UN PACTO A FAVOR DE LAS MASAS
La prensa en la difusión y comprensión de la cultura.
Lic. MERCEDES RODRÍGUEZ GARCÍA,
Profesora de la Facultad de Humanidades, especialidad Periodismo, Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas
Si un pueblo goza de experiencia, aún urgida de perfeccionarse en última instancia, en la producción y reproducción de su cultura nacional en los medios de difusión, es el cubano. Sin embargo, cuán distantes están nuestros medios de difusión de alertar, puntualizar y criticar acerca de los principales postulados de la Cultura Cubana.
En este artículo se ofrecen precisiones al respecto, válidas en momentos de cavilación, reclamo, crítica y opinión en defensa de la identidad y el patrimonio alcanzados.
Cuando el 10 de abril de 1999, a las 7:30 p.m. se reabrían las puertas del Amadeo Roldán, escritores, artistas y periodistas de toda Cuba, traspasamos sus umbrales para protagonizar, junto al Comandante en Jefe, un histórico pacto con la cultura, rubricado esta vez con corazones y oídos en el pergamino de la Música, y con el timbre inconfundible de la Orquesta Sinfónica Nacional.
No se trataba de un concierto más; tampoco, de un programa conformado teniendo solo en cuenta lo selecto del auditorio. La intención -a mi juicio- no fue otra que fundir simbólicamente, en cuerpo y alma, a una poderosa fuerza intelectual imprescindible e insoslayable para acompañar y defender -para salvar- a la Revolución.
Desde entonces he estado meditando mucho sobre lo que se ha dado por llamar masificación de la cultura, -término que no me agrada del todo por cuanto la cultura tendrá siempre su componente elitista- y el papel que en ella le corresponde a la prensa y a la vanguardia intelectual llamada, eso sí, a conectarse con las grandes masas.
Y en este punto permítanme algunas precisiones impostergables por constituir la cultura el rostro único de la sociedad.
Si un pueblo goza de experiencia, aún urgida de perfeccionarse en última instancia, en la producción y reproducción de su cultura nacional en los medios de difusión, es el cubano. No hay que ir muy lejos en el examen de la historiografía del periodismo escrito, radial o audiovisual para hallar muestras elocuentes de importantes momentos de cavilación, reclamo, crítica y opinión válidos en defensa de la identidad y el patrimonio alcanzado desde el nacimiento de la nacionalidad.
Recuérdese en este sentido varios ejemplos: las crónicas costumbristas en El Nuevo Regañón de La Habana, las de Luis Victoriano Betancourt en La Habana Elegante, las aparecidas en El Fígaro -todas en la etapa colonial-, así como las de Carteles, Bohemia, Avance, El Mundo, Hoy, hasta nuestros días. Por supuesto, descuento radio y televisión como medios nacidos en este siglo.
Sin embargo, qué es cultura sino un carácter coherente, unitario, humanitario, independiente que ofrece su variabilidad -en signos positivos de enriquecimiento de las tradiciones de una sociedad-. La cultura, entre todos, es sinónimo de humanidad, de cubanía y encuentro con las particularidades más progresistas del saber y conocimientos universales. Como periodista me siento obligada a reconocer aquí cuán distantes están nuestros medios de difusión de alertar, puntualizar y critica acerca de los principales postulados de la Cultura Cubana, asentada en una tradición nacional, popular, humanista y universal, tal como la quería Martí, cuando esbozaba que ser culto es ser libre, en el constante batallar por la soberanía e identidades de los pueblos.
Años atrás, el profesor González Manet al abordar el tema - sobre todo en el campo en que se mueven los periodistas y comunicadores, incluso artistas e intelectuales, indicó que Cultura "además es información, conocimiento y ejercicio de los valores sociales" hábitos y normas consagradas por prácticas que identifican el modo de vida de una comunidad".
Y podría continuar citando textualmente en torno al tema a personalidades cubanas y extranjeras distantes y cercanas en el tiempo. Más en modo alguno resulta mi intención teorizar al respecto. Si quiero, antes de entrar de lleno en materia y acercarme al rol de la prensa en la difusión y comprensión de la cultura en función de acciones inmediatas que posibiliten de manera atractiva, educar y elevar el nivel cultural de la sociedad cubana, referirme a unas palabras de Fidel Castro el 24 de agosto del pasado año, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Señaló entonces: "Un problema terrible (...) que estamos padeciendo es el de la agresión despiadada a nuestras culturas, como jamás ha ocurrido en la historia, la tendencia a la monocultura universal (...). Se trata de un orden mundial que, por definición, destruye la cultura una globalización que destruye inexorablemente la cultura (...) ¿Qué es Patria, sino una cultura propia? ¿Qué es identidad nacional, sino una cultura propia?"
De este modo, pues, me ubico en el contexto de la contemporaneidad signada por desafíos actuales de la globalización neoliberal que amenaza con imponer de manera hegemónica una uniformidad cultural empobrecedora de las identidades a la vez que se manipulan la información y la noticia utilizando las nuevas tecnologías y poderosos medios de comunicación, asuntos que fueron tratados ampliamente en los últimos congresos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC).
En ambos cónclaves Fidel exhortó, tanto a los periodistas como a los escritores y artistas, a unir esfuerzos, talentos y voluntades para contribuir a sembrar ideas que se conviertan en una alternativa real y propia frente a tales amenazas.
Sin embargo, un tanto al margen de ese intento por universalizar un pensamiento único, un receptor no participativo y acrítico, simple consumidor de la mercancía falsamente noticiosa y seudocultural, debemos reconocer que todavía nuestros medios de difusión masiva no se imbrican consecuentemente en ese contexto culturalizador intrínseco a su naturaleza y funciones.
En tal sentido gran parte de los mensajes -ya sean históricos, artísticos, literarios, filosóficos-, carecen de la sistematicidad, amenidad, creatividad y sentido para que ese conglomerado heterogéneo y complejo denominado masa- por extensión, grandes masas-, lo reciba con real proximidad, de manera que lectores, radioyentes y televidentes se conviertan en receptores activos, ya que de hecho son éstos los más severos jueces a la hora de valorar sus contenidos, en ocasiones vagos, grises, tergiversados, unidireccionales, en pocas palabras, desafortunados e ineficaces.
Se habla de democratizar el discurso en dichos medios, de programas de extensión y promoción cultural. Pues bien. Para ello el hacer periodístico hay que insertarlo dentro del arte y la literatura que, por su esencia intrínseca, interpretan y evalúan las complejas relaciones sociales, abordan las sombras y las luces y suscitan la reflexión y la crítica.
Impostergable, pues, que nuestro periodismo, en el campo del análisis entorno a la cultura cubana, donde no prima uniformidad, ni nivelación estética por el carácter múltiple y diverso, se abra a la crítica, al debate, porque ello acentúa la educación y formas originales y valerosas de pensar juntos a favor de las conquistas revolucionarias. Por otra parte, más allá de lo constreñido del espacio, las salidas y tiradas, urge una revitalización en la cual el modelo institucional refuerce la producción y reproducción de la cultura cubana en cada uno de sus acontecimientos más significativos de comunicación con un público que desde hace muchos años aprendió a pensar por sí solo, sin que medien elementos que contribuyan a aleccionar su conocimiento y conducta social.
De ahí el imperativo de encontrar y poner en práctica una fórmula -pues la noble idea requiere de todos- que, superando escollos y carencias materiales, coadyuve a la idea de llevar lo mejor del arte y la literatura a todos los cubanos.
Y en esta encomienda estratégica, los medios de difusión constituyen un instrumento fundamental, también contra esa otra fórmula de dominación, que con el aval de la modernidad pretende imponer lo frívolo y banal y usurpar los cánones contemporáneos.
No estoy diciendo nada nuevo, ni siquiera original, simplemente hago cavilaciones en torno a un documento no lo suficientemente estudiado, divulgado, interpretado y, en algunos casos, mal interpretado. Me refiero a la Proyección de Trabajo Conjunta UNEAC-UPEC
Cito la letra: "Si periodistas y artistas, capaces y conscientes de su enorme papel, en estos difíciles años de carencia económica, hemos actuado en favor de la heroica resistencia de nuestro pueblo, no es hora para que nos quedemos atrás si de consolidar la cultura y la información se trata, exaltando los valores esenciales de la nación, lo que se potencia ahora como fuerza integrada en la actual batalla ideológica."
Y debo ir ya particularizando en el hombre "hacedor" de ideas o mensajes, máximo responsable en última instancias, de explotar las potencialidades que brindan los medios de difusión nacionales y territoriales, para dar a conocer -y no digo publicitar-, el trabajo de artistas e instituciones culturales.
Es mi criterio que, en esta lucha por reafirmarnos, debemos reconocer de manera explícita que los periodistas somos de igual modo "hacedores" de cultura. Y ejemplos de paradigmas sobran: José Martí, Pablo de la Torriente, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén....
No obstante, la realidad dice otra cosa cuando vemos a profesionales, incluso a dirigentes encargados de hacer cumplir la Política Informativa, distanciados por completo de la vida cultural de su entorno -en el más grave de los casos- cuando no del acontecer nacional e internacional, porque simplemente se "han sectorializado" -ni tan siquiera especializado- en las ramas de la economía, la producción o los servicios sobre los cuales escribe, cuando se conforman con el "dominio" del sector que atienden y restringen su universo o el lenguaje al del informe o la reunión cotidiana, cuando de forma escasa leen sus propios escritos o los de sus colegas.
¿Dónde está el columnismo en la prensa como guía para confrontar ideas y promover reflexiones sobre temáticas contemporáneas? ¿Dónde las iniciativas valiosas para afianzar el buen uso de la Lengua Española? ¿Dónde el encendido comentario capaz de levantar la polémica? ¿Dónde la atinada reseña para promocionar un buen libro, una función teatral, una obra de arte? ¿Dónde -y habría que precisar por qué- la colaboración bajo la firma del prestigioso intelectual?
Los avances del proceso de la Educación en Cuba en todos los sistemas de enseñanza y la exclusión del analfabetismo entre la población, determinan el desarrollo cultural alcanzado hasta el presente y obligan a una elevación cualitativa y cuantitativa de los instrumentos comunicativos, tal y como Marinello resaltó al referirse a que: "Nadie, con preocupaciones por las batallas ideológicas o estéticas (...) puede dejar de advertir la significación o interés por el momento cubano".
Y ese momento es "definitorio en la defensa de la identidad cultural y de la cultura nacional, apegadas a las mejores tradiciones, populares, revolucionarias, antimperialistas y martianas." Vitalidad que -como dijo-, "se logra cuando la voluntad de comunicación universal no estorba la singularidad del mensaje", ya que todo mensaje "se entiende y se acoge a su hora, si no contradice los legítimos intereses del hombre. Y cada mensaje cobra altura cuando se tiñe del más firme particularidad nacional, es entonces, cuando entrega al lector lejano el contraste comunicador que acrece su poder".
Han de acelerarse por todas las vías y medios las ideas más avanzadas que se abordaron en sendos congresos y darles continuidad, para que aquellos sustanciosos debates encarnan en políticas permanentes y, como plantea el documento rubricado por Carlos Martí y Tubal Páez, "priorizar la presencia de la Cultura Cubana desde el nivel informativo hasta los de mayor complejidad estética y conceptual e integrar activamente a creadores y periodistas en una relación dialógica que contribuya a establecer coordenadas en torno a los problemas de la cultura y de la actualidad."
De los escritores y artistas necesitamos mucho los periodistas, de los periodistas, junto a otras instituciones estatales, económicas, políticas y sociales necesitan los escritores y artistas, de y todos, necesita ese conjunto heterogéneo y complejo denominado pueblo, al que no pretendemos convertir en profesionales del arte y la literatura, pero sí en una masa culta, informada, actualizada, defensora de la identidad nacional, no manipulable, capaz de asimilar nuestro mensaje.
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