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Detrás de la fachada

Detrás de la fachada

MSc. Roger Ricardo Luis,

Director de Investigaciones del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, Profesor Titular Adjunto de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. 

No resulta una herejía decir que los medios de comunicación de masas son complejos engranajes productivos a la altura de la más sofisticada industria contemporánea, avanzada incuestionable de las nuevas tecnologías.

Garantizar la entrega periódica de información al público desata uno de los procesos de elaboración más apasionantes que se conoce, signado por  el ejercicio de la creación intelectual y la apoyatura tecnológica que se concretiza como producto comunicativo.

Para que vea la luz un diario, revista, noticiario de radio o televisión, sitio web, es necesario garantizar la información, materia prima singularmente perecedera en atención al tiempo, circunstancia y relevancia que se le atribuya por los medios encargados de seleccionarlos y darle connotación de relevantes en el contexto social.

Esa labor no puede dejarse, bajo ningún concepto, a la espontaneidad. Toda empresa periodística precisa trabajar bajo estrictas normas de funcionamiento que garanticen su vitalidad como un perfecto mecanismo de relojería. Fabricar noticias entraña pues asegurarse la materia prima, sintetizar y racionalizar las tareas del proceso, prevenir la demanda e incluso configurarla, siempre bajo el imperativo de una escasez inevitable de tiempo.

Mauro Wolf (1989) identifica ese proceso como rutinas productivas y reconoce tres fases: recolección, selección y presentación.

Pero, ¿son las rutinas productivas resultado exclusivo del orden que dimana de una visión tecnologicista de la producción periodística?

La respuesta es no, claro está; pero para ir a sus esencias se deben  descorrer las cortinas tecnológicas y mostrar el intenso proceso de mediación (1) que allí acontece.

El punto de partida para cualquier análisis de este fenómeno deberá tener en cuenta el principio cardinal que otorga a los medios el papel de constructores de la realidad socialmente relevante.

Como expone Eliseo Verón (1983), los acontecimientos sociales no son objetos que se encuentren ya hechos en alguna parte de la realidad, cuyas propiedades y avatares nos son dados a conocer de inmediato por los soportes periodísticos con mayor o menor fidelidad. Sólo existen en la medida que aquellos los elaboran. En otras palabras, los medios de comunicación de masas son aparatos especializados y legitimados socialmente para esta tarea.

Se trata, entonces, de una visión que ve los medios como un factor clave en el diseño de la arquitectura social, pues las empresas periodísticas al narrar el acontecer mediante la producción de noticias, propenden a  la prevalencia de determinadas visiones del acontecer público; es decir, lo que el periodista e investigador mexicano Salvador de León Vázquez (2003) define como construcción del espacio público dentro de las sociedades y, por ende, de la realidad.

Los medios se encargan de seleccionar los hechos y de convertirlos en noticias. Para ello toman como materia prima personajes, situaciones, hechos, que servirán de base a la narración periodística para una auténtica puesta en escena. También se asumen los formatos de presentación, el ordenamiento de los productos comunicativos (hechos originales transformados) en cualesquiera de los soportes mediáticos  que los convertirán en un acontecimiento de carácter público con los cuales se arma el rompecabezas de la realidad social.

Estamos ante una representación social consistente en la propuesta de una determinada interpretación de lo que existe o de lo que acontece en el entorno. La representación hace referencia a tales o cuales temas, incluyendo unos datos y otros no.

Tal como afirma Alsina (1989), la noticia  no es el hecho en sí, sino la narración, el discurso que construye y relata el periodista sobre ese acontecimiento, en primera instancia. Ello pone en evidencia, obviamente, que al periodismo no le interesan los hechos por sí mismo, sino por su significado dentro del sistema de relaciones políticas y sociales presentes en una sociedad. Este concepto resulta cardinal para comprender la trama ideopolitica que sustenta el acontecer periodístico.

Construir noticias

Si en las concepciones liberales de la información, los métodos profesionalizados de los periodistas garantizan los principios de la verdad, la imparcialidad y la neutralidad, bajo concepciones de la construcción de la realidad por los medios,  al periodista se le legitima su rol social al interior de las redacciones periodísticas para construir la realidad social en cuanto realidad pública y socialmente relevante, como señala Grossi (1985).

Ese quehacer cotidiano de construir la noticia se observa mediante el curso de las llamadas rutinas productivas que si bien se verifican al interior de los medios, guardan una estrecha relación con la propia dinámica social que reflejan, como es de suponer.

Tal proceder se define como procesos sociales complejos de construcción de la realidad en tanto tipifican y programan formas de acción social para acercarse al acontecer cotidiano y narrarlo con un enorme grado de institucionalización que, al mismo tiempo, legitima esas narraciones como noticias con toda la carga simbólica que ello implica, expone De León Vázquez (2003).

Como hemos visto, Wolf se adentra en esa dinámica productiva, pero no traspone la puerta que separa la visión tecnológica del proceso productivo editorial para adentrarse en uno de los procesos de mediación más importantes sobre la noticia, pues la necesidad de prevenir y garantizar la materia prima le otorga, en primera instancia, protagonismo a los canales y fuentes institucionales, centralizados, sistemáticos, accesibles. Y aunque el factor tiempo resulta determinante en la vida misma de un hecho noticioso, no es menos cierto que ello tiende un velo sobre otros intereses de control sobre lo que se publica o no como realidad socialmente relevante.

Es importante subrayar que las rutinas van más allá del vínculo tecnológico que las une a la industria de la información, pues como advierte Mar de Foncuberta (1993), terminan por ser más que un marco rígido para la información, no sólo porque imponen ritmos de trabajo, sino porque definen ausencias informativas y contenidos temáticos.

Lo antes expuesto corrobora, una vez más, que los medios no son instancias neutrales por encima de las relaciones sociales, tal como lo expresan las concepciones liberales de la prensa y los periodistas. En cambio, sí revela la cercanía de aquellos y de sus mensajes a las fuentes de poder, y muy especialmente a la tendencia de los grandes consorcios mediáticos a la preservación del staus quo.

Con todo ello se subraya que el propio quehacer profesional de los periodistas y del aparato informativo se convierten, mediante múltiples vías, tanto directa como indirectamente, en el mejor nexo con el poder.                         

Mirar periodísticamente

La visión de los periodistas ante la realidad que le sirve de materia prima para su labor suele ir acompañada por percepciones que llevan implícitas las normativas profesionales asumidas como normales y que dimanan de su interacción con el medio y las fuentes, éstas le sirven como pautas de selección y ordenamiento en su quehacer cotidiano.

Esa forma tan especial de percibir el mundo va acompañada por las influencias ejercidas por los principios éticos, filiación política, representaciones, creencias,  comportamientos, compromisos, sentimientos, visión del mundo de cada periodista y que interactúan con las normativas reguladoras de relación y disciplinarias que dimanan de las entidades periodísticas para los cuales trabajan.

Más específicamente, están presentes, en un primer nivel, las concepciones de los periodistas sobre su función y papel y la de los medios  en la sociedad. De ello se desprenden los niveles de compromiso y,  como resultante de ello, la definición de roles ante la sociedad, avalado por un cuerpo doctrinal que valida y justifica su proceder. En un segundo nivel, más apegado al proceso de producción noticiosa como tal, las pautas que regulan la confección de  los productos comunicativos y los modos  de realizarse. 

Tales reglas de juego no son universales ni persisten en el tiempo, están intrínsecamente ligadas a cada país, régimen, circunstancias socio-políticas, y muy especialmente dependen de cada empresa mediática por lo que prevalecen, como regla, los principios de la institución para la que se labora, y que los distingue de sus homólogos del resto de la sociedad.

Desde la perspectiva de la Teoría de la Sociología de la Producción de Mensajes (2) se identifican dos áreas de influencia: una micro, en el cual están presentes los relativos al cuerpo doctrinal del periodista, y otra macro, en el que intervienen los condicionamientos externos que se desprenden del conglomerados de acciones provenientes desde las visiones políticas, ideológicas, históricas y económicas del sistema.

A nivel micro  es posible identificar la llamada cultura profesional, entendida como el conjunto de saberes explícitos e implícitos que conforman el ejercicio de la profesión: códigos, símbolos, rutinas, estereotipos, representaciones, sistema de conocimientos, entre otros aspectos relativos a los periodistas y los medios, de lo cual se desprende la influencia que tiene en los actos de autorregulación  a lo interno de las redacciones.

En ese mismo estamento desempeñan su rol las ideologías profesionales de los periodistas, definidas como la serie de paradigmas y prácticas profesionales adoptadas como naturales por ellos. Ese cuerpo normativo puede variar en función de la historia, la tradición y el contexto socio-político en cada país.

Dicho campo está configurado por elementos modélicos asociados al plano de la cultura política, la democracia, la libertad de expresión, el libre flujo de información que se traducen en la posibilidad de ejercer la investigación periodística y develar con ello acciones nocivas a la sociedad, estimular el análisis y la interpretación de los problemas complejos, obtener información para publicar tan rápido como sea posible, y discutir políticas nacionales y de relaciones exteriores mientras éstas se desarrollan, entre otras líneas de acción.

Las regulaciones  externas e internas

Por lo visto, esa forma tan peculiar de mirar periodísticamente la realidad para transformarla en acontecer periodístico, guarda estrecha relación también con los procesos de regulación que ejercen entes participantes en la comunicación a partir de  acciones de ordenamiento en correspondencia con exigencias impuestas por las reglas del modelo social imperante.

Desde esa perspectiva, la regulación (3) sobre los medios es un ajuste orientado a un fin en el funcionamiento de un sistema, a causa de la interacción material-comunicativa con otros sistemas, afirma Julio García Luis (2004).  En el caso de la regulación externa, ésta actúa sobre los contenidos de manera principalmente indirecta, afirma el académico, al influir en el contexto de la comunicación, es decir, su entorno, sus condiciones, sus compromisos políticos, sus marcos legales económicos y de otro tipo. En su modelaje participan instituciones, entidades, organizaciones, instancias, personas representativas de las diferentes esferas de la vida social, política, económica, ideológica, entre otras. 

El afán de los agentes externos a los medios por participar en los procesos de elaboración del mensaje pasa por la necesidad de mantener la  observación sobre los contenidos en función de garantizar la presencia de intereses que atañen a percepciones ideológicas dominantes, estrategias políticas, económicas, fundamentalmente. Esa incidencia se verifica desde los diferentes roles que en tal sentido desempeñan los actores de la superestructura y la sociedad civil. Tal como dice Serrano (1993), sobre la regulación externa gravitan aquellas políticas concretas (como las políticas nacionales de comunicación) que en cada sociedad llegan a imponerse y, en última instancia, son una toma de partido entre la conveniencia histórica de la comunidad y los intereses funcionales de ese momento tanto de los grupos que ejercen el poder como a cada usuario de la comunicación.

A otro nivel  se verifica la regulación interna que se concreta en la línea o política editorial del medio, ese cuerpo normativo de obligado referente para la labor periodística en  que se plasman los puntos de vistas institucionales respecto al entorno, doctrina, creencia e intereses políticos, económicos y sociales que dice representar y de lo cual se infiere, obviamente, la influencia que ejercen los procesos de la regulación externa.

A lo antes expuesto se suman los factores de autorregulación que actúan sobre los contenidos de forma directa, mediante las normativas  funcionales al interior de las redacciones relativas a la organización del trabajo, la selección y definición de las coberturas, los criterios de construcción del producto comunicativo y en las que están involucradas como hemos visto anteriormente el conjunto de procederes y actitudes que dimanan de la cultura e ideología profesional y el papel que desempeñan convicciones morales, políticas e ideológicas presentes en sus actores.

Como bien puede apreciarse hasta aquí, las rutinas productivas están fuertemente influenciadas por esas dinámicas que son en esencia actos de control que deben discurrir como relaciones de intercambio sistémico equilibrado por parte de todos los actores; pero no siempre sucede así cuando se privilegian o imponen determinadas visiones sobre otras hasta convertirse en freno y obstáculo en el quehacer periodístico. En el caso de la prensa, como puede entenderse, un  fenómeno así va en detrimento del papel y misión de los medios al punto de reducir al periodismo a un ejercicio instrumental.

Si bien las consecuencias de semejante práctica se hacen perceptibles al público receptor  a la hora de consumir el mensaje, esa práctica  degenera al interior de los medios en la proliferación de actos de censura y autocensura.

Si la censura cabalga sobre el poder coercitivo de limitar o cercenar las acciones socialmente legitimadas del ejercicio periodístico, la autocensura hunde sus raíces en la censura continua; es decir, cuando los periodistas van descubriendo los derroteros por los cuales su trabajo profesional se hace menos susceptible a la censura y con ello soslayar aquellos asuntos que, a partir de ciertos criterios evaluativos externos, son acuñados como polémicos, escabrosos, peligrosos, inoportunos, complicados, inaceptables y, por tanto, no publicables.

En su quehacer cotidiano los periodistas se enfrentan buena parte del tiempo al dilema de cómo dar respuesta a la contradicción que dimana entre lo que ellos consideran  debe hacerse público y lo que plantea la línea editorial del medio para el cual trabajan. En ello intervienen, entre otros, factores el comprometimiento excesivo con las fuentes, la lealtad a los intereses de la empresa periodística y criterios ideopolíticos, las condiciones materiales para el desempeño profesional y de vida del periodista, el temor a la pérdida del trabajo (un dramático "disciplinador" social), y la tendencia a convertir en oficialista lo que en puridad es oficial.  De  esa incompatibilidad y de las fronteras que cada periodista busca establecer nace la fuente de la censura y la autocensura.

Tal como puede observarse hasta aquí los procesos de regulación y autorregulación mediáticas en tanto acciones de ajuste (control) están presentes a todo lo largo de las rutinas productivas y se hacen patentes en el acto final de devolver a la sociedad una visión transformada de  sus aconteceres.

El orden del día

En la dinámica de construcción de la realidad y por tanto presentes en las rutinas productivas  se expresan un grupo de asuntos prioritarios por parte de los actores políticos principales que conllevan, necesariamente, definición y un orden de importancia para su exposición, de manera que se establezca un nexo, una relación comunicativa signada por factores mediáticos de los más diversos signos como pueden ser políticos, ideológicos, económicos y sociales (Kindong  en Sanpedro, 1996).

La formulación de ese orden del día a escala de toda la sociedad está en manos de las fuentes de poder a partir de la muy estrecha ligazón y fusión existente entre los actores políticos y económicos mediante la identificación de principios y objetivos estratégicos existente entre ambos.

Es a partir de sus directrices políticas y mediante éstas que se configuran los lineamientos  destinados a modelar el orden prioritario de los asuntos proclives a convertirse en noticias. Son estas instancias las que mediante su acción reguladora, aprueban lo que debe salir o no en los espacios informativos.

Un aspecto clave del papel de las agendas parte de su control en tanto capacidad para limitar las acciones de otros seleccionando los temas de su interés de forma favorable a sus intereses.

Al respecto,  Sanpedro (1996 ) sugiere la respuesta a un grupo de preguntas como ¿cuál es el grado de apertura de la agenda para integrar nuevos temas y actores políticos?, ¿quién dispone de mayores recursos para determinar o expulsar ciertos temas de la agenda?, ¿con qué recursos? y ¿por qué medios se ejerce tal poder?, ¿es posible cuestionarlo?, ¿en qué contexto?, ¿cuáles son los costos y los beneficios de la exclusión de un tema?, ¿pueden y deben los medios cuestionar la agenda política?

Construir agendas, por lo tanto, es un ejercicio de selección y jerarquización entre diferentes cuestiones que distintos grupos pretenden promover como temas políticos y noticiosos.

De la agenda política surgen iniciativas, programas, medidas, campañas  que pueden y deben convertirse en fuentes permanentes de información y, por tanto, adquieren una connotación pública como hecho noticioso y, en consecuencia, un producto comunicativo, de forma que los receptores puedan identificarlos como relevantes o no y constituir argumentos a favor o en contra.

Para las empresas mediáticas la agenda política se expresa en lo que pudiéramos definir como fuente relevante u operativa que actúa como ente regulador de la cual dimana, en primer lugar, un discurso predominante.

De esa fuente  también se desprenden otros temas y la consiguiente información de carácter estratégica como lo es la  política editorial, el tratamiento del discurso; es decir, sus partes, tono,  balance, lenguaje y la intencionalidad requeridas, como también las coberturas y de qué tipo, la ubicación de los temas en los espacios, el empleo de las imágenes, al tiempo que designa los líderes de opinión y las otras fuentes a tener en cuenta en la confección de los productos comunicativos.

El orden del día es incuestionablemente una pieza clave en las rutinas productivas. Ya no solo como factor de organización del proceso, sino también por la extraordinaria capacidad que tiene de enmascarar mediante el criterio de noticiabilidad (4) esa función de selección que tiende como regla a la prevalencia de determinados puntos de vistas y posiciones que desequilibran y hacen disfuncional el mensaje en sus pilares de verosimilitud y  tendencia a la objetividad periodística.

A manera de conclusión o nuevo punto de partida

Las múltiples contradicciones que se dan a lo largo de los procesos de producción informativa evidencian, en primera instancias, que las rutinas productivas no se ajustan en sentido estricto a la significación de "rutinas" y mucho menos identificarlas como prácticas rígidas o fórmulas estandarizadas ni reducidas a una visión tecnológica del proceso de producción de noticias.

Bien pudiera entonces hacer un intento por definir de manera más abarcadora el concepto de rutinas productivas:

Las rutinas productivas son el conjunto de acciones y normas  surgidas de las exigencias que genera la dinámica productivo-editorial-tecnológica de una empresa mediática y el intenso proceso de mediación objetivo presente en cada uno de sus fases (recolección, selección y presentación). En ellas se evidencia, además, el aprendizaje profesional derivado de ese quehacer que llega asociarse, como regla, a la repetición y las costumbres y tienen su repercusión en el resultado final de la labor periodística.

Dada su función normativa, las rutinas devienen instrumento de control social sobre la labor de los periodistas en un amplio espectro de su actividad donde están presentes los niveles jerárquicos superiores como son el sistema político, entes de poder, dirección de los medios, fuentes relevantes, fundamentalmente. Al mismo tiempo, delinean cómo se elaboran las noticias y, por tanto, expresan las estrategias de cómo abordar la realidad que resulta de interés para las entidades periodísticas en un amplio espectro que va desde la recolección hasta el tratamiento de la información que se hace pública y socialmente relevante.

Puede resumirse entonces que en el desempeño de las rutinas productivas están influenciadas por un grupo de mediaciones entre las que sobresalen:

- Las que dimanan de la propiedad de los medios. (Tipo de propiedad, alianzas con las fuentes de poder, capacidad de negociación  con aquellas. Diseño de la política editorial. Debe tenerse en cuenta también la tendencia a la concentración de capital en el sector)

- Organización editorial y disponibilidad tecnológica.  (Estructura interna del proceso productivo y su vinculación con  el parque tecnológico disponible y sus posibilidades)

- Los condicionamientos que genera la publicidad como soporte económico esencial de las empresas mediáticas.

- Los condicionamientos de las fuentes de información. (Nexos entre periodistas y fuentes y entre medios y fuentes en la reproducen visiones ideológicas dominantes).

- Ideologías profesionales de los periodistas. (Están presentes las acciones de  autorregulación y la profesionalidad).

- Presiones políticas, económicas, judiciales recibidas por los medios ante la cobertura de determinados hechos.

- Condicionamientos sociohistóricos que prefiguran el escenario donde se desenvuelven los periodistas y los medios para los cuales trabajan. (Téngase en cuenta factores religiosos, culturales, identitarios, éticos predominantes en la sociedad, nivel educacional alcanzado, estructura y protagonismo de la sociedad civil).

Semejante accionar genera un proceso múltiple, complejo y contradictorio permanente de  negociaciones que no implican, necesariamente, equilibrio ni niegan la hegemonía de unas instancias sobre otras. En tales transacciones prevalecen, como regla, el criterio de la dirección editorial, y cuando se trata de los grandes temas, los que dimanan de la visión del poder dominante.

Acotaciones:

(1) Serrano refiere que la mediación en la prensa se define como la actividad que impone límites a lo que puede ser dicho y a las maneras de decirlo, por medio de un sistema de orden Ver en Rodrigo Alsina, Miguel. La construcción de la noticia. E. Paidós. Barcelona. 1989.

(2) Esta vertiente de los estudios comunicológicos analiza las diversas condicionantes que influyen en la realización de los mensajes de los medios y su grado de incidencia para determinar que sean publicados o censurados. Su pregunta matriz es: "¿qué factores desde dentro y desde afuera de las organizaciones de los medios, afectan el contenido de los mensajes?", Con ella se busca reconocer al interior de estos agentes la preponderancia del estudio de los comunicadores, las políticas corporativas de los medios donde laboran, la propiedad y el control de las empresas mediáticas, así como las condicionantes derivadas del sistema económico imperante y las influencias ideológicas del sistema social global. Ver Shoemaker, Pamela J. y Reese, Stephan D.  Mediantig the Message: Theories of Influence on Mass Media Content. White Plains, NY. 1996.

(3) Según García Luis, al interior de las redacciones funcionan mecanismos de regulatorios como son:

La definición de atribuciones de los ejecutivos, colectivos y comunicadores en lo personal, como forma particular de expresión de las relaciones entre la propiedad y la gestión mediáticas. La organización, estructura, funcionamiento y flujos productivos de los medios. La información interna del medio y la participación real que en ella -en tanto valencia de poder- tienen los ejecutivos y los colectivos de comunicadores. La cultura organizacional, ideologías profesionales, rutinas, tradiciones, mitos, rituales y otras formas de subjetividad influyentes en los medios. La conciencia moral, los valores y las normas deontológicas, aceptadas conscientemente o impuestas formalmente en los medios. La formación y desarrollo del capital humano, incluida la política de selección, preparación y designación de los directivos. Los subsistemas de vinculación, estudio y retroalimentación con la opinión pública.

En cuanto a las regulaciones externas el propio autor identifica las siguientes: El sistema político, su estructura, instituciones, valores, normas de funcionamiento y políticas específicas. El marco jurídico: constitucional, civil, penal y las legislaciones y reglamentos referidos en particular a los medios. El sistema económico, el mercado, el sistema de trabajo y salarios y, en especial, el régimen de propiedad sobre los medios. La cultura espiritual, material y simbólica de la sociedad, en su amplia acepción, que abarca el consumo y los hábitos, tradiciones y mitos. El complejo ciencia-tecnología, como campo particular de la cultura, en tanto modifica a los actores, instrumentos, expresiones y representaciones de la comunicación. Las relaciones con las fuentes, en tanto que una particular dimensión del funcionamiento de los medios, imbuida de un elevado componente de poder. Las relaciones entre los medios y la sociedad civil, como espacio multilateral de socialización, intercambio e influencia. La irradiación e impregnación de la ideología dominante, expresada en forma de teorías, interpretaciones, valores, juicios morales y normas, hacia todos los elementos antes enumerados. Ver García Luis, Julio La regulación de la prensa en Cuba: referentes morales y deontológicos.-Tesis en opción al grado de Doctor en Ciencias de la Comunicación. Fac. de Comunicación. Universidad de La Habana. 2004.

(4) Para Wolf, la noticiabilidad es el conjunto de elementos mediante los cuales el aparato informativo controla y gestiona la cantidad y tipo de acontecimientos  entre los cuales seleccionar noticias. Ver en Wolf, Mauro .La Investigación en la comunicación de masas. Ed. Paidós, Barcelona, 1987.

Referencia bibliográfica

1.- Alonso Alonso, Margarita: Teoría de la Comunicación. Apuntes.  La Habana. Ed. Pablo de la Torriente Brau. 2001.

2.- De León Vázquez,  Salvador: La construcción del acontecer. Análisis de las prácticas periodísticas. Universidad Autónoma de Aguascaliente. México. 2003.

3.- Fontcuberta, Mar: La noticia. Pistas para percibir el mundo. E. Paidós. Barcelona. 1993.

4.- García Luis, Julio: La regulación de la prensa en Cuba: referentes morales y deontológicos.-Tesis en opción al grado de Doctor en Ciencias de la Comunicación. Fac. de Comunicación. Universidad de La Habana. 2004.

5.- Grossi, G.: La profesionalidad del periodista en la construcción de la realidad. Editorial Bologna. Milán. 1985.

6.- Martín Serrano, Manuel: La producción social de la comunicación.  Alianza Editorial. Madrid (2da. Ed.). 1993.

7.- Rodrigo Alsina, Miguel: La construcción de la noticia. E. Paidós. Barcelona. 1989.

8.- Sampedro, Víctor: Nuevos movimientos sociales, agendas políticas e informativas: el caso de la objeción de conciencia. Tesis doctoral en el Departamento de Sociología de la Comunicación de Masas. Universidad Complutense. Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales. Madrid. 1996.

9.- Shoemaker, Pamela J. y Reese, Stephan D.    Mediantig the Message: Theories of Influence on Mass Media Content. White Plains, NY. 1996.

10.- Tuchman, G.: La producción de la noticia. Estudio sobre la construcción de la realidad. Editorial Gustavo Gili. Barcelona. 1983.

11.- Verón, Eliseo: Construir el acontecimiento. Gidesa. Buenos Aires. 1983.

12.- Wolf, Mauro: La Investigación en la comunicación de masas. Ed. Paidós, Barcelona, 1987.

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