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MARTÍ EN LA FORMACIÓN DEL PARADIGMA DEL LATINOAMERICANO

MARTÍ EN LA FORMACIÓN DEL PARADIGMA DEL LATINOAMERICANO

MSc. RANDY SABORIT MORA,
Corresponsal de Prensa Latina en Guatemala,
Profesor de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

La formación del latinoamericano fue la categoría máxima a la que aspiró José Martí al escribir en la Revista Venezolana, La América, La Edad de Oro y Patria, consideró la estudiosa cubana Carmen Suárez.

“En el caso de estas publicaciones, el proyecto latinoamericanista es lo que está latente. La categoría máxima es la formación de ese paradigma del latinoamericano, de su deber ser”, sostuvo la investigadora titular del Centro de Estudios Martianos.

La especialista respondió varias interrogantes relacionadas con este tema. La primera pregunta fue respecto a las características de contenido y la forma de la construcción de la noticia de Martí en aquellos impresos que dirigió de 1881 a 1895.

“Detrás del periodismo -y de los hombres en general del siglo XIX- hay mucho positivismo, o sea, un enfoque sobre la cadena de los hechos, sobre los casos en particular: un distanciamiento de lo que sería el subjetivismo. El hombre positivista que quiere enfocar la ciencia se dirige a los hechos, el hecho es fundamental.

“Martí supera con mucho esa visión. Él es un humanista. Hay una carga ilustrada en el Maestro, aparte de ser un romántico y de ser un modernista. Le debe mucho a esa visión más integral de los fenómenos.

“El Apóstol no va a descuidar nunca al hombre con toda su subjetividad, sus emociones, y eso lo diferencia de cualquier otro programa. La carga ética que Martí pone en todos sus proyectos lo separan con mucho de un positivismo esquemático.

“El proyecto suyo es mucho más enjuto, como él dice, mucho más de carácter holístico. Ese análisis en la totalidad de los fenómenos que ahora todos quieren hacer, Martí lo hace naturalmente por su fuerte pensamiento dialéctico”.

-¿A qué cree que se deba la carga humanista en sus proyectos?

Pienso que proceder del mundo de los pobres también tiene que ver con eso. Martí como periodista tiene un corte humanista que lo diferencia mucho del periodismo que se hacía en su época: más noticioso y de crónica.

Los cronistas de La Habana Elegante (periódico cubano) cuando iban a Nueva York elaboraban una crónica, pero se quedaban trabados en lo banal, en la descripción de lo que los deslumbraba, no iban a las esencias ni a la raíz. Martí se diferencia del positivismo pedestre que padecía aquel período.

Martí trae un pensamiento sumamente dialéctico, integrador, esa condición integradora es lo que lo hacía distinto como periodista, poeta y como adoctrinador.

-¿Martí rompe con el periodismo estadounidense del momento?

Ese periodismo se fue haciendo cada vez menos literario y además el modelo que triunfa en las primeras décadas del siglo XX es el amarillista, el de la prensa sensacionalista y puramente noticioso.

Ese periodismo, que se pone y se impone, en Estados Unidos sólo va a volver a recobrar su matiz literario en la década del 50 y 60 del siglo XX con Truman Capote y los demás que hacen un periodismo de opinión e investigación.

Martí nunca se puede tratar sólo como periodista. Siempre hay que acordarse de una categoría mayor que es el de hombre de imprenta porque conoce todos los procesos y cree que ese vehículo es sumamente importante.

Conoce el proceso de circulación del impreso. Escribe como periodista, pero puede ser editor de lo que produce, y esto va mucho más allá del trabajo del periodista.

Es conocedor de los procesos de libros, revistas, folletos y tiene nociones de diseño interior porque escoge los grabados, el tipo de letra. Es decir, hay una mezcla de funciones que se delimitan luego en el transcurso del siglo XX.

-¿Lo que escribía en las publicaciones en mención formaban parte de un mismo proyecto editorial?

Critica mucho a Norteamérica, pero también a Nuestra América. Critica todo lo que está mal y orienta el deber ser del hombre latinoamericano. Ese es el gran proyecto general, por encima de eso está el equilibrio del mundo.

Eso no tiene un despliegue periodístico porque es más bien una intención a ultranza, callada, silenciada. Necesita un hombre latinoamericano consciente de lo que quiere hacer y sumamente crítico con lo que está mal. Busca ese paradigma en todas estas publicaciones tanto para niños como para el lector adulto.

-¿Se pudiera hablar de rasgos estilísticos propiamente martianos?

Martí tiene un gran estilo que son muchos estilos. Sabe muy bien dentro de un estilo general perfilarse en cada género o según el destinatario. Eso se ve muy bien en las cartas a Manuel Mercado y a Enrique Estrázulas: el tono cambia totalmente.

Con Estrázulas el tono es más divertido, más superficial y con Mercado es siempre reflexivo, denso, amoroso. Son dos tipos de relación que se reflejan de manera diferente en la escritura.

Para él el destinatario marca el estilo. Por ejemplo, en La Edad de Oro busca un tono para los niños, en Patria para los cubanos, y en La América o en las “Escenas norteamericanas” para todos los hispanoamericanos.

Todas las metáforas sinestésicas que emplea son una gran premisa del estilo martiano. En las estructuras lingüísticas que usa está el sabor de lo que huele, el tacto de lo que suena.

Ese tipo de transposición, que es clásico de la modernidad, incide mucho en los textos martianos. También está el uso del color a lo parnasiano, pintar como el pintor, la gran máxima que le viene del estudio de los modelos parnasianos. Martí tiene un esteticismo militante, como advirtió el prestigioso intelectual cubano Cintio Vitier, fallecido en 2009.

Martí elabora la forma. La descripción en él es un regalo para todos los sentidos. Describe colores, texturas. Hace que su escrito sea fuerte, suave, música o pintura. Trabaja con las técnicas de todas las artes, que era el ideal de los parnasianos, pero no abandona nunca el proyecto ideológico. Este pudiera ser un rasgo que lo diferencia de muchos modernistas. 

También en América el modernismo tiene compromisos ideológicos. Antes solo se veía un movimiento afrancesado, pero eso se superó porque la crónica modernista trata problemas sociales. La poesía se queda más en lo sensorial, aunque aborda también lo social.

El proyecto martiano es de un esteticismo militante. En su opinión, cultivar la forma, crear un lenguaje nuevo para la subjetividad latinoamericana es tan importante como hacer la revolución. Martí es un libertador en el campo de la política y del lenguaje. Trabaja la lengua con absoluta conciencia.

Copia los mecanismos técnicos franceses. Por eso nosotros llegamos a un modernismo antes que todo el mundo porque el Maestro importa conscientemente esos mecanismos técnicos de transposición de los sentidos, de pintar como un pintor, creando superficies y sonidos.

Está tratando de crear una lengua para la solidez hispanoamericana, para la expresión del hombre latinoamericano e incluso porque sabía que vivía una época nueva que demandaba un lenguaje nuevo, una literatura nueva.

La urgencia de las repúblicas de América es específica y está más allá de entrar en la modernidad para hacer trenes, carreteras y progresar. Nosotros teníamos que crear un mundo nuevo, ya Europa tenía el suyo y llegaron a la etapa del capital, de los monopolios. Pero nosotros estábamos fabricando las repúblicas y un orbe nuevo.

El modernismo nuestro es un movimiento muy complejo que implica la entrada en la modernidad de muchos otros fenómenos. Significa un intento de autentificarnos, de legitimarnos a nivel universal.

Nosotros teníamos que construir el arquetipo del hombre latinoamericano. Todos sabían qué era un europeo, pero América todavía tenía que construir el paradigma del latinoamericano.

-¿Lo expresado en el ensayo “Nuestra América” está de alguna forma en estas publicaciones?

Sí, “Nuestra América” viene siendo el gran documento rector de la americanidad. Uno se pregunta cómo Martí hace un ensayo programático, político, educativo montado sobre imágenes. Es un texto eminentemente poético en el cual se transforma el lenguaje y se crea un sistema de imágenes: un imaginario americano.

Martí se detiene mucho en la colisión entre indígenas y españoles, ese momento dramático que lo reitera porque sabe que de ahí nace un imaginario que tiene que ver con los milagros cristianos y con la mitología aborigen.

Sabe que el imaginario y la mitología fundan una nación. Un país no se funda sólo por la acción patriótica, sino también a nivel de lenguaje, por la imagen. Un país tiene un imaginario muy poderoso que lo cohesiona. Martí hace una recopilación de todo eso,  y de eso hace poesía.

-En 1883 Martí dice que La América más que un periódico literario es un periódico útil. ¿Cuál es el concepto martiano de “periódico útil”?

Ahí existen dos o tres planos de significación porque uno pudiera pensar que Martí desdeña el conocimiento literario en pos del conocimiento científico o que opone lo útil a lo literario, pero eso pertenece a una polémica de la época. Martí tenía una cruzada contra la educación excesivamente literaria porque se imponía la necesidad de una educación tecnológica.

Se necesitaba una educación que pusiera al ser humano a trabajar, a crear riquezas, por tanto, iba quedando atrás toda la retórica y poesía de adorno proveniente del Medioevo. 

Nosotros éramos educados por España y teníamos esa filiación retórica, literaria que había que eliminar: esa es la batalla de Martí y a ese nivel es que se puede oponer lo útil y lo literario. Pero el Apóstol en el campo de la creación literaria no separa jamás ciencia de literatura ni ciencia de lenguaje.

Le parecen que son cosas imprescindibles totalmente. Dice que La América debe ser un periódico útil siguiendo ese criterio de utilidad que no prescinde de lenguaje bello, de estilo, de poesía. 

Para el Maestro era mejor ser poeta en actos que poeta en versos. Su ideal sería que cada acto de los hombres fuera como un poema, bellamente pensado y trabajado, o sea, que el concepto de belleza y utilidad se uniera.

Sin dudas en su época había que hacer una cruzada por lo útil, como tal vez en nuestro tiempo haya que impulsar una cruzada por la poesía y dejar a un lado la utilidad pedestre, el exceso de pragmatismo y de consumo. Cada época tiene sus urgencias.

-En el artículo que usted dedica a La América, por qué se pregunta si era un periódico de anuncios.

El periódico declaraba ser de anuncios, sin embargo, Martí lo va a convertir en humanista, de carácter formador del hombre latinoamericano en todos los sentidos. Martí supera la categoría de periódico de anuncios.

Hay un estado de discusión, un enjuiciamiento crítico de lo que debe y no debe ver el hombre latinoamericano, lo que debe tomar y lo que no, de cómo debe comportarse el hombre ilustrado y el empresario estadounidense, cómo debe educar a sus hijos.

-¿Cómo valora el manejo y contraste de las fuentes estadounidenses, europeas y latinoamericanas empleadas por Martí en su proyecto?

Martí tiene un juicio crítico muy universalista. Dice algo sobre la literatura que lo aplica en todos los campos de la vida: la mejor manera de no depender de una literatura es estudiarlas todas. Tiene una capacidad de estudio y de lecturas impresionante. No se conforma con lo que le diga una fuente: él compulsa las fuentes. La comparación tiene mucha importancia en todos los procesos del conocimiento y el Maestro la usa como método.

Al final no se queda con ningún modelo tal cual, sino que los procesa creativamente. La lectura creativa es el último grado de lectura después de la lectura crítica. Martí lee creativamente, enjuiciando y proponiendo su propio proyecto.

-¿Qué le sugiere el principio editorial de adoctrinar sin parecerlo, según lo expresado por Martí en el reverso de la contraportada de la revista La Edad de Oro?

Esa es una de las grandes sabidurías del Apóstol. La lengua no puede ir dirigida a machacarles a las personas cosas de las cuales no están convencidas.

Por la vía de la emoción, la identificación, el entusiasmo y la participación es que se puede educar; nunca machacándole al otro un evangelio memorístico y de consignas vacías. Martí sabe que así no se puede educar a nadie.

Si el objetivo es enseñar algo, se debe hacer de una manera humanista, integral, disparando la emoción y la comprobación. No debe emplearse un diálogo esquemático porque eso provoca rechazo.

-¿Qué es lo que le apasiona de la sección “En Casa” del semanario  Patria?

Todas las publicaciones que se empiezan a producir en el siglo XIX  solían tener secciones a través de las cuales se conversaba con el público: un espacio de correspondencia o de crónicas sobre la boda de tal señorita o el bautizo de fulanito. Esas columnas se escribían para ostentar y para darle gusto al que paga el anuncio o para congraciarse con alguien de poder del interés del medio de prensa.

Sin embargo, Martí transforma todo eso para hacer una sección que nombra “En Casa”, con lo cual ya está dándole una dimensión entrañable, la casa del hombre es su segundo cuerpo, ya el título solo merece un estudio porque no pone crónica social ni cualquier otro título usual en aquel entonces.

-¿Para seleccionar el nombre de esa sección, Martí habrá considerado que los emigrados andaban con la casa a la espalda?

Es posible porque Martí, como poeta, nombra polisémicamente porque tiene mucha inteligencia, sensibilidad y cultura. Él inconscientemente pone un nombre y uno le puede dar ocho lecturas.

Martí se sitúa en un lugar de enunciación entrañable que es la casa y además no va a hacer crónica social, sino un espacio para crear lazos de afecto y de conocimiento entre los hombres que van a hacer la guerra del 95. Su objetivo era levantar la moral, construir un orgullo y un sentido de pertenencia hacia lo cubano y lo latinoamericano.

La sección tenía un sentido ecuménico, comunitario. Allí escribe sobre un bautizo o un concierto que ofrecerá una cubana. Teje emociones y afectos en una dimensión espiritual del periódico, en un nivel muy llano porque al hombre humilde el discurso le llega primero a través del corazón, de los afectos de su comunidad.

Quizás al hombre común no le dice nada que le hablen de alguien que cayó en combate hace 20 años, pero sí cuando le hablan de la muerte de la hija del vecino o que su vecina es la pianista.
  
-Martí en “En Casa” habla de que muchos emigrados nombran Patria a sus hijas. En esa misma sección conceptualizó “Patria es humanidad”. ¿Cómo valora que en ese espacio del semanario haya enunciado tal definición?

Martí le está pasando doctrina al público en una cuerda totalmente emocional, de las cosas cotidianas y eso es muy efectivo, eso completa al semanario Patria de una manera increíble.

-¿Qué opina sobre el hecho de que el Apóstol haya sido el corresponsal de la propia guerra que preparó?

Martí es un hombre total en ese sentido. Tiene que haber tenido un ego fuerte para aguantar tanta calumnia. Tiene que haber estado convencido de sus posibilidades, no cabe duda. Con toda la sencillez del mundo, pero estaba persuadido de lo que podía y debía hacer.

Tenía que trabajar en todos los frentes. Esa es una de las urgencias y necesidades, ¿quién podía hacerlo mejor que él? Era un gran comunicador social. Sabía qué puntos tocar y con quién comunicarse. Era un saber que tenía él ¿a quién se lo iba a confiar? Otros podían colaborar, pero el debía llevar los hilos.

Martí va a la guerra porque tiene que ir. Debía respaldar con los hechos todo lo que había dicho. No concebía haber convocado a una contienda sin participar en la misma.

Lo que más pesaba no era su trabajo como combatiente, porque eso lo había podido hacer otro. Había miles dispuestos a hacer eso, y que sabían tirar tiros mejor que Martí probablemente. El ir a la guerra para Martí era más bien una dimensión moral, una legitimación social, que él sabía que tenía que hacer porque tenía campañas en contra.

Es una pena que haya caído en combate tan pronto porque la tarea más importante era esa, la que casi nadie sabía hacer: la labor organizativa. Poseía el nivel, la personalidad y el conocimiento para desempeñar esa función. Uno no puede decir nada definitivo porque las cosas son como son, y no como uno quisiera que fueran, y no sabemos cómo hubieran sido de otra manera.

Nadie tenía el sentido de servicio y urgencia, ni la claridad desde lo civil que tenía Martí para con los jefes de la guerra.

-¿Se pudiera afirmar que en las cuatro publicaciones dirigidas por Martí hay un nivel de coherencia programática?

Sí, hay una coherencia programática cerrada porque Martí es como un universo analógico. Cada veta de su obra refleja todas las demás. Tomas un poema suyo y refleja toda la obra. O vas a alguna de estas publicaciones y refleja las demás. Hay una coherencia impresionante en toda su creación.

Martí tiene un despliegue de una universalidad mental impresionante. Uno se pregunta cómo puede. Es el lado opuesto a lo esquemático. Entre los esquemáticos y Martí estamos todos los demás. Con un poco más o menos de esquemas porque todos tenemos.

En un momento de su vida expresa que la escuela y el hogar son las dos cárceles formidables del hombre. Cuando uno oye eso piensa que lo ha dicho un anarquista, pero no fue así. El hogar y la escuela son los dos esquemas que te determinan como ser humano. Hay quienes vienen de un hogar desgarrado y esas llagas lo acompañan siempre en su vida.

-Como las tuvo él de su hogar…

Así mismo. Pero Martí sobrepasa de manera casi sobrenatural todo eso. Sencillamente él se puede poner por encima. Eso se lo debe a un cerebro maravilloso, a unas capacidades mentales increíbles, y a una vocación de servicio que es la de un santo.

 

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