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JUAN EMILIO FRÍGULS O LLEVAR DE HÁBITO UNA GUAYABERA

JUAN EMILIO FRÍGULS O LLEVAR DE HÁBITO UNA GUAYABERA

Esta entrevista fue realizada como parte de un trabajo investigativo para la asignatura de Historia de la Prensa en Cuba en mayo del 2006. Tras el fallecimiento reciente del Decano de los periodistas cubanos, hoy la publicamos como homenaje y muestra de respeto a un querido colega.

Lic. IVET GONZÁLEZ LEMES,

Profesora de la Facultad de Comunicación de la

Universidad de La Habana.

En la edición por el aniversario 125 del Diario de la Marina, aparece un joven de lustroso cabello negro y poblado bigote. Su lánguida mirada impide que la pequeña fotografía pase inadvertida. Esa es una de las pocas poses donde su nariz aguileña lo exalta hasta lucir elegante y atractivo. El periodista de la sección Catolicismo inspira una candidez sacerdotal y descubre el tesón que lo llevó a cumplir la máxima de su medio: "El periodismo es en lo externo una profesión, en lo interno un sacerdocio".

Ahora, cuando mantiene el mismo espíritu, pero su cabello ha encanecido, puedo hacerle una entrevista al único periodista cubano con 60 años de vida profesional. Nos conocimos por teléfono, y su voz me anunció a un hombre gentil, de fácil conversación. Yo escuchaba sus pasos suaves y cansados antes de levantar el auricular de la mesa y hablarme, en un español impecable, colmado de  su diplomacia infinita.

Esperaba impaciente en el lobby del Instituto Cubano de Radio y Televisión por la inacabable cola del pase, mientras el reloj me señalaba la tardanza. Solo la insistencia de Fríguls por teléfono pudo convencer a la recepcionista y facilitar el trámite burocrático. La tensión del momento me hizo olvidar mis temores de novata, que agotó innumerables días en bibliotecas oscuras buscando información, y repensando la manera idónea para indagar sobre cuestiones harto delicadas.

La prueba de fuego comienza justo cuando cruzo el umbral de la emisora Radio Reloj y una figura alta me espera con un inusual: "Adelante, las damas primero", que descubre su categoría de caballero. El epíteto de Decano de la Prensa en Cuba no es lo único que lo conecta con el otrora diario de los Rivero: su piel tiene la misma fragilidad y color de las páginas del único periódico con valor editorial, que con curiosidad hojeé tantas veces.

Su extrema delgadez acentúa más su tamaño, sin  hacerlo parecer inaccesible por la jovialidad de su actitud. Las manos de Fríguls reflejan la delicadeza del oficio de la pluma, con sus finos y sedosos dedos. Mientras habla reproduce la costumbre tan cubana de gesticular, siempre desde su alta cultura e intachable educación. Su presencia lo define como una persona meticulosa, pendiente de cada detalle que pueda afectar su imagen persuasiva.

Cuando comienza la conversación me dice: "Hay una pregunta que siempre me hacen en todas las entrevistas: ¿Por qué no me fui de Cuba en el año ´59?, y más adelante te la voy a responder". Solo asiento con la cabeza y pienso, mientras que, discretamente, vuelvo a repasar su rostro: la vida de Fríguls está ligada por nacimiento y obra a nuestra tierra bendita, y lo demuestra con mayúsculas todos los días, cuando cubre su porte distinguido con una cubanísima guayabera blanca. 

"A la ingerencia extraña solo puede responder la virtud doméstica"

Manuel Márquez Sterling.

Juan Emilio Fríguls nació el  30 de Agosto de 1919, en medio de una etapa de transición política y económica. El aumento de los precios del azúcar por la reconstrucción de la Europa tras la Primera Guerra Mundial anunciaba la llamada época de las vacas gordas.  Muy pronto la bonanza económica abandonaría a la Mayor de las Antillas para caer en más crisis que recuperaciones, producidas por la distorsión estructural y el proceso de inversiones norteamericanas en detrimento de los intereses nacionales.

Su niñez transcurrió en un ambiente de inconformidad nacional, cuando disminuyeron los aplausos a la intervención y a la dependencia económica. Su familia de industriales no padeció con tanta crudeza los altibajos de la economía, pero como cubanos (su padre era un catalán aplatanado) y cristianos a ultranza, discordaban con aquella marcha social deprimente.  Fríguls se fue formando dentro de los preceptos de un catolicismo bastante rígido, donde se laureaban valores como la pobreza, la humildad y el tesón.

La prensa cubana de inicios de siglo se había adecuado a los cánones del periodismo moderno, con la amplia empresa periodística que  basará su eficiencia en la publicidad y los dividendos de las ventas de su publicación.  Además los periódicos priorizaron la información en la primera plana y el papel de los grandes titulares.  El primer exponente fue El Mundo y el legendario Diario de la Marina, se  adaptó a iguales pautas. El boom de publicaciones llegó a sobrepasar la demanda y casi todas proponían ideologías diferentes.

Desde pequeño su mundo se alió al mundo del periodismo, cuando leía sus primeras letras en El Diario de la Marina. Después su afición creció junto a su talla y se apasionó por una prensa de larga tradición nacional, continuadora de un hábito endémico: los hombres de pensamiento avanzado se empeñaban en ser periodistas. Las diferentes ideologías que chocaban en la palestra pública traían consigo el encanto de plumas como la de Mañach, Marinello, Rolando Masferrer, Ramón Vasconcelos, Francisco Ichaso, Rubén Martínez Villena, Raúl Roa y José Ignacio Rivero.

La libertad de prensa estaba dada por la diversidad de publicaciones y el público podía elegir qué visión de su realidad deseaba leer o escuchar, pero esta libertad también se menguaba por las intenciones y carácter del presidente de turno y la política estadounidense. La revolución del 30 le mostró un tiempo después, mediante los maravillosos trabajos de Roa, al joven Fríguls que la profesión periodística tenía predestinada la represión por su impacto en la sociedad.

Su inquebrantable fe religiosa lo llevó a desear convertirse en sacerdote y renegar a una vocación de los primeros años. La Iglesia Católica en la Neocolonia, se inauguró con cierta inercia, pero mantuvo el discurso triunfalista desde su llegada a las Américas bajo  las intenciones de la contrarreforma.  Pronto iría dejando atrás esa inactividad para reactivarse y continuar como la religión mayoritaria de la Isla. Fríguls durante su juventud contribuyó al desarrollo de la actividad de su Iglesia. Dirigió la Acción Católica y el desempeño periodístico de publicaciones católicas hasta el triunfo revolucionario.  Jamás realizó vida partidista, sino que tomó su fe como forma de entender su realidad y mejorarla.

Cursó sus primeros estudios en los colegios católicos de las Hermanos Maristas de la Víbora y los Escolásticos, cuyos sacerdotes en su mayoría eran catalanes como el padre del pupilo.  Su familia se dedicaba a negocios industriales y el primogénito decidió cambiar el buró de propietario por la máquina de escribir portátil. De su hogar recibió el apoyo para los estudios y  de  sus profesores toda aquella información que exigía incansablemente.

Estudiaba ya en el Seminario de Derecho Diplomático, cuando una página de diario le relevó la fundación de la segunda Escuela de Periodismo en América Latina, superada solo en tiempo por la academia argentina, la cual llevaría el nombre de un periodista sin par en estilo y en cubanía:  Manuel Márquez Sterling.

La Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling constituyó el triunfo del concepto de periodista como una profesión aprendida y no innata. El periodismo había alcanzado logros importantísimos desde los inicios de la República con la creación en 1902 de la Asociación de Reporters de La Habana. La novel organización se trazó grandes metas que le llevaron varios años para cumplirlas como el descanso dominical para trabajadores de periódicos (1934), medidas que condujeron a las contratas de trabajo, salarios mínimos, la creación de la escuela y la colegiación de periodistas para regular y permitir el ejercicio de la profesión solo a aquellos graduados de la Márquez Sterling.

A la incipiente academia deseó asistir el joven Fríguls de 24 años, y si para muchos intelectuales significó un fracaso, para él era la posibilidad de seguir una vocación, hasta el momento, varada.

Juan Emilio Fríguls: Para el primer año se iban a conceder 50 plazas: 15 para graduados universitarios, 15 para bachilleres y 20 para candidatos sin título pero con vocación. Mi grupo era de bachilleres y tuvimos que ir a oposición, pues se presentaron más de treinta. Yo tuve la suerte de entrar en primer lugar.

Periodista: Antes de entrar a la Márquez Sterling  usted era un ferviente lector de periódicos y un joven deseoso de convertirse en reportero. ¿Qué concepción tenía de la misión de un periodista?

JEF: Yo tenía la idea de un periodismo siempre al servicio de su Patria y de aquellos valores que reconozca uno como fundamentales del hombre. A eso me he dedicado yo exclusivamente.

P: ¿Cómo cuál periodista de aquel entonces usted deseaba ser?

JEF: Uno, José Ignacio Rivero, no el que estaba frente al Diario cuando el Triunfo de la Revolución, sino el padre. Él hizo una crónica sobre el día de los Reyes Magos, que está entre las cien mejores crónicas en lengua española del siglo XIX.

P: Para entrar en la academia usted llevó una carta de recomendación firmada por el obispo de Cienfuegos, Monseñor Martínez Dalmau y el representante de la familia Rivero, Ramiro Sánchez. ¿Qué finalidad cumplían esas cartas de recomendación para la entrada a la escuela?

JEF: Se usaban para recomendar en cuanto a la moral, la ética, nunca  desde el punto de vista ideológico. Claro, lo que realmente valía eran las firmas. Yo volví con la diplomacia y le pedí la firma a Monseñor Martínez Dalmau, un obispo contrario al fascismo y reconocido académicamente, y a Ramiro Sánchez, el asesor de la familia Rivero, los dueños del Diario de la Marina.

P: En "El Periodismo moderno, escuela americana" (1942), Manuel Fariñas demuestra la influencia positiva del periodismo norteamericano en la práctica cubana. ¿Esta influencia también se mantuvo en la formación académica de futuros periodistas?

JEF: Sí. En primer lugar influía en la técnica de estudio. Cuando yo fui en 1951 a la Universidad de Columbia, el profesor que nos dirigió el recorrido nos dijo: Tienen suerte, porque hoy podrán ver un examen de uno de mis grupos. Nos llevaron al comedor, a la biblioteca, al área de deportes, hasta que un uruguayo preguntó cuando íbamos a ver el examen. El guía le respondió que lo habíamos pasado: en la biblioteca había como 60 estudiantes con los libros abiertos haciéndalo. Así mismo eran las calificaciones nuestras. Se consideraba que el estudiante solo debía conocer la fuente. También influía el pensamiento mercantilista de la sociedad norteamericana. Pobre del periodista de mi época que nada más leyera textos norteamericanos y no conociera el pensamiento francés, el español. A pesar de todo eso, en la escuela prevalecía entre el profesorado un sentimiento nacionalista.

P: La Márquez Sterling se inauguró con mucho bombo y platillo, pero en la práctica, ¿logró brindar una calidad profesoral tan alta como la que promocionaba?

JEF: Los alumnos de la primera promoción, la segunda y parte de la tercera, tuvieron una suerte extraordinaria, que no tienen los estudiantes ahora: todos los profesores eran eminentes periodistas: Ramón Vasconcelos, Guillermo Martínez Márquez, Raúl Maestre, Francisco Ichaso y José Zacarías Tallet.

P: Los profesores tenían ideologías diversas... ¿Alguno le mostró la realidad cubana por una óptica diferente, osada?

JEF: La primera conferencia que yo escuché en contra del imperialismo me la dio José Zacarías Tallet, quien nos impartía Historia y no Literatura. Y teníamos otra gran ventaja: a veces Ramón Vasconcelos, que vivía al lado de  la escuela, nos invitaba después de clase a su casa a tomar café y seguir hablando de periodismo. Y sin darte cuenta te ibas empapando de lo que era realmente el periodismo, además del conocimiento técnico como tipografía y gramática.

P: En cuanto a la libertad de prensa que proclamaba el sistema político cubano, ¿la escuela confirmaba su existencia o rebatía la afirmación oficial?

JEF: Las primeras promociones tuvimos la enseñanza de la libertad de prensa. Ahora para decirte que no existe, argumentan con una verdad: la poca libertad individual del periodista, quien sufre limitaciones por su medio. Los estados democráticos dan la libertad de prensa mediante la diversidad de publicaciones, y el público puede escoger entre varias versiones de un hecho. Si tú eras conservador leías el Diario de la Marina donde se decía que el valor económico de un pueblo lo tenían los patrones. El periódico Hoy decía lo contrario, pues era comunista. El Mundo seguía las doctrinas liberales y decía que había patrones buenos y malos, y obreros buenos y malos. Si no estabas de acuerdo con nada de eso, El Crisol, El País o Avance proponían otros puntos de vista.

P: Después de la fundación de la escuela solo podían ejercer la profesión periodística quienes ostentaran el título de graduación. ¿Qué solución pusieron en práctica para aquellos periodistas talentosos y otros no tan capaces que ejercían sin formación intelectual?

JEF: Después que se funda la Escuela solo podían ejercer el periodismo los graduados de ella. A los miles de periodistas, y una buena parte eminentes, que no tenían título, se les otorgó un Certificado de Actitud Periodística que los avalaba. Estos certificados solo se  darían en esa oportunidad.

P: ¿Qué expectativas con respecto al periodismo manifestaban los estudiantes de la Márquez Sterling.?

JEF: La mayoría pensaba que iba a seguir el periodismo cubano como hasta entonces. Sin un gran esfuerzo te hacías de buenas entradas mediante las llamadas botellas o garrafones. Cuando te llamaban para cubrir, por ejemplo, cultura, el director del medio te daba un sueldo mínimo de 32 pesos a la semana y tres cartas: una para el director del Museo Nacional, otra para el Ministro de Cultura y otra para la Unión de Escritores y Artistas. Cada uno te iba a dar un cargo mensualmente de 300 pesos más o menos, que bajaría o subiría de acuerdo a tu capacidad y los servicios que prestases. Entonces apareció un caso único en el periodismo cubano que es el mío.

P: ¿Sintió Juan Emilio Fríguls que estaba formando parte de un experimento durante su carrera en la Márquez Sterling?

JEF: Claro que sí. Lo fue para los alumnos y para los profesores que no lo habían sido nunca. Si había alguna carencia en alguno de los profesores era que no tenían el sentido pedagógico. Ellos estaban acostumbrados a escribir todos los días, y de  buenas a primeras tuvieron que impartir clases, asumir una asignatura. En algunos pocos, nosotros notábamos alguna laguna, pero todos eran especialistas en sus materias.

P: En su comentario ¨La Escuela Profesional de Periodismo¨ (1947), el profesor de Geografía e Historia, Juan Luis Martín, afirmó sobre los primeros graduados. ´´Hay quienes se lo niegan todo, hay quienes se lo conceden todo´´. ¿A cuál de los dos grupos perteneció usted?

JEF: A mí me lo dieron todo. Me dieron permiso para trabajar en Información, firmando todos mis trabajos cuando estaba todavía en tercer año. Yo entré en Información el 13 de febrero de 1945, y el día 14 salió mi primer trabajo. El día 24 de ese mes era de fiesta nacional y yo estaba jugando tenis cuando mi madre me avisó por teléfono porque el director del periódico me estaba buscando como loco. Cuando llegué estaba hecho una fiera, con mi trabajo del día 25 en la mano y me decía: Yo no le dije que no se metiera con los protestantes, ¿cómo usted los llama aquí un gran rebaño? Vaya, director- le respondí-, la palabra rebaño es técnica dentro de la Iglesia, por eso le dicen a los obispos pastores. Al hombre se le iluminó el rostro y llamó a Juan David, el célebre caricaturista, para que hiciera una para mí, y desde ese día salí en la misma página de Suárez Solís, Baquero y Luis Amado Blanco. Y para eso hubo que pedir permiso a la escuela y al Ministerio de Educación.

P: ¿Qué significó para usted la clausura de la Márquez Sterling?

JEF: Me dolió que se cerrara. Durante todos los años que estuvo allí, todos los 9 de diciembre íbamos a su tumba y hablaba un profesor y un alumno. ¿Por qué el nombre de Manuel Márquez Sterling ni se menciona hoy? Uno de los hombres que más luchó contra la Enmienda Platt, y firmó su abolición el 24 de marzo de 1934. ¿Qué pasó con las nuevas generaciones de periodistas, que ni se les habla de Márquez Sterling, ni de la significación de la escuela, ni de otros temas relacionados con el periodismo?

                        "¿Y que cosa es un periódico sino un niño que nace todos los días"

Gastón Baquero

Los primeros trabajos de Juan Emilio Fríguls vieron la luz en la prensa plana. Como ha declarado en otras ocasiones, todavía hoy mantiene ese amor por el periodismo escrito, aunque desde 1968 no lo ejerce en un  diario.  Desde sus inicios, se ha caracterizado por ser un periodista encantado por los géneros más inmediatos como la nota informativa. Sus comentarios, reportajes y crónicas se adaptan a la rapidez requerida por el tema, y escoge hechos que deben publicarse al otro día, y no tras muchas jornadas de redacción y trabajo de estilo.  Fríguls se inserta en la rutina más tradicional y dinámica, y en correspondencia desarrolla un estilo claro, que acoge también las características del lenguaje del tema abordado, como por ejemplo en la página católica del Diario de La Marina.

P: Cuando aún era estudiante usted trabajaba como periodista del Diario más voluminoso de la República: Información. ¿Cómo llegó a publicar en un periódico tan importante?

JEF: Un día, en la clase de Organización Periodística, el profesor Jiménez Perdomo nos aconsejó especializarnos en un tema porque un buen periodista no es aquel que solo domina la técnica, sino quien domina determinado tema. Agregó que su director (Santiago Claret), estaba buscando un periodista que tratase temas de sociología religiosa. Ese mismo día le envié un telegrama a Claret donde le pedía una audiencia. Me llegó la respuesta con una cita para el otro día. Cuando me vio tan joven, me hizo redactar el mismo artículo tres veces. Le gustó mi trabajo y me aceptó con las siguientes pautas: Usted puede escribir todo lo que usted quiera, menos de cuatro cosas: contra los comunistas, porque le meten una huelga a cualquiera, y yo no quiero una en el periódico; no se meta con los judíos que tienen mucho dinero y nos quitan los anuncios; no se meta con los protestantes en asuntos religiosos; y por último, no se meta con los masones porque yo soy Grado 33 de la Masonería.

P: ¿Con las pautas que le marcó Claret podía usted escribir algún trabajo crítico?

JEF: Sí, por ejemplo, cuando muere Elliot, ex primer ministro de Francia, un hombre que toda su vida fue protestante en contra de la Iglesia Católica y durante su último año de vida se convirtió al catolicismo. Yo destaco su cambio, pero lo explico por su cultura, su experiencia política y su conocimiento sobre algunas personalidades importantes de la Iglesia. Si hubiera tenido total libertad, hubiera resaltado la importancia del cambio religioso desde un punto de vista teológico.

P: En aquella época solo usted se dedicaba a cultivar el tema de la sociología religiosa en Información. ¿Por qué en 1947 pasa al Diario de la Marina?

JEF: El Diario de la Marina comienza a sentir celos de mi trabajo para Información, y tratan por todos los medios de llevarme con ellos. Yo había aprendido a leer con mucho amor en el Diario de la Marina; pero como dirigente católico me molestaba mucho que defendieran a los patrones y no a los obreros, y se autoproclamaran un periódico cristiano. Primero me llamó Gastón Baquero, después mediante la embajada española quisieron presionar a mi padre y muchas personas más, y yo siempre decía que no. Mi padre un día me aconsejó: Si tú quieres seguir en el periodismo no te busques problemas con el Diario de la Marina. Hablé con mi consejero, el obispo Dalmau, y me dijo que fuera a la cita, dijera que para mi era todo un honor y les pusiera condiciones muy grandes. Antes de subir me tomé un daiquirí y les pedí un salario de 100 pesos semanales, porque yo no aceptaba botellas, libertad dentro de mi sección y que se anunciara mi llegada al diario con una foto y una biografía realizada por mí. Eso fue el 24 de junio de 1947 y el 26 me llamaron para pedirme la foto y la biografía.

P: Entre las peticiones que usted le hizo a la dirección del Diario estaba la de libertad plena en su sección. ¿Qué carácter tenía esta libertad?

JEF: La libertad era esencialmente doctrinal, aunque yo podía valorar una encíclica desde el punto de vista del Diario o como la pensaba yo, que pertenecía al grupo de jóvenes católicos de tendencias liberales dentro de la Iglesia. Ese grupo se reunía en la Acción Católica y algunos como Andrés Valdespino y Ángel del Cerro se separaron de ella para ocupar cargos en el gobierno. Yo decidí permanecer en la dirigencia de Acción Católica.

P: ¿Alguna vez sufrió la censura de algún trabajo suyo en el Diario de la Marina?

JEF: Como cualquier director o jefe de información, tenían total libertad para censurar o corregir cualquier trabajo. El deber del periodista era hacer su trabajo, si después no lo  publicaban, no era problema suyo. Particularmente, yo no creo que el Diario me censurara o reformara algún trabajo, y siempre respetaron mis colaboraciones con otros medios.

P: El Diario de la Marina se vanagloriaba de ser el órgano oficial de la Iglesia Católica Cubana. ¿Dicha alianza era real?

JEF: Uno de los errores de la Iglesia Católica fue no preocuparse por la propaganda fuera de la Iglesia. Influyó que nunca se sintió atacada verdaderamente por nadie y todos los periódicos la respetaban. El Diario de la Marina siempre quiso tomar la Iglesia como uno de los medios para justificar sus criterios sociales. Trató por todas las vías que la Iglesia lo viera como su defensor. Para aparentar que tenían una hermandad con la jerarquía, nombró al Cardenal Arteaga miembro del Consejo de Dirección, y el Cardenal en su vida asistió a ninguno. Una prueba fue mi propio caso: el Diario tuvo que hacer lo imposible para captarme, si realmente hubiera existido esa relación, el arzobispado les habría nombrado a un sacerdote. Además, a nivel personal, excepto Silvia Hernández, la viuda de Pepín y Pepinillo, ninguno tenía el cumplimiento católico.

P: Cada vez que alguien realiza un currículum suyo menciona su trabajo para la Catholic Welfare, Conferencia de Washintong. ¿Cómo obtuvo tal empleo y hasta cuándo fungió en el?

JEF: Ese fue el antecedente de la actual ZENIT del Vaticano. A raíz de mi trabajo en Información, me nombraron para colaborar con ella. Pasé un curso de tres semanas en Washintong sobre las orientaciones para la realización de las notas informativas. Trabajé para ellos hasta noviembre del año 1947, pues tenía mucho trabajo y nombraron como sustituto al padre Biaín.

P: Usted también colaboró con Bohemia en la misma época de la osada sección En Cuba, dirigida por Enrique de la Osa y para la que tributaban clandestinamente periodistas como Martha Rojas. ¿Colaboró alguna vez para esa sección?

JEF: Yo trabajé para la sección En Cuba. Lo primero que te pedía Enrique de la Osa era total secreto. Yo atendía los temas de diplomacia y religión. Seguía a las personas, escuchaba lo que decía y preguntaba lo que me interesaba sin entrevistar, sin levantar sospechas.

P: En la entrevista que le realizó Kathy Rojas, usted declaró: "Supongo que aún sigo prefiriendo la prensa plana, pues allí se insinúan más los valores del periodismo como escritura". ¿Por qué después del cierre de El Mundo no trabajó más en prensa plana?

JEF: ¿En dónde? Bueno, sí, continué en Bohemia, pero diariamente no. Eso es lo que más me duele, porque a mí lo que me gusta de verdad es la prensa plana.

                 "Pon tu pensamiento en mí /

y verás que en ese momento, /

mi fuerza de pensamiento /

hará el bien sobre tí"

Clavelito

El encanto de la radio también sedujo a Fríguls. Cuando el joven periodista se estrenó en ella, había entrado en su fase monopolista, y Cuba vivía la disputa de la audiencia entre el magnate Goar Mestre y el ingenioso Gaspar Pumarejo. A pesar de que dominaban los anuncios publicitarios que sostenían el negocio, las radionovelas al estilo de la muy popular "El derecho de nacer", los programas de los líderes partidistas, musicales y espacios tan locos y manipuladores como el de Clavelito, quedaba espacio para realizar un buen periodismo.

El original radioperiódico La Palabra de Unión Radio, con sus experimentaciones en el uso de efectos originales para separar las noticias, y la cobertura de Germán Pinelli, transmitida en vivo desde el suelo del lugar donde se enfrentaban dos bandas de policías, constituyen ejemplos del tipo de periodismo radiofónico de entonces. El 6 de octubre de 1946, los mejores cinco expedientes de la primera graduación de la Márquez Sterling, inauguraron el tan esperado noticiero de Unión Radio.

JEF: Pumarejo tenía su propio carácter de inventar cosas, y él vio en seleccionar lo cinco mejores expedientes de la Marquez Sterling para inaugurar el noticiero de Unión Radio, una novedad. Otros medios quisieron copiar la experiencia, pero se dieron con la puerta porque los expedientes 14, 29 ó 30 no dieron los mismos frutos.

P: Todavía hoy se recuerda por su originalidad el  noticiero de Unión Radio. ¿Durante el tiempo que lo realizaron, sintieron que hacían un periodismo diferente?

JEF: En parte, porque todo lo que hizo Pumarejo estaba ya inventado. El tenía un gran dominio sobre la radio y quiso experimentar en la nueva emisora, que no tuvo éxito enseguida. El éxito mayor lo alcanzó cuando entró Pardo Llada como jefe de información en Unión Radio. Su editorial de la una de la tarde, y repetido a las 7 de la noche, lo oía toda Cuba. Sus trabajos eran de oposición total al gobierno, fuera el que fuera.

P: ¿Cuáles temas cubría para Unión Radio?

JEF: Yo cubría lo mismo que ahora: todo lo relacionado con cultura y relaciones internacionales, y para que Unión Radio cobrara un buen cheque del Ministerio de la Agricultura, de cuando en cuando hacía algunas cosas de agricultura.

P: Uno de los grandes palos periodísticos de su carrera fue la noticia de la muerte de Chibás para la radio. ¿Cómo pudo adelantársele a los demás periodistas?

JEF: La misma noche que murió Chibás, yo fui al cine  y cuando íbamos a regresar, sentí como una corazonada y le dije al chofer: Vamos un momentico a ver cómo está Chibás. Al llegar, una enfermera y el doctor Trigo me aseguraron que estaba muy bien. En ese mismo momento llamaron de la habitación y Trigo subió. Cuando regresó, me dice que Chibás no se encuentra muy bien y tiene dolor en el tórax. Le avisó al doctor Rodríguez Díaz, un eminente cirujano, que lo llevó al quirófano. Yo entré con ellos, gracias a que un enfermero me facilitó una bata blanca. Al poco rato, Rodríguez Díaz hizo un gesto con las manos en señal de muerte. Yo había mandado a buscar mi máquina Oliver y envié la primicia a Unión Radio. Al otro día, todos los periódicos a las 5 de la mañana salieron con la noticia y el Diario de la Marina con un reporte especial mío.

P: En varias ocasiones usted ha reconocido su desencuentro con la Televisión. ¿Qué circunstancias lo llevaron a conducir el programa Telecierre en los años ´70?

JEF: Por aquella época, el ICRT innovó con la dirección central de prensa. Había que realizar las informaciones de manera que sirviesen para la radio y la televisión. Allí estuve como dos años y pico, pero no me acabó de gustar la Televisión, porque me tenía que dedicar solo a ella.

En 1959, Unión Radio estuvo entre los primeros medios cerrados por el gobierno revolucionario, dada la vinculación directa de su dueño con el régimen anterior. Fríguls pasó a la emisora de la Central de Trabajadores Cubanos para cubrir los asuntos internacionales. Después de la clausura del Diario de la Marina en 1961, sus talleres se convirtieron en la Imprenta Nacional, y el propio Armando Hart le pidió que trabajase en la recién nacida empresa. Alejo Carpentier dejó a su cargo Ediciones Juveniles, hasta que su vocación lo llamó: pidió la reinsersión en algún medio.

Radio Habana Cuba le abrió sus puertas y los asuntos culturales. Allí realizó una ardua labor y aumentó su curriculum en el sector de la cultura, que le proporcionaría más tarde el premio de periodismo cultural "José Antonio Fernández de Castro". En 1970, pasó a Radio Reloj, donde todavía hoy se le ve siempre apurado y cultivando el mismo periodismo de calidad de antaño; pero ahora con el merecido lauro del Premio Nacional de la Radio desde el 2003.

"La mayoría de la gente es demasiado perezosa para pensar por su propia cuenta,

y está pronta a aceptar las opiniones que los periodistas dan"

Rafael Fariñas Rojas en El periodismo moderno, escuela americana.

"No hay cetro mejor que un buen periódico".

José Martí

Las seis décadas de profesión periodística de Juan Emilio Fríguls han transcurrido en momentos cruciales  de la historia cubana. Durante la República el termómetro de nuestra actividad periodística era la homóloga norteamericana. Esta profesión en los Estados Unidos ha manifestado desde su fundación como país un nivel de calidad y justa función dentro del entramado social; pero todo calco trae consigo consecuencias negativas. A través de la prensa norteamericana que llegaba a la Isla, se importaba también su way of life e ideología subyugadora. Si resultó positiva la influencia de la técnica periodísta, la tendencia extranjerizante provocó distorsiones, incluso en el desplazamiento de palabras en español por su equivalente en inglés.

El sistema de comunicación cubano estaba organizado a la usanza del país vecino: la constitución amparaba la libertad de prensa y expresión, y la práctica cotidiana la violaba. Al calor del trópico y la costumbre latinoamericana dictatorial, la constitución representaba una formalidad sobre la que se erigía el presidente de turno.

Su etapa de novato en la prensa se correspondió al poderío auténtico: la guerra fría, desatada después de la Segunda Conflagración Mundial, contra las corrientes más radicales de la izquierda, extendió una oleada a la Mayor de las Antillas por el canal de la metrópoli. El ataque directo lo recibieron las organizaciones cubanas de dichas ideologías. En 1952, toda libertad o derecho recibió el golpe de gracia con la usurpación de la silla presidencial por Batista. La prensa se dedicó, salvo escasas excepciones, a alabar al dictador.

El primero de enero de 1959 provocó un giro de 180 grados en la prensa cubana. Fríguls vio derrumbarse la práctica tradicional del periodismo, y comenzar a erigirse en su lugar un sistema centralizado, donde todos los medios pertenecían a instituciones de masas o políticas, se ampliaban los valores noticia y ponían en práctica diferentes mecanismos para interactuar con las fuentes y obtener la información. En Palabras a los intelectuales (1961), Fidel enfatizó en la generalizadora frase que regiría la labor intelectual cubana hasta la actualidad: "Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada".

P: ¿Qué funciones debe desempeñar la prensa dentro cualquier sociedad?

JEF: El papel de la prensa debe asumirse con un alto sentido de la ética (que salva a un periodista de cometer muchos errores), de la profesionalidad, desde el punto de vista de ofrecer una información bien realizada, y de cuanto representa tu labor para el país. Hay periodistas que llevan 25 años trabajando y no se han percatado de que puede ser un granito de arena para la superación de su Patria. No llevan dentro de su vocación el criterio de que están haciendo Patria.

P: Ni periodistas ni literatos acaban de lograr un consenso sobre la antiquísima polémica entre periodismo y literatura. ¿Es o no el periodismo, literatura?

JEF: El periodismo no es más que un género de la literatura. La verdadera crónica tiene un 50% de literatura y un 50% de periodismo. A veces se enriquece una crónica con un verso de X, o se inicia con él. Cuando se hace periodismo no se crea, se difunde, y en una crónica se crea, se inventa sobre la base de la realidad, o específicamente de un hecho noticioso. No es menos cierto que una información por muy bien escrita que este nunca será literatura.

P: Las exigencias del periodismo actual equidistan  de aquel donde usted se formó. ¿Se ha adaptado completamente a las nuevas demandas de la profesión?

JEF: No sé si sería esa característica de la juventud que se cree conocedor de todo, pero yo he perdido esa seguridad de mis primeros años en el periodismo frente a la máquina. Ahora con la computadora temo no captar las exigencias del periodismo actual.

P: ¿Existe para Juan Emilio Fríguls la objetividad?

JEF: ¡Cómo no va a existir! Lo que puede ser que determinado periodista no tenga el talento o el conocimiento para saber dónde está, o qué cosa es. La objetividad no la da la carrera periodística, sino tu conciencia personal, y tratar cada día de ser más objetivo. Esa es la ventaja que tiene el hombre de fe religiosa, le sirve para superarse y ser mejor persona cada día.

P: Después de tantos años de profesión debe atesorar muchos trucos y consejos para los que se inician en el periodismo...

JEF: Algo muy importante en el periodismo es que no se puede hacer nada en solitario. El periodista tiene que estar inmerso en su sociedad, ser actor, para poder obtener noticias de ella.

El verdadero periodista es aquel que le da luz inmediatamente a la información, y más se valora si se hace para la radio, que lleva intrínseco el valor de la inmediatez.

El buen periodista siempre puede encontrar una parte efectiva de su trabajo, sin que eso le afecte su ética profesional.

Hay periodistas que creen que las relaciones públicas se establecen solo con personas importantes. Cualquier persona puede proporcionar una información o un acceso a una fuente. Y muy importantes y difíciles son las relaciones con los propios colegas, que se niegan muchas veces a verificarte un dato. Hay que ayudar a todo el mundo porque tú no sabes si el compañero más pesado te salva en algún momento.

Un sabio español me recomendó una vez, que para revisar una información la leyera en voz alta, la musicalizara; y donde no sonara bien había algún error de sintaxis, de adjetivación. Eso nunca falla.

"La prensa es Vincio y Angelo, creadora del nuevo templo magno e invisible,

del que es hombre puro y trabajador, el bravo sacerdote".

José Martí

El diarismo ha consumido casi todo el tiempo de su vida profesional, aunque Fríguls siempre ha sido un hombre de varias redacciones y alternativas para sus palabras e ideas. Durante su juventud respondió a cinco redacciones diferentes, y buscaba por sí mismo todas sus fuentes y contactos. Sus superiores nunca pudieron proferir queja: el periodista cumplía a cabalidad las pautas de cada medio y se formaba un sello personal.

Cuando se escucha su nombre viene a la mente la premisa de noticias inolvidables para la historia nacional. Su gran mérito radica en el trabajo del día a día, en sacar a la luz con la rapidez de la profesionalidad, las noticias que hacen cada jornada diferente de la anterior. Sin embargo, un espacio de tiempo para trabajos más profundos, ha encontrado cabida en su apretada agenda: "Los catalanes en Cuba", "Las Iglesias de La Habana", un libro sobre Gaspar Pumarejo y un estudio de la obra de Juan Ramón Jiménez. La suerte lo ha abandonado cuando decide publicar algún libro; pero su espíritu jovial olvida esos momentos desagradables para recordar su presencia durante la presentación de Fidel en Santiago de Cuba. Su misión consistía en interceder por los moncadistas, y había sido asignada por el Cardenal Arteaga a un grupo de devotos y sacerdotes. Por supuesto que el periodista regresó con un trabajo para el Diario de la Marina, que sufriría un triste final.

JEF: El trabajo que yo realicé sobre la presentación de Fidel en Santiago de Cuba para el Diario de la Marina, antes de publicarlo lo tomó el censor asignado por Batista que estaba en la redacción para mostrárselo al Presidente. Lo devolvió lleno de tachaduras en rojo y ampliaciones del puño y letra de Batista. En una de esas ampliaciones llamaba a Fidel insurrecto y el Diario no lo publicó con ese calificativo, siempre mantuvo respeto, aún para sus propios enemigos.

P: ¿Cómo lograba obtener primicias tan codiciadas por los diferentes medios?

JEF: Casi siempre de casualidad, o mediante alguna relación importante, por ejemplo, en el año 1953, el ex asesor del General Marshall, William Poll, viene a Cuba para invertir en el negocio del cambio de tranvías por autobuses. Todos los medios estaban esperando coger a Poll para una foto y una entrevista, cuando saliera de su habitación en el Hotel Nacional. Yo le hacía las relaciones públicas a Julio Lobo, el azucarero, sin que nadie lo supiera porque después vendrían otros a pedirme el mismo servicio; y él me presentó a  William Poll para que yo le realizara la publicidad. A los diez días ya tenía el permiso para iniciar la propaganda, con la condición de que el reportaje fuera revisado por él.

El domingo yo llevaba mis colaboraciones a Bohemia y me encontré a Quevedo, el director, con un tremendísimo dolor de cabeza porque le iban a dar el palo y su periodista no había podido entrevistar a mister Poll.  Llamé a la secretaria de William Poll y este me dio la autorización de iniciar la propaganda sin cambiar el reportaje. Y Bohemia dio el palo con un reportaje enorme y muchas fotos.

La persistencia es el don principal de un periodista y gracias a él, Fríguls ha obtenido valiosas informaciones que engalanan su curriculum y  se convierten en nuevas historias para contar. La prensa revolucionaria de un tiempo a esta parte, mantiene el sistema de acreditación, desempeñado por la Agencia de Información Nacional. Su fino olfato, las relaciones de antaño y las que no deja de establecer todos los días, le han proporcionado nuevas buenas, amén de los impedimentos.

Bibliografía

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