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ALÁNIMO, ¿LA FUENTE SE ROMPIÓ?

ALÁNIMO, ¿LA FUENTE SE ROMPIÓ?

Conferencia en Festival de la Prensa Escrita de La Habana.

Dra. IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ,
Profesora de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Editora de mesadetrabajo.

Cuando me pidieron hablar sobre las fuentes informativas quedé varada ante dos perspectivas de abordar el asunto. La primera supone la posición del docente que explica a los estudiantes las múltiples clasificaciones que dan los especialistas sobre las fuentes, entendiéndose estas como el sujeto u objeto que propicie, contenga, facilite y transmita información, y que manoseadamente encontramos en cuanto folleto y artículo se publica acerca de cómo buscar, acceder y construir la noticia.

Es decir, clasificaciones que abarcan conceptualmente a las fuentes por grupos que van desde las documentales y no documentales, tradicionales y no tradicionales, permanentes y transitorias, primarias y secundarias, y directas, indirectas y complementarias, hasta una inagotable lista en las que están incluidas las fuentes personales, temporales, asiduas, de contenido informativo, generales, privadas, confidenciales, voluntarias, involuntarias, las implicadas y las ajenas, en un inventario en el que no pocas veces percibo solo cambios de denominaciones, más que de contenidos sólidos en busca de un camino definitorio y simple.

La otra perspectiva no desestima la posición del docente –siempre obligado a transmitir sus experiencias a quienes se forman en la profesión-, pero va más ceñida a los hacedores de la información, a los periodistas enfrentados a la doble disposición que entraña la búsqueda personal de lo noticioso y la aceptación de la noticia que sin permiso llega a la redacción.

Y como buscar la noticia es el acto en sí que define al profesional del sector, trato, entonces, de delimitar más la línea de análisis y sustentarlo en la avalancha de notas, citaciones, declaraciones e impresos que unas veces nos acechan y otras nos salvan, y a las que inevitablemente debemos acudir. Estoy hablando de las notas que llegan por plan de organismos, ministerios, organizaciones e instituciones y cubren, abarrotan y se imponen las más de las veces en las mesas de redacción de cualquier informativo. Y aclaro: sea cual sea el informativo, pues tal situación se ha convertido en un problema universal que refieren no pocos estudiosos.

Antes los emisores de éstos ejemplos mencionados se llamaban Departamentos de Divulgación. Ya no, a la vuelta de años de transformaciones, avances y retrocesos no solo en el periodismo, sino en toda la amplia esfera de la comunicación social, la denominación se ha ampliado y hoy pueden ser también, según la posición que desempeñen, departamentos de Relaciones Públicas, de Promoción, de Relaciones Internacionales; sin embargo, la más contemporánea es la de Gabinete de Prensa, aunque existen otras maneras diversas de llamarlos.

Pero, lo que nos ocupa no es el nombre, sino la pasmosa y cada vez mayor influencia que ejercen esas entidades en nuestros medios informativos, el cerco que imponen a la noticia, la centralización de la misma y la uniformidad con que los mensajes están llegando a los públicos.

Mauro Wolf, en Los emisores de noticias en la investigación sobre comunicación, apunta: “El aumento de los flujos de información que entran en las redacciones ha llevado a una cierta burocratización del trabajo periodístico: hoy, sectores enteros de la redacción son verdaderos y auténticos seleccionadores de flujos ingentes de noticias que llegan a las redacciones bajo formas que permiten la casi inmediata publicación. Pero este incremento de los flujos de noticias y de trabajo no se traduce en un proyecto más esmerado de los periódicos, en selecciones más razonadas y profundizadas. Las redacciones son cada vez más dependientes de las agencias, de las fuentes, cada vez están más constreñidas a adecuarse a criterios de relevancia establecidos por las redes de las agencias.

“Los flujos de noticias que permiten tanto las nuevas tecnologías como las conexiones con las agencias y con las otras fuentes estables hacen que la recogida de noticias no sea ya un problema: las funciones de control del flujo se convierten en primarias. Ahora se ha hecho normal decir y pensar que no son los periodistas quienes deben buscar las noticias, sino que son las noticias quienes buscan a los periodistas. La relación entre la recogida de las noticias y la confección del periódico ha recibido un impulso que ha modificado el equilibrio entre estas dos funciones”.

Dejo sentada una cuestión: no estoy en contra de tales departamentos, imprescindible hoy para cualquier organización que necesite comunicar sistemáticamente su imagen, cualquiera sea el caso. Estoy refiriéndome al uso abusivo que en ocasiones hacen de su ejercicio y la comodidad que va sedimentando en los profesionales de la prensa la no búsqueda de la noticia y la aceptación pasiva y acrítica de todo cuanto “baje” institucional y oficialmente.

Y este fenómeno es mundial. La profesión cada vez parece despeñarse más hacia el arrecife de las notas que llegan mediante las redes establecidas y todo lo que se genera fuera de ellas pierde inevitablemente valores noticiables o, al menos, disminuyen de forma considerable. Es decir, se asiste a una burocratización de las redacciones, a un no actuar, no decidir, no publicar, en tanto las informaciones no vengan con el salvoconducto de lo oficial.

Apenas unos años atrás los periodistas acudíamos a nuestras fuentes en cualquiera de los niveles con mayor libertad. Una presentación, o una llamada eran suficientes para establecer un contacto o conocer sobre aquello que necesitábamos para elaborar una nota. Las relaciones personales eran una vía infalible para estar al tanto de lo que acontecía en nuestras respectivas áreas de atención, y las fuentes no dudaban en darnos aquello que sabían era noticia y tenían la seguridad del buen uso que daríamos al dato, a la cifra, a la cita, a la recomendación, y hasta a la patética frase de “no puedo hablar de eso ahora”. Haber ganado respetabilidad ante nuestras fuentes era el abracadabra de cualquier reportero.

Hoy no. Hoy se puede ser un reportero muy respetado por la fuente, un profesional reconocido, pero una simple respuesta requiere en no pocas ocasiones de la autorización del departamento instituido en su nivel más alto, el que deberá dar su fallo al intermedio y éste al municipal y después a la base. Un ciclo que puede demorar un día o un mes, o no darse nunca una respuesta, perdida ésta en la intríngulis de las confirmaciones que las más de las veces tienen que ver con el rechazo ante un cuestionamiento inquisidor, a una pregunta que falsamente se considera que debe contar con la aprobación de las más altas esferas decisoras, a un celo excesivo que centraliza toda información por oportuna que sea su divulgación.

Estamos asistiendo a un alarmante crecimiento en la mediación institucionalizada de la información. Es esto, y no aquello, lo que la fuente quiere que se diga. No es infrecuente que un reportero invierta muchas jornadas en la investigación de un asunto que después no saldrá a la luz pública porque los decidores fundamentales simplemente dieron la callada por respuesta. Ni siquiera están obligados a dar argumentos acerca del por qué del silencio. Simplemente es así: lo tomas o lo dejas, mostrando con ello irrespeto por la función social de la prensa, desestimulando la labor creativa, de análisis y reflexión del periodista, imponiendo la agenda informativa que interesa a sus entidades y no la que requiere el pueblo, ávido de noticias que de veras repercutan en la sociedad y, al no encontrarlas en los diferentes soportes mediáticos, acuden a la voz pública, corriendo el riesgo que entraña la dinámica del rumor y, en consecuencia, la pérdida de información verdadera y la distorsión de la realidad. Corriendo el peligro de la no credibilidad de la prensa porque supone que ésta no es profesional, que no ve las cosas, que vive en la estratosfera, o que está maniata por determinadas agendas.

Wolf, en la obra citada, señala: “Como se ha dicho antes, esta tendencia no sólo aumenta y ensancha el campo de la visibilidad de lo social, sino que también, y es éste el interés desde el punto de vista del newsmaking, hace que la agenda de los centros institucionales más fuertes (grupos, asociaciones, centros religiosos, culturales, científicos, etc.) determine la agenda de los medios. Estos últimos funcionan como lugar de paso para un material informativo sobre el que la selección periodística pierde progresivamente capacidad de decisión autónoma, de relevancia periodística que no sea solo de mercado u orientada a la concurrencia. Como dice Furio Colombo, el periodismo se convierte cada vez más en un oficio de rebote, en el sentido de que su agenda es abastecida desde el exterior”.

La Academia forma a los estudiantes en habilidades acerca de cómo realizar la selección de las fuentes, toda vez que un mensaje veraz, certero, creíble, plural y bien confirmado, será respetado por el destinatario y consolidará la integridad y autoridad del periodista y del medio que lo publica. Entonces, el docente instruye sobre la importancia de contar con colaboradores especializados en sus saberes, en acudir a materiales de referencia, a interpretar los acontecimientos, a expurgar o validar datos, a documentar fehacientemente y contrastar, y a cumplir con los principios verificativos, explicativos y editoriales que implica el acto mismo de informar. He aquí ingredientes imprescindibles en el trabajo creativo para la construcción de los mensajes periodísticos.

Sin embargo, ante la oficialidad que se impone resulta preocupante el propio proceso de selección de la noticia, ya mediatizada por el interés de la fuente suministradora. Hoy las fuentes citan a un periodista para cubrir una información y dan más importancia al acto y al quién pondrá la condecoración, que a la persona homenajeada y sus méritos. Y todavía peor: en muchos de esos departamentos el personal no es especializado en labores con la prensa y, no obstante, está autorizado a determinar a quién entrevista o no, o cuáles son los aspectos que se pueden abordar. Es más: la atención a la prensa en no pocos casos es su cuarto, quinto o sexto contenido de trabajo, pues primero es preciso que entre sus cometidos cumpla con garantizar la música, los micrófonos, el guión y el transporte.

Es el caso también de lo que se da a conocer en conferencias de prensa o en notas enviadas a la redacción. Se habla de “esto”, de lo que quiere hoy comunicar la fuente, y no de lo que interesa al periodista, al medio, a la sociedad. En consecuencia, al leer, escuchar o ver la noticia en cualquiera de los soportes mediáticos, ésta nos llega igual, como idéntica gota de agua, como alma gemela a la que ya casi ni estamos intentando dar un comienzo singular y la presentamos en todas partes en su rígida concepción de pirámide invertida, sin aliento creativo, sin personalizar, fría y distante.

Respecto a lo que se dice, hay una manipulación implícita a la prensa por parte de esas fuentes institucionales, manipulación que desgraciadamente en no pocas oportunidades se reviste con un falaz carácter “estratégico”, pero que de veras nada tiene que ver con las políticas informativas trazadas por el país. Hay una especie de ponderación a ultranza y se vuelve impublicable cualquier noticia por noble que sea porque hay que esperar que una persona lo diga, lo apruebe, lo decida. Y muchas veces, es justo reconocer, cuando el reportero puede estar “tú a tú” con los decidores fundamentales del “sí” o el “no”, el asunto es mera rutina que se resuelve de manera expedita. Esto crea una situación confusa, nunca uno está verdaderamente enterado de que si quien no quiere decir es el decidor, es el aparato de divulgación porque cree que no se puede informar o porque está orientado que así sea, o son la confabulación de ambos.

En suma, quizás ahora tengamos un flujo informativo de caudal aceptable; no obstante, habrá que preguntarse si esa cantidad tiene una expresión cualitativa en la noticia que damos en los medios, en la que estamos llamados a buscar de por sí, de manera que no perdamos el sentido de lo que es la función génesis del reporterismo –rastraer, buscar, encontrar-, y acomodemos el intelecto al sopor del no hacer. Y lo que es peor: a la grisura del “dejar hacer”.

Antes de pasar a otro aspecto, valido lo anterior con una acotación de Wolf en Los emisores de noticias…: “Se aprecia un proceso de cambio de los lugares institucionales que definen la noticiabilidad en el exterior de las redacciones, mientras éstas se limitan frecuentemente a aceptar y a dar forma a aquello que viene ya elaborado de fuera”.

Y aquí hago un paréntesis necesario. No podemos ser ingenuos y creer que en cualquier parte del mundo se puede publicar a tontas y a locas. En especial, la prensa cubana, afiliada ideológicamente a su revolución y los principios que entraña, conoce muy bien cuánto puede o no divulgar de manera que siempre ésta quede salvaguardada, pues tiene muy presente la cercanía de su enemigo ideológico y la guerra mediática que éste recrudece cada vez más. Como también sabe que la libertad de prensa, tan cacareada y aclamada en las sociedades “democráticas”, es solo un fariseo juego de palabras para adormecer a las masas. El periodismo es una profesión de compromiso con la sociedad en que se vive y los valores que ella sustenta. Los periodistas estamos para validarlos.

Pero ello no puede convertirse en una suerte de tribunal inquisidor, en un manto que ampare ineficiencias, temores, ineptitudes, incumplimientos, desórdenes, mal trabajo y acomodamientos. La consabida frase de “esto no se puede decir”, muchas veces no cuenta con el respaldo de una explicación que la justifique, por un entendimiento de los por qué, por un lógico razonar en busca de otras alternativas propiciadoras de soluciones para poder informar oportunamente a la población y dar a conocer los sucesos socialmente relevantes que tiene derecho a conocer a partir de noticias documentadas, equilibradas, oportunas e interesantes, en las que estará presente nuestra honestidad profesional como rosa náutica.

Como dije al principio, no estoy en desacuerdo con los departamentos de divulgación tanto en su carácter de fuentes institucionales de responsabilidad indiscutida como también en su posición de representantes de las fuentes que deben dar información. Con lo que estoy en contra es con esa no-noticia que tratan de imponer, con tanto informe administrativo convertido en información, con cada acto que no trasciende más allá de sus propios protagonistas, con los cumplimientos de cifras que nada dicen, con anuncios de actividades que después se pierden porque su ejecución es más de lo igual de unos y otros, con la barrera que imponen para que no accedamos a las fuentes primeras.

Van Dijk (citado, por Txema Ramírez, en La influencia de los gabinetes de prensa. Las rutinas periodísticas al servicio del poder), al cuestionarse la naturaleza de las diversas fuentes que intervienen en el proceso productivo de la noticia, acota: “¿Qué información procedente de los textos fuentes se enfoca, selecciona, resume o procesa para su posible uso en los procesos de producción de un texto periodístico? ¿Cómo ocurre esto? ¿Quiénes están implicados en los muchos tipos de interacción verbal a través de los cuales esos textos fuentes llegan a ser asequibles: las entrevistas, las llamadas telefónicas, las conferencias de prensa o hechos similares en los que los periodistas salen al encuentro de posibles fuentes informativas y personajes de la noticia? ¿Cuáles son las diferentes reglas y limitaciones de este tipo de encuentros y en qué situaciones tienen lugar?”

Todo ello nos precisa a que retomemos el sentido crítico de lo que se va a publicar porque entregar una cuartilla no puede ser el acto simple de “ganarse los frijoles” todos los días en un sucumbir ante las rutinas productivas. Seleccionar qué sirve y que no, qué nos interesa a nosotros mismos como audiencia es un ejercicio no solo inevitable, sino obligado. Poner coto a tanta citación intrascendente y documento ineficaz enviados por las fuentes institucionales ha de ser una urgencia, como lo ha de ser también la voluntad de superarnos, calificarnos y aumentar nuestros conocimientos, de manera que cada día estemos listos para realizar preguntas inteligentes, adecuadas, responsables, que nos lleven a investigaciones profundas y trabajos certeros, documentados y eficaces.

El acto responsable y feliz de rastrear la noticia para crear mensajes que de veras ganen al público tiene que ser el credo irrenunciable de los periodistas. 

Bibliografía:

Avogadro, Marisa, Fuentes informativas y periodismo científico, http://www.cem.itesm.mx

Calzadilla, Rodríguez Iraida, La Nota, Pablo de la Torriente. La Habana, 2005.

Documentación y fuentes informativas, http://rayuela.uc3m.es

Lazcano, Brotóns Iñigo, La protección de las fuentes periodísticas en el sistema europeo de derechos humanos, http://www.ehu.es

Ramírez, Txema, La influencia de los gabinetes de prensa. Las rutinas periodísticas al servicio del poder, http://www.campusred.net

Villafañe, J., Bustamante, E., Fabricar noticias; las rutinas periodísticas en radio y TV. Mitre. Barcelona, 1987.

Wolf, Mauro, Los emisores de noticias en la investigación sobre comunicación, página Web de Los emisores de noticias.

 

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