asunto es medular. Es cuestión de hacer más potable nuestra rica realidad a partir de esos destellos, casi ininteligibles, que solo el corazón puede transformar en luz para mover los resortes de la vida toda.

La prensa no está para edulcorar o travestir esa realidad. La credibilidad no está en el canto laudatorio o en la crítica de abordaje piratesco, sino en ser nosotros mismos, como misma es nuestra nación; compleja y unida sin llegar a tocar las falsas trompetas de lo unánime que, al final, anuncian un cielo sin asidero al paisaje.

La Patria está en nosotros. El compromiso también, de modo que no es necesario estar acentuándolo constantemente en una prensa a veces cargante, a veces aburrida, que no hurga, como debiera ser, en el diapasón sonoro de la sinfonía que somos y que fuera anunciada, mucho antes, por el propio Don Fernando Ortiz cuando nos comparó con el oloroso plato, casi prohibitivo ahora, por el precio de las viandas, en los mercados agropecuarios.

No le temamos al nacimiento de la cola de cerdo. En definitiva, seremos nosotros mismos, sin perder nuestra esencia, con algo diferente, en la búsqueda de un oficio más ameno, más profundo, más comprometido, más martiano, como nos enseñó, sin quererlo ni pretenderlo, el Apóstol de Cuba.

Antes de escribir siquiera la primera línea y pretender hacer periodismo, pensemos  en lo que Pablo Milanés dijo, magistralmente, desde una de sus antológicas canciones: "Muchas veces te dije que antes de hacerlo/ había que pensarlo muy bien/ que a esta unión de nosotros/ le hacía falta carne y deseos también."

VÍCTOR EGO DUCROT: DOCENCIA, INVESTIGACIÓN, PERIODISMO

VÍCTOR EGO DUCROT: DOCENCIA, INVESTIGACIÓN, PERIODISMO

Lic. JESÚS ARENCIBIA LORENZO,

Profesor de la Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.    

Leer a este hombre o conversar con sus textos es una misma cosa. Periodista, periodista y periodista serían tres buenos vocablos para definirlo. En algunos momentos se viste de docente, en otros de observador de medios, por instantes busca -cual buen cocinero- «los sabores de la historia», pero su verdadera vocación es desentrañar y construir, con las palabras precisas, sentidos e ideologías. Hacer Periodismo.

Eso nos pareció cuando hace poco lo tuvimos entre nosotros, en el Departamento de Periodismo de la Universidad de La Habana. En un pequeño local donde acomodamos algunas sillas y entre expectativas transcurrió la charla. El profesor argentino Víctor Ego Ducrot, director de la Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), nos regaló sus cuestionadoras miradas sobre varios temas de la prensa.

Aquí laten aquellos criterios, las valoraciones suyas que luego leímos y algún que otro comentario, que como dice la máxima periodística, «son libres».

ZOZOBRAS DE LA FORMACIÓN

Desde que García Márquez llamó al Periodismo «el mejor oficio del mundo» y mucho antes, la polémica entre Academia - Medios de Comunicación, Profesión - Oficio, Saberes universitarios - Saberes empíricos, ha atravesado nuestro quehacer diario.

Unos abogando porque se aprenda en las redacciones y queden abolidas las aulas; otros dándole a la Teoría de la Comunicación un peso preponderante y desligándose de lo que sucede en los medios. Unos terceros luchando porque la profesión posea un cuerpo teórico metodológico intrínseco, pero se conecte todo el tiempo con lo que ocurre en las redacciones, en las calles, en la vida.

Entre estos últimos se inscribe Ego Ducrot, quien a veces habla de convertir las universidades en salas de prensa y por momentos pretende transformar las redacciones en recintos de altos estudios.

Para él, docente en la Universidad de La Plata, la formación de los futuros periodistas allí se torna una «sumatoria de ceros»: Introducción a la Sociología, Introducción a la Economía Política, Introducción a... Y entre tantas introducciones, poca solidez en el conocimiento.

Otra de sus preocupaciones es el peso menor que a veces se otorga a la técnica periodística. «De ahí que quienes acceden al mercado laboral argentino desconocen muchas cosas de la profesión. Luego, estas carreras se convierten en una fábrica de desocupados. Salen teóricos de la comunicación, pero eso de nada sirve a miles de medios que esperan periodistas.»

INTENCIONALIDAD EDITORIAL: UN MODELO                

Pero estar preocupado por asuntos laborales de la prensa, no quita a Ego Ducrot sus angustias académicas. «Las bases teóricas con que hemos dotado a nuestra profesión, parten casi siempre de matrices semiológicas, de Análisis del Discurso.», advierte. «Es  decir,  "hasta  ahora", faltó  el  intento  de  un  marco  teórico  propio  del  Periodismo,  pensado  y  explicado desde el propio campo de conocimiento.»

«Intencionalidad Editorial», así denomina este experimentado profesor al modelo que diseñó para el análisis y la producción de procesos de prensa. Dicho modelo es definido por él como «el  conjunto  de  informaciones  y  de  reflexiones,  fundadas, constatables  y  confirmables,  según  fuentes,  que  a  su  vez  permiten  descubrir  qué discurso de  clase o de grupo se esconde detrás del  discurso con pretensiones de validez universal. Es decir cuál es la  parcialidad transformada en Objetividad.»

Sí, porque para él los ejes Objetividad - Subjetividad, Parcialidad-Imparcialidad, resultan fundamentales en cualquier análisis serio en torno al Periodismo. Sus criterios al respecto son contundentes: «Todo  proceso  periodístico  pertenece,  ineludiblemente,  a  la dialéctica  de  la  lucha  por  el  poder,  ya  sea  para  construirlo,  conservarlo, desconstruirlo, o para  modificar su naturaleza de clase.»

Por tanto, resume este reportero con 35 años de experiencia: nuestro oficio es «objetivo y parcial». ¿Qué entiende entonces Ego Ducrot por Objetividad? «Remisión  a  los  hechos  según  fuentes», o lo que él traduce así: «una  actividad  metódica  conocida  como  crítica.»

APM: ESCRIBIR, INVESTIGAR, CONSTRUIR.     

Pues bien, para escribir e investigar, interpretar los medios y aprender su dinámica, fundar un aula-taller-redacción-tertulia, erigió Víctor, junto a otros compañeros, la Agencia Periodística del MERCOSUR (APM). Algunas computadoras -obtenidas sin esperar «las planillas de la burocracia»-, muy poco espacio y muchas ganas de hacer fueron suficientes para el empeño.

Desde 2005, este medio donde confluyen periodistas, estudiantes y profesores de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de La Plata, inserta su visión crítica en la red de redes. «Tenemos la Agencia, un grupo de investigación y el Observatorio, afirma nuestro invitado. ¿Y qué han investigado con el Observatorio?, indagamos.

«Uff...Políticas de militarización en América Latina, la agricultura familiar en Argentina, la gestión gubernamental del presidente boliviano Evo Morales...También hemos indagado escenarios electorales en Chile, Perú, Venezuela, El Salvador...». 

Y nosotros, profesores de La Habana, ya nos imaginamos unidos en alguna aventura exploratoria y analítica con nuestro conferencista al tiempo que él, casi adivinándonos el pensamiento, propone:

«Miren, podríamos estudiar conjuntamente la cobertura al caso de Los Cinco Héroes cubanos o las elecciones en la Isla. Bastante se demonizan fuera del país, pero muy poco se conoce de ellas.»

Definitivamente nos esperan muchas otras conversaciones con este periodista argentino.

LA PEDAGOGÍA DE GUILLERMO

LA PEDAGOGÍA DE GUILLERMO

Apuntes sobre un magisterio que trascendió las aulas.

MSc. ROGER RICARLO LUIS,

Director de Investigaciones del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, y Profesor Titular de la Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana.

La puerta de la oficina de Guillermo no conoció de cerrojos pasados. Solo había que tocar y su "¡Adelante!", dicho con voz enérgica y serena, se convertía en el salvoconducto para una conversación que podía trascender los parámetros del tiempo e inventarios de temas.

Aquel despacho que un buen amigo bautizó, sorprendido por sus dimensiones, como "el closet", se convirtió en el aula más importante del Instituto Internacional de Periodismo José Martí y, desde su pequeñez física, se erigió la Dirección en un aula sin fronteras.

Y es  que Guillermo  fue un pedagogo nato y excepcional, aunque no lo atestiguara un título universitario. Su paso fecundo por  la vida definitivamente  se lo otorgó.

Admirador de Kapuscinki, siempre repetía del polaco que la primera condición para ser periodista es ser buena persona.

Mientras escribo estas líneas no puedo dejar de pensar en su don de gente, en su sencillez y sinceridad, en su capacidad excepcional para persuadir y convencer con su talento natural y fecundo, unas veces con ternura, otras con  vehemencia, en ocasiones con voz queda, pero si hacía falta sabía alzarse como un huracán o taladrar la vida con su mirada azul y restallante.

Lo recuerdo como el hombre de cultura basta y de raíces profundas que cultivaba sin estridencias,  sin quemar como un sol, prodigada siempre a manos llenas con humildad y cariño.

Su magisterio lo ejerció desde su obra periodística amplia y diversa, como reportero de filas haciendo la cobertura del ciclón Flora o de una  Asamblea General de Naciones Unidas, en Nueva York; también fue un agudo articulista y editorialista excepcional. Nos enseñó desde sus libros y la pasión por la investigación histórica; desde el amor a los animales, como cuando fue capaz de compartir a la mitad, cada día, su almuerzo con un perro callejero que llegó a alcanzar entre nosotros el rango cariñoso de "subdirector primero".

Guillermo fue profesor de los primeros corresponsales voluntarios en el país y llegó a impartir clases en la carrera de Periodismo en la Universidad de La Habana. Fue también consultor y tutor de tesis en las áreas de pregrado y postgrado, al punto de convertirse en un referente ineludible a la hora de indagar sobre el quehacer periodístico cubano.

Su  labor como formador de las nuevas generaciones de periodistas la hizo también desde la redacción de Juventud Rebelde durante las prácticas docente; cuando creó la revista Somos Jóvenes, un proyecto editorial que marcó una época por su frescura renovadora,  sentido de la indagación y  la polémica, fraguada  por una mayoría de recién graduados, hecha con mentalidad joven y para los jóvenes.

Lo hizo también desde su despacho como subdirector del periódico Granma, en el mismo taller de caja y linotipo en las largas madrugadas en espera del cierre, a la caza de una errata, o sentado sobre una mesa de trabajo de la redacción señalando con tino y delicadeza un error, proponiendo un título sugerente, sugiriendo la palabra precisa, buscando entre todos un tema novedoso o viendo, tal vez, desde su sensibilidad de escultor postergado, el ángulo de una foto o la  visión integradora del diseño de una plana.

Predicó con el ejemplo, pues para él no podía haber divorcio entre quien da clases de periodismo y la práctica cotidiana de la profesión. Solía decir que enseñar periodismo sin llegar al aula con olor a redacción era como cometer un fraude. Por eso exigía que todos los profesores del Instituto fueran  así y hasta él, desde su condición de director, no dejó un solo día sin redactar una cuartilla periodística. "¡Hay que escribir, flaco!", me decía cuando lo veía posesionado ante la computadora, cuando en silencio trataba de pasar inadvertido a tomar un poco de café o "robarle", ante su vista, un caramelo o un dulce infaltables en su oficina.

Guillermo sentó cátedra en el vínculo con los lectores a quienes consideró siempre una gran familia: sus problemas eran su problema. En busca de respuestas y soluciones empeñó su pluma certera y desafiante; con ella fustigó indolencias, castigó al burócrata insensible, denunció y se buscó también problemas desde Abrecartas, en Granma.

Cuando en 1995 le dieron la tarea de dirigir el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, encontró un inmueble virtualmente en ruinas y una obra pedagógica por reanimar. Como Ave Fénix hizo resurgir un empeño que él potenció, como soñador insomne, con sus ideas ajenas al dogma, ligada, como de costumbre, al cambio y la transformación permanentes, al contagiante empeño colectivo que siempre cultivó bajo la pedagogía de los sueños compartidos.

Pero el Guille, como todos le decíamos con familiaridad, no se quedó enclaustrado entre cuatro paredes y se proyectó con su genio (Fidel lo llamó El Genio) en una obra que lo trasciende y multiplica con su Tecla ocurrente, en Juventud Rebelde.

Desde ahí ejerció su magisterio periodístico mayor. Un periodismo participativo que logró aglutinar  más allá del papel a miles de cubanos, jóvenes y no tan jóvenes, por todo el país bajo la premisa esencial de escucharlos, atenderlos y ponerlos a dialogar, razonar, llorar, reír y compartir desde las sesenta líneas de cada jueves.

Lo hizo con sutileza y elegancia, con mucho amor trashumante, como reparador y hacedor de sueños.  Y es que así pasó Guillermo Cabrera Álvarez por esta vida.

UN PACTO A FAVOR DE LAS MASAS

UN PACTO  A FAVOR DE LAS MASAS

La prensa en la difusión y comprensión de la cultura. 

Lic. MERCEDES RODRÍGUEZ GARCÍA,

Profesora de la Facultad de Humanidades, especialidad Periodismo, Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas

Si un pueblo goza de experiencia, aún urgida de perfeccionarse en última instancia, en la producción y reproducción de su cultura nacional en los medios de difusión, es el cubano. Sin embargo, cuán distantes están nuestros medios de difusión de alertar, puntualizar y criticar acerca de los principales postulados de la Cultura Cubana.

En este artículo se ofrecen precisiones al respecto, válidas en momentos de cavilación, reclamo, crítica y opinión en defensa de la identidad y el patrimonio alcanzados.

Cuando el 10 de abril de 1999, a las 7:30 p.m. se reabrían las puertas del Amadeo Roldán, escritores, artistas y periodistas de toda Cuba, traspasamos sus umbrales para protagonizar, junto al Comandante en Jefe,  un histórico pacto con la cultura, rubricado esta vez con corazones y oídos en el pergamino de la Música, y con el timbre inconfundible de la Orquesta Sinfónica Nacional.

No se trataba de un concierto más; tampoco, de un programa conformado teniendo solo en cuenta lo selecto del auditorio. La intención -a mi juicio- no fue otra que fundir simbólicamente, en cuerpo y alma, a una poderosa fuerza intelectual imprescindible e insoslayable para acompañar y defender -para salvar- a la Revolución.

Desde entonces he estado meditando mucho sobre lo que se ha dado por llamar masificación de la cultura, -término que no me agrada del todo por cuanto la cultura tendrá siempre su componente elitista- y el papel que en ella le corresponde a la prensa y a la vanguardia intelectual llamada, eso sí, a conectarse con las grandes masas.

Y en este punto permítanme algunas precisiones impostergables por constituir la cultura el rostro único de la sociedad.

Si un pueblo goza de experiencia, aún urgida de perfeccionarse en última instancia, en la producción y reproducción de su cultura nacional en los medios de difusión, es el cubano. No hay que ir muy lejos en el examen de la historiografía del periodismo escrito, radial o audiovisual para hallar muestras elocuentes de importantes momentos de cavilación, reclamo, crítica y opinión válidos en defensa de la identidad y el patrimonio alcanzado desde el nacimiento de la nacionalidad.

Recuérdese en este sentido varios ejemplos: las crónicas costumbristas en El Nuevo Regañón de La Habana, las de Luis Victoriano Betancourt en La Habana Elegante, las aparecidas en El Fígaro -todas en la etapa colonial-, así como las de Carteles, Bohemia, Avance, El Mundo, Hoy, hasta nuestros días. Por supuesto, descuento radio y televisión como medios nacidos en este siglo.

Sin embargo, qué es cultura sino un carácter coherente, unitario, humanitario, independiente que ofrece su variabilidad -en signos positivos de enriquecimiento de las tradiciones de una sociedad-. La cultura, entre todos, es sinónimo de humanidad, de cubanía y encuentro con las particularidades más progresistas del saber y conocimientos universales. Como periodista me siento obligada a reconocer aquí cuán distantes están nuestros medios de difusión de alertar, puntualizar y critica acerca de los principales postulados de la Cultura Cubana, asentada en una tradición nacional, popular, humanista y universal, tal como la quería Martí, cuando esbozaba que ser culto es ser libre, en el constante batallar por la soberanía e identidades de los pueblos.

Años atrás, el profesor González Manet al abordar el tema - sobre todo en el campo en que se mueven los periodistas y comunicadores, incluso artistas e intelectuales, indicó que Cultura "además es información, conocimiento y ejercicio de los valores sociales" hábitos y normas consagradas por prácticas que identifican el modo de vida de una comunidad".

Y podría continuar citando textualmente en torno al tema a personalidades cubanas y extranjeras distantes y cercanas en el tiempo. Más en modo alguno resulta mi intención teorizar al respecto. Si quiero, antes de entrar de lleno en materia y acercarme al rol de la prensa en la difusión y comprensión de la cultura en función de acciones inmediatas que posibiliten de manera atractiva, educar y elevar el nivel cultural de la sociedad cubana, referirme a unas palabras de Fidel Castro el 24 de agosto del pasado año, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Señaló entonces: "Un problema terrible (...) que estamos padeciendo es el de la agresión despiadada a nuestras culturas, como jamás ha ocurrido en la historia, la tendencia a la monocultura universal (...). Se trata de un orden mundial que, por definición, destruye la cultura una globalización que destruye inexorablemente la cultura (...) ¿Qué es Patria, sino una cultura propia? ¿Qué es identidad nacional, sino una cultura propia?"

De este modo, pues, me ubico en el contexto de la contemporaneidad signada por desafíos actuales de la globalización neoliberal que amenaza con imponer de manera hegemónica una uniformidad cultural empobrecedora de las identidades a la vez que se manipulan la información y la noticia utilizando las nuevas tecnologías y poderosos medios de comunicación, asuntos que fueron tratados ampliamente en los últimos congresos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC).

En ambos cónclaves Fidel exhortó, tanto a los periodistas como a los escritores y artistas, a unir esfuerzos, talentos y voluntades para contribuir a sembrar ideas que se conviertan en una alternativa real y propia frente a tales amenazas.  

Sin embargo, un tanto al margen de ese intento por universalizar un pensamiento único, un receptor no participativo y acrítico, simple consumidor de la mercancía falsamente noticiosa y seudocultural, debemos reconocer que todavía nuestros medios de difusión masiva no se imbrican consecuentemente en ese contexto culturalizador intrínseco a su naturaleza y funciones.

En tal sentido gran parte de los mensajes -ya sean históricos, artísticos, literarios, filosóficos-,  carecen de la sistematicidad, amenidad, creatividad y sentido para que ese conglomerado heterogéneo y complejo  denominado masa-  por extensión, grandes masas-, lo reciba con real proximidad, de manera que lectores, radioyentes y televidentes se conviertan en receptores activos, ya que de hecho son éstos los más severos jueces a la hora de valorar sus contenidos, en ocasiones vagos, grises, tergiversados, unidireccionales, en pocas palabras, desafortunados e ineficaces.

Se habla de democratizar el discurso en dichos medios, de programas de extensión y promoción cultural. Pues bien. Para ello el hacer periodístico hay que insertarlo dentro del arte y la literatura que, por su esencia intrínseca, interpretan y evalúan las complejas relaciones sociales, abordan las sombras y las luces y suscitan la reflexión y la crítica.

Impostergable, pues, que nuestro periodismo, en el campo del análisis entorno a la cultura cubana, donde no prima uniformidad, ni nivelación estética por el carácter múltiple y diverso, se abra a la crítica, al debate, porque ello acentúa la educación y formas originales y valerosas de pensar juntos a favor de las conquistas revolucionarias. Por otra parte, más allá de lo constreñido del espacio, las salidas y tiradas, urge una revitalización en la cual el modelo institucional refuerce la producción y reproducción de la cultura cubana en cada uno de sus acontecimientos más significativos de comunicación con un público que desde hace muchos años aprendió a pensar por sí solo, sin que medien elementos que contribuyan a aleccionar su conocimiento y conducta social.

De ahí el imperativo de encontrar y poner en práctica una fórmula -pues la noble idea requiere de todos- que, superando escollos y  carencias materiales, coadyuve a la idea de llevar lo mejor del arte y la literatura a todos los cubanos.

Y en esta encomienda estratégica, los medios de difusión constituyen un instrumento fundamental, también contra esa otra fórmula de dominación, que con el aval de la modernidad pretende imponer lo frívolo y banal y usurpar los cánones contemporáneos.

No estoy diciendo nada nuevo, ni siquiera original, simplemente hago cavilaciones en torno a un documento no lo suficientemente estudiado, divulgado, interpretado y, en algunos casos, mal interpretado. Me refiero a la Proyección de Trabajo Conjunta UNEAC-UPEC

Cito la letra: "Si periodistas y artistas, capaces y conscientes de su enorme papel, en estos difíciles años de carencia económica, hemos actuado en favor de la heroica resistencia de nuestro pueblo, no es hora  para que nos quedemos atrás si de consolidar la cultura y la información se trata, exaltando los valores esenciales de la nación, lo que se potencia ahora como fuerza integrada en la actual batalla ideológica."

Y debo ir ya particularizando en el hombre "hacedor" de ideas o mensajes, máximo responsable en última instancias, de explotar las potencialidades que brindan los medios de difusión nacionales y territoriales, para dar a conocer -y no digo publicitar-, el trabajo de artistas e instituciones culturales.

Es mi criterio que, en esta lucha por reafirmarnos, debemos reconocer de manera explícita que los periodistas somos de igual modo "hacedores" de cultura. Y ejemplos de paradigmas sobran: José Martí, Pablo de la Torriente, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén....

No obstante, la realidad dice otra cosa cuando vemos a profesionales, incluso a dirigentes encargados de hacer cumplir la Política Informativa, distanciados por completo de la vida cultural de su entorno -en el más grave de los casos- cuando no del acontecer nacional e internacional, porque simplemente se "han sectorializado" -ni tan siquiera especializado- en las ramas de la economía, la producción o los servicios sobre los cuales escribe, cuando se conforman con el "dominio" del sector que atienden y restringen su universo o el lenguaje al del informe o la reunión cotidiana, cuando de forma escasa leen sus propios escritos o los de sus colegas.

¿Dónde está el columnismo en la prensa como guía para confrontar ideas y promover reflexiones sobre temáticas contemporáneas? ¿Dónde las iniciativas valiosas para afianzar el buen uso de la Lengua Española? ¿Dónde el encendido comentario capaz de levantar la polémica? ¿Dónde la atinada reseña para promocionar un buen libro, una función teatral, una obra de arte? ¿Dónde -y habría que precisar por qué- la colaboración bajo la firma del prestigioso intelectual?

Los avances del proceso de la Educación en Cuba en todos los sistemas de enseñanza y la exclusión del analfabetismo entre la población, determinan el desarrollo cultural alcanzado hasta el presente y obligan a una elevación cualitativa y cuantitativa de los instrumentos comunicativos, tal y como Marinello resaltó al referirse a que: "Nadie, con preocupaciones por las batallas ideológicas o estéticas (...) puede dejar de advertir la significación o interés por el momento cubano".

Y ese momento es "definitorio en la defensa de la identidad cultural y de la cultura nacional, apegadas a las mejores tradiciones, populares, revolucionarias, antimperialistas y martianas." Vitalidad que -como dijo-, "se logra cuando la voluntad de comunicación universal no estorba la singularidad del mensaje", ya que todo mensaje "se entiende y se acoge a su hora, si no contradice los legítimos intereses del hombre. Y cada mensaje cobra altura cuando se tiñe del más firme particularidad nacional, es entonces, cuando entrega al lector lejano el contraste comunicador que acrece su poder".

Han de acelerarse por todas las vías y medios las ideas más avanzadas que se abordaron en sendos congresos y darles continuidad, para que aquellos sustanciosos debates encarnan en políticas permanentes y, como plantea el documento rubricado por Carlos Martí y Tubal Páez, "priorizar la presencia de la Cultura Cubana desde el nivel informativo hasta los de mayor complejidad estética y conceptual e integrar activamente a creadores y periodistas en una relación dialógica que contribuya a establecer coordenadas en torno a los problemas de la cultura y de la actualidad."

De los escritores y artistas necesitamos mucho los periodistas, de los periodistas, junto a otras instituciones estatales, económicas, políticas y sociales necesitan los escritores y artistas, de y todos, necesita ese conjunto heterogéneo y complejo denominado pueblo, al que no pretendemos convertir en profesionales del arte y la literatura, pero sí en una masa culta, informada, actualizada, defensora de la identidad nacional,  no manipulable, capaz de asimilar nuestro mensaje.

 

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Dra. María de los Ángeles González,

Profesora Titular de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.

Cada día es más evidente que la teoría del periodismo en general y de los estilos y géneros en particular, se nutre con dinamismo de la riqueza de la teoría de la comunicación, de la sociología, la sicología, la teoría del discurso,  la literatura, porque el periodismo es en realidad un poco de todo eso y un menos quizás de sí mismo, pero un corpus específico definitivamente, con sus singularidades, peculiaridades y rasgos distintivos que lo diferencian del resto de aquellas disciplinas.

En torno a la Teoría del Periodismo debemos trabajar muy fuertemente en los próximos años. Sobre ese corpus integrado por el lenguaje y la redacción periodística, estilos y géneros, debemos investigar, accionar, perfeccionar.

En la actualidad, ninguna enseñanza del periodismo debe dejar de atender la propuesta de la relación dialéctica que propone Martín Serrano entre sistema social y sistema de comunicación, porque los procesos sociales dejan su huella indeleble en la evolución de los mensajes, pero tampoco podrá desgajarse de los procesos donde se inserta la producción del periodismo o escapar de los contextos literarios que lo nutren y enriquecen.

A la teoría del periodismo debemos sumar la enseñanza de un saber hacer, dotado de métodos y técnicas que no devalúan o vulgarizan porque son la esencia, la fuerza de una especialidad con una tradición, sentada sobre bases fuertemente establecidas.

Dos fuertes retos se presentan para los próximos cursos: conducir con solidez y mayor calidad el proceso mediante el cual los estudiantes de Periodismo aprendan a ser, descubran sus propias capacidades de aprehensión, de lectura de la realidad, de interpretar los porqué, pero además, acompañarlos con más rigor por el saber hacer y el cómo hacer. Un cómo, debido a la limitada teorización sobre el tema al que aludimos, también bastante maltratado.

Prepararnos para desde la Academia entregar a los futuros periodistas renovadores conocimientos a través de conferencias y talleres y continuar fortaleciendo la vinculación con los órganos docentes, para contribuir al logro de una cobertura de mayor calidad informativa, con una cada vez mayor especialización metodológica.

Nuestras materias deben tener un momento para la reflexión no sólo sobre lo anteriormente expuesto, sino también acerca de la teoría de la recepción (pensar en los públicos) teniendo en cuenta las transformaciones contextuales y de infraestructura tecnológica, la reflexión y la enseñanza de cómo hacerlo, cómo llegar mejor, en qué momento, de qué forma, son imprescindibles.

Cómo ser cada vez más creíbles, cómo argumentar, explicar, profundizar, contextualizar. Qué referentes, qué antecedentes son los más adecuados en determinadas coyunturas, por qué selecciono o jerarquizo unos, por qué desecho los otros es parte ineludible de nuestros saberes.

¿Qué diferencias existen entre un juicio (afirmación o negación sobre algo) y la opinión? ¿Entre juicios lógicos y juicios valorativos? ¿Por qué y en qué momento, con qué intención opino? ¿Cuándo recurro a la editorialización? ¿Por qué elevo o bajo los tonos? ¿Qué fines persigo? Ora persuado más que convenzo. Ora convenzo con el razonamiento lógico, demuestro sin el yo egocéntrico de manera explícita. Interpreto.

Remarcar lo explícito da por sentada la presencia siempre de actores, de empresa informativa, de culturas e ideologías, en la conformación del texto periodístico. El asunto está claro. Se refiere aquí a la práctica de los estilos de acuerdo con la finalidad del mensaje.

Toca a nuestro equipo reflexionar y enseñar a cómo trabajar cada vez más para grandes públicos o para audiencias segmentadas, fenómeno impuesto por las propias dinámicas contemporáneas, la especialización y la saturación de información.

Reflexionar y enseñar a ampliar el concepto de valores noticia, el concepto de lo noticiable. Sumar a la concepción de los grandes aconteceres sociopolíticos, la concepción de acontecer cotidiano, la otra noticia, la social, el detalle, el ángulo también explotable, los valores éticos, morales, formadores asimismo de valores en nuestros alumnos.

Enseñarles a distinguir entre hechos y opiniones, en la conversión de opiniones en hechos y en la delimitación de qué opiniones adquieren la cualidad de convertirse en hechos y cuáles resultarían simples background, información referencial para textos posteriores, trabajos que pudieran devenir mensajes más sólidos, ricos en calidad informativa y asentados en una investigación integral.

Prepararlos para hacer versiones de actos, encuentros, simposios, no como modelos establecidos y rellenables, sino sobre todo, a detectar qué de lo obtenido en el acto es noticia y qué son sólo pistas para trabajos posteriores.

Enseñarlos a valorar el reporterismo diario, la cobertura de lo cotidiano, pero a la vez, continuar preparándolos para satisfacer las necesidades de un público cubano que de ninguna manera es el público de hace diez años. Un público con nivel educacional, cultural y que requiere de explicaciones, de fundamentos, argumentos, e impecables estrategias de fuentes.

La propuesta es pues, nutrir el periodismo de la teoría de la comunicación, de la metodología de la investigación, las más cercanas a nosotros, pero también de la sociología, la lingüística, la teoría literaria, de la dramaturgia. Introducirnos profundamente en los más sólidos conceptos de explicación, análisis, interpretación, argumentación, profundizar en la teoría y la práctica de la polémica, del debate mesurado, equilibrado, con fundamentos y no panfletario o emocional.

Transitar con los alumnos el paso de los mejores exponentes de la historia del periodismo hasta los más actuales analistas cubanos y extranjeros de reconocido prestigio es parte también de nuestra labor.

Hoy iniciamos este sistema de mesadetrabajo, confiemos en que los objetivos de la labor durante este curso sean superados con creces.

Periodismo especializado. ¿Una fase superior?

Periodismo especializado. ¿Una fase superior?

Doctora Miriam Rodríguez Betancourt,

Profesora Consultante de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.

Según la mayoría de los estudiosos, el Periodismo Especializado surge en Estados Unidos hacia la década del sesenta del pasado siglo en áreas como salud, medioambiente y economía doméstica.

Algunos afirman que pertenece a los años 50.  El reconocido profesor José Luis Martínez Albertos,  asegura que "hasta los años posteriores a la II Guerra Mundial, era inexistente en los periódicos la llamada crónica científica.  Sólo existía -precisa- una cierta tradición periodística fuertemente especializada en el campo de la información económica" (1).

José María Sanmartí, que clasifica el P.E. como fase superior del Periodismo Interpretativo,  opina que de este último derivan el periodismo especializado, el de investigación, el de precisión, el de servicio y el local (2).

Pero la  fecha exacta de su nacimiento como tal corriente o tendencia importa menos que las causas por las cuales surgió.  Respecto a una de ellas, sobre todo, concuerdan sus principales teóricos: los nuevos intereses de los receptores.

Otras son la fuerte competencia en el mercado mediático y el desarrollo y extensión de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) que aceleran la especialización periodística.

El avance tecnológico, a su vez, demanda mayor capacitación y expertización de los emisores (3), y la competencia aviva las exigencias de las audiencias, cada vez más selectivas ante la superabundancia de informaciones y canales.
Se teje de este modo una compleja relación causa-efecto en el entorno global de la comunicación justamente en una época que va abandonando y superando la era de la cultura de  masas  para dar paso a la convivencia de modelos comunicativos diferentes, como indican los especialistas.

Las audiencias, ahora "selectivas y segmentadas" (4), requieren explicaciones de la naturaleza de los hechos, asuntos y temas; no les interesa únicamente qué ocurrió y qué puede ocurrir en el futuro, también cuáles son los antecedentes y qué opinan los expertos.
 
Para satisfacer estas exigencias, propias de un receptor obligado a seleccionar sólo lo que le es útil de una información que le cae encima en forma indiscriminada y abrumadora, se necesita un profesional "capaz de traducir a un lenguaje divulgativo y fácilmente comprensible para todos la cada vez mayor complejidad política, económica, cultural, demográfica, social y humana que caracteriza a las sociedades modernas". (5)

Bien lo previó James Reston hace ya varias décadas:

"El futuro de la información depende de comunicar inteligentemente lo que está sucediendo en el mundo,  el mundo es cada vez más complicado, no se puede comunicar meramente la verdad literal, hay que explicarla".

BUSCANDO UNA DEFINICIÓN

Muchas y variadas son las definiciones y aun las denominaciones sobre Periodismo Especializado, al que indistintamente se le llama también  Especialización Periodística e Información Periodística Especializada, término este último que nos parece el más adecuado puesto que incluye a los reporteros y no sólo a los articulistas, generalmente considerados expertos por emitir opiniones in extenso en torno a ámbitos específicos.

La diferencia de clasificaciones y descripciones revela, de entrada, que debe andarse con cuidado  por estos predios porque no todo lo que en ellos brilla  responde a lo que debe ser entendido como producto de tal hacer periodístico caracterizado, como atributo esencial, por el tratamiento riguroso que, sobre un determinado ámbito, realiza un periodista especializado. Al mismo tiempo, la "indefinición sobre las definiciones" muestra, como ha dicho Múñoz-Torres, que se trata de una tarea pendiente.

Coinciden varios estudiosos, sin embargo,  en que este tipo de trabajo es una tendencia del Periodismo contemporáneo (6). Francisco Esteve apunta, incluso, que "junto con las innovaciones tecnológicas, (la Especialización Periodística) es uno de los fenómenos más significativos del Periodismo actual (7). 

Por su parte, Montse Quesada, la profesora de la Universidad catalana Pompeu Fabra, pondera las cualidades del Periodismo Especializado, al que ella llama también Información Periodística Especializada, subrayando, asimismo, su importancia.

Ella destaca que esta modalidad profesional es capaz de explicar no solo el qué, sino sobre todo el porqué de los hechos, las consecuencias que ello puede significar, y "qué es lo que no ocurrió, aunque tal vez debiera haber ocurrido" (8).

Por similares  razones, otros autores  hacen equivaler el P.E. a la Información de Calidad o a la Información de Profundidad.

Héctor Borrat destaca que esta manera de producir textos periodísticos se caracteriza por "la coherencia interna de esos textos, la correspondencia de sus afirmaciones con la realidad, y la pertinencia de los conceptos, las categorías y los modelos de análisis aplicados, fuere cual fuere el tipo de texto y el tipo de lenguaje escogidos, el tipo de periódicos y el tipo de audiencia". (9)
Cabe detenerse en la anterior afirmación de Borrat en tanto ya está puntualizando que no sólo determina  el tipo de texto, lenguaje, publicación y audiencia para catalogar un trabajo como Periodismo Especializado.

Muñoz-Torres considera que los criterios válidos para calificar a un texto periodístico como especializado no pueden basarse en los criterios formales, sino sustantivos.(10).  No porque lo escriba un especialista o porque aparezca en un medio especializado, automáticamente se  debe considerar un texto  propio de este tipo de Periodismo.

Borrat está de acuerdo con ello cuando concluye  que "el criterio último de especialización son los textos" (11).  Hay que analizar el tema, el contenido y los enunciados de carácter informativo para el correcto criterio de clasificación.
También es necesario distinguir en los modos de hacer si se aplica minuciosamente la metodología periodística de investigación, como recuerda  Quesada; la actitud evaluativa y de opinión, las fuentes utilizadas, la contextualización, entre otros aspectos definitorios (12).

Para ganar claridad en cuanto a la autenticidad de los trabajos que responden al P.E. vale la pena recordar sus diferencias con el llamado Periodismo Generalista o Presentista. Mientras este se guía fundamentalmente por el concepto de noticiabilidad, que tributa en primer lugar a la actualidad  y a la información emergente, aquel se empeña en trascender la inmediatez y el conocimiento básico.

El carácter diario, dice Concha Edo,  impone un ‘culto a la rapidez' que dificulta la capacidad de llegar a todos los asuntos y la posibilidad de tratarlos con la profundidad y el detalle que requiere un público diversificado e inteligente. (13).

Por el contrario, el P.E. no cultiva la rutina  propia del diarismo, de la información orientada a satisfacer la curiosidad inicial. Al "ir más allá",  profundiza un saber específico desde el rigor del conocimiento y el análisis, sin olvidar jamás, como expresión que se genera a partir de la profesión periodística, los intereses del público y los condicionamientos del medio por el que se trasmite.

Muñoz-Torres lo explica claramente cuando se refiere a la distinción entre un texto científico y uno periodístico: lo que los diferencia es el enfoque.

"El periodista especializado no busca conocer una rama del saber como lo haría un especialista, sino en la medida en que tal saber puede y debe ser objeto de información periodística por su interés para la sociedad" (14).

A ello se subordinan el estilo y el  lenguaje, la perspectiva de comunicación del texto, su presentación y ubicación espacial o temporal, según el canal; la selección de las fuentes, los métodos de investigación, entre los elementos técnico-profesionales más importantes.

Frente al efecto igualatorio en el tratamiento de las noticias que produce el Periodismo Generalista (15), el P.E. o la Información Periodística Especializada, posibilita una mirada  diferenciadora,  singular, lo que significa el aporte de "una nueva función sintetizadora" (16).

Otra función que se atribuye al P.E.  es la de "servir de puente entre cada especialidad y la audiencia, así como entre las distintas especializaciones entre sí" (l7) como forma de contrarrestar la tendencia al aislamiento provocado por la excesiva especialización que convierte a cada investigador y a cada área en territorios independientes y excluyentes.

COMO DEBE SER

Los trabajos pertenecientes a este modo de hacer  siempre deben buscar un equilibrio, lo que pudiéramos llamar un "término medio" porque tanto la super especialización como su insuficiencia puede alejar a los receptores.

Por supuesto, el periodista especializado debe tener un conocimiento sólido de la materia a la que se dedica y, en medida similar, de las técnicas periodísticas para expresarla. Son muchos, y bien convincentes, los ejemplos de quienes, conocedores indudables de un tema, no pueden atraer la atención y el interés de los públicos por desconocer los códigos comunicativos del Periodismo.

No se trata, por cierto, de que el periodista especializado sepa tanto de la materia en cuestión como un experto-aunque en varias áreas pueda llegar a serlo-sino que, como método, acuda a fuentes de primera mano para elaborar su información.

Igualmente importante resulta la contrastación de fuentes, no depender de una sola y mucho menos si esa es la institucional. Las fuentes protagónicas y/o especializadas son claves por cuanto ofrecen información testimonial y crítica indispensable.


La documentación del tema, es decir, el relacionar la noticia o el asunto con sus antecedentes mediatos, constituye una premisa del periodismo especializado.  Sólo así, con esta búsqueda de los orígenes más que de los elementos del entorno visible, el receptor estará en condiciones de conocer el contexto de la información, y esto sólo puede hacerlo un periodista especializado.

Utilizar técnicas documentales ha dejado de ser terreno exclusivo del documentalista. Hoy en día, un periodista, sobre todo el especializado, está obligado a conocer y emplear estas técnicas para hacer su trabajo integral,  y para hacerlo también de modo más independiente.

La labor de documentar el tema requiere de mayor tiempo que el empleado por el periodismo generalista que prioriza, ante todo, la rapidez en el proceso de selección, elaboración y presentación de la información, no por insuficiencias técnicas sino debido a los ritmos urgentes de producción.

Para el periodismo especializado, el rigor de la investigación está por encima del rigor de la urgencia noticiosa. El objeto de este tipo de periodismo no es llegar primero, sino llegar con la mejor información, la más completa y profunda, por ello, como es obvio, no puede depender de los estándares usuales espacio-temporales del periodismo generalista.

LA FORMACIÓN: ESTE PERIODISTA SE HACE

Si para otros trabajos periodísticos las habilidades profesionales tal vez  puedan adquirirse de modo empírico, con el autoestudio y el talento personal, en el P.E. es  prácticamente indispensable que  quienes lo ejercen reciban una preparación sistémica, formalizada.

Por otra parte, como advierte José María Sanmartí (18) "el proceso de especialización se está acelerando, lo cual exige perfeccionar aún más los métodos periodísticos para poder dar la visión global de la noticia y no quedarse en el detalle, la anécdota, el fragmento o la superficie".

Por eso Núñez Ladeveze  afirma:"Un  periodismo al servicio de necesidades públicas o de las necesidades derivadas de la difusión del conocimiento es completamente distinto y requiere una formación intelectual mucho más exigente que un periodismo orientado a satisfacer las necesidades de entretenimiento o a alimentar la propensión a la pasividad de las grandes audiencias" (19)

La vía más reconocida para la formación del periodista especializado se inscribe en el nivel superior de estudio. En reciente artículo, el periodista cubano Carlos González afirma que desde la educación de pre-grado se perfila la expertización, complementada en la etapa postgraduada con cursos de distinto nivel. (20).

González cita en su trabajo al investigador Pedro Ortiz Simarro,  quien asevera que la formación del periodista especializado "no implica una parcelación de su conocimiento (...) sino que se trata de un valor añadido a su saber profesional" (21).

Pero sí se encuentran criterios contrapuestos en los enfoques de los programas y de los contenidos de estudio, así como también en la denominación de la asignatura,  a la que se bautiza como Periodismo Especializado, Prensa Especializada, Información Periodística Especializada y Especialización Periodística.

A MODO DE  CONCLUSIONES

Después de este somero recorrido que ha intentado abarcar aspectos históricos, conceptuales e instrumentales del Periodismo Especializado, cabe formular algunas reflexiones finales sin pretensión de última palabra:

1.- La cada vez más fuerte competencia entre los medios, la espectacular evolución  de las TICs, el acelerado avance de la especialización científica y el surgimiento de audiencias selectivas se encuentran entre las principales causas del nacimiento y desarrollo del Periodismo Especializado.

2.- El Periodismo Especializado deviene una tendencia del Periodismo Contemporáneo en tanto responde a las exigencias de los receptores que necesitan informaciones particularizadas, rigurosas, completas, elaboradas por profesionales con conocimientos sólidos de las materias que abordan.

3.- Esta tendencia seguirá creciendo y desarrollándose; muchos aseguran que dada la superabundancia de información generadas por las Nuevas Tecnologías, se hace cada vez más necesaria una información especializada que responda a las exigencias de los receptores. No son pocos los que avizoran que el Periodismo Especializado es el Periodismo del futuro, que representa la información periodística de calidad frente a la espectacularización informativa que ni atiende ni explica los complejos problemas del mundo actual.

4.- Para determinar si un texto responde a este tipo de práctica, debe analizarse esencialmente la perspectiva desde la cual ha sido elaborado-enfoque que privilegia el interés que para la sociedad tiene la divulgación de ese conocimiento--; los métodos investigativos empleados para lograr el rigor de los contenidos, y el objeto o tema de los mensajes.

5.- A su función tradicional de puentes entre los públicos y las especialidad, y entre cada una de estas, se añade la función sintetizadora "para hacer frente a la actual atomización informativa producida por una superabundancia de conocimientos y saberes (22) y la de "contrarrestar los efectos perversos del especialismo a través de una adecuada divulgación del conocimiento". (23) 

6.- El periodista especializado no tiene, necesariamente, que ser o llegar a ser un experto en la materia, como el mismo científico que la estudia o produce.  Le basta con devenir un interlocutor válido para los especialistas.

7.- El periodista especializado debe facilitar el conocimiento más riguroso del tema empleando un lenguaje que pueda ser fácilmente decodificado por los receptores.

8.- El periodista especializado tiene que conocer y documentar  ampliamente el asunto y  área que trata, y en la misma medida dominar las técnicas de información  que posibiliten una recepción efectiva de su mensaje en los términos profesionales que caracterizan la comunicación periodística: claridad, comprensión, amenidad, completitud.

9.- El Periodismo Generalista y el Periodismo Especializado no se excluyen entre sí, ni son antagónicos: se complementan.

10.- Corresponde al periodista especializado una formación del máximo nivel tanto en el área objeto de su tratamiento publicístico como en  los conocimientos teórico-prácticos de carácter profesional.


Notas bibliográficas.

1.- Martínez Albertos, José Luis  (citado por Múñoz Torres, Juan Ramón. "Clarificaciones conceptuales sobre Información Periodística Especializada" en Introducción a la Comunicación y la Información,  Barcelona, Editorial Arial, S.A., Galdón, Gabriel (coordinador), 200l: p.l60

2.- Sanmartí, José María  "Más allá de la noticia: el Periodismo Interpretativo" en Redacción para periodistas: informar e interpretar,  Barcelona, Editorial Ariel, S.A., Cantavella, José; Serrano, Francisco (coordinadores) 2004; p, 337.

3.- Esteve Ramírez, Francisco, citado por González Carlos. "Especialización  en el Periodismo, una tendencia en el mundo de hoy" en Tendencias del Periodismo Contemporáneo,  La Habana, Editorial Pablo, Rodríguez Betancourt, Miriam (coordinadora), 2OO5, p. 8l. 

4.- Tuñón, Amparo, citada por por González, Carlos, op.cit. p.82

5.- Quesada, Montserrat. "Periodismo Especializado" en Galdón, G. op.cit. p.126

6.- González, Carlos op.cit

7.- Esteve Ramírez, F.  en González, Carlos, op.cit. p. 82

8.- Quesada, M. en Galdón, G. ob.cit. p.128

9.- Borrat, Héctor citado por Múñoz Torres, J. en Galdón Gabriel, G. op.cit.p.l69

10.- Múñoz-Torres, Juan R. en Galdón, G. op. cit. p,169

11.- Borrat, H. en Galdón, G. op.cit. p.l69

12.- Quesada, M. en Galdón, G. op.cit.p. l32

13.- Edo, Concha. "Las revistas e Internet como soportes del periodismo especializado y la divulgación en Estudios sobre el mensaje periodístico, número 5, Universidad Complutense, Madrid, 1994 p. 79

14.- Múnoz Torres, J. R. en Galdón. G. op.cit. p. 170

15.- Edo. C, op.cit. p.79

16.- Esteve, F. en  Quesada, M. op. cit p.29

17.- Sanmartín, J.M.  en Cantavella, J., Serrano, F op.cit. p.337

18.- ibidem

19.- Núñez Ladéveze,  Luis  El periodismo desde un enfoque interdisciplinar, en Redacción para periodistas: informar e interpretar, Juan Cantavella, José Francisco Serrano, coordinadores, Editorial Ariel, S.A. Barcelona, 2004 p. 25

20.- González, C  op. cit.

21.- Ortiz Simarro, Pedro  en González, C. op. cit. p.83

22.- Esteve, F. en Galdón. G. op.cit. p. 129

23.- Múñoz Torres, J. R. en Galdón, G. op.cit. p.175

Detrás de la fachada

Detrás de la fachada

MSc. Roger Ricardo Luis,

Director de Investigaciones del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, Profesor Titular Adjunto de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. 

No resulta una herejía decir que los medios de comunicación de masas son complejos engranajes productivos a la altura de la más sofisticada industria contemporánea, avanzada incuestionable de las nuevas tecnologías.

Garantizar la entrega periódica de información al público desata uno de los procesos de elaboración más apasionantes que se conoce, signado por  el ejercicio de la creación intelectual y la apoyatura tecnológica que se concretiza como producto comunicativo.

Para que vea la luz un diario, revista, noticiario de radio o televisión, sitio web, es necesario garantizar la información, materia prima singularmente perecedera en atención al tiempo, circunstancia y relevancia que se le atribuya por los medios encargados de seleccionarlos y darle connotación de relevantes en el contexto social.

Esa labor no puede dejarse, bajo ningún concepto, a la espontaneidad. Toda empresa periodística precisa trabajar bajo estrictas normas de funcionamiento que garanticen su vitalidad como un perfecto mecanismo de relojería. Fabricar noticias entraña pues asegurarse la materia prima, sintetizar y racionalizar las tareas del proceso, prevenir la demanda e incluso configurarla, siempre bajo el imperativo de una escasez inevitable de tiempo.

Mauro Wolf (1989) identifica ese proceso como rutinas productivas y reconoce tres fases: recolección, selección y presentación.

Pero, ¿son las rutinas productivas resultado exclusivo del orden que dimana de una visión tecnologicista de la producción periodística?

La respuesta es no, claro está; pero para ir a sus esencias se deben  descorrer las cortinas tecnológicas y mostrar el intenso proceso de mediación (1) que allí acontece.

El punto de partida para cualquier análisis de este fenómeno deberá tener en cuenta el principio cardinal que otorga a los medios el papel de constructores de la realidad socialmente relevante.

Como expone Eliseo Verón (1983), los acontecimientos sociales no son objetos que se encuentren ya hechos en alguna parte de la realidad, cuyas propiedades y avatares nos son dados a conocer de inmediato por los soportes periodísticos con mayor o menor fidelidad. Sólo existen en la medida que aquellos los elaboran. En otras palabras, los medios de comunicación de masas son aparatos especializados y legitimados socialmente para esta tarea.

Se trata, entonces, de una visión que ve los medios como un factor clave en el diseño de la arquitectura social, pues las empresas periodísticas al narrar el acontecer mediante la producción de noticias, propenden a  la prevalencia de determinadas visiones del acontecer público; es decir, lo que el periodista e investigador mexicano Salvador de León Vázquez (2003) define como construcción del espacio público dentro de las sociedades y, por ende, de la realidad.

Los medios se encargan de seleccionar los hechos y de convertirlos en noticias. Para ello toman como materia prima personajes, situaciones, hechos, que servirán de base a la narración periodística para una auténtica puesta en escena. También se asumen los formatos de presentación, el ordenamiento de los productos comunicativos (hechos originales transformados) en cualesquiera de los soportes mediáticos  que los convertirán en un acontecimiento de carácter público con los cuales se arma el rompecabezas de la realidad social.

Estamos ante una representación social consistente en la propuesta de una determinada interpretación de lo que existe o de lo que acontece en el entorno. La representación hace referencia a tales o cuales temas, incluyendo unos datos y otros no.

Tal como afirma Alsina (1989), la noticia  no es el hecho en sí, sino la narración, el discurso que construye y relata el periodista sobre ese acontecimiento, en primera instancia. Ello pone en evidencia, obviamente, que al periodismo no le interesan los hechos por sí mismo, sino por su significado dentro del sistema de relaciones políticas y sociales presentes en una sociedad. Este concepto resulta cardinal para comprender la trama ideopolitica que sustenta el acontecer periodístico.

Construir noticias

Si en las concepciones liberales de la información, los métodos profesionalizados de los periodistas garantizan los principios de la verdad, la imparcialidad y la neutralidad, bajo concepciones de la construcción de la realidad por los medios,  al periodista se le legitima su rol social al interior de las redacciones periodísticas para construir la realidad social en cuanto realidad pública y socialmente relevante, como señala Grossi (1985).

Ese quehacer cotidiano de construir la noticia se observa mediante el curso de las llamadas rutinas productivas que si bien se verifican al interior de los medios, guardan una estrecha relación con la propia dinámica social que reflejan, como es de suponer.

Tal proceder se define como procesos sociales complejos de construcción de la realidad en tanto tipifican y programan formas de acción social para acercarse al acontecer cotidiano y narrarlo con un enorme grado de institucionalización que, al mismo tiempo, legitima esas narraciones como noticias con toda la carga simbólica que ello implica, expone De León Vázquez (2003).

Como hemos visto, Wolf se adentra en esa dinámica productiva, pero no traspone la puerta que separa la visión tecnológica del proceso productivo editorial para adentrarse en uno de los procesos de mediación más importantes sobre la noticia, pues la necesidad de prevenir y garantizar la materia prima le otorga, en primera instancia, protagonismo a los canales y fuentes institucionales, centralizados, sistemáticos, accesibles. Y aunque el factor tiempo resulta determinante en la vida misma de un hecho noticioso, no es menos cierto que ello tiende un velo sobre otros intereses de control sobre lo que se publica o no como realidad socialmente relevante.

Es importante subrayar que las rutinas van más allá del vínculo tecnológico que las une a la industria de la información, pues como advierte Mar de Foncuberta (1993), terminan por ser más que un marco rígido para la información, no sólo porque imponen ritmos de trabajo, sino porque definen ausencias informativas y contenidos temáticos.

Lo antes expuesto corrobora, una vez más, que los medios no son instancias neutrales por encima de las relaciones sociales, tal como lo expresan las concepciones liberales de la prensa y los periodistas. En cambio, sí revela la cercanía de aquellos y de sus mensajes a las fuentes de poder, y muy especialmente a la tendencia de los grandes consorcios mediáticos a la preservación del staus quo.

Con todo ello se subraya que el propio quehacer profesional de los periodistas y del aparato informativo se convierten, mediante múltiples vías, tanto directa como indirectamente, en el mejor nexo con el poder.                         

Mirar periodísticamente

La visión de los periodistas ante la realidad que le sirve de materia prima para su labor suele ir acompañada por percepciones que llevan implícitas las normativas profesionales asumidas como normales y que dimanan de su interacción con el medio y las fuentes, éstas le sirven como pautas de selección y ordenamiento en su quehacer cotidiano.

Esa forma tan especial de percibir el mundo va acompañada por las influencias ejercidas por los principios éticos, filiación política, representaciones, creencias,  comportamientos, compromisos, sentimientos, visión del mundo de cada periodista y que interactúan con las normativas reguladoras de relación y disciplinarias que dimanan de las entidades periodísticas para los cuales trabajan.

Más específicamente, están presentes, en un primer nivel, las concepciones de los periodistas sobre su función y papel y la de los medios  en la sociedad. De ello se desprenden los niveles de compromiso y,  como resultante de ello, la definición de roles ante la sociedad, avalado por un cuerpo doctrinal que valida y justifica su proceder. En un segundo nivel, más apegado al proceso de producción noticiosa como tal, las pautas que regulan la confección de  los productos comunicativos y los modos  de realizarse. 

Tales reglas de juego no son universales ni persisten en el tiempo, están intrínsecamente ligadas a cada país, régimen, circunstancias socio-políticas, y muy especialmente dependen de cada empresa mediática por lo que prevalecen, como regla, los principios de la institución para la que se labora, y que los distingue de sus homólogos del resto de la sociedad.

Desde la perspectiva de la Teoría de la Sociología de la Producción de Mensajes (2) se identifican dos áreas de influencia: una micro, en el cual están presentes los relativos al cuerpo doctrinal del periodista, y otra macro, en el que intervienen los condicionamientos externos que se desprenden del conglomerados de acciones provenientes desde las visiones políticas, ideológicas, históricas y económicas del sistema.

A nivel micro  es posible identificar la llamada cultura profesional, entendida como el conjunto de saberes explícitos e implícitos que conforman el ejercicio de la profesión: códigos, símbolos, rutinas, estereotipos, representaciones, sistema de conocimientos, entre otros aspectos relativos a los periodistas y los medios, de lo cual se desprende la influencia que tiene en los actos de autorregulación  a lo interno de las redacciones.

En ese mismo estamento desempeñan su rol las ideologías profesionales de los periodistas, definidas como la serie de paradigmas y prácticas profesionales adoptadas como naturales por ellos. Ese cuerpo normativo puede variar en función de la historia, la tradición y el contexto socio-político en cada país.

Dicho campo está configurado por elementos modélicos asociados al plano de la cultura política, la democracia, la libertad de expresión, el libre flujo de información que se traducen en la posibilidad de ejercer la investigación periodística y develar con ello acciones nocivas a la sociedad, estimular el análisis y la interpretación de los problemas complejos, obtener información para publicar tan rápido como sea posible, y discutir políticas nacionales y de relaciones exteriores mientras éstas se desarrollan, entre otras líneas de acción.

Las regulaciones  externas e internas

Por lo visto, esa forma tan peculiar de mirar periodísticamente la realidad para transformarla en acontecer periodístico, guarda estrecha relación también con los procesos de regulación que ejercen entes participantes en la comunicación a partir de  acciones de ordenamiento en correspondencia con exigencias impuestas por las reglas del modelo social imperante.

Desde esa perspectiva, la regulación (3) sobre los medios es un ajuste orientado a un fin en el funcionamiento de un sistema, a causa de la interacción material-comunicativa con otros sistemas, afirma Julio García Luis (2004).  En el caso de la regulación externa, ésta actúa sobre los contenidos de manera principalmente indirecta, afirma el académico, al influir en el contexto de la comunicación, es decir, su entorno, sus condiciones, sus compromisos políticos, sus marcos legales económicos y de otro tipo. En su modelaje participan instituciones, entidades, organizaciones, instancias, personas representativas de las diferentes esferas de la vida social, política, económica, ideológica, entre otras. 

El afán de los agentes externos a los medios por participar en los procesos de elaboración del mensaje pasa por la necesidad de mantener la  observación sobre los contenidos en función de garantizar la presencia de intereses que atañen a percepciones ideológicas dominantes, estrategias políticas, económicas, fundamentalmente. Esa incidencia se verifica desde los diferentes roles que en tal sentido desempeñan los actores de la superestructura y la sociedad civil. Tal como dice Serrano (1993), sobre la regulación externa gravitan aquellas políticas concretas (como las políticas nacionales de comunicación) que en cada sociedad llegan a imponerse y, en última instancia, son una toma de partido entre la conveniencia histórica de la comunidad y los intereses funcionales de ese momento tanto de los grupos que ejercen el poder como a cada usuario de la comunicación.

A otro nivel  se verifica la regulación interna que se concreta en la línea o política editorial del medio, ese cuerpo normativo de obligado referente para la labor periodística en  que se plasman los puntos de vistas institucionales respecto al entorno, doctrina, creencia e intereses políticos, económicos y sociales que dice representar y de lo cual se infiere, obviamente, la influencia que ejercen los procesos de la regulación externa.

A lo antes expuesto se suman los factores de autorregulación que actúan sobre los contenidos de forma directa, mediante las normativas  funcionales al interior de las redacciones relativas a la organización del trabajo, la selección y definición de las coberturas, los criterios de construcción del producto comunicativo y en las que están involucradas como hemos visto anteriormente el conjunto de procederes y actitudes que dimanan de la cultura e ideología profesional y el papel que desempeñan convicciones morales, políticas e ideológicas presentes en sus actores.

Como bien puede apreciarse hasta aquí, las rutinas productivas están fuertemente influenciadas por esas dinámicas que son en esencia actos de control que deben discurrir como relaciones de intercambio sistémico equilibrado por parte de todos los actores; pero no siempre sucede así cuando se privilegian o imponen determinadas visiones sobre otras hasta convertirse en freno y obstáculo en el quehacer periodístico. En el caso de la prensa, como puede entenderse, un  fenómeno así va en detrimento del papel y misión de los medios al punto de reducir al periodismo a un ejercicio instrumental.

Si bien las consecuencias de semejante práctica se hacen perceptibles al público receptor  a la hora de consumir el mensaje, esa práctica  degenera al interior de los medios en la proliferación de actos de censura y autocensura.

Si la censura cabalga sobre el poder coercitivo de limitar o cercenar las acciones socialmente legitimadas del ejercicio periodístico, la autocensura hunde sus raíces en la censura continua; es decir, cuando los periodistas van descubriendo los derroteros por los cuales su trabajo profesional se hace menos susceptible a la censura y con ello soslayar aquellos asuntos que, a partir de ciertos criterios evaluativos externos, son acuñados como polémicos, escabrosos, peligrosos, inoportunos, complicados, inaceptables y, por tanto, no publicables.

En su quehacer cotidiano los periodistas se enfrentan buena parte del tiempo al dilema de cómo dar respuesta a la contradicción que dimana entre lo que ellos consideran  debe hacerse público y lo que plantea la línea editorial del medio para el cual trabajan. En ello intervienen, entre otros, factores el comprometimiento excesivo con las fuentes, la lealtad a los intereses de la empresa periodística y criterios ideopolíticos, las condiciones materiales para el desempeño profesional y de vida del periodista, el temor a la pérdida del trabajo (un dramático "disciplinador" social), y la tendencia a convertir en oficialista lo que en puridad es oficial.  De  esa incompatibilidad y de las fronteras que cada periodista busca establecer nace la fuente de la censura y la autocensura.

Tal como puede observarse hasta aquí los procesos de regulación y autorregulación mediáticas en tanto acciones de ajuste (control) están presentes a todo lo largo de las rutinas productivas y se hacen patentes en el acto final de devolver a la sociedad una visión transformada de  sus aconteceres.

El orden del día

En la dinámica de construcción de la realidad y por tanto presentes en las rutinas productivas  se expresan un grupo de asuntos prioritarios por parte de los actores políticos principales que conllevan, necesariamente, definición y un orden de importancia para su exposición, de manera que se establezca un nexo, una relación comunicativa signada por factores mediáticos de los más diversos signos como pueden ser políticos, ideológicos, económicos y sociales (Kindong  en Sanpedro, 1996).

La formulación de ese orden del día a escala de toda la sociedad está en manos de las fuentes de poder a partir de la muy estrecha ligazón y fusión existente entre los actores políticos y económicos mediante la identificación de principios y objetivos estratégicos existente entre ambos.

Es a partir de sus directrices políticas y mediante éstas que se configuran los lineamientos  destinados a modelar el orden prioritario de los asuntos proclives a convertirse en noticias. Son estas instancias las que mediante su acción reguladora, aprueban lo que debe salir o no en los espacios informativos.

Un aspecto clave del papel de las agendas parte de su control en tanto capacidad para limitar las acciones de otros seleccionando los temas de su interés de forma favorable a sus intereses.

Al respecto,  Sanpedro (1996 ) sugiere la respuesta a un grupo de preguntas como ¿cuál es el grado de apertura de la agenda para integrar nuevos temas y actores políticos?, ¿quién dispone de mayores recursos para determinar o expulsar ciertos temas de la agenda?, ¿con qué recursos? y ¿por qué medios se ejerce tal poder?, ¿es posible cuestionarlo?, ¿en qué contexto?, ¿cuáles son los costos y los beneficios de la exclusión de un tema?, ¿pueden y deben los medios cuestionar la agenda política?

Construir agendas, por lo tanto, es un ejercicio de selección y jerarquización entre diferentes cuestiones que distintos grupos pretenden promover como temas políticos y noticiosos.

De la agenda política surgen iniciativas, programas, medidas, campañas  que pueden y deben convertirse en fuentes permanentes de información y, por tanto, adquieren una connotación pública como hecho noticioso y, en consecuencia, un producto comunicativo, de forma que los receptores puedan identificarlos como relevantes o no y constituir argumentos a favor o en contra.

Para las empresas mediáticas la agenda política se expresa en lo que pudiéramos definir como fuente relevante u operativa que actúa como ente regulador de la cual dimana, en primer lugar, un discurso predominante.

De esa fuente  también se desprenden otros temas y la consiguiente información de carácter estratégica como lo es la  política editorial, el tratamiento del discurso; es decir, sus partes, tono,  balance, lenguaje y la intencionalidad requeridas, como también las coberturas y de qué tipo, la ubicación de los temas en los espacios, el empleo de las imágenes, al tiempo que designa los líderes de opinión y las otras fuentes a tener en cuenta en la confección de los productos comunicativos.

El orden del día es incuestionablemente una pieza clave en las rutinas productivas. Ya no solo como factor de organización del proceso, sino también por la extraordinaria capacidad que tiene de enmascarar mediante el criterio de noticiabilidad (4) esa función de selección que tiende como regla a la prevalencia de determinados puntos de vistas y posiciones que desequilibran y hacen disfuncional el mensaje en sus pilares de verosimilitud y  tendencia a la objetividad periodística.

A manera de conclusión o nuevo punto de partida

Las múltiples contradicciones que se dan a lo largo de los procesos de producción informativa evidencian, en primera instancias, que las rutinas productivas no se ajustan en sentido estricto a la significación de "rutinas" y mucho menos identificarlas como prácticas rígidas o fórmulas estandarizadas ni reducidas a una visión tecnológica del proceso de producción de noticias.

Bien pudiera entonces hacer un intento por definir de manera más abarcadora el concepto de rutinas productivas:

Las rutinas productivas son el conjunto de acciones y normas  surgidas de las exigencias que genera la dinámica productivo-editorial-tecnológica de una empresa mediática y el intenso proceso de mediación objetivo presente en cada uno de sus fases (recolección, selección y presentación). En ellas se evidencia, además, el aprendizaje profesional derivado de ese quehacer que llega asociarse, como regla, a la repetición y las costumbres y tienen su repercusión en el resultado final de la labor periodística.

Dada su función normativa, las rutinas devienen instrumento de control social sobre la labor de los periodistas en un amplio espectro de su actividad donde están presentes los niveles jerárquicos superiores como son el sistema político, entes de poder, dirección de los medios, fuentes relevantes, fundamentalmente. Al mismo tiempo, delinean cómo se elaboran las noticias y, por tanto, expresan las estrategias de cómo abordar la realidad que resulta de interés para las entidades periodísticas en un amplio espectro que va desde la recolección hasta el tratamiento de la información que se hace pública y socialmente relevante.

Puede resumirse entonces que en el desempeño de las rutinas productivas están influenciadas por un grupo de mediaciones entre las que sobresalen:

- Las que dimanan de la propiedad de los medios. (Tipo de propiedad, alianzas con las fuentes de poder, capacidad de negociación  con aquellas. Diseño de la política editorial. Debe tenerse en cuenta también la tendencia a la concentración de capital en el sector)

- Organización editorial y disponibilidad tecnológica.  (Estructura interna del proceso productivo y su vinculación con  el parque tecnológico disponible y sus posibilidades)

- Los condicionamientos que genera la publicidad como soporte económico esencial de las empresas mediáticas.

- Los condicionamientos de las fuentes de información. (Nexos entre periodistas y fuentes y entre medios y fuentes en la reproducen visiones ideológicas dominantes).

- Ideologías profesionales de los periodistas. (Están presentes las acciones de  autorregulación y la profesionalidad).

- Presiones políticas, económicas, judiciales recibidas por los medios ante la cobertura de determinados hechos.

- Condicionamientos sociohistóricos que prefiguran el escenario donde se desenvuelven los periodistas y los medios para los cuales trabajan. (Téngase en cuenta factores religiosos, culturales, identitarios, éticos predominantes en la sociedad, nivel educacional alcanzado, estructura y protagonismo de la sociedad civil).

Semejante accionar genera un proceso múltiple, complejo y contradictorio permanente de  negociaciones que no implican, necesariamente, equilibrio ni niegan la hegemonía de unas instancias sobre otras. En tales transacciones prevalecen, como regla, el criterio de la dirección editorial, y cuando se trata de los grandes temas, los que dimanan de la visión del poder dominante.

Acotaciones:

(1) Serrano refiere que la mediación en la prensa se define como la actividad que impone límites a lo que puede ser dicho y a las maneras de decirlo, por medio de un sistema de orden Ver en Rodrigo Alsina, Miguel. La construcción de la noticia. E. Paidós. Barcelona. 1989.

(2) Esta vertiente de los estudios comunicológicos analiza las diversas condicionantes que influyen en la realización de los mensajes de los medios y su grado de incidencia para determinar que sean publicados o censurados. Su pregunta matriz es: "¿qué factores desde dentro y desde afuera de las organizaciones de los medios, afectan el contenido de los mensajes?", Con ella se busca reconocer al interior de estos agentes la preponderancia del estudio de los comunicadores, las políticas corporativas de los medios donde laboran, la propiedad y el control de las empresas mediáticas, así como las condicionantes derivadas del sistema económico imperante y las influencias ideológicas del sistema social global. Ver Shoemaker, Pamela J. y Reese, Stephan D.  Mediantig the Message: Theories of Influence on Mass Media Content. White Plains, NY. 1996.

(3) Según García Luis, al interior de las redacciones funcionan mecanismos de regulatorios como son:

La definición de atribuciones de los ejecutivos, colectivos y comunicadores en lo personal, como forma particular de expresión de las relaciones entre la propiedad y la gestión mediáticas. La organización, estructura, funcionamiento y flujos productivos de los medios. La información interna del medio y la participación real que en ella -en tanto valencia de poder- tienen los ejecutivos y los colectivos de comunicadores. La cultura organizacional, ideologías profesionales, rutinas, tradiciones, mitos, rituales y otras formas de subjetividad influyentes en los medios. La conciencia moral, los valores y las normas deontológicas, aceptadas conscientemente o impuestas formalmente en los medios. La formación y desarrollo del capital humano, incluida la política de selección, preparación y designación de los directivos. Los subsistemas de vinculación, estudio y retroalimentación con la opinión pública.

En cuanto a las regulaciones externas el propio autor identifica las siguientes: El sistema político, su estructura, instituciones, valores, normas de funcionamiento y políticas específicas. El marco jurídico: constitucional, civil, penal y las legislaciones y reglamentos referidos en particular a los medios. El sistema económico, el mercado, el sistema de trabajo y salarios y, en especial, el régimen de propiedad sobre los medios. La cultura espiritual, material y simbólica de la sociedad, en su amplia acepción, que abarca el consumo y los hábitos, tradiciones y mitos. El complejo ciencia-tecnología, como campo particular de la cultura, en tanto modifica a los actores, instrumentos, expresiones y representaciones de la comunicación. Las relaciones con las fuentes, en tanto que una particular dimensión del funcionamiento de los medios, imbuida de un elevado componente de poder. Las relaciones entre los medios y la sociedad civil, como espacio multilateral de socialización, intercambio e influencia. La irradiación e impregnación de la ideología dominante, expresada en forma de teorías, interpretaciones, valores, juicios morales y normas, hacia todos los elementos antes enumerados. Ver García Luis, Julio La regulación de la prensa en Cuba: referentes morales y deontológicos.-Tesis en opción al grado de Doctor en Ciencias de la Comunicación. Fac. de Comunicación. Universidad de La Habana. 2004.

(4) Para Wolf, la noticiabilidad es el conjunto de elementos mediante los cuales el aparato informativo controla y gestiona la cantidad y tipo de acontecimientos  entre los cuales seleccionar noticias. Ver en Wolf, Mauro .La Investigación en la comunicación de masas. Ed. Paidós, Barcelona, 1987.

Referencia bibliográfica

1.- Alonso Alonso, Margarita: Teoría de la Comunicación. Apuntes.  La Habana. Ed. Pablo de la Torriente Brau. 2001.

2.- De León Vázquez,  Salvador: La construcción del acontecer. Análisis de las prácticas periodísticas. Universidad Autónoma de Aguascaliente. México. 2003.

3.- Fontcuberta, Mar: La noticia. Pistas para percibir el mundo. E. Paidós. Barcelona. 1993.

4.- García Luis, Julio: La regulación de la prensa en Cuba: referentes morales y deontológicos.-Tesis en opción al grado de Doctor en Ciencias de la Comunicación. Fac. de Comunicación. Universidad de La Habana. 2004.

5.- Grossi, G.: La profesionalidad del periodista en la construcción de la realidad. Editorial Bologna. Milán. 1985.

6.- Martín Serrano, Manuel: La producción social de la comunicación.  Alianza Editorial. Madrid (2da. Ed.). 1993.

7.- Rodrigo Alsina, Miguel: La construcción de la noticia. E. Paidós. Barcelona. 1989.

8.- Sampedro, Víctor: Nuevos movimientos sociales, agendas políticas e informativas: el caso de la objeción de conciencia. Tesis doctoral en el Departamento de Sociología de la Comunicación de Masas. Universidad Complutense. Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales. Madrid. 1996.

9.- Shoemaker, Pamela J. y Reese, Stephan D.    Mediantig the Message: Theories of Influence on Mass Media Content. White Plains, NY. 1996.

10.- Tuchman, G.: La producción de la noticia. Estudio sobre la construcción de la realidad. Editorial Gustavo Gili. Barcelona. 1983.

11.- Verón, Eliseo: Construir el acontecimiento. Gidesa. Buenos Aires. 1983.

12.- Wolf, Mauro: La Investigación en la comunicación de masas. Ed. Paidós, Barcelona, 1987.