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JULIO GARCÍA LUIS: UNA PRENSA QUE DIALOGUE

JULIO GARCÍA LUIS: UNA PRENSA QUE DIALOGUE

 

Bajo el control popular y con una gran autorregulación a partir de principios pertinentes al proyecto histórico del socialismo, así describe en su libro póstumo este maestro de periodistas el modelo de Periodismo que debería erigirse desde la sociedad cubana.

MSc. JESÚS ARENCIBIA LORENZO,
Profesor de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana,
Periodista de Juventud Rebelde. 

Un libro recorre las redacciones periodísticas de Cuba. Para algunos, constituye un excelente manual del oficio; para otros, la síntesis más elocuente de los esfuerzos que durante décadas han intentado diseñar un modelo de prensa genuino. Puede que alguien tan solo lo vea como un alegato; y habrá hasta quien le conceda el valor casi mítico de un testamento profesional. Nadie, creo, entre los periodistas cubanos, dejará al menos de interesarse en saber de qué van estas páginas, que a punto de agotar su primera edición, andan armándose ya para una segunda.

Revolución. Socialismo. Periodismo… es en este instante la noticia entre quienes hacen noticias. El volumen, de la Editorial Pablo de la Torriente, presentado durante el recién concluido IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), y acaso el documento programático más completo de la organización, lleva una firma que ennoblece al gremio: Julio García Luis (1942-2012).

Varias de las últimas generaciones de la prensa nacional lo tuvieron como profesor y Decano en las aulas de la Facultad de Comunicación; los reporteros y articulistas un poco más adultos lo recuerdan presidiendo, con mano sabia y escudo antiburócratas, los destinos gremiales a la entrada de la crisis terrible de los años 90 del pasado siglo; los veteranos de la escritura, evocan orgullosos sus tiempos de comentarista y cronista de viajes, integrando delegaciones de alta política, muchas veces junto a Fidel Castro.

Casi todos lo que más recuerdan de este Premio Nacional de Periodismo José Martí es su decencia; su ética de manga larga, que lo acompañaba tanto en la discusión de un titular, el tribunal de una tesis o el trabajo voluntario junto a sus alumnos. Así era Julito, dicen los colegas. Y no hace falta explicar más.

Pero Revolución. Socialismo. Periodismo…, colosal estudio que partiera de su tesis de doctorado, llega cuando su autor ya no está. Y urge conversar con el libro, que es como leer al hombre que lo engendró. En el caso de Julio, eso no será difícil por dos motivos esenciales. Primero, porque era de los escritores que encuentran en la letra impresa el sabor auténtico de una buena conversación; segundo, porque pertenecía al círculo de los pocos seres humanos que pueden leerse de arriba abajo, de la juventud a la adultez, de la piel a los recuerdos y siempre ofrecen los mismos significados: aquellos que dignifican a sus semejantes.

Sobre periodismo, periodistas, modelos de prensa, y futuro de los medios versa esta entrevista imaginaria...

—Profesor, ¿por qué Usted afirma que se trata de un volumen «tardío»?

«Porque es un libro que ya estaba escrito. Solo faltaba ponerlo en blanco y negro. Lo escribió, hace ya largo tiempo, el debate y la experiencia de los periodistas cubanos. No conozco a alguno que no comparta esta o similares preocupaciones». (1)

—¿Cuál sería la pregunta central de la investigación?

«¿Es viable una alternativa revolucionaria y socialista al modelo de prensa liberal, que no encaje a su vez en un patrón ideológico decimonónico o en uno de tipo soviético o de prensa de Estado?

»En otros términos: ¿cuáles pudieran ser las potencialidades del socialismo para generar un mejor periodismo, capaz de cumplir una función más eficaz de legitimación y fortalecimiento del sistema?»

—Entonces el objetivo principal sería…

«Analizar a fondo la perspectiva de cuál es, en nuestro humilde criterio, el modelo cubano de prensa que más puede convenir a nuestros planes de actualización del proyecto socialista, y el que más puede convenir, a la inversa, a los planes de la clase política estadounidense en sus pretensiones de desmontar desde dentro la sociedad cubana y recolonizar a nuestro país».

—¿Cómo pudiera definir, brevemente, al Periodismo?

«En tanto manifestación de la comunicación y la cultura, es al igual que la literatura un organismo vivo que construye sin cesar sus lenguajes, géneros, formas y capacidades de relacionarse con la realidad. El Periodismo en cada época crea sus paradigmas, sus modos de hacer, su estado del arte. Se adapta, desarrolla y hace suyos los distintos medios, soportes y tecnologías que le sirven. Al mismo tiempo, como parte del cuerpo social, se expresa en determinadas formas de propiedad y gestión, que a su vez se vinculan a la organización de la labor periodística, sus ideologías y rutinas profesionales, y sus relaciones con los sistemas político, económico y cultural de la sociedad».

—El modelo de prensa de mercado, ajustado al liberalismo fundador de la Primera Enmienda estadounidense se ha presentado por mucho tiempo como el paradigma incuestionable, ¿cómo podría rebatirse esta perspectiva?

«Bastaría aplicarle (…) la misma lógica con que Marx y Engels (1969) en el Manifiesto Comunista de 1948 emplazaron a los capitalistas: “Ustedes se horrorizan ante nuestra intención de acabar con la propiedad privada. Pero en su sociedad la propiedad privada ya ha sido eliminada para el noventa por ciento de la población; su existencia para unos pocos es solo posible debido a la no existencia para ese noventa por ciento”. (…) Hoy pudiéramos preguntar, igualmente, ¿qué libertad de prensa es esta que descansa en privar del derecho a poseer y utilizar los medios a mucho más que aquel noventa por ciento de la población, y concentrarlo en gigantescos conglomerados y monopolios transnacionales?».

—Pero criticar ese sistema solamente no garantiza superarlo…

«La crítica teórica o moral no será completa y consecuente si ella no es capaz de gestar una mejor versión profesional del periodismo. Cabe asociar esta idea con el concepto de crítica que, en el terreno literario, estableció Ernest Hemingway en su clásica entrevista cuando vivía y trabajaba en el islote de Bimini: para él criticar como escritor a Stendhal era llegar a escribir mejor que Stendhal. Otra cosa no valía».

—Y eso, obviamente, no lo logró el andamiaje periodístico de la URSS…                         

«Más de 70 años del modelo de prensa soviético-estalinista no fueron capaces de formar una opinión pública alerta, informada y crítica, sino que indujeron, por el contrario, al aislacionismo, la pasividad, la pérdida de confianza y la deslegitimación del liderazgo.

«Como presenciamos durante décadas, el sistema soviético buscaba sus principales enemigos en algunos connotados intelectuales disidentes, capaces de provocar algún ruido y recibir amplias coberturas de la prensa occidental. El verdadero enemigo del socialismo, sin embargo, resultó ser la burocracia corrupta y privilegiada, que había desarrollado interesas propios y fue capaz de vender al país por sus ambiciones de riqueza y poder». (…)

«Una amarga verdad se hizo evidente: la Unión Soviética y su Partido Comunista creían tener prensa, pero el modelo asumido bajo el supuesto de contar con todas las ventajas y evitar todas las desventajas, no fue capaz de crear auténtico periodismo, y llegado el momento los dejó inermes frente a sus adversarios.

—En nuestro país, ¿se calcó en algún momento esa visión y gestión del periodismo soviético?

«Lo más exacto (…) sería decir que en Cuba no hubo una transposición consciente del modelo soviético de prensa, sino la asunción de un sistema en parte similar al soviético en cuanto a la estructuración del Partido y la organización y gestión de la sociedad, la economía y la política, el cual condujo, en su momento a generar una fórmula de prensa que, aunque endógena, se aproximó en varias dimensiones a las características del tan criticado y hoy desaparecido modelo»…

—Y esto condujo a distorsiones garrafales…

«Se llegó a la etapa en que un Secretario del Comité Central concibió que la prensa funcionaría en base a planes de trabajo, los cuales debían ser entregados y centralizados en el aparato del Partido. Nadie ha podido saber nunca para qué servían y qué se hacía con aquellos planes. Claro está que no era un asunto de personas, sino de concepciones». (…)

«Los conceptos de noticia y de servicio público fueron subordinados y a veces sustituidos por la propaganda de actos, actividades superestructurales y efemérides. Sobre la información se estableció un método administrativo. Los dirigentes de la gestión productiva y social se erigieron a la vez en administradores de lo que podía o no divulgarse. El papel de los periodistas y cuadros de la prensa quedó inhibido y reducido en ocasiones al de intermediarios desprovistos de opinión. Fue anulada la saludable misión de contrapartida que debía desempeñar en la sociedad una prensa indagadora, ágil, analítica y orientadora, solo comprometida con los intereses superiores del Partido y la Revolución».

—Sin embargo, en varios momentos desde la dirección política cubana se pretendió corregir estas visiones erróneas y encaminarse hacia un periodismo militante, creador, auténticamente crítico. Hay al respecto documentos, discursos, indicaciones de mediados de la década del 70 y 80 del pasado siglo…

«A despecho de las reiteradas intervenciones, indicaciones y normativas de la alta dirección del país, fue imposible modificar el estilo, contenido y forma de actuación de la prensa. Se puso de relieve lo difícil, por no decir lo imposible, que resultaba todo intento de reajustar el funcionamiento de la prensa desde afuera». (…)

«La autoridad de los directivos y la participación de los colectivos de periodistas en las políticas editoriales fueron reconocidas como indispensables hace ya cerca de cuatro décadas. El Partido lo ha reiterado varias veces. Pero ellas, en los hechos, han estado limitadas o reducidas por un contexto en el cual cada organismo administrativo ha convertido la información en un feudo particular».

—Profesor, de acuerdo con su investigación, que incluyó entrevistas y talleres con buena parte del gremio periodístico cubano, ¿cómo podría revertirse tal situación?

«El estudio parece hallar consenso en cuanto a que el principal potencial para el mejoramiento de la prensa cubana y la solución de sus problemas está en lograr una adecuada correlación entre la regulación externa, que debiera ser mínima y razonada, según algunos criterios, y que determine su autoridad y su capacidad de acción, según otros, y la autorregulación interna, a la cual se le atribuyen las mayores posibilidades para lograr calidad y eficacia en los mensajes, sobre todo si está caracterizada por la participación conjunta de directivos y periodistas en la ejecución responsable del perfil informativo de cada medio».

—Esto se traduciría en qué tipo de prensa…

«En primer lugar, una prensa que dialogue con el pueblo, no que transmita al pueblo. Que se prealimente, y que no se limite a retroalimentarse como hace con fines totalmente instrumentales la prensa burguesa. Una prensa bajo el control popular pero con una alta autorregulación a partir de principios éticos, filosóficos, políticos y profesionales compartidos y pertinentes al proyecto histórico del socialismo».

—Pero una transformación tal deberá incluir a muchos protagonistas, no solo los agentes periodísticos…

«No puede ser una aspiración o un cometido exclusivo de los medios, los periodistas o los directivos de la prensa, sino un propósito de toda la sociedad, que implica reflexiones y acciones tanto en la propia prensa como en las fuentes e información, en el Partido, en todas las instituciones de la sociedad y, especialmente, en los propios paradigmas culturales de los receptores, es decir, en las expectativas hacia los medios de un pueblo más culto y preparado en todos los sentidos».

—Usted parece convencido de las potencialidades para lograr ese cambio. ¿Cuánto aportaría en sentido histórico, si efectivamente fuera posible?

«Asistiríamos, en fin, a la experiencia de incalculable valor de un sistema de prensa socialista que pone a prueba su capacidad para generar mejor periodismo que la prensa del capitalismo, no ya solo por sus líneas políticas y éticas, sino, además por la calidad intrínseca de su producción profesional. Las ideas marxistas y socialistas esperan desde hace más de un siglo por esa validación».  

Nota: Todas las respuestas de este diálogo imaginario pertenecen, textualmente, al volumen Revolución. Socialismo. Periodismo. La prensa y los periodistas cubanos ante el siglo XXI. Editorial Pablo de la Torriente. La Habana. 2013, de Julio García Luis.          

PREPÁRENSE A VIVIR

PREPÁRENSE A VIVIR

 

Palabras de presentación en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, del libro de crónicas de Cuito Cuanavale, del periodista y profesor Roger Ricardo Luis, director de Investigaciones del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.

 

MSc. IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ,
Profesora de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Solo hace pocos días, escribí a Roger, y cito: “Acabo de llegar de Verde Olivo con la inmensa emoción de tocar y oler tu libro. Te confieso que, ante los dos alumnos que me acompañaron para cargar los ejemplares que te reservaron, sentí quebrarse mi voz, pues de golpe reviví esa etapa indeleble de nuestras vidas, y aquella anécdota del militar que me traía tus cartas, pero, recuerda la época, eran tiempos en que cuando un oficial tocaba a la puerta de la casa, era porque traía la chapilla de un héroe. Hoy nos puede causar risa, pero yo, entonces llorando, solo le decía: Dígame todo, dígamelo ya.

“Ahora estoy sola y lloro desconsoladamente recordando a Cuito y a Nicaragua, recordando también el desastre de Vargas. Nada podrá hacerme olvidar esas experiencias traumáticas en mi vida, pues si bien de los protagonistas es la gloria, la valentía, el coraje de estar en lo más bravo de los acontecimientos y sobreponerse a cualquier humano miedo, no es menos cierto que quienes quedamos en la retaguardia sufrimos con creces y solo la convicción de los ideales nos hizo ser fuertes”. Fin de la cita.

Amigos, desde mi personal experiencia de Penélope repetida, estoy convencida de que un corresponsal cubano cuando va a la guerra no piensa en escribir libros; piensa, sí, en la enorme responsabilidad de reportar sucesos irrepetibles de los cuales no será testigo aséptico, sino partícipe del fuego que puede a él mismo darle pasaporte sin regreso. He ahí la enorme grandeza del corresponsal cubano: desinterés, bravura, ideales que defiende a riesgo de su vida, pero pensando en ella para vivirla plenamente. Un corresponsal de guerra cubano lleva siempre en su mochila el compromiso con lo que le es más sagrado.

Hoy, veo una y otra vez Prepárense a vivir, una hermosa segunda edición de la Editorial Verde Olivo, en cuyas páginas Roger adicionó trabajos inéditos y sus evocaciones de 20 años después de la gesta cubana en Angola. Fueron crónicas escritas con la premura por revelar hechos recientes, hablar sobre el coraje de los compatriotas, gente sencilla que no pidió nada a cambio, como signo meritorio de su humana solidaridad.

Con alma y corazón puestos en cada línea enmarañada de letra hirsuta -que hacía que desde el periódico Granma las enviaran a nuestra casa para descifrarlas-, Roger escribió aquellas crónicas, muchas de ellas al pie de una trinchera. Así, el periódico expandía por la Isla la autenticidad de cuanto ocurría en la difícil etapa en que Sudáfrica y la UNITA intentaron socavar la seguridad del proceso revolucionario angolano.

En esas crónicas está la visión de un hombre con profunda sensibilidad humana, capaz de asumir riesgos sin jamás jactarse de protagonismos ni esperar elogios, sino con el único interés de que su pueblo conociera la grandeza de sus hombres defendiendo paradigmas universales.

Roger hoy está entre ustedes, casi recién llegado de otras nuevas tareas. Estuvo donde el deber le necesitó, como antes en Nicaragua y Angola y muchos años después en Venezuela y sus cerros en apoteosis. Siempre que se le ha convocado, su mochila sempiterna está presta a cargar las armas amadas del periodista revolucionario: bolígrafo y agenda. Quizás ese sea su mejor legado a quienes forma desde las entrañables aulas de la carrera de Periodismo, su otro espacio infinito.

Muchas gracias.

 

LA MALDICIÓN DEL AVESTRUZ

LA MALDICIÓN DEL AVESTRUZ

Presentación del libro homónimo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.

MSc. IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ,

Editora de mesadetrabajo y Profesora Auxiliar de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.

Blog docente: http://islalsur.blogia.com/

islalsur@yahoo.es

He leído con pocas interrupciones La maldición del avestruz. Casi podría decir de un tirón, si no fuera por las inevitables paradas que imponen la vida académica, los compromisos personales, el teléfono auxiliador y los impostergables y adorables quehaceres hogareños que gravitan sobre la mayoría de las mujeres cubanas y no respetan ni responsabilidades sociales ni "moños virados", como diría algún avileño.

Pese a ello, tengo la certeza de haber leído página a página sin resuello. Antes bien: con gozo. Esa sensación de tiempo continuado me llega, entonces, por un estado permanente de reencuentro, análisis, confrontación o aprobación de sus textos, entregados por sus autores con hechura buena, tan buena, que pueden parecer para cualquier lector salidos de sus propias vivencias, de sus mismas palabras. Y eso, lo sabemos los periodistas, es la medida exacta de que nuestro trabajo ha hecho diana en el receptor.

Quizás este sea el primer mérito de los casi 70 trabajos de opinión del colectivo de autores de Juventud Rebelde, presentados por la Casa Editora Abril. Casi 70 historias bien contadas no porque con afán perfeccionista se haya registrado minuciosamente el orden del sujeto, más el verbo, más el predicado en cada núcleo de ideas, sino porque éstas han sido expuestas desde el corazón, con la razón.

¿Y es posible el abrazo?, pudiera preguntar un desentendido en materia de periodismo, pero los que aquí estamos sabemos que no solo es posible, sino necesario, en un trabajo que no debiera arruinar las expectativas de su público meta con abigarramientos de datos, oscuridad en los términos empleados y que esconden las propias incapacidades para la comprensión del fenómeno que se aborda, la pesadez y arrogancia en la expresión, y los sermones filosóficos que poca o ninguna huella dejan tras su lectura.

Acá se ha buscado como continente del contenido, básicamente, el comentario y la crónica opinática. Dos géneros periodísticos comprometidos y comprometedores, y en los que los autores han eludido con acierto el didactismo y el estilo doctrinario que, desafortunadamente, suele aparecer en nuestra prensa con más recurrencia que la deseada, o necesaria, o justificada. Ellos no nos están diciendo todo en sus textos, no nos imponen, no critican desde posturas catequísticas, no dan conclusiones absolutas ni arrinconan nuestra propia suerte de seres pensantes.

Alina, Agnerys, Pepe, Sexto, Ronquillo, José Aurelio, Osviel, Luis Raúl, Luque, Nelson y Tamayo parten de historias y opiniones sentidas, asimiladas, vividas, analizadas, sufridas, contextualizadas en su dimensión y visión particular que las universaliza, para dejarnos en el placer de pensar, valorar, sopesar y llegar a nuestras propias lógicas como sujetos pensantes no necesariamente opuestos.  

Ha sido una fiesta la lectura y una propuesta a meditar para la docencia. En un momento en que la bibliografía práctica del patio a consultar es un acto difícil, La maldición del avestruz al compilar estos casi 70 trabajos ofrece la posibilidad a los profesores de llevar a las aulas textos actuales nacidos de las urgencias y emergencias del cubano de hoy, narrados de manera concisa, clara y elegante como marcan las reglas más elementales del periodismo, a la vez que las estructuras lógicas y flexibles que presentan son indicadoras de permanentes propuestas creativas en una profesión irreverente a las fórmulas.

Son trabajos en los que inteligentemente se ha evitado el estilo asertivo de afirmaciones irrevocables, para dar paso a la persuasión seductora, creativa, asentada ésta en la argumentación, el razonamiento y el análisis y sazonada con la anécdota, la ironía, el humor, la cita, el dato, la frase popular, la información factual y las esencias de un hecho, todo sostenido de manera audaz, que no altisonante, ni ampulosa, ni estirada, sino con tonos desenfadados, a veces casi coloquiales.

Ese es, a mi modo de ver, otro gran acierto de estos trabajos: el de no cerrar la opinión a una sola voz: la del constructor del mensaje. La no negación de interpretaciones al lector. El no despojar al receptor de su propia mirada crítica ante el hecho comunicativo.

Por el contrario, ellos se arriman a modos de expresión que redimensionan la opinión propia para hacerla un producto participativo y robustecido con la voz de todos.

Saludemos desde la Academia, entonces, este esfuerzo del colectivo de autores de Juventud Rebelde y de la Casa Editora Abril. De esa unión que parece abrazar al poeta Baudelaire cuando expresara: "...la mejor crítica es la que resulta entretenida y poética; no esa otra fría y algebraica que, bajo pretexto de explicarlo todo, no tiene odio ni amor y se despoja voluntariamente de toda especie de temperamento".

 

REGALO PARA ESTE JUEVES

REGALO PARA ESTE JUEVES

Presentación en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana del libro Regalos de jueves, de Guillermo Cabrera, director del Instituto Internacional de Periodismo José Martí. 

MSc. ROGER RICARDO LUIS,

Director de Investigaciones del Instituto Internacional de Periodismo José Martí y Profesor Titular de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.

La invitación a presentar Regalos de jueves, de nuestro colega y amigo Guillermo Cabrera Álvarez, en este auditorio de estudiantes, profesores y profesionales del periodismo me impone un reto, puesto que estoy ante una tropa de "tecleros" que han disfrutado del "pi" al "pa" de una lectura singular y entrañable. Simplemente, quiero resaltar aquellos valores que, a mi juicio, se convierten en paradigmas para alcanzar el periodismo humano al que siempre debemos aspirar.

Definitivamente, Regalo de jueves es un libro raro.

Y lo es por muchas razones.

Primero, porque nace de un ejercicio periodístico poco común en nuestros días; un periodismo que nace de la cotidianidad y navega sorteando los lugares lamentablemente comunes del consignismo, la mediocridad, lo intranscendente y el maniqueísmo.

Surge desde La tecla ocurrente, una sección hasta ahora inédita en el acontecer de la palabra impresa y que dialoga de manera plural cada semana desde la vida misma.

La tecla ocurrente, me atrevería a decir, es un fenómeno sociológico avalado por los miles de "tecleros" que por todo el país se han constituido en peñas que bien pudieran agruparse en el partido de la vida y el amor.

¿Dónde está la clave de ese fenómeno?

Tal vez en la infrecuencia de este tipo de espacio en nuestros medios de comunicación, pero eso sería quedarse en la epidermis del asunto.

Con apenas 60 líneas, el autor logra tensar las cuerdas de la sensibilidad humana desde la sutil vehemencia o el más fino humor para llevarnos del "yo" de todos al íntimo "nosotros" y hacernos hacedores de lo perdurable, cultivadores del alma.

Ahí radica una de las claves del buen periodismo.

A ello súmese que está escrito desde la erudición llana y coherente; desde la redacción limpia, diáfana, cuidada, ajena a rebuscamientos; sin abrumarnos desde doctas y paternalistas posiciones de consejero imparcial y aséptico. 

Eso, indiscutiblemente, sólo se logra desde la sencillez y la nobleza, desde la inteligencia y la ternura, desde la cultura y la audacia, desde la profesionalidad y la experiencia de quien la escribe.

Por todas estas razones digo que Regalo de jueves es un libro raro, felizmente raro. Es un manantial donde nos miramos y nos vemos todos reflejados, del que podemos beber para ser cada día mejores personas.

Hoy es jueves, pues regalémonos este canto a la vida.

LA NOTA

LA NOTA

Doctora Miriam Rodríguez Betancourt,

Profesora Consultante de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana  

Un libro, aun un libro escrito para la docencia, puede pecar de soberbia si establece distancias con los lectores o impone el criterio profesoral desde la posición decisoria que la autoría presupone. 

De este peligro latente supo desprenderse Iraida Calzadilla; soy testigo de su preocupación por escribir un texto abierto, por sugerir más que por dictaminar, estando consciente, además, de que ningún género podía ser más proclive a la camisa de fuerza que la nota informativa. Así que ese es un mérito de su trabajo, y no es poco mérito en verdad cuando se recuerdan tantos manuales, folletos y similares cuya obsesión radica, justamente, en negar participación al receptor obligado a aceptar definiciones y modos de hacer canonizados por la experiencia al uso y el peso muerto, pero actuante, de la tradición. 

Para lograr tal acierto, la autora no regatea, sin embargo, en ofrecer un amplio panorama de criterios de expertos y estudiosos del género objeto de su investigación, que incluye la referencia indispensable al concepto de construcción de la noticia en tanto producto y resultado de las rutinas productivas y las ideologías profesionales del ámbito mediático. 

Al recorrido teórico-conceptual correspondiente a la nota informativa o información, exhaustivo pues abarca también el proceso de titulación, lo complementan las ejemplificaciones no solo abundantes sino claras y diversas, y siempre en el nivel de proposición al que aludíamos. Por último, se presenta una relación bibliográfica que servirá a los estudiantes y a los lectores interesados que quieran ampliar, comparar y hasta disentir. 

Iraida ha pensado, sobre todo, en la práctica de la prensa cubana no a partir de lo que debe hacerse según reza la teoría, sino de lo que se hace (bien) en nuestros medios escritos; de ahí que los ejemplos muestren autenticidad y faciliten lo que se quiere ilustrar. 

Lo dicho sería suficiente para ponderar las cualidades de La Nota, para destacar su utilidad como libro por los valores didácticos que en él se aprecian, para celebrar su aparición en un panorama bibliográfico pobre sobre géneros periodísticos, especialmente de autores cubanos. Pero acerca de esta obra falta por resaltar otros méritos. 

Uno de ellos —si me llevo por la justicia yo diría que el primero y mayor— el abordar con rigor el estudio de un género olvidado, subestimado, algunas veces vilipendiado y, paradójicamente, imprescindible, como es la nota informativa. Esa nota informativa que da cuenta de lo que acontece sin intervención aparente del periodista, sin el brillo y el esplendor que a otros géneros acompaña, fiel relatora de cualquier suceso, trascendente y trivial; tan simple, tan del pan ganar… y con la que, en tantas ocasiones, avezados periodistas estrellas no dan pie con bola. 

La otra virtud, que también tiene que ver con la ética y la justicia: la de registrar minuciosamente, y mencionar con igual precisión, los textos, folletos, artículos, e incluso intervenciones en foros y seminarios, de periodistas y profesores cubanos relacionados con los géneros. Ese es un acto de reconocimiento y de gratitud que honra, en primer término, a la autora, y que al mismo tiempo, como seguramente fue propósito de ella, revela nuestra orfandad teórica y, por consiguiente, cuánto debíamos hacer por incrementar la producción sobre materias periodísticas tanto desde la academia como desde las redacciones. 

Entre nosotros, los que respetamos la nota informativa y reconocemos la utilidad de una obra que ayuda a redactarla bien, siempre será bienvenido un libro como este de la periodista y profesora Iraida Calzadilla, escrito con la misma pasión y modestia con que ha entregado centenares de informaciones al diarismo cubano.    

¿Periodismo versus literatura?

¿Periodismo versus literatura?

Lic. Eduardo Montes de Oca,

periodista de la Revista Bohemia. 

La determinación del sexo de los ángeles –sin que ni uno de ellos bajara de su nube a mostrar sus partes pudendas- y la épica batalla mental por adivinar cuántos de esos seres alados alcanzan a copar la cabeza de un alfiler eran objetos privilegiados en las torrentosas discusiones de Bizancio; de ahí que, hoy, discusión bizantina sea aquella que no conduce a puerto seguro, la baldía, la que huelga. 

Y Bizancio se proyectó en el tiempo. Y un día su espíritu dialógico llegó a una liza donde lánguidos diletantes acusaban, acusan, al periodismo casi de palafrenero ante la literatura. Volatinero, frío, somero, de sentimiento descafeinado…

He ahí los términos con que “eximias” plumas lo han condenado a la hecatombe del descrédito. En arrebatada contrapartida, algún que otro portaestandarte del periodismo ha llamado “literatura” a la mera palabrería –se subraya con gesto adusto y ademán desdeñoso: “eso es literatura”-, airado porque ciertos pontífices de las letras se apartan con remilgos de damita encopetada del hecho noticioso y noticiable, concreto y objetivo que constituye el alimento del periodismo. 

Periodismo y literatura; periodismo o literatura. El cubano Luis Sexto se atreve a meter baza en un dilema harto espinoso, por la prolijidad de comentarios y comentaristas, y sale incólume y victorioso en el empeño. Ha puesto su pica en Flandes. Nos emociona y convierte en cómplices no sólo con sus conclusiones, sino con el modo como desgrana la argumentación en su libro Periodismo y Literatura: El arte de las alianzas, refundición del recién publicado Estrictamente personal: Notas de clases sobre el periodismo literario, enriquecida con un capítulo sobre el estilo y una selección de reportajes paradigmáticos, que califica de casi ejemplares. 

Las líneas que corren ante nuestra vista, debidas a la editorial Pablo de la Torriente Brau, llevan la impronta de la elección, el vocablo justo, la frase rítmica y una proverbial hondura de pensamiento. Excelente ensayo este que, con lenguaje pulcro, señorial, nos convence, y, con hechura vigorosa, nos persuade de la cercanía vital del periodismo y la literatura, y de que el periodismo literario viene a resultar síntesis de ese par dialéctico, literatura-tesis, periodismo-antítesis, o periodismo-tesis, literatura-antítesis, que algunos juran apreciar y hacen notar en encendidas polémicas. 

Sí, ante nosotros discurren pruebas fehacientes, conceptuosas, de que el periodismo suele pedir préstamos a la literatura, para devenir literatura otra, que bien podría llamarse periodismo literario.

Y aquí llega lo bueno, o lo mejor. Mientras algunos -¿muchos?- no osan trascender manuales útiles en su tiempo, tiempo ya ido, Sexto truena contra el exceso de sometimiento a las normas convencionales, el fanático culto a la despersonalización, apropiada siempre que no se pretenda absoluta, algo común para escribanos obcecados en camuflar la sequedad, la frialdad, la superficialidad de sus prosas bajo el manto cómodo de una frase de resonancia tartufesca mil veces reproducida: “Escribe lo más sencillo que se pueda, para que el pueblo te entienda”. Frase que juzga al pueblo ignaro por los siglos de los siglos. 

El autor rompe lanzas contra quienes ejercen el oficio como empleo, que no como vocación. Aquellos que se arrullan con una magra cultura, dos o tres reglas rumiadas y la consabida carencia de creatividad. Quien apure este estudio seguramente se reafirmará en que el periodismo literario no nació con Tom Wolfe y otros, eso sí, egregios representantes -¿acaso algo nuevo respira bajo el Sol?-.

El Norte suele considerarse ombligo y hontanar de lo humano y lo divino, diría el célebre filósofo Inmanuel von Perogrullo si asistiera a este convite.

En Martí, cerebro y miocardio incomparables, estaba ya el periodismo literario -como estuvo en Víctor Hugo y similares titanes de la literatura-, que quizás algún día podamos considerar periodismo otro. 

En tanto esperamos la novela, el libro de relatos, los de crónicas, que aguardan en las gavetas del escritorio de Luis, bien valdría una misa abrir las páginas de este ensayo, que nos dispensa el don inapreciable de la duda, porque, con esta obra de innúmeros quilates, el colega y académico ha buscado desencadenar la duda. Pero una duda cartesiana, asaz útil, que impele a los periodistas a reconsiderar lo hecho hasta ahora, y que unge a los lectores con el bálsamo benéfico de la esperanza. 

La esperanza de que el periodismo se siente sin complejos a la mesa del banquete platónico en la ancha, multiforme república de las letras.