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CIENCIA Y PERIODISMO, CUESTIÓN DE LUGAR

CIENCIA Y PERIODISMO, CUESTIÓN DE LUGAR

Lic. IRAMIS ALONSO PORRO,
Directora de la Revista Juventud Técnica,
Profesora de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

La idea de que la ciencia sólo concierne a los científicos
es tan anticientífica, como antipoética  la idea
de que la poesía solo concierne a los poetas.
Gabriel García Márquez

¿Cuál es el lugar del debate científico? Esta pregunta, que parece ser elemental, más que obvia, resurge en estos tiempos con renovada fuerza, en tanto la respuesta a ella tiene que ver con qué nación queremos construir, la ética de la ciencia que defendemos y qué tipo de ciudadanos necesita la patria cubana.

Sabemos, por el contacto permanente con las fuentes de información sobre ciencia que al interior de los laboratorios, sociedades científicas y grupos de investigación se polemiza, y mucho.

Y no solo de aspectos puramente técnicos de un proyecto o resultado, sino de temas más conceptuales relacionados con política de ciencia, popularización del conocimiento, prioridades y alcance de las regulaciones ambientales; u otros más puntuales pero definitorios de estrategias: cáncer, envejecimiento, transgénesis, agricultura orgánica, seudociencias…

La oportunidad que tuvimos de participar en varios de los análisis efectuados en centros científicos de La Habana sobre los Lineamientos de la Política económica y social, lo corroboró y mostró la frescura de ideas, altura intelectual y compromiso moral de nuestros científicos, así como su conocimiento de las necesidades más perentorias del país.

Sorprenden, entonces, ciertas actitudes refractarias  -o timoratas- a la idea de que, desde el periodismo, trasciendan al público tales debates; postura obsoleta, de claros matices elitistas, que sitúa a los científicos en una especie de “torre de marfil” a la que los profanos no pueden aspirar a acceder.

No es admisible sostener tal esquema arcaico en la sociedad contemporánea. Nos lo recordaba Fidel Castro en su texto del 29 de marzo de 2012, cuando insistía en “la necesidad de enriquecer nuestros conocimientos, hoy fragmentados y dispersos”, como único modo de transitar a “posiciones más críticas acerca de la superficialidad con que abordamos problemas tanto culturales como materiales”.

Los teóricos de la comunicación reconocen las múltiples interrelaciones que se establecen entre ciencia y sociedad, en tanto aquella constituye “una práctica inmersa en el complejo entramado cultural”. Sin embargo, no pocas personas insisten en mantenerse al margen del impacto de los adelantos científicos: no se preocupan por saber qué comen, qué se inyectan, qué respiran…, una segregación que urge romper para formar seres capaces de sostener un mundo mejor.

Para la ciencia sigue siendo imperioso entonces establecer puentes con la sociedad, ser sustancia y motivación cotidianas, y es función del periodismo científico ayudar a construir esos puentes: “prolongar, corregir y complementar la instrucción; despertar vocaciones, establecer vínculos entre especialistas de diversas disciplinas, reducir la ignorancia y combatir el hambre espiritual”, además de contribuir a frenar la idiotización que nos propone la cultura chatarra, la oratoria ególatra, demagógica y vacua.

Pero entender la ciencia implica conocer su historia, aquilatar los procesos, saber mirar más allá de una colorida tecnología de moda, de la confianza ciega o el elogio acrítico de sus capacidades; entraña distinguir los riesgos, las repercusiones globales y personales, la multiplicidad de matices; significa nutrir la posibilidad de tomar o acompañar decisiones informadas y responsables, en aras del bienestar común.

Manuel Calvo Hernardo, maestro de generaciones de periodistas científicos, escribió hace muchos años: “Tal vez en ninguna otra época la ciencia haya necesitado como ahora de la mano amiga del periodista, no tanto para aplaudirla como creadora de hechos memorables como para explicarla de la manera más amplia, es decir, junto a los principios, los métodos, los hallazgos y el valor personal de los científicos, las implicaciones de cada nuevo paso y la necesidad de su entendimiento y ponderación”.

Ese concepto continúa vigente. La ciencia, la ciencia cubana específicamente, no puede abdicar de ningún espacio. El lugar del debate científico ha de estar también en la prensa.


 

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