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LA SIP Y BLACKWATER

LA SIP Y BLACKWATER

Ponencia presentada en el Encuentro Latinoamericano contra el Terrorismo Mediático, Caracas, Venezuela.

MSc. ROGER RICARDO LUIS,
Director de Investigaciones,
Instituto Internacional de Periodismo José Martí,
Profesor Titular de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

¿Qué  relación pueden tener un club de dueños y editores de medios de comunicación de masas y una empresa paramilitar? En otras palabras, ¿que relación pude existir entre la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y el cuerpo castrense privado Black Water que hoy emplea el gobierno de Estados Unidos en su guerra de agresión y ocupación a Irak?

Ambas entidades  responden a un mismo contratista y sus filas están integradas por mercenarios; mientras, su papel y misión es hacer la guerra, una en el campo de batalla mediático y, la otra, en el de la confrontación bélica tradicional. Las dos sirven a un mismo interés, al mismo amo: el capital.

Ambas cometen un acto de lesa humanidad. Una mata con las municiones de la desinformación y la mentira; la otra lo hace con proyectiles de plomo que pueden llegar a ser revestido hasta de uranio empobrecido.

Pero las balas que se usan en la guerra mediática tienden a ser letales a largo plazo, pues apuntan siempre e inevitablemente a la cabeza, y hasta pudiera hablarse de genocidio  mediático; en tanto, de las otras municiones, pueda que se sobreviva. 

Entre  los cuerpos mercenarios de marras, la SIP puede que lleve la mayor experiencia en el empeño. Para legitimar su accionar ha  enarbolado desde siempre la bandera de la libertad de prensa y de expresión. Para disfrazar, como conocemos, de su verdadera esencia e inspiración: su libertad de empresa, su libertad de expresión.

Que nadie se llame a engaño, el periodismo se asienta sobre bases clasistas y resulta obvio decir de qué lado está la SIP y qué rol desempeña en la lucha de clases. Su relación orgánica con el imperialismo yanqui no deja margen a la duda. Bastaría echarle un vistazo a la historia más reciente de Nuestra América: la Cuba revolucionaria, el Chile de Allende, la Nicaragua sandinista, la Venezuela bolivariana.

La SIP, sin la menor duda, ha formado parte del estado mayor  en la guerra psicológica  y sus medios son tropa de choque. Bastaría enunciar los postulados de la Guerra de Baja Intensidad (GBI) de la CIA, por ejemplo, y estaremos visualizando  las agendas mediáticas y el tratamiento  de los mensajes  emitidos  por este cuerpo de caballería del imperialismo en América Latina y el Caribe.

La GBI es una guerra constante, guerra de agotamiento en la que no se trata necesariamente de eliminar físicamente al enemigo, ni matarlo masivamente sino socavarlo, deslegitimarlo, aislarlo, hasta que deje de ser considerado una alternativa política válida, posible y estable para la población. Su presupuesto matriz expresa: Minar y destruir todos los recursos materiales y espirituales del “enemigo” es una acción indispensable.

Mencionemos en este caso, un hecho reciente en la vida de los venezolanos. ¿Qué hicieron los medios opositores afiliados a la SIP con el desabastecimiento  intencional  de alimentos de las últimas semanas? Sencillamente trabajar por exacerbar en la población la incertidumbre, la desesperanza, la inseguridad, el estado de ansiedad, y por esa vía tratar de deslegitimar al gobierno, socavar la Revolución Bolivariana.

De tal suerte, la Sociedad Interamericana de Prensa al convertirse por identidad clasista en parte de la guerra psicológica, lo hace desde la desinformación ideológica o conceptual, determinada, como bien define el maestro de periodistas Hernán Uribe, por la propia concepción del periodismo que impera en el mundo capitalista; es decir, desde su modelo de prensa.

Lo hace también desde los procesos de regulación que se verifican en el ejercicio de mediación social que realizan los periodistas y los medios, modelando los presupuestos y paradigmas que constituyen las culturas e ideologías profesionales.

Se acude también desde la visión aséptica y tecnologicista  de las rutinas productivas, hasta las más soeces formas de represión del pensamiento mediante la censura, las prohibiciones y el uso de la fuerza cuyos aspectos físicos se materializan con el cierre o clausura de medios, los despidos, el encarcelamiento o la muerte de periodistas.

La SIP, bajo la visión académica de  los medios como constructores de la realidad socialmente relevante, no hace más que enmascarar la tergiversación de los aconteceres, consistente en la distorsión deliberada de los hechos y para lo cual se utilizan en alto grado las técnicas cada vez más sofisticadas de propaganda y publicidad.

De ahí que la desinformación periodística con la que trabaja e influye la SIP desde sus medios de comunicación deforma la realidad con fines políticos, ideológicos y económicos, o el conjunto de ellos mediante la utilización de diversas técnicas informativas y propagandistas.

¿Qué fue si no el caso de la campaña mediática desplegada por los medios afiliados a la SIP en el justo reclamo de PDVSA ante la prepotencia de la Exxon Mobil? He ahí también un ejemplo claro del poder simbólico utilizado como arma diabólica. Recordemos que se trata, en esencia, de la “capacidad de intervenir en el transcurso de los acontecimientos para influir en las acciones de otros y crear acontecimientos reales, a través de los medios de producción y transmisión de formas simbólicas”.

Desde esa misma perspectiva, la marginación noticiosa de la Sociedad Interamericana de Prensa es por definición excluyente y selectiva. Tanto sus puntos de vista en cuanto a la construcción de agendas y la imposición de sus criterios de noticiabilidad, junto al poder que le da el disponer en propiedad de una avasalladora red de medios, le permite a la SIP ser una artillería de largo alcance en la guerra mediática.

Es decir, cuando hablamos del efecto agenda se está validando desde “el qué pensar”, los asuntos y temas mediante los cuales los medios participan en la construcción cotidiana de la hegemonía a través de la modelación de la opinión pública.

Queremos llamar la atención hacia varios fenómenos que marcan la esencialidad de esta denuncia y, por tanto, de nuestra lucha en la guerra contra el terrorismo mediático.

La primera, no es lo mismo una mentira que un reflejo condicionado. La mentira afecta el conocimiento, el reflejo condicionado afecta la capacidad de pensar. La producción de estereotipos que de manera insistente construyen y reproducen los medios es la fuente fundamental de este grave fenómeno social del cual son soportes cotidianos los medios de prensa de la SIP.

El segundo está relacionado con la privatización del tiempo de los receptores y despojarlo de su dimensión histórica. Frei Betto recientemente en La Habana se refería a esa categoría existencial como “columna vertebral del pensamiento”. Este es un asunto crucial hacia donde apunta con todas sus armas el terrorismo mediático. Un individuo sin pasado es un objeto permeable, vulnerable, manipulable, acrítico, individualista, consumidor.

El tercero está vinculado a lo que el líder de la Revolución cubana, el compañero Fidel Castro, define como la confrontación esencial de nuestro tiempo: la batalla que se da en el plano de las ideas, del pensamiento. De ahí la centralidad estratégica de la labor de los periodistas y de los medios de comunicación que se oponen con la verdad al terrorismo mediático.

Estamos en combate. Luchemos por toda la verdad, que es la nuestra, la de las grandes mayorías.


 

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