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Comunicación Política

MEDIOS, POLÍTICA, PODER…Y QUE DIOS NOS TOME CONFESADOS

MEDIOS, POLÍTICA, PODER…Y QUE DIOS NOS TOME CONFESADOS

Uno tiene los medios que se merece. Los ciudadanos
estamos obligados a hacer algo para mejorarlos.
Armand Mattelart

Dr. ROGER RICARDO LUIS,
Director de Investigaciones del Instituto
Internacional de Periodismo José Martí y
Profesor de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

El protagonismo mediático de nuestros días hace que en gran medida la representación de la vida  que  disponen los públicos sea,  precisamente, la que nos proporcionan, como un  flujo  cotidiano e intenso, los medios de comunicación de masas. De tal suerte, la noción de lo que acontece en el entorno local, nacional e internacional está marca por esa propuesta que resulta más eficaz, cuanto más lejana es la realidad a la que se alude.

Los medios, por tanto, median entre el contexto y sus audiencias destacando, minimizando, silenciando, satanizando, estereotipando y hasta mintiendo sobre aquellos aspectos de la diversa, compleja y cambiante trama sociopolítica a partir de estrategias discursivas pautadas a partir de determinados condicionamientos marcados por los poderes dominantes. Y son las industrias culturales nacionales y trasnacionales las principales protagonistas de ese torrente discursivo que trata de imponer visiones de la realidad como patrones civilizatorios hegemónicos.

Esa mediación  se verifica en  las instancias socioculturales desde las cuales las audiencias se apropian y resignifican el mensaje mediático que va desde el capital cultural y simbólico de cada ciudadano hasta las amplias redes de relación en que se desenvuelve. De ahí la trascendencia de adentrarse en la intrincada y orgánica relación entre medios, poder y política.

Al poder generalmente se le ha visto objetivado de manera instrumental en instituciones e individuos; la naturaleza prohibitiva, represora, pareciera ser la característica natural de quien lo detenta, otorgándole la capacidad de obligar, ya sea por la fuerza física (coerción) o psicológica (coacción), a ejecutar actos en contra de la voluntad de otros, e implica la posesión, por ende, de aparatos de control de la voluntad y vigilancia de los actos de quienes no lo tienen. Sin embargo, Michael Foucault abre las miras del poder  cuando subraya que  “transita transversalmente, no está quieto en los individuos” (1992:144). Es decir, lo pone a circular como conexión que funciona en red.

La complejidad y magnitud de esa red de poder hace cada vez más sutiles acciones como la producción de sentidos, la formación de valores, la generación de necesidades o comportamientos en la sociedad, además de las actitudes de control y vigilancia de los actores a los cuales se quiera someter. Ello pone de relieve la significación de lo simbólico como uno de los componentes esenciales del poder donde está presente la interacción de los sujetos que lo reelaboran cotidianamente en las relaciones  estructurales de índole social, económica y política del sistema social.

John B. Thompson estima que el poder simbólico se coloca entre los cuatro componentes esenciales del poder (1), y en esa dirección explica que este dependería del ejercicio de una violencia invisible y solapada, que reproduce visiones dominantes a través del intercambio de formas simbólicas, entendidas como “una gama de acciones y lenguajes, imágenes y textos, que son producidos por los sujetos y reconocidos por ellos y por otros como constructos significativos (1998:65)”. Ello deviene apoyatura para que declare que la sostenibilidad de un orden social sin recurrir a la coerción estará asociada, en buena medida, a su capital simbólico, es decir, al prestigio y reconocimiento acumulado por sus productores e instituciones.

El planteamiento de Thompson  guarda estrecha relación con el concepto gramsciano de hegemonía (2) que identifica la capacidad del grupo dominante para obtener y mantener el poder sobre la sociedad. En otras palabras, la hegemonía apunta a la capacidad cultural e ideológica de quien detenta el poder para crear, desarrollar y reproducir su racionalidad.

Todo lo antes expuesto refuerza la consideración de  que los medios de comunicación son decisivos en la producción, reproducción y socialización de un discurso estable y continuado o esquemas de construcción de sentidos para (re)interpretar la realidad a tenor con los postulados inherentes a la racionalidad ideológica de la clase dominante. Es Dennis McQuail quien proporciona una de las llaves maestras que llevan a la compresión del poder simbólico a partir del valor intrínseco de la actividad de los medios: “(…) son en sí mismos un poder por su capacidad de llamar y dirigir la atención, de convencer, de influir en la conducta individual y social, de conferir estatus y legitimidad, y aún más, los medios pueden definir y estructurar las percepciones de la realidad” (1998:124).

Como puede apreciarse, los medios ocupan un lugar de privilegio en la socialización  masiva de ciertas visiones de la realidad. De esa manera contribuyen a la reproducción del poder  al expandir “(…)  en gran medida el alcance de la operación de la ideología en las sociedades modernas” (Thompson, 1993: 291) con lo que realizan una muy valiosa contribución a la reproducción del orden establecido.

El discurso como poder

Es el discurso la expresión concreta y concentrada del poder simbólico. Se trata del  conjunto de mensajes informativos que emite cotidianamente la prensa en sus diferentes soportes tecnológicos, lenguajes y géneros,  y con el que el público procura hacerse de una visión de la realidad. Ello debiera suponer lo que Borrat caracteriza como discurso polifónico y continuo, ya que abarca multiplicidad de voces y se va haciendo temario a temario en cada una de las publicaciones.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         

Sin embargo, ese discurso periodístico tiene las demarcaciones que le impone la  política editorial como metadiscurso  ordenador y funcional. Herrera señala que “(…) se trata del cuerpo normativo y procedimental que rige la orientación de un medio -informativa, de opinión y publicitaria- , y su funcionamiento como empresa, tanto al interior de la misma como en sus relaciones externas” (1997: 25). El académico afirma que no se puede perder de vista que la  construcción de la línea editorial toma por base los intereses económicos, políticos y sociales de los propietarios del medio de comunicación,  lo que  implica  también su salvaguarda a partir de su discurso periodístico. Desde la  mencionada pauta se  ponen los límites, la orientación, el orden y la jerarquización  en  la agenda mediática, lo que lo equipara (y de hecho lo es) con un ejercicio de poder.

Ese proceder genera efectos cognitivos que, como apunta van Dijk, “(…) devienen conjunto de creencias compartidas socialmente que se almacenan organizadamente en la mente en forma de esquemas o estructuras y que la psicología califica como guiones y modelos interpretativos” (1999:69).

Irene Vasilachis da las pistas de cómo los medios incorporan esos referentes en el patrimonio social a través de su discurso: “La reiteración, la falta de fuentes alternativas de información y de modelos de representación variados, y la no puesta en duda de las fuentes de conocimientos en que se basan” (1997: 208).

Como poder a fin de cuentas, el simbólico también sufre de una distribución desigual que implica que los medios  estén depositados en aquellos grupos o individuos que detentan mayor poder.  Así, el poder simbólico se verifica en el contexto de una lucha permanente entre  actores que buscan detentarlo en interés de  disponer para sí el monopolio de la visibilización de su discurso y con ello el proceso de legitimación propio y deslegitimación del contrario. 

Los medios  crean y difunden constantemente representaciones sociales hechas a su imagen y semejanza, pero más que el valor que supone el registro de esa realidad, el verdadero poder está en su construcción: el decidir la manera en que se encuadra un determinado acontecimiento, individuo o grupo para hacerlo existir como realidad social codificándola por la vía del lenguaje mediático.

Asimismo, el poder simbólico descansa también en el acceso al discurso público (en especial el que proporcionan los medios) y este guarda una relación directa con el resto de los poderes.

Para Santander, “(…) la capacidad de representar (producir representaciones de la realidad objetiva) la posee quien tiene acceso al discurso mediático y este es generalmente conferido al poder político, económico y cultural que tiene capacidad de intervención en las representaciones y están posibilitados para definir, construir y difundir su identidad construida desde los medios” (2009:135).

Desde esa visión, el periodista y académico chileno asume la pieza clave que suministra el marxismo para la compresión de este fenómeno cuando Marx y Engels, en la Ideología Alemana, exponen: “La clase que posee los medios de producción material posee al mismo tiempo el control de los medios de producción mental y, por tanto, en sentido general, las ideas a que están sometidos los que carecen de medios de producción mental (…). En consecuencia, gobiernan ampliamente como una clase y determinan la extensión y el ámbito de una época, con lo que evidentemente, entre otras cosas, regulan la producción y distribución de las ideas de su época. Es así como sus ideas son las ideas dominantes de su época” (1966:10).

Ese poder  simbólico inherente y a la vez distintivo de la actividad medial en nuestros días se naturaliza en la capacidad de gestionar la política. De ahí que con el desarrollo de los soportes comunicativos (desde la imprenta a internet), la  visibilidad política haya remontado otras dimensiones y sus representantes traspasaran el ámbito del espacio físico de la tribuna para ascender el que le ofrece la omnipresencia mediática.

Así, la visibilidad mediática se ha convertido en una herramienta fundamental mediante la cual se articulan y llevan a cabo las luchas políticas y sociales. Es por ello que en las sociedades de hoy prevalezca lo que Thompson denomina “la lucha por la visibilidad en el siglo de los medios de comunicación”.

Afirma Bisbal que “Los medios, para bien o para mal, han transformado la naturaleza de la visibilidad y la relación entre transparencia y poder. Es decir, los media hace ya un buen tiempo redefinieron la idea del espacio público; por lo tanto, el juicio que continuamente se hace del poder político o cualquier forma de poder desde los medios es un continuo escrutinio de sus acciones” (2009, 39).

Desde diferentes visiones conceptuales hay coincidencias en que los dos elementos más distintivos y dinámicos de la política en nuestros días son la ampliación de la esfera pública de la política y el espacio creciente otorgado a la comunicación bajo la apoyatura decisiva de los medios de cara a la formación de la opinión pública. Así, Omar Rincón indica que “la comunicación aparece como estrategia fundamental para la transformación de la política, pues en su campo se juegan las agendas públicas, las visibilidades ciudadanas, las actuaciones de los políticos y las atmósferas para la acción pública y el ejercicio del poder” (2008:151).

Esa  mediatización de la política encuentra en la agenda uno de sus principales soportes en tanto proceso mediante el cual las empresas periodísticas seleccionan y construyen, ordenan y jerarquizan los hechos calificados  como socialmente significativos, como también los temas que entran y salen de la escena mediática contribuyendo a formar lo que se denomina “clima de opinión” e influir en el público y el sistema político.

Esta perspectiva tiene por base la Agenda Setting (3) que, como señala Monzón (1996: 269), intenta aclarar el poder de los medios, el modo de actuar de los periodistas, la formación de las distintas agendas, la explicación de los efectos cognitivos que pueden producir aquellos y su contribución a la formación de un espacio público informativo, la creación de un contexto social relacionado con la cultura, el sistema de valores y el clima de opinión, y la formación y definición de una opinión pública que se muestre fuertemente deudora de los conocimientos que difunden los medios.

Ese propósito, empero, deviene acto de coerción simbólica que apunta a limitar el universo  referencial  y la capacidad interpretativa de los receptores mediante la intervención consciente del emisor.

Tal tipo de mediación no solo se verifica por lo que se va a expresar a través de la agenda y criterios de noticiabilidad que le sirve de columna vertebral, sino también  se presenta mediante las fuentes de información seleccionadas y los modos de narrar ese mundo significante.

Es asimismo un acto de manipulación cuya forma estructural tiene su eje central en la desinformación y cobra cuerpo a partir de la manera intencionada del uso del silencio, la descalificación, la descontextualización, el enfoque de los hechos y el lenguaje sesgado, entre otras técnicas.

Espiral sin silencios: la opinión pública

Si asumimos que los medios son responsables de la construcción simbólica de lo que nos rodea y tienen un rol principalísimo en la fabricación del consenso, no cabe duda entonces de su responsabilidad también en la arquitectura de la opinión pública cuya importancia ha crecido aparejada al desarrollo y alcance de aquellos y  a  la actividad de los institutos de sondeo de opinión y el papel que desempeñan las encuestas, factores  sobre los que la comunicación política pone especial atención.

Para Elisabeht Noelle-Neumann los individuos tienden a ocultar su opinión si piensan que la mayoría de la gente alberga un parecer contrario al suyo. Para ella, la clave estaría en controlar los medios para que su discurso se convierta en opinión dominante a partir de una mayor proyección social que hará que sus pensamientos parezcan los de la mayoría, los políticamente correctos, reprimiéndose así la opinión otra (en no pocas veces auténtica y mayoritaria) que se inhibirá o incluso se convertirá al sentir que se intuye como triunfador.

Refuerza la propuesta  anterior la teoría de la construcción social de la realidad sobre la sociología del conocimiento de Berger y Luckmann (1993), que trata de estudiar en qué medida la imagen del mundo que se elabora a partir de los mensajes de los medios es una construcción social de la realidad.

Coincidiendo con esta postura, José R. Vidal (2002) retoma un concepto de gran utilidad a la hora de evaluar el accionar de los medios sobre el colectivo que interactúa con ellos: el efecto cognitivo, entendiendo por tal el resultado que es generado sobre los conocimientos públicos afines en una comunidad, luego de la acción mediadora de los medios de comunicación de  masas.

Todo lo expuesto anteriormente guarda relación con el paradigma de la mediación de Manuel Martín Serrano, pues toda sociedad articula sistemas de orden en su beneficio. “Cuando la mediación introduce un modelo de orden entre las cosas para ofrecer una visión estable del mundo, se produce un cambio importante. La información del mediador cesa de tener por objeto la realidad original, ‘lo que ocurre’. Por el contrario, el mediador por medio de ‘lo que ocurre’ trata de explicar el orden” (1978: 53).

Los medios  en el escenario político

Resulta indispensable subrayar entonces que las características culturales, políticas, económicas de una sociedad, su historia y sus conflictos en un momento dado son las condiciones estructurales que definen el tipo de medios y actividad comunicacional que desarrollan, pues como señala Amparo Cadavid: “Crean permanentemente imágenes de la realidad, de lo que es la sociedad, el Estado, la democracia, los conflictos, la violencia, la paz, etc. Imágenes que tienen un gran cubrimiento y presencialidad en la vida cotidiana de la gente. Por ello llegan a convertirse en fuentes importantísimas de reconocimiento (…) de identificación y contextualización de los individuos con su comunidad local y como miembros de una sociedad nacional” (1989:4).  Y puede reafirmarse mucho más: no hay práctica periodística, por insignificante que parezca, ajena a la lucha por el poder o por mantenerlo.

Los condicionamientos políticos que genera la propiedad mediática delinean  las visiones que desde ellos se ofrecen  a partir de las dinámicas que pautan las lógicas profesionales y las rutinas productivas de las redacciones periodísticas.  Cadavid las resume: “La censura: presiones ejercidas de forma directa para prohibir la difusión de ciertos temas o programas que suelen resultar “incómodos” a los intereses de quienes lo practican; es decir, agrupaciones partidistas, instituciones de gobierno, gremios, mafias o particulares todos con poder de decisión y/o intimidación. La selección de los hechos-noticia: será noticioso lo que afecte o se refiera a la estructura económica y al  movimiento político que son reconocidas por el “orden establecido”. El uso de modelos y patrones para confeccionar lo noticioso: Relativo a los sistemas utilizados para estructurar, construir la noticia, las lógicas tecnológicas y los entramados ideológicos funcionales a determinadas fuerzas y relaciones sociales, todo lo cual perfila al interior de las estructuras noticiosas ciertos patrones en lugar de otros, unos modelos en contraposición de otros” (op. cit.:235-236).

Héctor Borrat suscribe que “(…) el periódico más que un actor social, que permite la interacción entre los diferentes elementos de la sociedad (mediador), es un actor político, que influye y afecta la toma de decisiones en el sistema político” (1989: 98).

Para ese investigador, el discurso periodístico, por ser político, cumple funciones propias del lenguaje político: Interpretar y conectar: se hace mediante la sucesión de inclusiones, exclusiones y jerarquizaciones de la información que posee. Diseminar información: hacer saber la interpretación implícita y explícita que el actor da de los datos que ha reunido sobre los conflictos provocados por las relaciones de poder y sobre aquellos consensos que se traban en función de ellos. Proyectar al futuro y al pasado: todo actor del sistema político orienta sus comportamientos en función de objetivos permanentes o transitorios que le obliga a proyectar al futuro, hacer una evaluación de los resultados, y a la vez remitirse al pasado. Implantar la agenda pública: seleccionar ciertos temas para las discusiones que pasan a ocupar el centro de la atención pública e incluso pueden llegar a ser cuestiones para la acción política. Estimular para la acción: referida a la audiencia de las masas, esta función parece reservarse, en circunstancias normales, para el estímulo al voto electoral; en circunstancias anormales (conflictos, crisis), en su fase de expansión y agudización, para formas excepcionales de participación popular (marchas, concentraciones, huelgas, movilización para la insurrección o la guerra). Desinformar: emplea una amplia gama de mecanismos desinformativos que van desee la mentira y la omisión hasta formas más sofisticadas de persuasión (op.cit: 98).

De ello se desprende la inevitable relación existente entre los discursos periodístico y político. Borrat concluye que el mensaje de la prensa es discurso político no sólo porque lo reproduce, sino también por usar su lenguaje, factores que, además, lo distinguen como actor político al nivel de cualquier político, partido, gobernante. De tal perspectiva, la acción discursiva mediática, al ser política, también se vale, como regla, de prácticas estructurantes inherentes al discurso político como es la argumentación para buscar el convencimiento a favor o en contra.

El rol político que desempeñan los medios se acentúa y es reconocido en contextos  de conflictividad y polaridad política, ámbitos en que la deslegitimación de determinados actores políticos y el liderazgo que los ha acompañado acusan declives dramáticos unas veces visibilizados por la prensa con el fin de descalificarlos y asumir sus funciones y ganar espacios de poder; y, en otros, cuando aquellas ven en las entidades mediáticas sus tablas de salvación.

“La debilidad que tienen partidos, sindicatos y otras instancias del tejido social, abre la puerta para que estos actores entiendan que su posibilidad de intervención en la vida pública está íntimamente atada a su relación con el universo mediático”, afirma Andrés Cañizález (2004:8), quien señala, además, que ciertos asuntos de interés público pueden ser catalizadores para la constitución de alianzas tácticas entre políticos y activistas sociales, por un lado, y medios de comunicación, por otro.

Esa dimensión  tiene su encuadre  en la categoría  de poder ficticio que se abrogan los medios al determinar quién puede hablar  y sobre cuál tema en sus espacios; así el poder mediático se apropia del ámbito donde se gesta la estrategia política dando lugar a un cambio sustantivo en los  maritales vínculos poder político-medios de comunicación.

El planteamiento se refuerza a partir de la crisis de credibilidad de los partidos y su fractura, pues hace mucho más dependiente a la estrategia política de su dimensión comunicacional al dejar de ser fiables y efectivos los tradicionales vasos comunicantes partidistas con sus bases y viceversa.

Las causas hay que buscarlas en el modelo neoliberal capitalista que impacta de manera negativa el ámbito de la política  con la pérdida del protagonismo del Estado en sus funciones. Asimismo, la disfuncionalidad de los partidos tradicionales convertidos en gestores políticos de las consorcios económicos locales y trasnacionales en el ámbito de una “democracia corporativa”, como también desentendidos de los intereses del electorado  que una vez dijeron representar como valor existencial. Ambos factores han signado la ruta de su descrédito generando en  amplios sectores ciudadanos descreimiento, desilusión y apatía ante esas prácticas de gerencia política.

La creciente apatía de los ciudadanos hacia el modelo político neoliberal imperante, delinea la existencia de dos tendencias a tener muy en cuenta en la comunicación política: la enajenación del elector con el consiguiente  abandono del espacio público y su exilio al individualismo desde una marcada despolitización y desideologización, y quienes se movilizan como nuevos agentes del cambio.

Sobre la segunda tendencia, Miguel Ángel Garretón (2009: 49) específica que en América Latina se produce una nueva politización, en tanto irrumpen en ese escenario actores sociales desde fuera del marco institucional desafiando la representatividad de los actores políticos tradicionales e institucionalizados.

Para Santander, la concentración de capitales en el contexto de la denominada democracia neoliberal ha determinado que “(…) los principales medios de comunicación privados se han convertido en actores políticos explícitos de la oposición, y desde ellos y con ellos se lleva a cabo una oposición activa, permanente y militante a los gobiernos de la izquierda en América Latina” (2009: 139).

En esa misma línea, y desde la realidad venezolana, Luis Britto postula que  “(…) los propios medios se constituyen en verdaderos partidos políticos en la medida que designan o fabrican dirigencias, redactan programas y plataformas, establecen líneas, consignas y movilizan; paralelamente actúan como si constituyeran un poder político operante, asumiendo todas y cada una de las funciones de éste, y más grave aún, actúan como un Estado paralelo mediático que se erige por encima de la propia legalidad que rige los actos de los poderes públicos” (2005: 294-295).

Resulta de interés contrastar las características que asumen esos  partidos mediáticos con las que el pensamiento marxista clásico y, en particular el de V.I. Lenin, atribuye a los partidos políticos: cualquier asociación denominada partido político actúa, como regla, en calidad de forma política organizativa de una determinada clase. El partido agrupa en sus filas a la parte más activa, consciente y organizada de la clase que representa. Cualquier partido, al mismo tiempo que expresión de determinados intereses de clase, es portador político de una determinada ideología política. La esfera principal de acción de los partidos es precisamente la esfera política, y en correspondencia con ello, el objetivo principal, tanto desde el punto de vista de su formación como de su funcionamiento, es político.

Al descomunal esfuerzo comunicacional que se realiza desde esos partidos mediáticos destinado a mantener y/o recomponer la hegemonía del sistema político que representan y del cual forman parte, se contrapone, como muestra fehaciente de su ineficacia discursiva, el triunfo sucesivo que en el ámbito electoral ha tenido la izquierda en países de América Latina.

¿Dónde radica  entonces la debilidad discursiva de ese poder mediático? En primer lugar, por carácter esencialmente contrafáctico de ese discurso que hace que sea descalificado por el factor vivencial de la realidad por las audiencias, inmersa buena parte de ellas en la corriente de profundos cambios sociales que se verifican y de los cuales son protagonistas, beneficiarios y empoderados.

Estamos ante un receptor cualitativamente distinto. Como puede apreciarse, hay dos factores clave que se desprenden de dicho planteamiento: por un lado, el factor politización en la ciudadanía; por el otro, y muy estrechamente relacionado con el anterior, el valor del contexto político en que se desarrolla  la comunicación política a través de los medios. Así, las versiones mediáticas encuentran un correlato en la resenmantización crítica que hace ese ciudadano politizado.

Puede entonces concluirse que el poder simbólico se ha convertido en un factor cardinal en la producción y reproducción ideológica del sistema  destinado a la fabricación del consenso a partir del desarrollo de estrategias de dominación. Esa labor se realiza mediante un sofisticado proceso de construcción permanente de formas simbólicas socializadas con alcance global. Dicha actividad tiene por base lo que Thompson ha definido con como “mediatización de la cultura moderna”, dejando atrás el  utópico ideal reformista habermasiano de la “acción comunicativa”.

Como consecuencia de esos procesos, se ha verificado una metamorfosis  en que la política  incorpora como suyas las prácticas y metodologías que habitualmente han distinguido el accionar de los medios, dada su necesidad de supervivencia, legitimación y visibilidad.

Los medios, por su parte, también se han apropiado de las funciones cardinales de los institutos políticos tradicionales a partir del valor que supone el disponer del poder simbólico. Esa práctica los ha llevado a convertirse en partidos mediáticos, como una lógica distintiva de la racionalidad que dimana de los procesos de mediatización de la política de la contemporaneidad. Si bien es cierto que esos partidos mediáticos han trabajado como  articuladores del espectro político que representan, su actividad ha estado enfilada a la lucha por poder, como el campo prioritario de la política que significa imponer modos de comprender y significar para incidir en la toma de decisiones.

La prensa cumple funciones políticas dadas su imbricación al sistema político y sus instituciones; ello se verifica  a partir de las relaciones que establece en ese ámbito para el cumplimiento de su encargo social que apunta a la formación de opinión pública y fabricación del consenso. Esa función política se trata de invisibilizar bajo el velo aséptico de la objetividad y la imparcialidad, principios que supuestamente legitiman el modelo de democracia capitalista.

Esa construcción simbólica se desdibuja cuando la  crisis se hace presente en el sistema; es entonces cuando se pone por delante la salvaguarda de los intereses de la clase dominante, se cierran filas y se hace mucho más evidente  el papel de actor político de primer orden de los medios de comunicación.

No siempre el poder que se atribuye a los medios cristaliza pese a su colosal capacidad para definir y estructurar las percepciones de la realidad. El mito de medios todopoderosos carece de sentido cuando éstos asumen un discurso contrafáctico, ajeno al contexto y la realidad. Semejante práctica los descalifica y lleva a la falta de credibilidad, abriéndose paso una nueva  politicidad representada por emergentes actores sociales, incluyendo nuevos medios de comunicación (alternativos) que actúan y contraponen un ejercicio contrahegemónico a ese poder en crisis.

Notas:

(1) Thompson se refiere, además, al poder económico (relacionado con la actividad productiva y sus resultados en función del desarrollo), el político (vinculado al Estado y a la red de instituciones que regulan el orden social), y el coercitivo (supone el uso de la fuerza física para la conservación del sistema).

(2) Para el filósofo italiano “El ejercicio normal de la hegemonía (...) se caracteriza por una combinación de fuerza y consenso, que se equilibran de diferentes maneras, sin que la fuerza predomine demasiado sobre el consenso, y tratando de que la fuerza aparezca apoyada en la aprobación de la mayoría, mediante los llamados órganos de la opinión pública” (Gramsci, citado por Acanda, 2002: 245).

(3) Bernard Cohen: “Puede ser que la prensa no tenga mucho éxito en indicar a la gente qué pensar, pero tiene éxito sorprendente en sus lectores al decirle sobre qué pensar”.

Bibliografía:

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Britto García, Luis. Venezuela: investigación de unos medios por encima de toda sospecha. Fondo Editorial de la Casa de las Américas. La Habana. 2005.

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Vasilachis, Irene. Discurso político y prensa escrita. La construcción de las representaciones sociales. Ed. Gidesa. Barcelona. 1997.

LA SIP Y BLACKWATER

LA SIP Y BLACKWATER

Ponencia presentada en el Encuentro Latinoamericano contra el Terrorismo Mediático, Caracas, Venezuela.

MSc. ROGER RICARDO LUIS,
Director de Investigaciones,
Instituto Internacional de Periodismo José Martí,
Profesor Titular de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

¿Qué  relación pueden tener un club de dueños y editores de medios de comunicación de masas y una empresa paramilitar? En otras palabras, ¿que relación pude existir entre la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y el cuerpo castrense privado Black Water que hoy emplea el gobierno de Estados Unidos en su guerra de agresión y ocupación a Irak?

Ambas entidades  responden a un mismo contratista y sus filas están integradas por mercenarios; mientras, su papel y misión es hacer la guerra, una en el campo de batalla mediático y, la otra, en el de la confrontación bélica tradicional. Las dos sirven a un mismo interés, al mismo amo: el capital.

Ambas cometen un acto de lesa humanidad. Una mata con las municiones de la desinformación y la mentira; la otra lo hace con proyectiles de plomo que pueden llegar a ser revestido hasta de uranio empobrecido.

Pero las balas que se usan en la guerra mediática tienden a ser letales a largo plazo, pues apuntan siempre e inevitablemente a la cabeza, y hasta pudiera hablarse de genocidio  mediático; en tanto, de las otras municiones, pueda que se sobreviva. 

Entre  los cuerpos mercenarios de marras, la SIP puede que lleve la mayor experiencia en el empeño. Para legitimar su accionar ha  enarbolado desde siempre la bandera de la libertad de prensa y de expresión. Para disfrazar, como conocemos, de su verdadera esencia e inspiración: su libertad de empresa, su libertad de expresión.

Que nadie se llame a engaño, el periodismo se asienta sobre bases clasistas y resulta obvio decir de qué lado está la SIP y qué rol desempeña en la lucha de clases. Su relación orgánica con el imperialismo yanqui no deja margen a la duda. Bastaría echarle un vistazo a la historia más reciente de Nuestra América: la Cuba revolucionaria, el Chile de Allende, la Nicaragua sandinista, la Venezuela bolivariana.

La SIP, sin la menor duda, ha formado parte del estado mayor  en la guerra psicológica  y sus medios son tropa de choque. Bastaría enunciar los postulados de la Guerra de Baja Intensidad (GBI) de la CIA, por ejemplo, y estaremos visualizando  las agendas mediáticas y el tratamiento  de los mensajes  emitidos  por este cuerpo de caballería del imperialismo en América Latina y el Caribe.

La GBI es una guerra constante, guerra de agotamiento en la que no se trata necesariamente de eliminar físicamente al enemigo, ni matarlo masivamente sino socavarlo, deslegitimarlo, aislarlo, hasta que deje de ser considerado una alternativa política válida, posible y estable para la población. Su presupuesto matriz expresa: Minar y destruir todos los recursos materiales y espirituales del “enemigo” es una acción indispensable.

Mencionemos en este caso, un hecho reciente en la vida de los venezolanos. ¿Qué hicieron los medios opositores afiliados a la SIP con el desabastecimiento  intencional  de alimentos de las últimas semanas? Sencillamente trabajar por exacerbar en la población la incertidumbre, la desesperanza, la inseguridad, el estado de ansiedad, y por esa vía tratar de deslegitimar al gobierno, socavar la Revolución Bolivariana.

De tal suerte, la Sociedad Interamericana de Prensa al convertirse por identidad clasista en parte de la guerra psicológica, lo hace desde la desinformación ideológica o conceptual, determinada, como bien define el maestro de periodistas Hernán Uribe, por la propia concepción del periodismo que impera en el mundo capitalista; es decir, desde su modelo de prensa.

Lo hace también desde los procesos de regulación que se verifican en el ejercicio de mediación social que realizan los periodistas y los medios, modelando los presupuestos y paradigmas que constituyen las culturas e ideologías profesionales.

Se acude también desde la visión aséptica y tecnologicista  de las rutinas productivas, hasta las más soeces formas de represión del pensamiento mediante la censura, las prohibiciones y el uso de la fuerza cuyos aspectos físicos se materializan con el cierre o clausura de medios, los despidos, el encarcelamiento o la muerte de periodistas.

La SIP, bajo la visión académica de  los medios como constructores de la realidad socialmente relevante, no hace más que enmascarar la tergiversación de los aconteceres, consistente en la distorsión deliberada de los hechos y para lo cual se utilizan en alto grado las técnicas cada vez más sofisticadas de propaganda y publicidad.

De ahí que la desinformación periodística con la que trabaja e influye la SIP desde sus medios de comunicación deforma la realidad con fines políticos, ideológicos y económicos, o el conjunto de ellos mediante la utilización de diversas técnicas informativas y propagandistas.

¿Qué fue si no el caso de la campaña mediática desplegada por los medios afiliados a la SIP en el justo reclamo de PDVSA ante la prepotencia de la Exxon Mobil? He ahí también un ejemplo claro del poder simbólico utilizado como arma diabólica. Recordemos que se trata, en esencia, de la “capacidad de intervenir en el transcurso de los acontecimientos para influir en las acciones de otros y crear acontecimientos reales, a través de los medios de producción y transmisión de formas simbólicas”.

Desde esa misma perspectiva, la marginación noticiosa de la Sociedad Interamericana de Prensa es por definición excluyente y selectiva. Tanto sus puntos de vista en cuanto a la construcción de agendas y la imposición de sus criterios de noticiabilidad, junto al poder que le da el disponer en propiedad de una avasalladora red de medios, le permite a la SIP ser una artillería de largo alcance en la guerra mediática.

Es decir, cuando hablamos del efecto agenda se está validando desde “el qué pensar”, los asuntos y temas mediante los cuales los medios participan en la construcción cotidiana de la hegemonía a través de la modelación de la opinión pública.

Queremos llamar la atención hacia varios fenómenos que marcan la esencialidad de esta denuncia y, por tanto, de nuestra lucha en la guerra contra el terrorismo mediático.

La primera, no es lo mismo una mentira que un reflejo condicionado. La mentira afecta el conocimiento, el reflejo condicionado afecta la capacidad de pensar. La producción de estereotipos que de manera insistente construyen y reproducen los medios es la fuente fundamental de este grave fenómeno social del cual son soportes cotidianos los medios de prensa de la SIP.

El segundo está relacionado con la privatización del tiempo de los receptores y despojarlo de su dimensión histórica. Frei Betto recientemente en La Habana se refería a esa categoría existencial como “columna vertebral del pensamiento”. Este es un asunto crucial hacia donde apunta con todas sus armas el terrorismo mediático. Un individuo sin pasado es un objeto permeable, vulnerable, manipulable, acrítico, individualista, consumidor.

El tercero está vinculado a lo que el líder de la Revolución cubana, el compañero Fidel Castro, define como la confrontación esencial de nuestro tiempo: la batalla que se da en el plano de las ideas, del pensamiento. De ahí la centralidad estratégica de la labor de los periodistas y de los medios de comunicación que se oponen con la verdad al terrorismo mediático.

Estamos en combate. Luchemos por toda la verdad, que es la nuestra, la de las grandes mayorías.


 

PERIODISMO SALVAJE: CLAVES PARA ENTENDER LA REALIDAD DE LOS MEDIOS OPOSITORES EN VENEZUELA

PERIODISMO SALVAJE: CLAVES PARA ENTENDER LA REALIDAD DE LOS MEDIOS OPOSITORES EN VENEZUELA

MSc. YANELA SOLER MÁS,
Profesora de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana

Hace unos meses fueron publicadas en este espacio las respuestas a las preguntas de la brillante oponencia que realizara el respetado profesor y periodista Roger Ricardo Luis a mi tesis de maestría, cuya defensa tuvo lugar en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.

Motivada por el interés que despierta en mí el estudio del discurso periodístico de la prensa venezolana, propongo continuar tratando este tema en las siguientes ediciones de mesadetrabajo. En esta ocasión, pretendo centrarme en las cuestiones éticas del periodismo que se desarrolla hoy en Venezuela y cómo inciden en la presentación del producto periodístico a los públicos.

Antes de adentrarnos en las posturas éticas de la prensa venezolana, es pertinente reflexionar sobre el desarrollo de la política de ese país, con el objetivo de entender mejor el contexto actual en el que se desenvuelven los medios.

Con el siglo XX, inició en Venezuela una época de toma ilegítima de poderes, como la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en los años cincuenta.
“Venezuela, (…) desde el derrocamiento de la dictadura militar del general Pérez Jiménez, al final de la década de los años cincuenta del siglo pasado, fue presentado como modelo de democracia parlamentaria en el área latinoamericana y no sufrió el azote de los regímenes dictatoriales de “seguridad nacional” que asolaron la región” (López Calvo, 2006).

Sin embargo, los presidentes que le sucedieron al dictador, tomaron un país que se sumía más en la miseria y los problemas sociales: Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, entre otros, no tuvieron ni la capacidad, ni la disposición de intentar resolver tales situaciones.

La figura de Carlos Andrés Pérez se muestra como la más interesante después de Pérez Jiménez, debido a que gobernó el país en dos ocasiones. Su regreso al poder a fines de los años ochenta generó un periodo de inestabilidad política: al intentar imponer el sistema neoliberal de manera brusca, provocó la reacción de sectores populares, que en febrero de 1989 protagonizaron el Caracazo, se produjeron dos intentonas de golpe de estado (el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992) y fue la primera vez en la historia venezolana que se celebró un juicio a un presidente en funciones.

Carlos Andrés Pérez, acusado de malversación y fraude de registros secretos, tuvo que abandonar el poder antes del año de cumplimiento de su mandato. Posteriormente, fue Rafael Caldera quien volvió a tomar la presidencia, en el año 1994.

Es de destacar que un matiz importante de la política venezolana figuraba en el cumplimiento del Pacto de Punto Fijo, que alternaba la presencia en el poder de los dos partidos tradicionales: Acción Democrática (AD) y COPEI.

Sin embargo, en diciembre de 1998, la elección del actual presidente Hugo Chávez rompió aquella tradición. Chávez tomó un país con una crítica situación: enormes desigualdades sociales y amplias bolsas de pobreza.

La primera medida adoptada por Chávez para iniciar la restauración del país fue la modificación de la Constitución. Esto no sólo cambió el nombre del país a República Bolivariana de Venezuela, sino que tenía como objetivo fundamental “establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado” (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, 1999).

De más está decir que los partidos tradicionales, secundados por otros de menor cantidad de militantes, no aplaudieron la iniciativa del presidente de la república venezolana. Así surge el movimiento opositor venezolano, que no cuenta con una figura líder ni un proyecto determinado, sino está constituido por la suma de los partidos que lo conforman, siendo Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia los abanderados.

La llegada de Chávez a la presidencia de la república no sólo provocó que un número considerable de partidos se convirtieran en antagonistas de su disposición, sino también que el sistema de comunicación pública expresara abiertamente las contradicciones gobierno-oposición, siendo la prensa venezolana (1) la principal arma utilizada para ello.

Durante el proceso revolucionario, la inmensa mayoría de los medios de comunicación, han asumido prácticamente la posición de partido político opuesto al gobierno. La difamación de programas revolucionarios como el Plan Bolívar 2000, la tergiversación de la información u ocultamiento de la misma durante el golpe de estado de abril de 2002, la suspensión de programación durante el paro general de fines de 2002 y la emisión de cuñas comerciales con propaganda política que transmitían la idea de caos general, han sido recursos de los que se ha valido la prensa privada venezolana en su conjunto para desacreditar la gestión del actual gabinete de gobierno.

Durante el desarrollo de procesos eleccionarios y refrendarios, los medios de comunicación privada han desatado campañas destinadas a lograr efectos contrarios a los defendidos por el gobierno en sus propuestas.

El sistema mediático en Venezuela está compuesto por un número considerable de órganos de prensa, donde predomina la tendencia opositora. Los medios de comunicación regionales, es decir, los estadales y municipales presentan similar estructura, donde predominan los medios cuyo discurso simpatiza con los postulados que defiende el sector opositor.

Otro elemento importante que caracteriza a los medios en Venezuela, es la existencia de estructuras discursivas antichavistas que son explotadas en los productos comunicativos publicados por los que simpatizan con la tendencia opositora. Sin embargo, luego de producirse la salida al aire de estos, los medios oficialistas responden con una estrategia de contraofensiva mediática. Cuando esto sucede, el acontecimiento deja de figurar en la agenda de los medios opositores, y es sustituido por otro.

Puede ocurrir que si un acontecimiento fue noticia de segunda página hace cinco días en un diario local del Zulia, los diarios nacionales sobredimensionan dicho acontecimiento y figura días después en primera plana.

La manera en que los medios audiovisuales presentan las noticias es una nueva concepción de periodismo, que tiene sus raíces en el periodismo norteamericano y Venezuela asume: el acontecimiento visto como reality show y melodrama, de esta manera cambian los criterios de lo que es información y cómo esta puede llegar al público.   

Como ocurre con el contexto político-social, la polarización de la prensa venezolana es otro factor sobre el que llaman la atención periodistas y expertos. Dicha polarización se evidencia en los contenidos, y la frecuencia con que son tratados en los productos comunicativos, de manera favorable o no al gobierno. 

En este sentido, la Universidad Católica Andrés Bello realizó una investigación que analiza el rol que jugaron los medios antes del referendo del 2D de 2007. El informe cita el papel de las televisoras: “Globovisión, por ejemplo, sumó 70 por ciento de cobertura contraria a la reforma de la constitución y 14 por ciento favorable a la reforma. RCTV mostró 84 por ciento de noticias contra la reforma y 16 por ciento a favor. Televen mostró un relativo equilibrio en el 2007, respecto al año anterior, cuando la red se mostró parcializada al gobierno. Teves mostró 90 por ciento favorable a la reforma y un 4 por ciento en contra. Y Canal I mostró 33 por ciento favorable, 47 por ciento en contra, y 20 por ciento neutral”.

Otro aspecto particular del sistema comunicativo del país bolivariano es la presencia de un periodismo de fuente única y la no verificación de ella. La primera causa es efecto de la segunda. Los periodistas tienden a nutrirse de los otros medios informativos del país. “Es lo que comúnmente se llama cartelización de la información, es decir, todos los medios tienen la misma noticia en primera página (o abriendo el noticiario), presentan el mismo punto de vista sobre ella, se citan mutuamente al referirse a la fuente; lo que produce que todos los medios estén transmitiendo la misma información en el mismo instante” (Kaiser, 2003: 246).

Ante estas características del sistema de medios venezolano, cabe reflexionar sobre el papel del periodista como mediador entre el acontecimiento y el público y el cabal cumplimiento del ejercicio de la ética periodística.

PERIODISMO VENEZOLANO: ¿CUESTIÓN DE ÉTICA?

Según estudiosos del campus comunicológico, como el periodista hispano-francés Ignacio Ramonet y el español Pascual Serrano, el caso de Venezuela debería estudiarse en todas las escuelas de Periodismo, ya que está marcando una nueva dimensión sobre el papel de los medios: “…han asumido la dirección política de la oposición venezolana, debido a la descomposición y descrédito de los partidos opositores” (Ramonet: 2008).

Si tenemos en cuenta lo planteado anteriormente, podemos inferir que los periodistas venezolanos se acogen a las disposiciones de la línea editorial de los medios y de la agenda mediática de turno, sin tener en cuenta que esto perjudique al periodismo y viole las disposiciones del Código de Ética que “rige” su accionar.

La inmensa mayoría de periodistas venezolanos propone defender a la oposición, un número más reducido asume las posturas oficialistas, y un pequeño sector, que se denomina independiente, piensa que se debería cumplir con las disposiciones del código de ética que obligan a los comunicadores a reflejar la verdad sin sesgos y con las herramientas para que sean los receptores de información quienes finalmente decidan. Sin embargo, por lo general, quienes defienden esta posición, al cabo del tiempo también incurren en violaciones éticas, al parcializarse con la posición opositora.

El Código de Ética del Periodista Venezolano, dictado por el Colegio Nacional de Periodistas, expresa en la Exposición de Motivos que “el periodista se debe al público y por ello su información debe contribuir con su imparcialidad, veracidad, oportunidad y honestidad (2) a que la verdad del suceso difundido sea evidente. Sin embargo, el periodista es un profesional y un ser humano, puede equivocarse y deberá entonces permitir al público interesado, derecho de réplica”.

Lo cierto es que la actividad periodística venezolana actual está regida por la política del doble discurso, la intriga y la hipocresía, con el fin de complacer a los dueños de los emporios mediáticos o quizás para aumentar las ganancias personales de quienes ejercen el periodismo.

Si tomamos el artículo 2 del capítulo 1 del Código de Ética, podemos leer: “El periodista tiene su origen en la libertad de expresión y el derecho a la información (3), normas democráticas consagradas en la Constitución de la República. El periodista debe luchar por la vigencia y efectividad de tales principios.”

Sin embargo, un elemento que caracteriza al periodismo venezolano es la “desinformación” que tiene lugar en los medios de comunicación, quienes crean falsas expectativas, dirigidas a fomentar el rechazo hacia el estado de derecho u ocultan acontecimientos, poniendo en práctica la máxima: “Lo que no se hace público en los medios, no existe”.

Las maneras en que los periodistas tratan los acontecimientos en la prensa venezolana, ilustran el escenario antiético que matiza al periodismo de ese país. Un periodista de Globovisión, en una entrevista realizada hace poco más de un año en un programa de debate, señalaba que si se escribe que los sucesos de abril de 2002 fueron una maniobra de un pequeño sector de la oposición, se le daría la razón al presidente.

El periodista, en toda sociedad, debe formarse para visualizar los acontecimientos desde todas las aristas posibles; sin embargo, cuando toma partido desde una posición parcializada, distorsiona la visión del público, pues transmite un solo punto de vista del tema. El profesor colombiano Rubén Darío Restrepo (2004), alerta que “cuando los medios toman partido, pierden una norma y una ventaja fundamental que es la de poner distancia entre los hechos y sus protagonistas y el propio periodista”.

Aquí es puesta en evidencia la veracidad de la información que es transmitida. Esa veracidad entra en cuestionamiento cuando el periodista no conserva su independencia y sale en defensa de los presupuestos dictados por el emporio mediático a que pertenece.

La segunda víctima del conflicto político, alimentado por los medios de comunicación de Venezuela, es el Código de Ética del Periodista. Aquí hay que llamar la atención, porque la misma polarización de la prensa repercute en el colegio de periodistas. Muchos directores y profesores de carreras de Periodismo en universidades privadas venezolanas, defienden la postura de que la prensa debe cumplir la misión de ridiculizar al gobierno “antidemocrático” que dirige el país desde hace 10 años.

Para ello se escudan en una de las disposiciones del Código de Ética, donde se lee en el Artículo 42 del Capítulo VI, que “el periodista tiene el deber de combatir sin tregua a todo régimen que adultere o viole los principios de la democracia, la libertad, la igualdad y la justicia.”

La crisis de ética del periodismo venezolano se percibe sobre todo cuando los periodistas tratan a sus fuentes. Quienes responden a los medios que dan voz a la oposición, no suelen poner en tela de juicio los planteamientos realizados por ellos.

Durante los días de crisis política o de periodo eleccionario, el papel de los medios y de los periodistas va encaminado a mostrar más polarización y a construir situaciones políticas para captar la atención de los públicos.

En los primeros meses del 2008, antes del periodo de campaña para la votación de las elecciones regionales de noviembre, la principal voz opositora que se levantaba en el área metropolitana en contra de la gestión gubernamental, era la del entonces Alcalde de Chacao, Leopoldo López (4). Figura política joven, pretendía postularse como Alcalde Mayor. Apoyado por los medios de comunicación, en especial Globovisión, Leopoldo López sacó adelante toda una campaña donde se presentaba como víctima del Presidente y de otros funcionarios públicos.

Llegó al extremo de  construir la historia de un supuesto arranque del bolsillo de su camisa por trabajadores de la Aduana en el aeropuerto, cuando llegaba de los Estados Unidos, con motivo de una reunión que debía sostener con entes gubernamentales norteamericanos en la búsqueda de apoyo para su campaña. 

Por supuesto, debía buscar el desvío de la atención del público hacia un acontecimiento mayor, pues sabía que ya el Presidente conocía de los motivos de su viaje, y los medios oficialistas estaban explotando los hechos. Rápidamente, la agenda mediática cambió, no se habló en los medios opositores del arribo de Leopoldo López de Estados Unidos, sino del insulto que recibió en el aeropuerto, al ser maltratado por aduaneros.

Este pequeño ejemplo es extraído de una realidad donde se evidencia una marcada degradación de la actividad periodística. Cabría preguntarse: ¿gracias a la falta de ética, los medios venezolanos y los periodistas pueden subsistir en un contexto polarizado como el venezolano?, ¿la falta de ética de los periodistas opositores al tratar los acontecimientos es una nueva forma de entender y hacer el periodismo?, ¿realmente conocen los periodistas el Código de Ética que debe regir la actividad mediática venezolana?

Cuestiones con o sin respuesta, lo cierto es que el caso de la prensa venezolana es exquisito en matices, y estas páginas no alcanzan para profundizar en una reflexión más rica.

El sistema de medios opositores venezolanos intenta reconstruir una realidad político-social polarizada, y no tiene en cuenta las disposiciones fundamentales del Código de Ética periodístico. De hacerlo, se evidencia que lo manipula a su antojo, con tal de justificar las acciones periodísticas que se acometen en el tratamiento de los acontecimientos.

NOTAS:

(1) Al hablar de prensa venezolana, deberá entenderse el conjunto de diarios, televisoras, emisoras de radio agencias de noticias, sitios de Internet y blogs como un todo único, perteneciente al sistema de comunicación pública, junto a los otros soportes mediáticos que se utilizan como complemento: propaganda en carteles, vallas, etcétera.

(2) El subrayado es mío.

(3) Ídem.

(4) Leopoldo López, hasta mediados del 2008, se postulaba como Alcalde Mayor de Caracas, con vistas a las elecciones regionales que tendrían lugar en Venezuela el 23 de noviembre de ese año. Sin embargo, al entrar en vigor la Ley Habilitante,  junto a otros políticos fraudulentos,  Leopoldo López fue declarado inhabilitado, por lo que perdió el derecho a postularse para algún cargo público. En su lugar, Antonio Ledezma, actual Alcalde Mayor, fue el candidato que la unidad opositora encontró para optar por el cargo.

BIBLIOGRAFÍA:

BENSHIMOL, LEVY. Código de ética del periodista venezolano. Sala de Prensa, Vol. II, Año 3, Febrero 2002.

DOMÍNGUEZ CRUZ, SAILÍ. El proceso de Reforma Constitucional en Venezuela. Una mirada desde las agencias PL y AP.  Tesis de Licenciatura, Facultad de Comunicación, Universidad de la Habana, 2008.

GARCÍA LUIS, JULIO. Ética Periodística. Editorial Pablo de la Torriente, La Habana, 2005.

GUZMAN, GUILLERMO. “Prensa” venezolana está atrapada en sus propias mentiras, sus “titulares” no son cosa de ética sino de taquilla. Disponible en URL: www.aporrea.org. Consultado el 8/04/09.

KAISER, PATRICIA. Estrategias discursivas antichavistas de los medios de comunicación. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, Vol. 9, No. 3,  sept-dic 2003, pp. 231-253.

LUGO GALICIA, HERNAN. Venezuela, periodismo y democracia en terapia. Disponible en URL: www.icfj-home.com. Consultado el 6/04/09.

MUSSET, MIRIAM. Sin código de ética no hay periodismo. Disponible en URL: www.aporrea.org. Consultado el 11/04/09.

RAMONET, IGNACIO. La prensa venezolana dirige la oposición en sustitución de los partidos. Disponible en URL: www.chamosaurio.com. Consultado el 6/04/09.

SABA, MÓNICA. La prensa venezolana en tiempos de polarización. Disponible en URL: www.ijnet.com. Consultado el 11/04/09.

RASGOS DEL DISCURSO PERIODÍSTICO DE LA OPOSICIÓN VENEZOLANA DURANTE EL REFERENDO CONSTITUCIONAL DE 2007

RASGOS DEL DISCURSO PERIODÍSTICO DE LA OPOSICIÓN VENEZOLANA DURANTE EL REFERENDO CONSTITUCIONAL DE 2007

MSc. YANELA SOLER MÁS,
Profesora de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

El discurso construye realidades y las realidades generan discursos, por tanto, existe una relación dialéctica entre el discurso y la realidad. La manera como percibimos y compartimos nuestra realidad es mediante el uso del lenguaje, pues este tiene dimensiones cognitivas y sociales, por lo que sólo podemos adentrarnos en las mentes de las personas a través de lo que dicen, de las pistas, las huellas o más precisamente, de las evidencias lingüísticas.

En este sentido, las matrices de opinión pueden entenderse como las valoraciones, evaluaciones, los conjuntos de juicios ético-morales y de apreciaciones estéticas en y desde el campo de lo social. En el discurso político, es apreciado saber cómo se construyen los significados constitutivos de la realidad, cómo se decodifican y evalúan los discursos, y sobre todo, evidenciar los propósitos discursivos de los opositores, por dónde y cómo atacan.

Las matrices de opinión se constituyen a partir de la expresión evaluativa de varias voces, en distintos medios y sobre un tópico específico. Varias personas (entiéndanse periodistas) construyen la representación mental de un fenómeno. Esto lo pueden hacer apelando a distintos géneros y medios discursivos, por ejemplo, con la noticia, los artículos de opinión, las entrevistas a expertos y voces autorizadas en determinada materia.

Una matriz de opinión sobre un tema es, sin dudas, importante porque cumple una actividad argumentativa y persuasiva, puesto que nos induce a hacer-creer o a hacer-hacer algo sobre ese aspecto sensible de la realidad de los receptores. En pocas palabras, podríamos resumir que las matrices de opinión generan tendencias a la acción de grupos, a partir de la recreación de actitudes y representaciones sociales.

En este sentido, las matrices de opinión más trabajadas por los medios analizados –diarios El Universal, El Nacional y Últimas Noticias- en torno a la reforma constitucional del 2007 en Venezuela, pueden ubicarse en dos grandes tendencias:

1-Las matrices de opinión ya existentes y que son reforzadas por los medios opositores para lograr efectos a largo plazo, y

2-La generación de nuevas matrices de opinión en función del contexto en que se desarrolla la campaña contra la reforma.

En el primer grupo, donde se ubican las matrices de opinión ya existentes y que son reforzadas por los medios, pueden destacarse la demonización de la figura de Chávez, al presentarlo como un dictador que busca con la reelección indefinida perpetuarse en el poder; el peligro que representa la reforma al buscar la “cubanización” de Venezuela, no solo con la presencia indefinida de Chávez en el poder, sino con los cambios en la geometría de este y el fortalecimiento del poder comunal; de igual manera esta primera tendencia refuerza el carácter antidemocrático de la revolución bolivariana que los medios intentan legitimar en su discurso; la presentación de los chavistas como las personas más pobres e ignorantes de la sociedad, su identificación con los buhoneros y motorizados, es decir, con gente violenta que habita en sectores populares de barrios periféricos también es otra matriz de opinión que se trabaja en la campaña mediática para brindar la supuesta futura imagen caótica de la sociedad venezolana una vez aprobada la reforma.

Es importante tener en cuenta que los medios se aprovechan de los recientes sucesos internacionales para ridiculizar al presidente. La expulsión de Chávez como mediador en el conflicto colombiano con las FARC y el malentendido con el Rey de España fueron aprovechados por los medios nacionales como pretexto para que decayera la popularidad del presidente a pocos días de celebrarse la votación.

Como vimos anteriormente, los medios brindan nuevas opciones sobre las que pensar en torno al cambio constitucional que proponen el presidente y la asamblea. El llamado a la abstención primero y a votar por la opción del No después, es una matriz que se fundamenta en el hecho de que la propuesta es inconstitucional y por tanto todos los sectores populares que no la apoyen deben manifestarse en las calles. A esto se suma el protagonismo que adquieren los universitarios en esta etapa. Se les presenta como los jóvenes intelectuales cuyos niveles de instrucción y conocimientos les brindan la posibilidad de pensar en la reforma como algo nefasto para el futuro del país.

Igualmente inició una campaña paralela en torno a la pérdida de la patria potestad de los padres sobre los hijos, de que las mujeres no podrían ir en traje de baño a la playa, y de que la información sería regulada pues los medios de comunicación pasarían a manos del presidente, para fijar esta matriz se apoyaron en la reciente experiencia del cierre de la concesión pública al canal televisivo RCTV.

Otro aspecto de importancia que se trabajó eficientemente en los medios opositores fue el tema de la propiedad privada. Eso amenazó a parte de la clase media que en un momento logró sumarse al gobierno y de pronto vio la posibilidad de ver perjudicados sus intereses con una Reforma Constitucional.

La idea de fragmentación dentro de los partidos políticos que conformaban la alianza patriótica también es explotada en esta etapa. Los problemas generados por la formación del partido de la unidad primero, al que muchos no deseaban unirse, y el descontento del partido Podemos con la aprobación de la reforma del artículo 337, que promovía la regulación de la información en tiempos de crisis políticas para evitar la reproducción de los sucesos del 2002, son aprovechados en este contexto para brindar una imagen de un chavismo debilitado, con propuestas vagas y que a la larga carecería de apoyo.

¿Puede hablarse de ficcionalización del discurso periodístico en los casos estudiados? ¿De qué manera influye en los lectores de esos medios?

Cada vez que leía esta pregunta y trataba de construir una respuesta coherente, pensaba en el libro de la periodista argentina Stella Martini, Periodismo, noticia y noticiabilidad. En el acápite dedicado a las modalidades discursivas de la noticia, la autora afirma que la noticia es un discurso verosímil, por lo que todo texto verosímil es lo que parece real, y se apoya en Julia Kristeva para plantear que la noticia es lo que "sin ser verdadero, sería el discurso que se asemeja a lo real".

Esa verosimilitud del discurso periodístico, que se encuentra en dependencia de los cambios relativos al contexto donde este se produce, contribuye a reconocer las informaciones emitidas por los medios como reales, y como parte de un proceso natural por el que tienen que atravesar antes de llegar a los públicos.

¿Dónde inicia la ficción y termina la realidad en el discurso periodístico? A mi juicio todo dependiera de los modelos mentales de los receptores. Cuando no solemos creer determinado acontecimiento construido por una noticia, la interpretamos como ficticia o inverosímil, produciéndose falta de confianza en la propuesta presentada por el medio. Sin embargo, cuando un acontecimiento es afín con nuestros modelos mentales, nuestras percepciones y experiencias, entonces se hace creíble. Podría afirmarse que todo depende de la subjetividad de los públicos.

El caso específico de los diarios venezolanos sorprende en este aspecto. La construcción de un discurso periodístico que refleja medias verdades o mentiras completas puede entenderse por quienes lo hemos estudiado a fondo, como ficcionalizado. El uso de estrategias discursivas, a las que ya hemos hecho referencia, como generadoras de matrices de opinión, ofrecen una visión ficticia de la realidad venezolana actual. Sin embargo, para el discurso periodístico de los medios estudiados es conveniente explotar esa presentación ficticia, debido a que van dirigidos a públicos específicos, pero cuyo denominador común es no apoyar la gestión gubernamental.

Los lectores de los medios estudiados, por su parte están adaptados a ese sistema, pues los medios son agentes culturales y se asumen como parte de la identidad nacional. O sea, es un público que está acostumbrado al consumo cultural y masivo mediático.

Como dijera uno de los entrevistados al respecto, el licenciado Dasniel Oliveras, retomando a Canclini, “hay elementos de esa propia cotidianidad mediática, que lo hace ser un público con capacidades desarrolladas y acumuladas para ser parte de ella, incluso llevan su vida de manera tal que tienen capacidad desarrollada para pensar slogans, carteles, dado que viven en una sociedad diseñada para ello.

Por otro lado, esos medios tienen un público muy diverso, que ha elevado en los últimos años el nivel de instrucción alcanzado sobre la base de códigos culturales más nativos, en un contexto donde conviven diferentes etnias; pero que en sentido general en los centros urbanos están occidentalizados. El público venezolano es un público latino, pero mucho más arraigado que en otras partes de América Latina por el hecho de ser un país que ha vivido los dividendos del petróleo aunque las crisis que les han tocado vivir han sido por cuestiones políticas, indiscutiblemente, el petróleo sigue marcando esa forma de vivir, de padecer sobre todo por las grandes corporaciones con intereses en Venezuela.

El venezolano tiene un estilo de vida signado por los hábitos consumistas. Es un público que si bien por una parte tiene la cultura de la cotidianidad con este sistema mediático, la posibilidad de tener códigos a veces hasta cultos, es por otra parte un público que vive dentro de ese sistema y reproduce esas propias lógicas y que a veces peca de ingenuo en ese sentido”. Toda esa complejidad está presente a la hora de pensar la influencia del discurso periodístico ficcionalizado propuesto por los tres diarios estudiados en el periodo de campaña de la reforma.

Debe tenerse en cuenta, además, que si desde prácticamente los inicios de la revolución bolivariana se trabajan los modelos mentales de los públicos, orientados a una cultura del rechazo al presidente y a sus propuestas, en el periodo de campaña de reforma constitucional era muy fácil lograr en los lectores de los diarios una actitud de rechazo y de ansia de salir a la calle a manifestarse en contra de la moción, porque supuestamente, según la hiperbolización de los medios a los que se exponen, van a perderlo todo si se llegara a aprobar la reforma.

Durante esa etapa los medios estudiados no evidenciaron ninguna frase positiva a favor de los beneficios que traería la reforma; el uso de lexicalizaciones negativas y de frases desesperanzadoras sobre el futuro del país, se insertan como una manera más de promover el terrorismo desde las trincheras mediáticas venezolanas, que responden al discurso periodístico de la oposición.

¿Es “equilibrada” la propuesta discursiva del diario Últimas Noticias?

Quisiera iniciar la respuesta a esta pregunta aludiendo a una experiencia personal. Últimas Noticias fue el primer diario que tuve la oportunidad de leer en Venezuela,  debido a que me atraía su nombre y la comodidad de su formato, mucho mas pequeño que el resto de los periódicos, aunque con similares números de páginas.

Al principio me llamaba la atención que, a diferencia de los restantes, daba un tratamiento un tanto diferente a los acontecimientos relacionados con el chavismo. Confieso que en realidad no profundizaba en el análisis de las noticias, desde el punto de vista discursivo, porque no fue sino hasta que me adentré en el mismo, cuando se rompió el encanto.

Fundado en 1941 por un equipo de periodistas, Últimas Noticias es actualmente el diario de mayor circulación en Venezuela. Su diseño atractivo, el fácil manejo de sus páginas y el estilo de sus periodistas al tratar la noticia, lo hacen que sea de la preferencia de las clases populares, quienes más lo compran.

Perteneciente a la multimillonaria Cadena Capriles, a partir del 2000, con Hugo Chávez en el poder, el diario se presenta ante la sociedad venezolana con una perspectiva distinta, orientado a enfocarse más en los lectores de los estratos populares y en los temas cotidianos.

Aunque desde hace nueve años el diario muestra un punto de vista novedoso. Muchos lo ubican en la centro-izquierda del panorama político-mediático nacional y hay sectores que lo definen como muy cercano al chavismo, a pesar de la polarización política que presenta el país desde la llegada de Chávez al poder.

Esto se debe a que durante el paro petrolero de 2002-2003, cuando los periódicos diarios del país no salen a la calle, Últimas Noticias no lo hace de manera voluntaria. Semejante posición, hace que el diario se convierta en una de las excepciones, junto al Panorama de Zulia, en el compromiso asumido por los restantes medios privados, de declararle la guerra mediática a Chávez.

Sin embargo, este estudio del discurso de Últimas Noticias durante el periodo previo a la reforma constitucional demuestra que todas las suposiciones en torno a su cercanía con el chavismo, son falsas. Intentaré explicar por qué mediante tres ejemplos que fueron trabajados en el cuerpo de la tesis:

Últimas Noticias intenta presentar siempre una nota dedicada a la oposición y otra dedicada al chavismo, en ocasiones aparecen en la misma página, la misma sección, con similar número de párrafos y si nos descuidamos, con igual cantidad de palabras. La persona que pase su vista rápidamente por ambos textos, puede pensar en que es un diario equilibrado o como diríamos en el lenguaje periodístico, objetivo. Sin embargo, cuando se profundiza en el estudio del discurso de la noticia dedicada al chavismo, vemos que no es así.

La macroproposición dedicada a que la inclusión de otros artículos a transformar significa una nueva propuesta de reforma, halla en las páginas de este diario tres noticias, una de ellas solamente da voz a un actor político del chavismo. Existe una aparente ideología chavista de trasfondo, al poner como protagonista de la noticia al Ministro de Finanzas Rodrigo Cabezas; pero el uso de determinados vocablos, llevan a otro tipo de reflexión.

La subjetividad del periodista es notable con el uso del verbo justificar, que denota una argumentación un tanto vaga o paternalista del asunto en cuestión. De la misma forma el verbo suprime, se refiere a que el artículo elimina el derecho al libre proceso y a la libertad de información en situaciones importantes de crisis para el país.

Aunque la polarización no se explicita en el texto, hay elementos que conducen a pensar en ella como un recurso del periodista. Desde el mismo instante en que se habla desde la posición del Estado contra los golpistas y los canales que instigaron al golpe del 2002, se evidencia la contingencia entre NOSOTROS y ELLOS.

Las formas de intervención de la ideología en el discurso se reflejan por medio de la legitimación y la nominalización. En la primera se identifican la racionalización y la narrativización. Uno de los objetivos de los entes gubernamentales es lograr que el pueblo comprenda realmente el propósito de la modificación del 337. Para ello, los chavistas acuden a legitimar el discurso apelando al sentido común del pueblo. Sin embargo, veamos cómo intercede el discurso propio del periodista, donde se evidencia su subjetividad, en este fragmento de la nota de tres párrafos. Dos ideas circundan el párrafo. La idea inicial de la cláusula se separa por comas de una segunda que a través de una subordinada adjetiva, manifiesta la ideología opositora:

“El ministro Cabezas aclaró que con la reforma del artículo 337, que suprime el derecho al libre proceso y a la libertad de información en estado de excepción, se puede garantizar “que el estado pueda meter presos, donde deben estar presos, a los golpistas”.

“El ministro Cabezas aclaró que con la reforma del artículo 337, se puede garantizar “que el estado pueda meter presos, donde deben estar presos, a los golpistas”, señala la idea central del párrafo, sin embargo, la frase “que suprime el derecho al libre proceso y a la libertad de información en estado de excepción”, constituye un valor opositor agregado que no puede faltarle a un producto comunicativo de un diario opositor al chavismo, aunque dé voz a un representante de ese sector político.

Para fundamentar lo declarado sobre el 337, el actor político entrevistado rememora brevemente los sucesos del golpe de Estado del 2002 y las consecuencias de no tener un respaldo constitucional para tomar las medidas oficiales con los protagonistas del golpe, he aquí la estrategia de narrativización.

Puede notarse igualmente que aunque la noticia presenta al Estado como la víctima de los sucesos, existe una tendencia a pensar en el efecto contrario; es decir, el hecho de que se refiera a la detención de personas y al cierre de canales, nos hace pensar en que los medios y los líderes opositores que instaron al golpe de Estado serán las próximas víctimas de aprobarse la reforma constitucional.

En el primer tópico del segundo grupo de noticias agrupadas por temas: ¿Contrapeso?: la campaña por el sí, sólo se encontraron en Últimas Noticias dos notas dedicadas al chavismo. Ambas fueron extraídas del boletín editado por la Agencia Bolivariana de Noticias (ABN) que, como indica su nombre, reproduce el discurso chavista.

La distancia que media entre las noticias y los periodistas es notable en los titulares. Carecen de todo el dinamismo con que atraían la atención del lector en los tópicos anteriores, hacia todo lo que significaba ideología opuesta al chavismo. Se destaca la ausencia de subtitulares y antetitulares para transmitir ideas centrales vertidas en el texto; y el uso de fotografías de archivo, donde se muestran a grupos de hombres y mujeres chavistas con mala presencia personal, reforzando la matriz de opinión ya construida de que los pobres son quienes apoyan las disposiciones gubernamentales.

Los cuerpos de las noticias sólo se limitan a ofrecer información, sin matizarla con elementos atractivos, ni con entrevistas a funcionarios públicos de reconocimiento o prestigio ante el pueblo.

En la primera notica, al minimizar SUS acciones positivas, entra en consideración una de las estrategias más importantes: ELLOS (el oficialismo) no puede ocupar espacio en las páginas del diario, como el héroe de la guerra mediática que día a día se libra en ese frente. Mientras menos acciones suyas sean presentadas, más legitimidad adquiere el discurso opositor, estableciéndose una proporcionalidad inversa.

La otra nota, publicada el día del cierre de la campaña, resulta sorprendente. Esta sí enfatiza en las cualidades positivas de la reforma y en las consecuencias para el pueblo humilde y necesitado del país. Tres de los cinco párrafos juegan ese rol, donde reproducen el discurso oficialista. La nota fue publicada por la ABN, pero aún así es seleccionada para publicarse en una de las páginas del diario.

Esto tiene su lógica. En primer lugar, si desde hace meses los diarios opositores vienen alertando que la reforma era totalmente negativa, y que sólo aportaría más poder al presidente, a largo plazo se forma en el modelo mental del venezolano la ideología del rechazo a la propuesta. Por tanto, para el 26 de noviembre, a menos de una semana de la votación, la aparición de una pequeña columna en un diario que se ha prestado para reproducir la campaña por el No, no cambiará para nada la intención de voto.

 

 

EL MUNDO NO PUEDE SER UNA FARSA

EL MUNDO NO PUEDE SER UNA FARSA

MSc. ROGER RICARDO LUIS,

Director de Investigaciones del Instituto Internacional de Periodismo José Martí y Profesor Titular de la Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana.

El antecedente más reciente del actual fenómeno mediático neoliberal está en la derrota de Estados Unidos en Vietnam. El papel de los medios de comunicación de masas y de los periodistas entonces escapó al control del sistema político. Tal situación se convirtió en un factor clave en el cambio de actitud de la opinión pública norteamericana y mundial respecto a la guerra.

De esa experiencia las estructuras de poder sacaron una conclusión que hoy no parece una verdad de Perogrullo: toda estrategia política, económica y social requiere de una estrategia de comunicación para el control de las audiencias.

Tal precepto alcanzó categoría de doctrina de estado a partir de los programas políticos de